Birabent, los años españoles: la anatomía del azar

Esta es la historia de un pibe de Buenos Aires que en 1976 llega a Madrid junto a su familia escapando del Golpe Militar en la Argentina. El pibe se llama Antonio y su papá es Moris, uno de los padres fundadores del rock en español. Antonio se convierte en Antoñito, ve en la televisión Un globo, dos globos, tres, globos, adopta las formas y la manera de hablar de los madrileños y mientras su padre graba Fiebre de Vivir con los Tequila como banda de acompañamiento. Aquel disco contiene temas que son historia del rock en nuestra lengua: Rock de Europa, Zapatos de gamuza azul o, quizás el más conocido, Sábado a la noche que se seguirá interpretando por combos tan heterogéneos como Los Rodríguez o la Orquesta Diamante que ameniza durante varios veranos las fiestas de muchos pueblos de España.

Antonio vive en España hasta el año 1987 y, cuando vuelven a la Argentina, tanto él como su hermano Jose son dos niños españoles más. Cuando Antonio y yo volvemos a hablarnos, es capaz de pasar del porteño al castizo en unos segundos. Hay algo de juego de espejos en esta historia, de interior y callejuelas, de noche y playa, de modernidad y canción.

Antonio comienza a desarrollar una carrera en la Argentina en la que trabaja como actor, presentador de televisión y músico. Se curte como guitarrista de la banda de su padre y, además, aparece en la película sobre la vida de Tanguito, prócer del rock nacional, Tango Feroz dirigida por Marcelo Piñeyro en 1993. Su papel, interpretar a su padre, Moris, mientras canta uno de sus clásicos, El oso. Ese mismo año publica su primer disco solista, Todo este tiempo y dos años más tarde, el segundo, Morir y matar. Durante aquellos años aparece en televisión como presentador de La cueva, un programa que recupera, precisamente, la historia del mítico lugar donde se juntaron los padres fundadores del rock nacional. En 1997 rueda El Impostor de Alejandro Maci, sobre un relato de Silvia Ocampo, y colabora con Eliseo Subiela en su película Pequeños Milagros.

En 1998 Antonio Birabent vuelve a España para rodar una película, Lisboa, dirigida por Antonio Hernández con Carmen Maura, Sergi López o Federico Luppi. Su español perfecto, aséptico y mutante lo hace perfecto para uno de los papeles. Algo se remueve en su interior, las calles que saludan a su corazón. En la maleta trae la edición argentina de su tercer LP solista, Azar. Detengámonos un segundo y demos un salto hacia atrás: Londres, verano de 1996, Birabent entra en contacto con la  nueva revolución de la música británica. Compra discos de Radiohead, Massive Attack, Eels o Portishead. El sonido Bristol, la electrónica ambiental, le vuela la cabeza. Ese mismo estío, en el auto de su amigo Andés Fogwill -hijo del escritor Rodolfo Fogwill y que se había encargado de dirigir los videoclips de sus primeros dos discos-, van a Punta del Este. Aunque a Fogwill le gusta Oasis, Antonio pone una y otra vez en la casetera del coche los discos de trip-hop. Es un verano de música extraña. Si uno sigue un tema como Retrovisor -un tema, que por cierto, era la canción favorita de Gustavo Cerati-, que habla de “armonías caseras mayores” o “comer tu trance en mi boca”, entiende aquellas semanas de música extraña que son el germen de Azar. Fowgil hace las fotos de la edición argentina y  escribe un “decálogo casual” que termina con una declaración de principios: Azar fue realizado por Fogwill y Birabent”. En aquel verano en Punta del Este conocen a unas chicas. Ellas también sirven de motor para el disco.

Si en la parte ideológico y estético Fogwill es parte fundamental para entender Azar, en lo musical hay que referirse al músico Luis Volcoff:

