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Crítica: ‘Magia a la luz de la Luna’, Woody Allen y el carácter maravilloso del amor

Este mismo año, George Clooney estrenaba Monuments Men, dirigida y protagonizada por él mismo, una aventura bélica ambientada en la II Guerra Mundial digamos que simpática y sin mayores pretensiones. Tampoco fue especialmente del gusto de la mayoría (para mí, se quedó a medias en su fallida propuesta). Magia a la luz de la Luna (Magic in the Moonlight) se engloba en esta línea de cine que Clooney también deseaba recuperar con nostalgia, el de antaño, el de ese Hollywood dorado de la primera mitad del siglo XX.

Woody Allen retrocede a una época idealizada que le encanta, la de los años veinte (la de los “felices” de entreguerras) con música jazz y swing, y fotografía (estupenda de Darius Khondji) bañada en luces ensoñadoras. Todo a juego para recrear lo que sería una comedia hollywoodiense de las que tenían tanto éxito popular durante los 30 o 40, sólo que a todo color. Magia a la luz de la Luna gana enteros si, pese a ser un cine obsoleto, pensamos que fácilmente su pareja protagonista pudiera haber sido Carole Lombard, Katharine Hepburn o Claudette Colbert, por el lado femenino, o un Clark Gable, John Barrymore o Gary Cooper, en el masculino. Comedias tan previsibles como encantadoras, destinadas al gran público, muchas de ellas logrando trascender a su mera condición de entretenimiento para masas. En Magia a la luz de la Luna no hay los gags físicos de la screwball, sino una narración que se sustenta en lo discursivo (varias veces diálogos excesivos o redundantes) de sus protagonistas. Personajes que hablan mientras se pasean por mansiones, jardines, carreteras o playas rocosas de los parajes de la Costa Azul francesa.

Magia a la luz de la Luna Stanley, interpretado por Colin Firth, es un prestigioso mago (su nombre y apariencia artística es el del chino Wei Ling Soo) capaz de hacer desaparecer de escena a un enorme elefante gracias a sus trucos, también entregado a su otro pasatiempo favorito, el de desenmascarar a falsos médiums que dicen tener el don de contactar con el Más Allá. Definido como “un pesimista aburrido”, además de gruñón y descreído, acepta el encargo de un viejo amigo suyo para poner en evidencia a una bella joven, Sophie (una Emma Stone, actuando con los ojos bien abiertos y una ligereza maravillosa), que parece tener un don increíble y real como mística. Además, él es británico y ella norteamericana, nuevamente el choque y prejuicios entre culturas rivales está servido, aunque apenas se trate tangencialmente.

La posibilidad que el don de Sophie sea real hará replantearse en Stanley toda su rígida visión racional, experimentará un mundo intangible que escapa a nuestra lógica, en otras palabras, que la magia existe y no se puede descifrar, controlar o prever. Y naturalmente, Woody Allen con ello no nos está hablando de los espíritus y ectoplasmas sino del amor. A sus 79 años, en plena forma para entregarse a este ligero entretenimiento, vital y optimista, siguiendo temáticas a las que ya recurrió en Alice, La maldición del escorpión de Jade o Conocerás al hombre de tus sueños, el recurso de la magia y de un posible Más Allá, sólo para hablar de los misterios del corazón o de la necesidad de la ilusión y del engaño para ser felices. Como lo que nos ofrece el mismo cine, como en La rosa púrpura del Cairo.

Magia a la luz de la Luna se centra sobre todo en su pareja protagonista (aunque haya secundarios entrañables como la tía Vanessa, Eileen Atkins), y se olvida prácticamente de los demás (el amor es así, sólo mima a la pareja de enamorados). Por suerte, también posee sus propios momentos de magia. La escena del observatorio bajo el manto de las estrellas, en un lugar que se convertirá en idílico y simbólico para su pareja protagonista. Así como no pocos momentos inspirados en los diálogos. Stanley puede llegar a creer en que el don de Sophie sea real, pero no por ello deja de sentir un poco de desdén por considerarlo que “no es tuyo. Naciste con él”. Stanley prefiere valorar lo que se hace a base de trabajo, esfuerzo y talento, aprendiendo y mejorando con el tiempo. Lo que se adquiere a lo que viene concedido. Su otra frase de “Tengo sentimientos positivos irracionales” (hacia Sophie) es igualmente memorable.

Sin olvidar el diseño de vestuario creado por la asturiana Sonia Grande, con trajes y chaquetas tweed formales y más oscuros para Stanley, y en contraste modelitos mucho más juveniles, coloristas y alegres para Sophie, acentuando sus caracteres tan opuestos y aún así irrazonablemente destinados a sentirse unidos. Magia a la luz de la Luna podría parecer una “obra menor”, un divertimento tan “aburrido y previsible” como la misma concepción de la vida que tiene su protagonista Stanley, y más teniendo en cuenta que el pasado año Allen nos brindó una de sus mejores películas de los últimos años, Blue Jasmine. Sólo que resulta agradablemente entretenida y redonda en lo que pretende ser y es.

 

Puntuación:

Icono 6

 

 

 

 

( Imágenes: Warner Bros. )

‘Marathon Man’ (1976), un modelo ejemplar de thriller

Marathon Man 1976

Un hombre inocente, envuelto en una trama de crímenes y conspiraciones en la que se ha involucrado accidentalmente, corriendo por salvar su vida.

El título de Marathon Man, la película de John Schlensinger adaptando la novela de William Goldman, junto a la imagen de Babe Levy (Dustin Hoffman) corriendo me ha parecido siempre una ilustración perfecta de la imagen icónica de lo que es el thriller. Al igual que la de Roger Thornhill (Cary Grant) siendo perseguido por una avioneta en Con la muerte en los talones (North by Northwest) de Hitchcock. Ambas son emblemáticas.

