Europa inquieta Europa inquieta

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Memoria histórica de dos velocidades

Francia revisa su propia mitología sobre la Resistencia con una exposición crítica en pleno París. Alemania, por su parte, recrea en una muestra en Berlín el arte patrio destruido por los aliados en la Segunda Guerra Mundial. En contraste, en otros países europeos como Italia o España, el buen revisionismo histórico, la conjuración de los fantasmas de la memoria, ha progresado muy lentamente en los últimos años.

En este campo, el del pasado y sus reelaboraciones, también se impone una Europa de las dos velocidades (de tres, si incluimos a Rusia). Mientras unos asumen los tabúes del pasado y tratan de superarlos, otros prefieren no remover mucho la historia reciente, demasiado moralizada como para llegar a consensos, más preocupados quizá por este nuestro presente convulso que por aquella, ya lejana, historia dramática.

Merkel y Putin, en un acto en 2014 (EFE)

Merkel y Putin, en un acto conjunto en 2014 (EFE)

En este sentido, por ejemplo, suele ser habitual en España que los impulsos para revisar la memoria de la guerra civil y el franquismo (en algo tan sencillo y banal como la eliminación de la toponimia franquista) choquen con la indiferencia de muchos y la incomprensión de no pocos. «¡Pues anda que no hay cosas que mejorar en este país antes que eso!» suele ser el argumento, no por habitual menos erróneo, en este tipo de discusiones sobre las políticas de la memoria.

No es casualidad, pienso, que en los países más avanzados de Europa se haya alcanzado un consenso más honesto y profundo sobre los episodios oscuros del pasado. Entre otras virtudes, esta desconexión con lo peor de la historia de cada nación facilita que se asimilen con más inteligencia los profundos cambios del presente. Actuar, o pensar que el resto actúa en función de unos prejuicios históricos inmutables es un simplificación que entorpece mucho las cosas.

Viene todo esto a cuento del resultado de las elecciones municipales y autonómicas del 24M. Desde Europa, además de con cierto estupor o nerviosismo, los comicios se han interpretado fundamentalmente como un triunfo histórico de los indignados. Nosotros, los españoles, le hemos añadido a los hechos nuestras guindas épicas y nuestros apriorismos históricos. Que si un cambio tan transcendental como el de 1931. Que si el miedo a un nuevo frente popular o el cainismo secular español que todo lo entorpecerá…

Uno de los puntos del programa de Ahora Madrid para la capital es la eliminación de la simbología de la dictadura de calles y edificios públicos. Básicamente, cumplir con la ley de memoria histórica, que apenas se aplica en según que puntos. Ya se han escuchado voces críticas, que acusan a esta amalgama de partidos que seguramente gobierne Madrid de «reabrir heridas del pasado». Discrepo de estas críticas en la misma medida que discrepo de aquellos ufanamente convencidos de que la democracia solo la trajeron ellos, y exclusivamente ellos, a nuestro país.

El otro día comentaba que el resultado de los comicios nos sitúan por fin en el contexto europeo de pactos. También sería bueno que nos situara en el contexto de los países más avanzados en un tema tan espinoso como el de la memoria colectiva y sus trampas, como diría Todorov. Personalmente, me gustaría estar más del lado de Francia o Alemania, maduros ya por fin respecto a su pasado, que de Rusia, que lo usa como arma ofensiva (contra sí misma y contra ‘el otro’).

Conceptos cursis y ambiguos: ¿qué demonios significa ‘nueva narrativa’?

Sucede con frecuencia. Conceptos ambiguos e imprecisos acaban haciendo fortuna: de ser manejados por una élite académica (a veces solo un trasunto de secta) acaban en el torrente de la opinión publicada. Así  ha sucedido con nociones tan volátiles —y sospechosas— como ‘paradigma científico y cultural’ o, más recientemente, ‘narrativas’.

Reparaciones en el Muro de Berlín. (EFE)

Reparaciones en el Muro de Berlín. (EFE)

Hoy la ‘narrativa’ es más que un género literario: es una forma algo pedante, cursi (y lo cursi abriga, que decía Gómez de la Serna) de bosquejar motivos para justificar el presente. Un intento de crear un relato alternativo que enmiende antiguas carencias o complemente visiones ya desgastadas. Yo mismo he usado este concepto alguna vez, decisión de la que me arrepiento, porque en realidad no sé qué se quiere expresar realmente con él.

He leído referencias a una ‘nueva narrativa’ en libros que revisan críticamente la llamada Cultura de la Transición (CT) y también —y por eso os lo traigo hoy aquí— en artículos académicos y discursos políticos sobre la cosa europea, en concreto en inicitativas que parten de las propias instituciones comunitarias. Una moda sospechosa.