Luis no solo era mano derecha, era un socio fundamental en lo musical. No concibo haber hecho Azar o Anatomía sin él. No solamente era un socio, era un compañero osado, con una capacidad increíble de reiventarse a sí mismo”. Lo cuenta Antonio “Yo ya había coqueteado algo con máquinas en el disco anterior  “Morir o matar”, que lo había producido Cachorro López -bajista de los Abuelos de la Nada y responsable de grabaciones de gente como Julieta Venegas, Bersuit Vergarabat o Aterciopelados-, pero aquel disco tenía más de rock tradicional, de canción pop… yo quería ir más allá, quizá colocarme en mitad de lo tradicional y lo electrónico, hacerlo en mi idioma, con mi propia personalidad. Poder expresar mi forma de entender la música. Y con Luis Volcoff lo conseguí. Nos juntamos a través de un amigo común, Guillermo. Cuando yo le cuento qué tipo de música estoy buscando hacer él me dice, ¿por qué no hablas con Luis? Le mostré, como había con Fogwill, aquellos discos londinenses y él se puso al piano, asimiló en unos días todo aquello, pasó de los esquemas más clásicos de la canción y entendió perfectamente hacia dónde quería ir yo. Fuimos compañeros y cómplices. Aquellos discos hoy no se podrían grabar. Y nosotros lo hicimos entonces.

Así, junto con su aliado Luis Volcoff, se encierran a grabar en su  propia casa en Buenos Aires (rebautizada para la ocasión como Estudio efímero) y Tónica. Antonio recuerda:

Disponíamos de todo el tiempo del mundo, no había celulares, nada nos distraía. Pero todo fue muy artesanal, mucho más de lo que puede parecer por la densidad de capas y la aparente estructura electrónica sobre la que están construidas las canciones. Cuando cuento que grabé aquel disco sin computadora, con samplers de muy bajo nivel…no existía Pro-Tools. Fue la última época antes de los músicos pasáramos de grabar discos escuchando la música a grabarlos “mirando la pantalla” como se hace ahora. Era todo muy precario, usábamos un sistema que era una mesa analógica ADAT, que permitía grabar hasta 8 pistas con una resolución muy baja de bits, tenía un teclado que usaba unos diskettes, hacíamos ruidos con lo que había por casa. Capas y capas de sonidos y ambientes hechos casi de manera manual. Éramos todo cabeza y corazón. Y eso no se compra. También teníamos buenas canciones.

El disco Azar no solo es un salto cualitativo en arreglos, sonidos o forma de concebir las canciones, también en la parte más prosaica del negocio musical fue un antes y un después, pues después de grabar dos discos con BMG Antonio tiene la suerte de que entra en la dirección de la sección argentina de la compañía un presidente español, Sanmartín, al que le pide la rescisión del contrato, la libertad artística y él se la concede. Comienza una trayectoria independiente: grabación, fabricación y, si hace falta, licencia del disco, pero la edición queda en sus manos. Para editar Azar en Argentina arma un pequeño sello, Sitios laterales. Lo que ahora es muy común por entonces no lo era tanto y menos en un artista que había tenido un cierto éxito comercial y era conocido en su país.

Cuando uno escucha ahora Azar se le vienen a la cabeza esos caminantes que salen de noche por las ciudades, ya sea el Madrid de Francisco Umbral o el Buenos Aires de César Aira sin saber si se va a encontrar las calles de siempre o éstas han mutado con la caída del sol. Azar es un disco introvertido, con una instrumentación basada en capas y capas de ambientes, loops, suaves guitarras, sonidos extraños. Aunque la electrónica parece imponerse sobre las secuencias aparecen elementos orgánicos. El creador busca la inspiración en las habitaciones vacías y las ciudades desconocidas. Un disco de aviones y planes, pero un disco de alguien que no sale de su piso. Un artista que quiere dar un salto hacia delante y acaba atrapado por la luz de su propia alma y un deseo ardiente que el oyente no acaba de decidir si lo que quiere el poeta es amar la soledad o dejar de estar solo. Alguien que está y no está. En su casa, encerrado, sabe que puede contemplar el mundo, acabar en el sitio que desee. Hay canciones como Carne brillante, donde la armónica aparece sobre un ritmo de trip-hop para narrar una historia de existencialismo actualizado. Cuenta Antonio:

Como dice Julio Cortázar todos estamos influenciados por algo. En mi caso la letra viene de una interpretación de la novela de Albert Camus, El extranjero. De ahí lo de la enfermera árabe. En ese tema empiezo a tocar la armónica con más regularidad, buscándole matices que no le había encontrado hasta entonces. En Azar es importante, entre tanta máquina y tanto ruido, es como si entrara un bandonéon, como si entrara un pedazo de pulmón, de fuelle, como le decimos acá al bandoneón.