Un Dustin Hoffman de por entonces 38 años interpretó a Babe, un joven estudiante de Historia de ¡20 años! que desconocedor de las actividades secretas de su hermano Doc (Roy Scheider), como agente del gobierno, se verá metido en una peligrosa trama de avaricias y en la que el malvado de la función está inspirado en uno de los grandes villanos de la Historia del siglo XX, el doctor y criminal de guerra nazi Josef Mengele, conocido con el apodo de “El ángel de la muerte”.

Marathon ManEn la novela de Goldman, Mengele se transfiguró en el no menos sádico dentista Christian Szell (Laurence Olivier), también con otro sobrenombre, el de “El ángel blanco” por su larga cabellera. El duelo interpretativo entre Hoffman y Olivier estaba servido.

Precisamente al malvado Szell se le debe la que es la escena más recordada. La de la tortura dental, directa a tocar el nervio más sensible en la boca de Babe, acompañada de la pregunta “¿Están a salvo?” («Is it safe?») que repite de manera fría y autoritaria en su brutal interrogatorio. Babe – en esos instantes, al igual que el espectador -, desconoce a qué se refiere.

El sólido thriller de John Schlesinger traza un panorama desolador y conspiranoico de Nueva York con barrios marginales plagados de delincuentes, personajes que esconden otras identidades, traidores y gentes nada de fiar (entre ellos, el que interpretó la actriz Marthe Keller).

También debe parte de su fama a un elemento técnico, por ser uno de los primeros largometrajes comerciales en utilizar el estabilizador de cámara steadycam inventado por Garret Brown. Se uso por primera vez en un largometraje comercial hollywoodiense en Esta tierra es mi tierra (Bound of Glory, 1976), aunque fueron películas como Marathon Man, Rocky de John G. Avildsen o El resplandor de Kubrick las que lo popularizaron.

 

Puntuación:

Icono 8

 

 

Crítica: ‘Alabama Monroe’, una muy recomendable película belga

Alabama Monroe

¡Una hora!, algo más de una hora fue lo que tardé en llegar a interesarme por lo que me estaba contando Alabama Monroe (The Broken Circle Breakdown). Hasta entonces no entendí el porqué de su prestigio o de la buena ristra de premios internacionales que había ido coleccionando, nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa incluida. No dudo que la mayoría de quienes hayan disfrutado de esta película lo hicieron mucho antes, pero esto me sirve para exponer que así como hay propuestas que a los veinte minutos (o menos) sabes que no van a dar para más, que la cosa no va a mejorar; otras en cambio requieren de reposo, de tiempo y de dejarlas transcurrir.

Y no es porque en la primera hora de Alabama Monroe no sucedan cosas, que sí. Didier (Johan Heldenbergh) y Elise (Veerle Baetens) viven la relación perfecta y en el marco de un paraje campestre de libertad que les rodea. Didier es un músico y cantante apasionado de la música folk norteamericana sobre todo del country y especialmente del bluegrass (las raíces del country y su vertiente más pura); y Elise es una tatuadora profesional tan encantadora y soñadora como práctica. Pueden parecer estadounidenses, pero son belgas. Con la llegada de una hija conformarán un círculo perfecto de amor hasta que la tragedia se manifieste con el diagnóstico de que la niña, Maybelle, a los 6 años padece cáncer. Contado así parece Llewyn Davis meets Bajo la misma estrella, pero no.

Su camino se dirige hacia las dificultades de superar de dolor, para afrontar una vida que era perfecta hasta que llegó la desgracia, tal vez intentar recomenzar cual ave Fénix. “Si no te gusta un tatuaje puedes ponerle otro encima”, asegura Elise en una escena y refiriéndose a esos amores del pasado que uno desea olvidar. Pero no todo lo podemos apartar de nuestros recuerdos.

Alabama Monroe 2013 Además, ante el dolor está la necesidad de buscar culpables, Didier descargará su rabia en los fanatismos religiosos que impiden el avance de la ciencia. Por su parte, Elise prefiere intentar soñar con algo mejor: “si quiero creer que Maybelle es una estrella que brilla en el cielo, lo creeré; si quiero creer que es un pájaro que viene a comer a mi ventana, o una mariposa que se posa en mi hombro o una maldita rana, lo creeré”.

En esta andadura, Alabama Monroe posee una de las mejores interpretaciones femeninas de la temporada, la de Veerle Baetens. No le resto méritos a su principal protagonista masculino. Esta producción entre Bélgica y Holanda se basa en la obra de teatro que el mismo Johan Heldenbergh escribió, dirigió y también protagonizó, y que luego en la adaptación cinematográfica se convertiría en el cuarto largometraje de su amigo el director Felix Van Groeningen.

Y me sedujo a partir de una de las secuencias de retroceso al pasado (porque sepan que su narrativa es casi un rompecabezas que hay que ir recomponiendo, con continuos saltos temporales, con flasbacks y flashforwards, de los que puso de moda la serie Lost). Concretamente, en la secuencia del primer encuentro de su pareja protagonista, en la tienda de tatuajes de ella, y después su primera cita en una actuación musical. Entonces es como si ese círculo del contenido de su historia adquiriera sentido con la forma de contárnosla, un vaivén de escenas felices, otras cotidianas, otras tan doloras. Y la vida sigue su curso marcándonos, al igual que los tatuajes en la piel de Elise, mostrándonos nuestra propia historia. Pero no todo se puede tapar. La película destila una tristeza tan profunda como poco convencional.

