“Jaime es mi hermano. Jaime tiene autismo”

Ayer, dos de abril, fue el día designado para visibilizar el autismo y para concienciar al mundo sobre lo que es y sobre lo que no es, para entender y desterrar mitos.

Ayer todos salimos en casa vestidos de azul. Julia preparó la noche anterior la ropa que llevaría al colegio, y la estrella de su atuendo era la camiseta que conseguimos en la última carrera por el autismo, otro evento al que acude toda la familia y muchos amigos.

También se llevó un lazo azul que, tras hablar con su tutora, se colocó en clase. En el colegio de Jaime, un colegio específico para niños con TEA, nos habían entregado dos para atar en la verja del colegio a su llegada. Decidimos que Jaime llevaría uno y su hermana otro para hacer el autismo presente en su aula ordinaria.

Cuando Julia regresó del colegio, sin lazo y con su camiseta azul, tenía la tarea de escribir una redacción, así que se metió en su cuadro y se puso de forma espontánea a describir a su hermano y hablar del autismo, de que era el día mundial y de la carrera del domingo.

¿Me la como o me la meriendo?, pregunté al contarlo en redes sociales. Me emociona la sensibilidad de mi hija, lo natural y positiva que es su relación con Jaime, ese hermano mayor que no habla pero le pide cosquillas. Me emociona pero a estas alturas, a sus diez años, no me sorprende lo más mínimo.

Se ha hablado y escrito mucho sobre los hermanos de la sociedad personas con TEA, sobre los retos que supone y cómo afrontarlos. Siempre he creído que el mejor consejo, el más importante, es no olvidar que cada individuo, con o sin autismo, es único, igual que es única cada familia, y no hay fórmulas mágicas más allá de respetar esas individualidades.

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