Por cierto, no es la primera canción inspirada, en el libro de Albert Camus. En 1978 aparece el primer sencillo de la banda de postpunk The Cure que contine el tema Killing an Arab. Grabado durante las sesiones de su primer LP,  Three Imaginary Boys que aparecería un año más tarde, sus versos que hablan de una persona que, tras mirar al mar y quedarse cegado por el sol y el reflejo del cuchillo que sostiene Meursaul, un árabe que está de pie en la orilla de la playa (Standing on the beach), le dispara, asesinándole. Robert Smith, el compositor de la canción tuvo que ir a juicio para explicar la inspiración literaria del tema y que no existía ninguna connotación racista en el mismo.

Pero no solo son las letras y los ambientes lo que dan belleza a los temas de Azar, también es un catálogo de sonoridades que sorprende al oyente: Turista tiene ramalazos de música disco-funk a lo Isaac Hayes, en Carne brillante la armónica mezclada con los scratches de vinilos… es inevitable referirse a una de las versiones del disco, la más personal, un tema de Moris, de su padre, Nocturno de princesa:

Si te das cuenta hay un sampleo inicial, el silbido de mi padre, una monedita que a va cayendo, que se lanza al aire, hecha girar sobre una mesa, que es un ritmo, una chispa original del tema de mi padre.

Antonio, de nuevo con una bella armónica y unas percusiones de escobilla y palmas, reconstruye con sensibilidad filial parte de la memoria paterna:

Es la bohemia, la noche que te propone todo. En el disco “Buenos Aires”, tengo una canción que se llama “¿Qué pasa al final de la noche?”. Aquel lugar, el VIPS de la calle Princesa, me acuerdo de niño, aquella estatua en la parte de fuera, abría hasta tan tarde…las dos primeras semanas que pasamos en España fueron en la Torre de Madrid, que está frente a Plaza España. Todo eso forma parte del ADN, de esa infancia, siento que vuelvo a ese lugar tal y como estaba.

El VIPS de la calle Princesa era una especie de drugstore melancólico y nocturno, al modo de Edward Hopper, que servía de punto de encuentro a los crápulas, pero también a las señoras bien de la ciudad, es un reflejo de una sociedad y un mundo que estaba en profunda ebullición. A finales de los 90, el Vips de Princesa seguía contemplando el paso del tiempo, impasible.

Aquel tema que también estaba incluido en aquel Fiebre de vivir de 1978. De él se han hecho más versiones. Quizá la más bella es la que interpretaron los hermanos Martín, Fernando y el desaparecido Guillermo, Guille, ambos miembros fundadores de la banda madrileña Desperados y que, con el seudónimo de Neverly Brothers, grabaron un disco de versiones, Solos o en compañía de otros, en la que se hacían acompañar por Andrés Calamaro.

Antonio habla:

Ir a España, volver a Madrid, es empezar de cero. Una gran prueba. Ser virgen en un lugar. No ser tan virgen, virgen a medias. Porque Azar tiene trampa, ya hay algo en el subconsciente de Antonio cuando escribe aquellas canciones tan alejadas de su primera obra solista. Para empezar, hay un tema que se llama Madrid.

Habla Antonio:

No es casual que exista una canción llamada Madrid. Una canción sobre Madrid compuesta en Buenos Aires. Si uno escucha la letra las pistas aparecen, ligeras, despistadas: “Almagro es especial/el azar hoy me lo dijo/en los mapas encontré el sentido del olvido”.

Continua Antonio:

Almagro en un Barrio de Buenos Aires, pero también es una calle de Madrid. Por allí caminaba con mis compañeros de 2ºBUP, con 14 o 15 años. Estar atento a los mapas me lleva a estas casualidades. Cuando hago la edición española yo hablo de que es un disco de un turista sentimental.

Alquila un apartamento y mueve el disco por las distintas compañías. Hay varias interesadas, Warner a través de un sello dentro de la compañía dedicada a propuestas distintas, Plan B, un efímero sello discográfico dirigido desde la revista Zona de Obras, gestionado por un argentino, Rubén Scaramuzzino, desde Zaragoza, pero finalmente se decide por Subterfuge, que en esa época es uno de los puntales de las revolución musical que vive España, con las discográficas independientes sonando en la radio, en los anuncios de la televisión, renovando una escena que languidecía desde el final de la Movida. Temas como Libélula o Linterna atraen la atención de gente de Radio 3 o El País, medios de los que recibe críticas muy halagadoras. Uno de sus máximos defensores es el locutor y periodista Tomás Fernando Flores, que es el primero en darse cuenta de que Antonio Birabent, a su manera, ha roto el mismo tabú que su padre veinte años antes: había tomado las tendencias musicales del momento y las había trasladado no solo a su idioma, el español, también había hecho de los ambientes y las temáticas algo real, contemporáneo, cercano.