También contiene un acertadísimo uso de las canciones, compuestas por Bjorn Eriksson. Éstas se amoldan a la narración reflejando los estados de ánimo de sus dos protagonistas en las distintas etapas. La alegría y gozo de cuando empiezan a estar juntos, la aflicción ante la enfermedad de su hija, los momentos de espiritualidad, los de quizá reconciliación y encarar el futuro con esperanza o las despedidas.

Se estrenó en nuestros cines el pasado mes de febrero. Por entonces El cielo sobre Tatooine todavía no existía. Ahora, en el tramo final del año y haciendo balance, merece un lugar de honor por estos lares.

 

 

Puntuación:

Icono 7

 

 

 

Crítica: ‘Interstellar’, nosotros somos lo que da vida al universo

Interstellar 2014

Soy un admirador del cine de Christopher Nolan. Esto tampoco significa que necesariamente me gusten todas sus películas. Especialmente, le agradezco esa capacidad y talento de “pensar a lo grande” (no todos lo que intentan hacer algo grande lo consiguen), y sobre todo de intentar ofrecer un tratamiento original y novedoso en el terreno del fantástico, la ciencia-ficción o la intriga. Nolan desea llegar al gran público, pero al mismo tiempo huye de lo convencional, de lo que puede ser fácilmente comercial, jugándosela en cada película con sus defectos y sus virtudes. Y así le ha ido, ganándose tanta cantidad de fans como de detractores, a partes iguales, pero cada estreno de una de sus obras se convierte en un acontecimiento.

En esta odisea espacial de enorme envergadura, dice Nolan que ha realizado su película más “ambiciosa”, ¡también un rollo de dos horas y tres cuartos!, ¡también una propuesta fascinante e hipnótica, por momentos sublime!. Así está en esta órbita que sigue la película de mezclar ciencia astrofísica con sentimientos, entre sus imperfecciones y logros, bascula entre lo genial y el tostón, entre los que esas casi tres horas les pasarán volando y los que lamentarán haber comprado su entrada. No es un plato para todos los gustos.

En mi caso, yo que soy proNolan, me he quedado entre la “peor” de las posibilidades: a medias, en tierra de nadie. En una zona de ni frío ni calor, quizá tal vez dejando también que el tiempo me lleve a una mejor percepción sobre si Interstellar es una genialidad o un bluff.

INTERSTELLARHay paralelismos con 2001, una odisea del espacio (aunque la película de Nolan sea muy, muy distinta a la de Kubrick), a Solaris de Tarkovski, a El árbol de la vida de Terrence Malick o al cine de Spielberg (este es un proyecto que, en un principio, debía dirigir). Hay más conexiones, Elegidos para la gloria o Cuando los mundos chocan serían otras referencias imprescindibles.

Su temática, con guión coescrito por el mismo Nolan junto con su Hermano Jonathan, y fundamentándose en conceptos sobre anomalías gravitatorias o las teorías de Kip Thorne sobre los agujeros de gusano espaciales, se sustenta esencialmente en dos ideas. Una es la creencia que sólo existe vida en nuestro planeta y que, por lo tanto, los terrestres somos los seres vivos (¿inteligentes?) destinados a colonizar los otros posibles mundos habitables que puede haber esparcidos por el universo. El cómo traspasar las barreras de la tecnología y del espacio tiempo son las cuestiones astrofísicas y científicas a resolver. La segunda es aquello que nos distingue como seres especiales y “elegidos”, las cualidades humanas de supervivencia, de desarrollo e innovación, y sobre todo la capacidad de amar como motor del universo, para seguir adelante.

Ilustrativos, y uno de los leiv motiv del filme, son los versos de Dylan Thomas que recita el profesor Brand (Michael Caine) sobre esa capacidad de supervivencia, de rebeldía contra la propia extinción que caracteriza la raza humana (además de esa cualidad propia de Nolan de tender al énfasis, la solemnidad o el subrayado):

“No entres dócilmente en esa buena noche,
La vejez debería arder y delirar al acabarse el día;
Rabia, rabia contra la muerte de la luz.”

Interstellar nos sitúa en un futuro preapocalíptico donde los recursos alimenticios de la Tierra están próximos a agotarse, asolados por tormentas de polvo (símil de la muerte, “polvo eres y en polvo de convertirás”, y no se me rían) o con el crucial problema de la menguante reserva de oxígeno. Ello hace imperioso salir al espacio exterior para encontrar nuevos planetas. Pero, en la película, ese futuro quizá no tan lejano que nos presenta, la ciencia y la tecnología ha quedado devaluada en pos del pragmatismo de unas autoridades que reinterpretan la Historia a sus intereses y que prefieren encasillar a sus ciudadanos como agricultores, muchos de ellos de maíz, de los pocos alimentos que quedan.

InterstellarLa lucha entre ciencia y razón vs. corazón y sentimientos es la dualidad que marcará a los principales personajes del filme, al granjero y astronauta Cooper (Matthew McConaughey), y a su colega Brand (Anne Hathaway). El amor y los lazos sentimentales entre padres e hijos, los de Murph (Jessica Chastain) con los de su padre Cooper son la columna vertebral a nivel argumental y temático, punteado con la escena de Brand (para evitar destripes) confesando su amor por uno de los exploradores espaciales e intentando que ello no interfiera en sus decisiones.

McConaughey, Hathaway, Chastain, Caine (su actor fetiche)… sí, Nolan no tiene ni un pelo de tonto y se rodea de los mejores intérpretes. Además, añadan una mención especial para el robot TARS.

Nolan apuesta por el realismo en esa Tierra venidera, sin recurrir a trajes o diseños de decorados futuristas; perfectamente reconocibles con los de hoy en día. También por la verdadera magia y fascinación hacia la grandeza del universo y lo desconocido que podemos encontrar ahí fuera. Secuencias de enorme poder como la de la nave Endurance entrando en el impresionante agujero negro; la amenaza de unas olas gigantescas o la visualización, arriesgada, irritante o genial, de esa quinta dimensión que rompe las leyes espacio-temporales tras las estanterías de la habitación de una niña me recuerdan porque amo el cine de Nolan.

