Fotógrafos profesionales al servicio de crear recuerdos familiares, todo el sentido del mundo

Nos gusta hacer fotos, sacar el móvil e inmortalizar casi cualquier cosa para, con frecuencia, borrar sin guardar porque nos hemos quedado sin memoria en el teléfono. Paradojas modernas.

Es cierto que no todo el mundo tiene este afán francotirador, pero incluso los más reacios a disparar, cuando son padres, hacen fotos a sus hijos. Es imposible resistirse. Y de la mano de esos niños sobre expuestos a las lentes caseras, llega otro fenómeno: el de los fotógrafos profesionales que, con mayor o menor maestría, medran elaborando proyectos fotográficos con bebés, niños o toda la familia.

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Son sesiones que se convierten en regalos de doble sentido: a los padres, que tendrán así un recuerdo de calidad, y de los padres a abuelos y otros familiares. Tiene todo el sentido del mundo.

Nosotros lo hicimos, nos reunimos con nuestros cuñados y una amiga fotógrafa nos fotografió en un entorno urbano, fotos que ahora tenemos en nuestras casas y que también se pueden ver en las de los abuelos. Fotos que queremos repetir ahora que la familia ha crecido en todos los sentidos.

Me consta que hay fotógrafos que tienen más negocio con estos recuerdos familiares que con las tradicionales bodas, bautizos y comuniones de antaño. Cada vez son más los especializados en fotos de familia. Fotógrafos que también lo son del embarazo y del nacimiento, momentos que muchos también desean atesorar.

Hay maravillas artísticas y hay imágenes que horrorizan, las hay que apuestan por la naturalidad y otras que tiran de artificio. Igual que con las bodas vamos, para gustos todos los colores. A mí, por ejemplo, me horrorizan las de Anne Geddes, las que son demasiado artificiosas y convierten a los bebés en caracoles, flores, mariposas o guisantes en sus vainas tirando de Photoshop.

No me entusiasman, sin horrorizarme, las de familia formal y sonriente en extremo preparadas al estilo de las felicitaciones de Navidad de las casas reales. En la sesión que nos hicimos entonces íbamos todos de blanco y azul. A día de hoy no aceptaría la uniformidad de colores. La que haremos de nuevo apostará por la libertad y la naturalidad.

Yo prefiero que se vea a los niños relajados, como son a diario; la espontaneidad, la ternura que no es artificiosa, la complicidad capturada al descuido. Me gusta que no haya más retoques que ajustar el encuadre o los niveles. Probablemente deformación profesional. Trabajo a diario con demasiadas fotos periodísticas. Tal vez no, tal vez también las quisiera así aunque fuera contable.

Os contaré también que prefiero las que se han tomado al aire libre, en entornos naturales o urbanos, antes que en estudios. Y os confieso que tengo debilidad por el arte urbano, por los grafitis.

Cuestión de gustos. Ninguna opción es mejor que otra. Pero cualquiera de ellas es una buena opción, un buen recuerdo.

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Por último, como en muchas de esas fotos familiares hay menores reconocibles me permito recordar una reflexión que ya traje a este blog en el pasado: cuidado con el uso que padres, tíos y abuelos damos de ellas en nuestras redes sociales.

Somos la primera generación de adultos que se enfrenta a la necesidad de aprender a gestionar la exposición de nuestros menores a las redes sociales. Y es un reto complejo, por lo novedoso. Nuestros hijos no son nuestra propiedad. Somos sus guardianes. Ser responsables con sus fotos puede ayudarles en el futuro a ser ellos también conscientes de las repercusiones de compartir imágenes.

1 comentario

  1. Dice ser yo_,mismo

    Pues a mi esto me parece una payasada.

    08 abril 2018 | 16:35

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