Porque en España, en 1998, lo que triunfaba eran los grupos cantando en inglés y los argentinos que habían llegado a principio de los noventa huyendo, como cantaba Luis Alberto Spinetta en Resumen Porteño, del infierno inflacionario se parecían mucho más al sonido de su padre, de Moris: los Rodríguez, que durante toda su trayectoria tocaron temas de Moris -normal teniendo en cuenta que la mitad de la banda, Julián Infante y Ariel Rot, había grabado Fiebre de vivir mientras formaban parte de Tequila-, se habían separado, Andrés Calamaro, su cantante y compositor había triunfado con “Alta suciedad” y estaba a punto de publicar otra obra magna, Honestidad Brutal. En España había habido a lo largo de los noventa proyectos arriesgados capitaneados por músicos argentinos, como el grupo Pachuco Cadáver, con Roberto Pettinato, periodista y miembro fundador de SUMO, o Lions in Love con Daniel Melingo, que venía de tocar con Los Twist y Los Abuelos de la Nada, Piccoli estaba con los Toreros Muertos y Sergio Makaroff, que después de empezar con buen pie con sus primeros discos había sobrevivido los noventa como periodista hasta su periodo de breve vuelta al éxito con la salida de Un hombre feo. Después del éxito de Los Rodríguez y las carreras solistas de sus dos miembros principales, el anteriormente mencionado Andrés Calamaro o Ariel Rot, en las compañías españolas querían argentinos, querían rock latino. Vino Andy Chango, quisieron promocionar la obra de Fito Páez, hicieron intentos con Fabulosos Cádillacs y la Bersuit.

Pero Antonio Birabent estaba fuera de todo esto:

Tienes que entender, Octavio, que yo no tenía la necesidad, como otros grupos argentinos, de incorporar el mundo español a mi vida. Yo había vivido hasta 1987 en España, yo escuchaba a Ilegales, Nacha Pop, Dinarama…hasta Hombres-G. Podía hablar con un castizo que no hubiera salido nunca de Madrid y no tendría problema. Yo ya era español entonces, no me preocupaba tener que demostrarlo. No me sentía parte de ningún movimiento, no he estado en ningún cajón. A mí, lo que me sorprendió en realidad al volver a España, después de todo el bagaje que tenía de música de la época anterior, es la cantidad de bandas a las que les había dado por cantar en inglés. Ese sí que no era mi lugar.

En 1999 aparece la edición española de Azar, con una portada distinta a la argentina. Nos cuenta Antonio:

El arte es más oscuro. Tenían la oficina en Tirso de Molina, creo, allí estaban las oficinas de Subterfuge y allí conocí a Pepe Illo que se encargó del diseño. También fotografías de Jero Álvarez, con el que tuve una estrecha relación y que se encargaría también de las instantáneas que acompañaron el segundo disco, Anatomía. Cuando Jero me preguntó qué foto quería para el nuevo arte del LP le dije que quería la imagen de alguien que no está, que está desapareciendo, que se están yendo, un turista esquivo y misterioso.

Para Birabent es una etapa de tránsito continuado, de mucho viaje, de recobrar las costumbres españolas, tan diferentes, pero también tan cercanas a alas argentinas. Vivía y trabajaba en Madrid. Tenía un disco, tenía una discográfica. Era, como cantaba su canción, un turista en su propia ciudad.

En la edición española aparece como añadidos una versión de The Velvet Underground, I´m waiting for the man, que ya tenía un par de años y una revisión extendida de Libélula, guitarra, voces y sonidos varios todavía más íntima y vaporosa que la original. También se incluye una de las primeras colaboraciones con un artista español, el muy mediático por entonces, Big Toxic -que había acompañado en el renacimiento de Alaska y Nacho Canut, colaborando con ellos en sus discos más experimentales grabados en los estudios Vulcano. Fangoria editaría en 1999 con Subterfuge, Una temporada en el infierno, en el que actualizan su sonido llevándolo a un lugar más comercial sin perder su esencia-, en una versión de Madrid grabada en Toxic Audiodrome. Esa remezcla cargada de ritmo y intensidad mántrica, llegó a ser interpretada mano a mano por Big Toxic y Antonio Birabent en la sala El Sol. No hay registro de aquel momento excepcional.