Interstellar, al contrario que 2011, una odisea del espacio, contiene sus distintos niveles de interpretación, pero prefiere no dejar demasiados enigmas y preguntas al aire, sin responder.

Esto, y mucho más, es Interstellar. Una película a nivel técnico y de efectos visuales apabullante, con música de un Hans Zimmer de nuevo en forma (su banda sonora para Origen, al igual que la misma película, me pareció una obra maestra). Interstellar es tan compleja como al mismo tiempo simple. Y aunque parezca una contradicción, no lo es. Entusiasme o se odie, no es en absoluto esa clase de películas que se puedan despachar en unas pocas líneas. Y si Interstellar nos dice que nosotros somos los que damos vida al universo, hay que valorar también la “vidilla” que le da Nolan al género de ciencia-ficción.

 Puntuación:

Icono 6

 

 

 

 

( Fotos: Warner Bros. )

Y aquí reportaje: Las películas de «sci-fi» que precedieron a ‘Interstellar’

 

‘Bajo la misma estrella’: Todo amor es infinito, ¿vale?

Bajo la misma estrella

Vamos con una de esas películas que nosotros, los hombres, nunca veríamos por iniciativa propia. Son ellas, nuestras parejas, las que nos medio obligan a verla en el cine o en casa con el DVD o Blu ray (o lo que sea). Nosotros pensamos en esa otra peli de la sala de al lado que parece buena, un entretenimiento sólido con acción, mamporros y tías buenas. ¡Michael Bay, por favor, haznos una señal. Materialízate!

Una de ellas es Bajo la misma estrella, que adapta un bestseller de un tal John Green, un drama romántico sobre dos jóvenes enfermos terminales de cáncer, Hazel (Shailene Woodley), y Gus (Ansel Elgort). ¿Pero, para qué? ¿Si el final se ve a venir? ¡Si no tienen demasiado futuro juntos!

Y va y resulta que además es entretenida, que está bien y nos preguntamos ¿qué rayos nos estará pasando? Sí amigos de El cielo sobre Tatooine, Bajo la misma estrella es quizá la mejor película romántica teen de los últimos años, mejor que la de El diario de Noa.

En la película, al igual que supongo la novela, está repleta de frases y escenas pensadas para emocionar, para impactar entre su público potencial. Tampoco falta algo tan típicamente “americano” como un primer (y esperado) beso que levanta los aplausos de los que rodean a la pareja en ese escenario (la casa de Ana Frank en este caso).

Bajo la misma estrella 2014Pero en sus dos horas de duración, cuando piensas que el argumento o los personajes no van a dar para tanto, que el ritmo va a decaer, que pronto van a caer en los tópicos y los momentos de lágrima fácil…. Y no, y además no se hace pesada. Consigue eludir tanto el aburrimiento como lo previsible en este tipo de historias. Y más que por el argumento en sí, por el tratamiento con la que está contada, y por la química que desprende su pareja protagonista (¡y pensar que Ansel ya coincidió con Shailene en otra película, Divergente, donde hacia unas breves y sosas apariciones como hermano de ésta!).

Pese a su temática y a su poso trágico, la de jóvenes “agraciados” con la ingrata lotería de las enfermedades (uno de los personajes secundarios incluso tiene ¡cáncer de ojos!), el tono es alegre, mucho menos solemne y apesadumbrado de lo que uno esperaría, y amenizado con canciones menos melosas de lo que cabría esperar en un producto de este tipo. Toque modernillo e indie, bien llevado. El director Josh Boone ya destacó con su ópera prima, Un invierno en la playa, que no estaba nada, nada mal.

Hazel lleva la enfermedad que corroe sus pulmones (se pasa toda la película con unos tubos en la nariz para poder respirar), con nihilismo, ironía, soledad, rebeldía propia de su edad, 16 años, y mucha inteligencia sin que la actriz Shailene Woodley se haga repelente ni molesta, al contrario, Shailene está para enamorarse de ella; mientras que él, Gus, es un chico vitalista, parlanchín y divertido, cuyo mayor temor es caer en el olvido una vez haya muerto, incluso se atreve a reírse de la misma muerte con su particular metáfora de cigarrillo en la boca, pero sin encenderlo.

Bajo la misma estrella trata de ese mito del amor verdadero y eterno. Puede haber vidas más cortas que otras, pero lo que importa es que ese amor sea puro, sentido y sin importar si dura unos meses, años o siglos. Todo ello forma parte de ese infinito que es nuestra propia existencia caduca.

Les decía que hay varias secuencias para recordar. La del lanzamiento de huevos contra un coche; el encuentro con el ídolo de Hazel, el escritor Peter Van Houten (Willem Dafoe) en Amsterdam, y que a la postre resulta ser un tipo huraño, amargado y desagradable; Gus declarándosele a Hazel en un restaurante de lujo; algunos de los momentos de Hazel con su madre (Laura Dern); el simulacro de funeral que se organiza el propio Gus (uno de los grandes momentos del filme) y, ¡cómo no!, la escena en el columpio con la frase de Gus diciéndole a Hazel “Sería un privilegio que tú me rompieras el corazón”, y ella replicándole que no es posible seguir juntos, que “Gus. Soy una granada. Algún día explotaré y arrasaré con todo lo que me rodea. Y siento que es mi responsabilidad reducir al mínimo las víctimas”. Lo podrán rememorar gracias al video de abajo (está en castellano).