«Una nueva narrativa debería hacer referencia no solo a la economía y el crecimiento, sino a la unidad cultural y los valores comunes europeos en un mundo globalizado». ¿Sujeto o sujetos de esta reflexión? Ni más ni menos que la Comisión Europea, que en abril de este año lanzó una campaña «insuflar nueva vida al espíritu europeo».

No tengo nada en contra de la CE. Invitar, como ellos proponen, a los ciudadanos europeos  —sobre todo artistas, científicos e intelectuales— a que «contribuyan a diseñar una nueva narrativa» del continente es una acción bienintencionada y loable. Pero también criticable por su extrema vaguedad y por atribuirse una vocación rectora que dudo bastante que deba representar una parte de su obligaciones.

Para contribuir al debate sobre esta ‘nueva narrativa’, la CE propone responder a varias preguntas. Aquí están. Todo el que quiera puede responderlas, aún está a tiempo. Yo quizá lo haga como una prolongación razonada de este post. Porque para mí, como para algunos que tienen infinitamente más poder que yo, el de ‘narrativa’ es un concepto cada vez más extraño.

Estas serían mis contrapreguntas:

  • ¿Puede llegarse de verdad a un consenso, canalizado por las instituciones, sobre qué relato del presente europeo queremos consolidar para las generaciones presentes y futuras?
  • ¿Es obligatorio llegar a un relato canónico?
  • ¿Cómo distinguir entre una ‘narrativa’ coherente y una ‘narrativa’ imprudente e interesada?
  • ¿No da pie, algo tan vacuo como ‘nueva narrativa’, a excesos de subjetividad?
  • ¿Permite el concepto ‘narrativa’ el disenso ideológico, por ejemplo en temas económicos y sociales?
  • ¿Es o no lo mismo hablar de ‘narrativa’ que de ‘memoria histórica’?
  • ¿Qué papel se le reserva a la historia y a los historiadores en esta creación colectiva de una —como la llaman— story?

 

Auschwitz, el estadio Heysel y la troika: viejos y nuevos lugares de memoria europea

Europa tiene un serio problema con su memoria: la conmemora sin cesar al mismo tiempo que desprecia la historia. Procesos simultáneos y contradictorios. Movimientos tectónicos apenas perceptibles para los que simplemente vivimos, pero que los historiadores —los aguafiestas del presente— se encargan de tasar con puntillosa precisión.

No voy a entrar hoy en estos jardines espinosos de si memoria e historia son conceptos antagónicos, me reservo para cuando esté más inspirado. Este post trata solo de cómo los europeos manejan públicamente sus recuerdos, sobre todo los recientes, y de si va siendo necesario que Europa se tome en serio y reactualice sus ‘lugares de memoria’.

Vigilia por los muertos de la matanza de Katyn (EFE)

Vigilia por los muertos de la matanza de Katyn (EFE)

¿’Lugares de memoria’? Sí, para quienes nunca hayáis oído hablar de ellos, os lo resumo. Se trata de un término historiográfico, el hallazgo de un historiador francés (Pierre Nora) que en los años ochenta del siglo pasado dedicó siete gruesos volúmenes —que sinceramente no he leído, solo me he encarado con resúmenes— a la búsqueda «empírica y casi lúdica» de «los puntos de cristalización de nuestra herencia nacional».

Es decir, Nora fue recopilando objetos, físicos pero también simbólicos, del patrimonio francés —desde la torre Eiffel, pasando por Juana de Arco, el republicanismo o los funerales de Victor Hugo— para luego desentrañar lo que él denominaba «su verdad simbólica más allá de su realidad histórica». Una tarea compleja, infinitamente más profunda que un simple paseo turístico por los hitos nacionales, que explicó con mucha claridad en este artículo.

El salto que viene, os lo podéis imaginar, es obvio. ¿Sería posible fijar los lugares de memoria europeos? El mismo Nora reflexionó sobre el tema. Su concepto había hecho muy pronto fortuna y rápidamente había sido exportado a otros países, como España o los países del Este, que se valieron de su metodología para encararse de una forma diferente con sus conflictivos pasados.

Pero con Europa, como advirtió Nora, existían varios problemas. Por un lado, la tarea de recopilar lugares de memoria es ingente y casi imposible de acotar. Por otro, antes habría que dar respuesta a una pregunta clave: «¿Existe, independientemente de un patrimonio europeo, una memoria europea que se formule en los moldes de lo nacional? «.