Al poco tiempo de la aparición del disco, en enero de 99, Subterfuge edita un EP de tirada muy limitada en el que aparecen versiones distintas de temas de Azar realizadas en colaboración con músicos españoles de la órbita de Subterfuge: el primer corte es una versión de Madrid grabada junto con Carlos Jean a finales de 1998, en el estudio de que tenía el músico madrileño en Arturo Soria. Carlos Jean había formado con la actrica Najwa Nimri el dúo de trip-hop, Najwajean que había editado un exitoso primer trabajo en 1998, No blood. La letra está cantada en castellano «de Madrid, con “ces y zetas”. Se recuperan las versiones porteñas originales de Linterna y Madrid que habían aparecido en Azar y aparece la primera muestra del sonido que proponía Antonio en sus directos: un tema de Bob Dylan, One too many mornings con un arreglo al piano a cargo de Nacho Mastretta más cercano a Antonio Carlos Jobim que a The Band. Mastretta iba a ser un compañero habitual en vivo de Birabent al acordeón. Mastretta también grababa para Subterfuge en aquella época (su disco Melodías de rayos-x había tenido un recorrido sorprendente para un LP de música instrumental en 1998 y dos años más tarde, la aparición de Luna de miel, once composiciones cantadas por diez intérpretes femeninas, con un plantel tan heterogéno como Ana Belén, Ajo de Mil Dolores Pequeños o su pareja por entonces, Julieta Venegas, lo encumbran hasta un cierto reconocimiento popular) y era habitual su presencia como músico de estudio en las grabaciones de las distintas bandas de la escudería. El EP se cierra con una nueva grabación de Linterna en los estudios de Tito Fargo, un mito del rock argentino, guitarrista de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, que se había establecido en España. Junto con Tito Fargo y Mastretta, la banda se completa con la que había sido sección rítmica de Los Ronaldos: Luis García en el bajo y Ricardo Moreno Molinillo en las baterías y percusiones. Con ellos Birabent graba una entrega para Los conciertos de Radio 3 en la que, aunque toca los temas de Azar, se nota una evolución hacia un sonido más orgánico y brillante. En esos meses en Madrid, tocando y viviendo, surgen los temas que formarán parte de su segundo disco en esta nueva etapa, Anatomía.

Antonio había cambiado el VIPS de la calle Princesa por el VIP de Fuencarral. Alguna vez tomaba cervezas con Ray Loriga, que vivía con su pareja de entonces, Christina Rosenvinge, muy cerca de la casa de Antonio. Los días 10 y 11 de septiembre de 1999 la gira Generación eñe, auspiciada por la SGAE y con la colaboración de Zona de Obras trae a Antonio Birabent a tocar a Zaragoza en la desaparecida sala Morrissey. Comparte cartel con el músico cubano Raúl Ciro. Antonio se presenta en directo con Luis Volcoff, Tito Fargo, Luis García y Ricardo Moreno con Nacho Mastretta -que tocaría al día siguiente junto con el mito de la música argentina Daniel Melero-que presentaba su disco Piano junto a Diego Vainer- y Antón Reixa -vocalista de Os Resentidos, con proyectos de spoken word como Nación Reixa o en solitario a través de El Europeo-. En esos días Birabent, con el apoyo de sus músicos, ya estaba grabando temas de Anatomía. El cartel, por cierto, lo completaban como pinchadiscos el periodista musical Javier Losilla y la escritora Silvia Grijalba tras el seudónimo de Morgana -tal y como era conocida en sus distintas aventuras junto a Justo Bagüeste en el colectico IPD-.

Justo cuando el disco parece estar funcionando mejor y Antonio tiene las canciones de “Anatomía”, el que va a ser su nuevo disco, escritas casi en su totalidad en Madrid, se produce una situación hoy, más de veinte años después, Birabent recuerda:

Fui un fugitivo, si me hubiera quedado, si hubiera puesto toda mi energía en mi carrera musical…no sé qué hubiera sucedido. Estaba bien situado, recuerdo que iba a tocar en un lugar Andrés Calamaro y no pudo, me llamaron a mí para sustituirlo…estaba en la cabeza de la gente, de las promotoras. Las decisiones de la vida no tienen muchas veces nada que ver con la popularidad. Pero me sentía mucho solo, estaba allá en Madrid, un lugar que no era ajeno, en el que había recuperado a muchos de mis amigos del colegio, de la EGB o del BUP y había conocido a músicos maravilloso con los que montar una banda y tocar mis canciones. Pero, volviendo a Julio Cortázar, me pasa como a él con París y Buenos Aires, cuando se marchaba a París se sentía tirado por Buenos Aires, era el efecto chicle, como una goma que se estira, tironeado entre Buenos Aires y Madrid. Extrañaba Buenos Aires, estaba en la ciudad y pensaba ser capaz de sostener aquel turismo sentimental, hasta que ya no pude más…y me volví a Buenos Aires. Y aquí sigo.