 

 

Hace muy pocos días que ha salido en DVD y Blu ray. Sé perfectamente que los más fans de esta película le pondrían un 9 o un 10. Por mi parte la dejo en notable, que ya es mucho y con ello ya me juego mi escasa reputación de crítico serio. Y ahora disculpen, que tengo pendiente ver una peli de Haneke.

Puntuación:

Icono 7

 

 

 

 

 

Crítica: ‘Coherence’, ciencia-ficción barata y de culto

Coherence - Emily Foxler

Los amantes de la ciencia-ficción ya tenemos otra obra de culto a la que adorar. Coherence, como toda película de género que se precie, nos coloca en otra dimensión, nos propone enigmas y nos mete el miedo en el cuerpo a nivel ficcional, pero al mismo tiempo sabe conectarlo con la realidad que nos rodea, con nuestras paranoias y temores.

Y es que, ante todo, Coherence (de título irónico) es una endiablada chifladura jugando con esa temática tan propia de la sci-fi como son las paradojas espacio-temporales, de las que te obligan en mayor o menor medida a exprimir neuronas o lidiar con conceptos del tipo “decoherencia cuántica”, “colapso de la función de onda” y “universos paralelos”.

El culpable de todo esto es James Ward Byrkit que se alejó de los presupuestos abultados de una producción de género, y pese a ser un crack del storyboard en anuncios publicitarios o trabajando en superproducciones como la saga Piratas del Caribe o la animación de Rango (en la que también participó en el guión), decidió experimentar utilizando los mínimos recursos posibles. Sólo con 40.000 dólares y usando el propio salón de su casa como escenario principal

Coherence empieza, y sigue, prácticamente como si fuera una película Dogma 95 de Lars Von Trier, con el encuentro de ocho amigos en casa de la pareja anfitriona para cenar (o una de John Cassavettes, dejando improvisar a sus actores). Un par de cámaras en mano Canon 5D, luz natural, cortes de plano bruscos y escenarios mínimos para irnos sumergiendo paulatinamente en un argumento propio de la mítica serie referencial The Twilight Zone (La dimensión desconocida).

Coherence 2013El macguffin, o detonante de toda la historia, es el paso de un cometa denominado Miller, con nocturnidad y alevosía, muy cerca de la Tierra. No conviene desvelar demasiado, pero las pistas, un antecedente acaecido en Finlandia en 1923, cuando el paso del cometa dejó a los habitantes de una población desorientados y dudando de sí la persona que tenían al lado conviviendo desde hace años era el mismo u “otro”.

O el experimento imaginario con el gato de Schrödinger de 1935 tratando de demostrar que pueden coexistir varias realidades al mismo tiempo: un minino encerrado en una caja con un gas letal que puede liberarse o no, las probabilidades de que esté vivo o muerto están al 50%, en ese momento, según Schödinger, el animal está vivo y muerto al mismo tiempo (o lo que es lo mismo, puede estar vivo o puede estar muerto) y sólo al abrir la caja prevalecerá una de las dos realidades.

¿Qué significa? Pues que distintas realidades paralelas pueden convivir desde la perspectiva de la “decoherencia cuántica”. ¿Vaya lío, No? Llegado a este punto, incluso yo me he perdido…

En fin, que lo que hace el malvado de James Ward Byrkit es destapar no una caja con posible gato dentro, sino varias, para hacernos enfrentar no los unos contra los otros, que sería lo más normal, sino contra nosotros mismos. Se trata de perder la noción de que somos un “yo” único y singular, de que existan otros “yo” pérfidos y oscuros correteando por allí. El caos interior como enemigo.

Una paranoia monumental inmiscuyéndose en terrenos que ya pisó la estimable Triangle, la notable Los cronocrímenes de Nacho Vigalondo u otros títulos de culto como son Primer y Otra Tierra, pero con estilo y personalidad propia. Todo por el precio de uno y que incluye el descubrimiento de su protagonista principal, la actriz sueca Emily Baldoni (apellido de casada) que aquí prefiere firmar como Emily Foxler (apellido de soltera americanizado).

Puntuación:

Icono 8

 

 

 

 

Bonus Track:

Y como extras especiales, primero  la canción Galaxies interpretada por la cantautora norteamericana Laura Veirs que se escucha en los títulos de crédito finales.

 

Y la música original compuesta por Kristin Øhrn Dyrud.

 

 

‘[Rec]4: Apocalipsis’: en el mar nadie puede oír tus gritos, Ángela

Rec4 Apocalipsis 2014

 

Vaya por delante que [Rec]4: Apocalipsis no me parece mala en absoluto. Tampoco buena. Y comparada con ese hito que supuso la primera, en 2007, difícilmente esta cuarta entrega habría generado la mitología cinéfila y fenómeno fan que suscitó aquella.

Es más como un epílogo alargado, el final-homenaje de una terrorífica aventura que emprendieron en su tiempo juntos Jaume Balagueró y Paco Plaza, bajo la producción de Filmax, y que dada su repercusión comercial se decidió liquidar en dos partes, cada una dirigida en solitario por ambos artífices de [Rec]. Paco Plaza hizo lo propio en la tercera, aumentando la dosis de humor y gore, intentando apartarse de los escenarios cerrados de ese inmueble del Eixample barcelonés para cambiarlos por los de los festejos y alegrías de una boda (de sangre); y ahora le tocaba el turno a Balagueró.

[Rec]4 Apocalipsis puede defenderse desde la simpatía que ha generado y rodeado toda la saga, por el reto de hacer una saga de terror patria con calidad, demostrar que podemos hacer películas con tan buena factura o más que los norteamericanos; pero ¿para qué nos vamos a engañar? Es más fácil que le caigan palos que elogios.