El historiador francés no llegó a encontrar entonces una respuesta positiva —sus lugares de memoria, decía, estaban intrínsecamente unidos a la potencia y desarrollo del Estado francés—, aunque sí aventuró nombres propios: Lepanto, Waterloo, la Universidad de Salamanca, Verdún, el proceso a Galileo, Auschwitz, La declaración de derechos del hombre y el ciudadano…

Revisar los antiguos y fijar nuevos lugares

Campo de exterminio de Auschwitz (EFE).

Campo de exterminio de Auschwitz (EFE).

Llevo un tiempo planteándome la cuestión. No soy el único, por supuesto, faltaría más. La Fundación Academia de Yuste organizó hace unos años un seminario centrado en Las Memorias y Lugares de Memoria de Europa, en el que tuvo un papel relevante la anciana luchadora Simone Veil. Superviviente del Holocausto y primera mujer en presidir el Parlamento Europeo, Veil escribió entonces que aquellas jornadas estaban «dirigidas a la juventud» para «comprometerla en el proceso de construcción» del continente.

Así pues, y dejando al margen los inevitables y fastidiosos problemas metodológicos, ¿cuáles podrían ser, a día de hoy, los ‘lugares de memoria’ que aúnen las diferentes identidades europeas? Voy a enumerar —con sus porqués— algunos de ellos, aunque me gustaría que vosotros me ayudáseis a completar esta somera lista. Quién sabe lo que puede llegar a dar de sí un post.

  • Auschwitz y el bosque de Katyn: Quizá los más fáciles de justificar, sobre todo el primero. Las cámaras de gas nazi y la matanza de oficiales polacos por el Ejército Rojo son dos hitos oscuros del pasado reciente de Europa. La construcción europea se levantó teniendo presente ambas y, mutantis mutandis, su recuerdo es una forma de expiación de aquella memorial del mal. El problema, quizá, es que las nuevas generaciones europeas ya no se identifican de una manera tan pasional —como sí lo hace y lo reconoce la propia Veil, por ejemplo— con aquel pasado. De ahí que la conmemoración anual e institucional del Holocausto cada vez sea un rito más artificioso que real y, hasta cierto punto, vacío de contenido.
  • La Declaración Schuman: Calificada por muchos estudiosos europeos de «acto revolucionario», este hito institucional avalado por el que entonces era el ministro de Asuntos Exteriores francés significó, por una parte, la aceptación de Alemania como Estado de pleno derecho en la Europa de posguerra y, por otro, la creación de una Alta Autoridad, un órgano, como señala Ricardo M. Martín de la Guardia (1), «de naturaleza supranacional independiente de los gobiernos«. Hay que recordar que la Declaración Schuman data de 1950 y que el propio Schuman, un democrata cristiano, había sido soldado alemán en la Primera Guerra Mundial y prisionero de la Gestapo nazi en la Segunda. Cada 9 de mayo —fecha de la declaración— Europa celebra su día.
  • La tragedia del estadio Heysel de Bruselas: En breve hará 30 años de la tragedia más llorada del fútbol europeo. Fue en 1985. En el estadio Heysel de Bruselas, durante la final de la Copa de Europa. 39 aficionados —32 italianos, 4 belgas, 2 franceses y un británico— fallecieron debido a la avalancha producida tras romperse la valla que separaba a las aficiones de los dos equipos, Liverpool y Juventus. La culpa fue de los hooligans ingleses, y más de una decena de ellos fueron condenados en el juicio posterior. Pero las consecuencias para el fútbol en el continente han sido evidentes, y no solo en lo referente a la seguridad en los estadios o el fin de la permisiva exaltación de la violencia de los aficionados radicales. Es fútbol es un deporte de masas, la guerra por otros medios en Europa, y Heysel (hoy renombrado Rey Balduino, como explica en este informado post @educasado) puede considerarse un hito de lo que no debe volver a repetirse. El espectáculo civilizado que es hoy la Champions League le debe mucho a aquella tragedia.

Se me ocurren muchísimos más ‘lugares de memoria’ para reactualizar el pasado de Europa. No voy a detallarlos todos porque no quiero convertir este post un texto infinito. Me voy a limitar a enumerar unos cuantos más, aunque descontextualizados: El Tribunal de la Haya, el euro, Sebrenica, la troika. Algunos son, lo sé, objeto de discusiones vívidas, pero de alguna manera —y más allá de cuestiones académicas— la memoria colectiva de los europeos (si existe tal cosa), se construye gracias a —o a pesar de— ellos. Espero vuestas aportaciones.

(1) Historia de la intregación Europea, Ariel, 2001.