De todos modos el disco Anatomía es un disco que tiene mucho de español, tanto por la parte de la escritura de canciones como por la de grabación propiamente dicha. Anatomía es un disco más abierto, surgido de una época muy fértil en la parte compositiva, alejado de los focos mediáticos de Buenos Aires. Si Azar era llegada y encierro, Anatomía es una especie de narración de un despegue, con una playa en invierno, de mar frío, como en el final de los 400 golpes de Truffaut, arena de bossa-nova oscura, de rítmica oriental, vuelo, cielo, el espacio abierto frente a la agorafobia de Azar. Antonio Birabent nos lo cuenta:

Es una etapa de mucha más luz, una chica hispano japonesa me inspira Princesa oriental, escribo en la cocina de mi casa de Madrid Anatomía, más chicas, Chica Panic Attack surge de una charla con una chica en un bar en el centro de Madrid, el Palentino. Aishteru me viene después de ver en los cines Alphaville Sonatine de Takeshi Kitano. Ese componente oriental…pero también la presencia femenina, hay muchas mujeres cantando, más sonidos, más colores. Cuando después de Anatomía grabo Cardinal, mi siguiente disco, parece que he llegado a un lugar por fin, un mundo pop por fin, pero Anatomía sigue siendo uno de mis tránsitos principales, una forma de viaje donde la melancolía es el alimento principal.

Todos los temas están compuestos por Antonio Birabent excepto el maravilloso Nubes grises de Carolina Bony, que le hace llegar una cinta con la versión en maqueta y Antonio queda totalmente seducido por la letra y la melodía. Birabent al escribir se da cuenta que, por mucho que escape, en todos los lugares terminan por encontrarlo. A la hora de grabar el disco el esquema de acción es distinto a Azar: aunque algunas pistas son caseras, se vuelve a los estudios y se reparte la instrumentación entre Buenos Aires y Madrid. En Argentina las baterías, los bajos y las guitarras. Con Luis Volcoff de nuevo como mano derecha en la producción e instrumentación, hay una banda base con músicos argentinos: Leha en guitarras, Burgio en batería y Silva en bajo.

Tras la parte más orgánica, de solista con banda, Luis Volcoff y Antonio vuelan a España y graban en Madrid y Barcelona. Con Javier Almendral graban en su estudio de la Gran Vía en diez o doce sesiones, teclados, vibráfono, percusiones y las voces solistas. En la doce de sesiones con Javier Almendral graban también Claudio Gabis, guitarrista de Manal y un mito del rock argentina que, por entonces vivía en España, también Tito Fargo vuelve a ayudar en un par de temas. En Princesa oriental aparece Morgana a la que había conocido en Zaragoza, que graba theremin. Uno de los días aparece por el estudio El indio Solari, jugador del Real Madrid por entonces

Aparte de los argentinos afincados en España, en Anatomía destacan las voces de Leo García, guitarrista de la banda solista de Gustavo Cerati tras la separación de Soda Stereo y que había grabado discos muy interesantes con el proyecto Avant Press, con la producción de Daniel Melero y que estaba a punto de encumbrarse como solista con su disco Mar en  el que se incluía el hit absoluto Morrissey. Leo es una de las conexiones que empiezan a existir entre Antonio Birabent y Gustavo Cerati en esos años. Lo recuerda Antonio:

Sí, Leo canta en A descansar. Leo es un gran artista. Yo estaba en contacto con Gustavo desde la salida de Azar, que le había gustado mucho y luego cuando vine a hacer parte de Anatomía, Martín Pérez me regaló Bocanada. Me sentía con una cercanía involuntaria con Gustavo y trabo mucho contacto con él. Cuando volví a Argentina con Anatomía mezclado nos juntamos en su casa y él se tomó la molestia de escucharlo entero. Es un disco largo, dura más de una hora. Fue muy lindo compartirlo con él. Sé que le gustó. Sé que le había gustado mucho Azar. Pero el modo de trabajar, de grabar de los dos era muy distinto. Cerati cierra sus cosas, es muy detallista. En Anatomía, como en Azar, hay una desprolijidad que es muy mía, una parte deslavazada sobre el arreglo, sobre su intensidad”. La relación con Gustavo Cerati cristalizará en el siguiente disco de Birabent, Cardinal, donde mete guitarras acústicas y eléctrica vibrato en Curvas.