Balagueró, al igual que Plaza en la anterior [Rec]3: Génesis, prescinde del recurso del found footage y de la cámara en primera persona para rodar con la narrativa convencional. La situación pasa ahora a la de cuarentena rodeada de secretismos científicos en alta mar. Aislada en un barco encontramos a la reportera Ángela Vidal (Manuela Velasco) junto con otros supervivientes de las hecatombes anteriores (personaje secundario para enlazar con [Rec]3 incluido), vigilados por soldados mercenarios y tripulación (destinados a ser carne de cañón para la plaga). Más que a un “apocalipsis” deberán luchar por su supervivencia y escapatoria, con el enigma inicial añadido de si Ángela será finalmente la malvada o la heroína, en plan Ripley, de la función.

Rec4 Jaume Balaguero

GTRES

Queda atrás la notable presentación de personajes y el humor que había en la primera, las dosis de terror son igualmente mucho más reducidas, los giros de guión en ocasiones caprichosos (y el de algún personaje, aún más), las escenas de acción rodadas de esa manera que no permite saber qué demonios está sucediendo, la sensación de claustrofobia aceptable, la música demasiado atronadora y Manuela Velasco, bueno, ella simplemente es Ángela Vidal (Leticia Dolera se lo puso difícil en [Rec]3, pero el impacto de ésta fue tan menor…).

Balagueró podría rodar este tipo de historias con los ojos cerrados o con el piloto automático puesto, otra cosa es la dirección de actores que aquí descuida y es inevitable pensar que más de algún personaje “entrañable” de la película podría haber sido mucho antes pasto de los zombis/infectados/poseídos (que un poco de todo ha habido).

Va conectando líneas argumentales con la primera, segunda y tercera e introduce alguna novedad en la mitología de la saga, por eso de darles algo más de carnaza y vidilla a los fans de una franquicia que, por lo menos por parte de Balagueró, se da por cerrada. Con el tiempo seguro que alguien se animará a recuperar el universo [Rec]. Al fin y al cabo es ya la saga de terror más famosa del cine español. Mientras, de [Rec]4 me quedaré con una escena, protagonizada por un cocinero filipino y un mono.

Y una constatación más de lo duro que es esto de hacer de crítico de cine: duele hacer una crítica tirando a negativa cuando el director y la protagonista de caen la mar de bien. Les dejo los enlaces a las entrevistas que les hice en el Festival de Sitges a Jaume Balagueró y Manuela Velasco.

Puntuación:

Icono 5

 

 

 

 

( Foto cabecera: Filmax )

 

 

Crítica: ‘Dos días, una noche’, una muy buena película de los Dardenne

Dos dias una noche Marion Cotillard

Para que luego me digan que en la actual cartelera no tenemos películas que valen la pena, claro, si al final acaban entrando en la sala donde proyectan Drácula, la leyenda jamás contada… Como ya han señalado muchos cronistas anteriormente, en Dos días, una noche los hermanos belgas Dardenne, Jean-Pierre y Luc, ponen a prueba la Europa sumida en la crisis de hoy en día. Concretamente, tantean en si en todo este panorama económico y social que nos aprieta todavía cabe espacio para la solidaridad, para comprobar si aún quedan personas capaces de hacer sus pequeños sacrificios personales para ayudar a los demás.

El caso que nos propone es el de Sandra (Marion Cotillard), madre de dos hijos, un niño y una niña, que después de recuperarse de una depresión será despedida de la empresa donde trabaja. Sin embargo, podría conservar el empleo si sus compañeros de trabajo, dieciséis sin contarla a ella, deciden por votación secreta y por mayoría renunciar a una prima de 1.000 euros a cambio de que ella mantenga su empleo.

Una putada. Y un punto de partida inverosímil. Pero a partir de aquí todo resulta creíble. Los Dardenne nos lanzan este cuento envenenado en formato realista, con ogro incluido (el encargado, un tal Jean-Marc, decidido a echarla), para retratarnos y cuestionarnos a nosotros mismos. ¿Renunciarías a esos 1.000 euros de pasta para que un compañero conservara su puesto de trabajo? ¿Debo luchar por mantener mi trabajo cuando sé que a mis compañeros les hace mucha falta esa paga extra? Mientras, el auténtico enemigo, los que deciden estas cuestiones de empresa, los que no han sido capaces de realizar una gestión económica mejor, los que han hecho de la economía un sistema frío y desalmado, siguen inamovibles en sus sitios.

Dos dias una nocheSandra, con el apoyo de su marido, emprenderá durante un fin de semana, el de los dos días y una noche del título, un periplo desesperado para ir contactando con cada uno de sus compañeros e intentar convencerles de que estén a su lado, de que voten a favor de ella. Y lo hará no sin dejar de sentirse como una mendiga, yendo de casa en casa suplicando por su empleo; también sintiéndose una ladrona, porque les puede quitar una parte del sueldo que sin duda merecen a sus compañeros, en un vaivén de constantes cambios de ánimo: ahora está a punto de abandonar y asumir su despido, ahora toma aliento para proseguir.

Entre lo más extraordinario es que en ese periplo de Sandra los Dardenne conforman un conglomerado de situaciones perfecto, de prácticamente todos las reacciones que podrían darse en un caso así. Para aumentar el realismo, renuncian a la banda sonora con música, incluso en los títulos de crédito, y entre los elementos ornamentales sólo se permiten usar colores vivos en escenarios, por otra parte, muy naturales y cotidianos (el rojizo de una pared, el azulado del almacén de un colmado…). Y ni que decir que Marion Cotillard está admirable. Indescriptibles son las escenas en las que se le va quebrando la voz, poniéndosele un nudo en la garganta.

¿Cine social o de terror? Dos días, una noche plantea temas que nos aterran, el miedo a perder nuestro trabajo, y el horror a sentirnos prescindibles o ignorados. Es también una película de supervivencia.

