Se nos fue el maestro. Como los ríos que van a dar a la mar, poco antes de morir, Sampedro nos dijo: «Ya noto la sal». Él mismo era la sal de la tierra.
Ahora, en el día de las alabanzas, le lloverán homenajes póstumos qué él nunca buscó. Por su modestia supimos que era sabio. Sabio de los de verdad. Por su finísimo sentido del humor descubrimos su inteligencia poderosa. Por su integridad, lucidez, autenticidad y sencillez nos cautivó como ejemplo vivo de un hombre bueno y libre. Un intelectual entero. Era, sobre todas sus excelencias, un hombre cabal, una bellísima persona. Fue un privilegio conocerle: tan fácil de admirar, tan difícil de emular.
Hace tres años (en abril de 2010), circularon por las redes sociales multitud de clamores de jóvenes para que la sociedad española, tan tacaña con sus genios -roñosa España oficial-, reconociera los méritos del escritor, economista, profesor, académico, humanista, etc., y le otorgara, por lo menos, el Premio Cervantes.
Yo mismo me sumé al griterío y pedí, desde este blog, no uno sino todos los premios juntos… Y me quedé corto. Este fue el título de aquel post: «¡Por Sampedro! ¿Dónde están los premios que merece?
Le dieron algunos premios -pocos y pequeños para lo que merecía- pero los jóvenes indignados reconocieron pronto su libertad de pensamiento y de acción y le adoptaron como maestro y guía. No se equivocaron. Y ese fue el mejor reconocimiento.
Recién muerto el dictador, asistí a un seminario del profesor Sampedro sobre la crisis económica (la del petróleo) que entonces nos parecía gigantesca. Además de contagiarnos su pasión por la vida y el conocimiento, recuerdo muy bien el canto que José Luis Sampedro hizo sobre el amor a la Naturaleza, sobre el cuidado de los recursos escasos del planeta.
Cuando apenas se hablaba en España de medio ambiente, cuando el humo contaminante de las chimeneas era un admirable signo de industrailización y desarrollo, el maestro nos introdujo en el nuevo mundo emergente de la Ecología. Una frase se me quedó grabada de aquel seminario. Nos dijo: «El hombre sin pájaros es menos hombre». Era amante de los versos de San Juan de la Cruz y franciscano practicante en todo lo que se refería a los seres vivos.
Hace 42 años conocí al maestro. Lo llevamos a la portada del primer número del semanario Cambio 16 con el titulo «La rentrée de Sampedro«. Acababa de regresar a España procedente de Gran Bretaña, donde estuvo enseñando en varias universidades. Los jóvenes de entonces, fundadores de aquel semanario que prometía (en secreto) ser crítico con la Dictadura, le recibimos como el maestro que ya era. Encargamos a Mercedes Rico Carabias (luego embajadora de España) que le hiciera una entrevista para el numero 1. Fue una apuesta ganadora. Respondiendo a una pregunta de Mercedes sobre lo que él llamaba (¡en 1971!) «el agotamiento de la ciencia económica convencional», el profesor Sampedro mandó parar y dijo:
«¡Caray! Tengo la impresión de que, si sigo así, esto va a terminar siendo un «ladrillo»… ¡Para un primer número, no creo que sea la mejor manera de conquistar lectores!»
Y así quedó recogido en aquel número fundacional de la que llegaría a ser la primera revista crítica contra el franquismo.
Si don Antonio Machado viviera habría escrito de José Luis Sampedro algo parecido a lo que escribió a la muerte de Francisco Giner de los Rios, fundador de la Institución Libre de Enseñanza (a la que sigo ligado por recomendación de Juan Marichal):
A Don Francisco Giner De Los Ríos
Como se fue el maestro, Y hacia otra luz más pura Allí el maestro un día |
Joaquín Estefanía ha dedicado su artículo de hoy en El Pais (10-4-2013, pag. 219) a su maestro José Luis Sampedro. Su título «Churchill, Roosevelt y Juan XXIII» (frente a Thatcher, Reagan y Juan Pablo II) es muy oportuno. Y su contenido es muy clarito. Recomiendo su lectura. A Estefanía -como ocurrió con su maestro Sampedro– cada día se le entiende mejor. No pares, Joaquín. —