Anatomía es un disco en el que reina el eclecticismo estético dentro de una propuesta de suavidad y momentos de psicodelia controlada, hay pasajes que remiten al drum&bass, el acordeón de Mastretta en Anatomía que abre el disco, sampleados de voces y sonidos extraños, muchas voces femeninas (Josi Palmas, Coloma Noiser, Guillermina Casey o Mariana Melero), minimalismo low-fi como Orbito, solo con guitarras y efectos, y temas que suenan a rock de banda, como Nubes grises, ritmos secuenciados como Caminsun a cargo de  Raúl Santos (Supercinexcene), que había colaborado con Najwa después de la separación de Carlos Jean, ritmos orgánicos pero fuera de la percusión tradicional como los que aporta Ricardo Moreno, que después de dejar los Ronaldos, tenía  su propio proyecto de experimentación tropical, La Marabunta.

Dejamos para el final dos de las colaboraciones más importantes, la de Moris y la de Claudio Gabis:

Mi papá, Moris, es cierto, canta en Fugitivo. Es uno de los temas más antiguos del disco. Fugitivo viene de otro tema, de uno que escribí para una película que no salió, sea parte que dice: “Un tiempo perdido/un que viene y se va…”. A Claudio lo había tratado mucho en Madrid. Sabía que tocaba bossa nova muy bien, hizo una improvisación fantástica, medio larga, en una sola toma y lo dejamos todo, dejamos la guitarra hasta el final en ese tema, con el que se cierra el disco, Chica panic attack que dura nueve minutos.

Antonio se confiesa:

Cuando volvimos a España a mezclar, yo caminaba por la Gran Vía y pensaba en las vueltas que da la vida, tanto tiempo después, desde 1987 que me había marchado y estaba de vuelta para grabar un disco compuesto en Madrid, grabado en Buenos Aires, pero con intención de volver a marcharme a la Argentina al terminar. Yo, que ahora soy un hombre grande, que soy producto del post-franquismo, que veía el fútbol español de principios de los ochenta, que ahora soy un hombre grande y a veces entro en la habitación de mi hijo, Oli, que mira a youtubers españoles y yo, a veces, le enseño que yo también sé hablar como ellos, que ellos hablan como su papá. Pero volviendo a Anatomía, no sé si podría grabar ese disco de vuelta. Fue un momento, geográfico y vital. Es un disco adelantado a su tiempo, ubicado en un lugar muy poderoso, entre la experimentación y la libertad. Es más conceptual incluso que Azar, hay algo que fluye a lo largo de todo el disco, todo el tiempo, a través de las canciones y los arreglos. Recuerdo haber estado viendo a Sean Lennon en Barcelona, ver a AIR y entrar con la gente de Subterfuge en el camerino al terminar y hacernos fotos con ellos, todos aquellos discos de movimiento y de viaje. Pero te agarra una melancolía, una inquietud luminosa y tienes que marchar. Quizá algún día vuelva a visitarme a mí mismo  a ese mismo lugar.

Pero después de la grabación la salida del disco se retrasa y la idea de Antonio de volver a Buenos Aires e instalarse allí parece definitiva. Aunque conserva el apartamento en la Plaza Santa Ana en Madrid, junto al Teatro Español y la gente de Subterfuge parece entusiasmada con el resultado de Anatomía, el final es un poco abrupto. La idea de que apareciera a comienzos de 2000, con el verano argentino, no se cumple. La compañía quiere postergarlo hasta abril o mayo. Birabent decide marchar a la Argentina definitivamente, no puede esperar cinco meses más. En Buenos Aires licencia Anatomía con un sello pequeño, pero que acabará siendo trascendente en cuanto a la promoción de una nueva ola de bandas y solistas argentinos, Ultrapop y a los pocos meses, en abril con una banda formada por Volcoff, Burgio, Silva y Leha, que había tocado la guitarra en varios temas del disco, debutan con las canciones de Anatomía en el Club del Vino de Buenos Aires. Todavía, cuando sale en España Anatomía, Antonio vuela para hacer algo de promoción, junto con Lolo Minucci y Fernando Samalea, hace un par de concierto, toca en la sede de la SGAE con su guitarra y el acompañamiento de Nacho Mastretta y en la FNAC le acompaña Tito Fargo. Y poco más. Con la cabeza más en Buenos Aires que en España se da cuenta de que no puede continuar, los años españoles, los segundos años españoles han terminado. No se puede estar en dos lugares al mismo tiempo.