¿Triunfará la solidaridad con Sandra? En manos, por ejemplo, de un Michael Haneke la respuesta habría sido demoledora, implacable. En cambio, los Dardenne digamos que, para no destripar nada, son contundentes en una cosa: todo requiere de un esfuerzo y una lucha para seguir adelante.

Puntuación:

Icono 8

 

Crítica: ‘Relatos salvajes’, magistral inyección de humor (y furor) balsámico

Relatos salvajes

 

¡Hay muy mala leche! Será la crisis, tanta noticia sobre granujas corruptos, los problemillas del día a día, el sobreesfuerzo en el trabajo para hacer más cobrando menos (y esto los que tienen empleo), no sé… pero hay muchísima crispación acumulada. Cada vez se hace más difícil no traspasar la delgada línea que nos separa de ser civilizados a comportarnos como auténticos animales con nuestro prójimo. Los obstáculos de la burocracia, la corruptela política, las injusticias sociales, las reglas del juego que impone el sistema capitalista, la soberbia de los banqueros, los piques entre vecinos, el ponerse provocador al volante de un vehículo, el imbécil ese que te mira o contesta mal sin que venga a cuento. Infinidad de pequeñas agresiones nos van carcomiendo por dentro, nos pueden hacer estallar en cualquier momento.

Afortunadamente, el director argentino Damián Szifron ha tenido a bien regalarnos esta película-catarsis que es Relatos salvajes y en la que predomina un humor negrísimo, desternillante. Y, ¿De qué va? Básicamente de personas que están hasta los coj… de todo y revientan. Pierden el control. “Los hijos de puta gobiernan el mundo. Y así está el país: todos quieren que estos personajes tengan su merecido, pero no quieren mover un dedo”, es la frase que pronuncia uno de los personajes, una cocinera (Rita Cortese), y que inmediatamente se gana los vítores y aplausos del espectador. ¿Qué está pasando? 6 historias independientes con el nexo en común de la venganza, en mayor o menor medida, y en las que sus protagonistas se dejan llevar hasta las últimas consecuencias con una violencia devastadora. No es para aplaudir o al menos para reconocerlo, pero es que en el fondo responde a lo que en más de una ocasión nosotros mismos desearíamos hacer. Lo dicho, Relatos salvajes es una liberación frente a tanta frustación y angustia almacenada.

El primer episodio, el de introducción a bordo de un avión, empieza tranquilamente, con calma chicha para repentinamente subir su tono hasta la colisión final, ¡zas! Seguidamente los títulos de crédito iniciales con los nombres de los intérpretes y del principal equipo técnico acompañados de imágenes de animales salvajes y civilizados al mismo nivel (El director, Damián Szifron, eligió la de un zorro rojizo).

Relatos salvajes 2014Lo que seguirá a continuación es un tour de force continuo, plagado de giros inesperados y montado, fotografiado y dirigido de maravilla. Todo lo que uno pueda llegar a pensar que no puede suceder, ocurre y sus intérpretes están enormes, desde los protagonistas a los más secundarios. En breves pinceladas se comen la pantalla. No es cuestión de hacer una lista, demasiado larga (Leonardo Sbaraglia o Ricardo Darín entre los más reconocidos). La historia protagonizada por Darín está, estratégicamente, colocada en medio.

Cuentan los cronistas que en el festival de Cannes arrancó una ovación de 10 minutos al término de la proyección, que en Toronto el público aplaudió de pie, en Sitges doy fe que las complicidades, risas y aplausos fueron constantes con sonora aclamación también al final. En Argentina ha sido un taquillazo, más de 3 millones de espectadores (¡Ay! En cambio, aquí ha habido muchas risas con Ocho apellidos vascos con esos chistecillos y tópicos entre andaluces y vascos, y su factura no pasaba la de ser un telefilme de domingo por la tarde). Y menciono distintas ciudades, países, sensibilidades en las que se ha podido ver con excelente acogida para demostrar la universalidad de los personajes y situaciones que desarrolla.

¿Obra maestra? Habla de la propia condición del ser humano y de un modo singular. Pasen, vean y juzguen por ustedes mismos. Se asombrarán poniéndose al lado de estos “indignados” hastiados y puteados. Szifron eleva el concepto de hiperrealismo al cubo y no deja de pisar el acelerador hasta el final, arrasando con todo; aunque para evitar que se la pueda tildar de reaccionario, o de realizar apología de la violencia, prefiera terminar con una reconciliación entre unos personajes determinados. Juntar humor con reflexión no es habitual, al menos nadie podrá negar que Relatos salvajes lo consigue. Por mi parte, me la apunto como firme candidata a película del año. Tal vez sea por esa ración de ira reprimida que también hay en mí o el que todos llevamos nuestro propio “relato salvaje” a punto de detonar.

Puntuación:

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Damián Szifron y sus ‘Relatos salvajes’

Damián SzifronEscrita y dirigida por el mismo Damián Szifron (también ha sido el montador junto con Pablo Barbieri), de 39 años, Relatos salvajes es su tercer largometraje. Ha contado con coproducción española de los hermanos Pedro y Agustín Almodóvar. La música la ha compuesto el 2 veces ganador del Oscar Gustavo Santaolalla y es la película argentina elegida para presentar a las nominaciones a los Oscar de mejor producción de habla no inglesa. Szifron, curtido en series televisivas argentinas como Hermanos y detectives o Los simuladores, llegó a destacar en cine con su segunda obra, la comedia de acción Tiempo de valientes (2005).