Antonio recuerda aquella decisión: 

No se trató de una decisión comercial ni mucho menos. Al contrario, si hubiera sido comercial tenía más posibilidades económicas aquellos años en España. Argentina, entonces, ahora, casi siempre, es un país al borde de la quiebra económica constante, con muchos vaivenes. Pero me tira mucho lo humano y lo personal. Me levantaba por la mañana e iba a pasar por la calle del Prado y me sentía muy solo. Volví, como digo en 2000 a hacer algo de promo, luego en julio de 2001 para una semana de Argentina en España, con Cardinal, el nuevo disco, prácticamente grabado. Pero ya no era lo mismo. Ese tren ya pasó para mí, ya está. Estaba subido en él y me bajé. ¿Por qué? No lo sé. Elegí con el corazón.

Pero la aventura de Anatomía no iba a terminar ahí. Aunque para el público español lo que se cuenta a partir de ahora es una faceta o una historia casi desconocida, la belleza no puede permanecer oculta. Es el momento de hablar de Anatomix. Lo cuenta Antonio:

Ese disco, Anatomix, es una demostración de que me cago en el mercado. Aquí en Argentina se edita Anatomía en abril o mayo, con muy poca distribución y promo porque el sello Ultrapop, con el que sale, está despegando. Pero ese mismo diciembre aparece Anatomix. Y el capo de Ultrapop me dice: estás loco.

Anatomix es un experimento sonoro. Un disco de reversiones, un disco que reversiona a otro disco. Que tiene de todo, mezclas nuevas, remezclas, amigos músicos de Antonio que toman las canciones y las llevan a su terreno. La inquietud de Antonio Birabent en aquella época parece no tener fin y hace partícipe a las personas que se va encontrando: Adicta (una banda que surge de las cenizas de San Martin Vampire, una de las primeras agrupaciones en las que está otro genio, Palo Pandolfo), también Ezequiel Araujo, que acabaría montando el proyecto El Otro Yo, un combo como Íntima, con Víctor Volpi, electrónica de onda fría, pero también la parte más rockera como Super Ratones, o la versión original de Carolina Bony de Nubes grises. Incluso hay presencia española con aquel maravilloso proyecto llamado Plastic d´Amour, con Alberto Mate a la cabeza y que grabaron varios discos muy interesantes con el sello Siesta. Para muchas bandas de la época en Argentina, por ejemplo Jaime Sin Tierra, Audioperú, Klauss, Suárez, Pequeña Orquesta Reincidentes, Victoria Mil, Venérea o el cantautor Lisandro Aristimuño, gente que constituía la segunda iteración de lo que se llamó Nuevo Rock Sónico Argentino (Babasónicos, Carca, Juana La Loca), bandas que apostaban por sonidos más tranquilos y que encontraban intensidad en lo minimal, Anatomía se convirtió, de alguna manera, en un referente musical y estético.

La despedida, las gracias para Antonio Birabent por contestar las preguntas que han servido de sustento al artículo, con su estupenda memoria y su generosidad. En el final hay siempre una nana, un vals que desliza sobre la arena de una playa. La única diferencia es el océano que la baña. Abandonó a Ray Loriga y Francisco Umbral para volver con Fogwill y Mújica Martínez, Cuatro Caminos por una sombra de mujer, que burlona, se esconde en uno de los infinitos cruces de Corrientes. Yo mismo extraño el tiempo en el que los discos de Antonio Birabent me ayudaban a vivir. Recorro los años pasados como el que camina por una noche que solo tiene el sustento de la luz artificial. Hay un estío que amenaza y una primavera que nos ha desgastado. Una pared donde los afiches se iban apagando. Lo imagino junto a su padre, cantando en un garito que quizá lleve siglos cerrado, saben que siempre habrá vidas por vivir en la hermosa ciudad de Buenos Aires, atrapados por el corazón de un bandoneón amplificado o el sampler que atrapa, como en ámbar, la voz de los amigos ausentes.

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