Entre los referentes, ¡Jo, qué noche! de Scorsese o la mismísima Pulp Fiction de Tarantino (por su violencia y por estar estructurada en varios episodios), sin embargo en Relatos salvajes no hay conexión alguna entre un segmento y otro, son historias no entrecruzadas. También algunos de sus episodios pueden recordar a Un día de furia que protagonizó Michael Douglas o El diablo sobre ruedas de Spielberg. Aunque Damián Szifron preferiría citar a los episodios de la mítica The Twilight Zone (La dimensión desconocida) creada por Rod Serling, y los Cuentos asombrosos impulsados también por Spielberg.

 

 

Sitges 2014: En los confines de la ciencia-ficción

Automata Melanie GriffithAntonio Banderas ha sido la gran sensación de certamen, y menos mal que su presencia tuvo lugar en un jueves, poco antes de las 21:00, en día laborable. Si hubiera sido un fin de semana habría colapsado los alrededores del Auditori del Melià y el interior de la sala de cine (en su único pase, aún quedaban asientos libres) con la presentación de Autómata, de Gabe Ibáñez.

También radiante estuvo Lola Dueñas durante la presentación, por la tarde de otra buena película, Alleluia del belga Fabrice Du Welz, e incluso enigmática asegurando que por proyectos como éste había dejado de trabajar «en su país». Es de suponer que para propuestas menos convencionales y más arriesgadas, huyendo quizá de los papeles más de chica buena y simpática que le puedan llegar para optar a otros roles con personajes complejos psicológicamente.

Sobre el Festival de Sitges en sí, su director Ángel Sala, ya ha ido avanzando cómo podría ser de cara el año que viene: una única sección oficial fantástica a concurso que sólo incluiría óperas primas. Una forma de impulsar a nuevos talentos; y el grueso de películas (digamos que más de 150) en un único apartado, eliminando el exceso de secciones actuales, entre las que únicamente se concedería un premio, el del público. Un modelo inspirado en el del Festival de Toronto.

Además, homenajes al cine de artes marciales, el intentar contar con producciones de envergadura y eventos dedicados a Star Wars, pues en diciembre de 2015 se estrenaría el esperadísimo Episodio VII que dirige J.J. Abrams.

El mismo Sala se mantiene contundente respecto al excesivo número de largometrajes que se proyectan a lo largo de estos 9 días. Tiene claro que éste no es un festival para la prensa, acreditados o medios de comunicación, sino pensado y hecho para el público. La cantidad y la diversificación sigue funcionando para atraer a más espectadores.

Y, a falta de un balance final el próximo lunes en estas páginas de El cielo sobre Tatooine, enlazo con la temática de ciencia-ficción de Autómata, así que les dejo con un par de películas de ciencia-ficción proyectadas estos días, una de ellas incluso acaba de estrenarse este mismo viernes en alguna sala de cine (la de Saoirse Ronan).

( Foto: Melanie Griffith, y detrás de ella la robot Cloe en Autómata )

 

‘How I Live Now (Mi vida ahora)’

Mi vida ahora¿Desean seguir el crecimiento Tom Holland, el niño de Lo imposible de Bayona? ¿O comprobar la maravillosa actriz que es Saoirse Ronan? Pues esta es su película. Un relato postapocalíptico en la que una adolescente estadounidense neurótica y malhumorada (Ronan) es sorprendida, mientras visita a sus primos británicos, por un atentado nuclear provocado por unos terroristas. Además le corta el rollo porque justo acababa de encontrar al amor de su vida (Holland).

A mitad de la historia, basada en la novela de Meg Rosoff, los muchachos son separados, entre mujeres y hombres, y la protagonista deberá emprender un peligroso viaje de retorno acompañada de la más pequeña de la familia. Relato, por lo tanto, también de iniciación y madurez. Hay breves momentos de impacto, las cenizas nucleares o el inesperado descubrimiento del cadáver de uno de los personajes conocidos. Pero, sin duda, lo más interesante cinematográficamente es comprobar como el escocés Kevin Macdonald, realizador de La legión del águila, La sombra del poder o El último rey de Escocia, le da un nuevo significado, y con cierto aire a lo Crepúsculo, a términos como «bostezo» o «mala película» desde su arranque hasta el final. Cuando vi sus títulos de crédido iniciales, las primeras escenas y esa música que acompaña las imágenes pensé: «¿Saoirse Ronan? ¿Kevin Macdonald? ¿Irá a mejor? Pues no.Tiene distribución aquí, de modo que igual pronto pueden comprobarlo por ustedes mismos.

Algo de sexo

Algo de tensión

 

 

 

‘The Last Days on Mars’

The Last Days on MarsEs lo que tienen títulos míticos como Alien o La cosa, o el clásico británico El experimento del Dr. Quatermass (The Quatermass Xperiment, 1955), que inspiran a nuevas generaciones de cineastas, quienes luego tratarán de rememorar u homenajear esas referencias en sus obras. Es el caso del irlandés Ruairi Robinson que, en su debut en el largometraje y tomando como base las últimas horas de una expedición científica en Marte, compuesta por 8 integrantes (un guiño a los «8 pasajeros» del film de Ridley Scott, 9 si contamos el gato), la verdad es que se ha montado con poco presupuesto una película de factura bien acabada.

Y además atrayendo la participación de intérpretes no de primera fila, pero si de cierta categoría: Liev Schreiber, Elias Koteas, Romola Garai y Olivia Williams. Un grupo que, poco antes de abandonar su misión en el Planeta Rojo, serán contagiados fatídicamente por una bacteria. Infectados, pero al fin y al cabo en lo que se convierten es en zombis. Y que la película acaba pareciendo tópica o sabiendo a poco, sí. Al menos es bastante digna teniendo en cuenta los medios con los que ha contado. Medianamente entretenida, diría, para los aficionados al genero. Para ver y olvidar, si es que algún día acaba estrenándose entre nosotros quizá en DVD y Blu ray.

Mucha tensión Algo de terrorAlgo de gore