Archivo de la categoría ‘Crítica’

¡Grábalo todo, y cuanta más sangre mejor! (‘Nightcrawler’)

Lou Bloom (Jake Gyllenhaal) es definitivamente alguien desagradable. No es que sea un tipo raro, es que es alguien que ni siquiera siente simpatía por sus otros semejantes. No le gustan las personas. Pero sabe lo que quieren, en cuestión de imágenes y noticias. Y es bueno, muy bueno en lo que hace.

Y Gyllenhaal sabe quién es Lou Bloom. Por algo se mete en su piel, en la de ese ser que se pasea con mirada depredadora y fría, con una sonrisa tan impostada como siniestra y una voz indolente, sin alma. Un ratero reconvertido en Nightcrawler, un rondador nocturno. Acude rápido y veloz, después de interceptar los mensajes de los servicios de emergencia o de la policía, en busca de las imágenes de sucesos que ocurren durante la noche de Los Angeles. Él hace el trabajo desagradable para que, en poco tiempo, puntual a su cita, los telediarios tengan su provisión de carnaza con la que atraer al público.

Lou Bloom es inquietante, espectral, incluso poco creíble, pero se erige en símbolo del morbo que atrae a los telespectadores, los mismos que en el interior de un vehículo aminoran la marcha, paran o no pueden mirar fijarse si ante un accidente de tráfico hay heridos, muertos o sangre. Bloom no tiene reparo alguno en mover cadáveres para que el encuadre quede mejor, entrar en la escena del crimen, filmar en primer plano una vida agonizante, un cuello desangrándose; tampoco tiene inconveniente, ni remordimiento alguno, en deshacerse de competidores o provocar fatídicos sucesos con los que alimentar su cámara digital, y con ello a esa audiencia famélica que le espera.

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Y, ¿qué ocurre después de los finales felices? (‘Into the Woods’)

Hace más de 20 años le pedí a un muy buen amigo que viajaba a Londres que me trajera un recuerdo. Por suerte, creo que aún no estaba tan de moda eso de los imanes en la nevera, así que mi solicitud fue un CD con temas musicales de Broadway (por allí habría de esas cosas. Los tiempos de las comprar por Amazon.com aún no habían llegado). Al cabo de unos días, a su vuelta, me entregó, y diría que no muy convencido, un compact de Mandy Patinkin, homenaje a los musicales de Oscar Hammerstein II y Stephen Sondheim.

Su precio, aún pegado a la cajita del CD, era de 14,49 libras. Y sí, acertó. Algunos de sus temas me subyugaron, pero especialmente uno titulado Children Will Listen de Sondheim, el último, en el track 16 y entrelazado con otro tema, You’ve Got to Be carefully Taught, de Hammerstein. Y ese fue también mi primer contacto con el musical Into The Woods.

La anécdota personal me sirve para enlazar con una obviedad. Hay que tener una predisposición. Si no gustan los musicales, muy difícilmente uno se deleitará con Into the Woods, la película, con la mayor parte de su metraje, y en el avance de la acción, a través de canciones.

Into-the-Woods-2014

( ®Disney )

Into the Woods empezó a representar de manera regular en Broadway a partir de noviembre de 1987. Con canciones de Sondheim y libreto de James Lapine, le daba la vuelta, en un tono oscuro, más adulto e incluso traumático a los clásicos cuentos de hadas. Naturalmente, hubo intentos de llevarlo a la gran pantalla, y el mismo director Rob Marshall (que triunfó con Chicago, en 2002; y se pegó el batacazo con Nine, en 2009) era un proyecto que llevaba una docena de años acariciando. Finalmente, ha sido Disney quien le ha dado la oportunidad de realizarlo, engrosando su listado de revisitaciones de clásicos cuentos infantiles.

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La mujer detrás del genio, de Stephen Hawking (‘La teoría del todo’)

Hay una escena en la que Jane Wilde, futura primera esposa de Stephen Hawking, o mejor dicho la actriz que la interpreta, Felicity Jones, descubre los efectos que causa la ELA (esclerosis lateral amiotrófica) en el cuerpo, que no la mente, del hombre que ama. Se produce mientras este juega al croquet y sus pies apenas pueden sostenerle; balanceándose, luchando por mantenerse erguido mientras golpe las bolas para pasarlas entre los arcos anclados en el césped de Cambridge. La enfermedad degenerativa ha iniciado su demoledor secuencia de parálisis muscular. Ante lo que están viendo, los ojos de Felicity Jones, y sin mediar palabra alguna, son capaces por si solos de transmitir la sorpresa, lástima, cariño y el dolor que siente  su Jane. Es el momento, a la media hora de proyección, que definitivamente hace que como espectador uno también caiga rendido ante ella.

Ya se ha dicho en muchas reseñas, y no les falta razón. La auténtica figura de esta película biográfica sobre Stephen Hawking no es tanto él mismo, que sí, sino Felicity Jones haciendo de la mujer que estuvo casada con él durante dos décadas y media. La compañera, esposa y cuidadora que tuvo que dejar muy a un segundo plano sus inquietudes y estudios (filología y la fascinación por la literatura medieval española, entre ellas), para dedicarse en cuerpo y alma a su marido, y a los 3 hijos que iría teniendo con él. No en vano, La teoría del todo, dirigida por James Marsh, se basa en el mismo libro autobiográfico que ella misma escribió, Travelling to Infinity: My Life with Stephen. Deben saber que Hawking, el real, cuando visitó el set de rodaje de la película, antes de dar su opinión sobre todo aquello, el muy pillo, sonrió y pidió a Felicity que le diera un beso.

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Donde nacen los monstruos (‘Babadook’)

El veterano William Friedkin, director de El exorcista, una de las películas referenciales de terror, calificó la película de la actriz y directora australiana Jennifer Kent, debutante tras las cámaras en el largometraje, como “el más terrorífico que había visto”. Y así nos lo hizo saber también mediante su cuenta en Twitter: “Psicosis, Alien, Las diabólicas, y ahora Babadook”. Puede que tal afirmación sea exagerada, Friedkin estaba promocionando la película, con distribución muy limitada en los Estados Unidos, y encargado él mismo de presentarla en alguna sesión de medianoche. Pero sí que es una de las mejores propuestas de género de los últimos años.

Pese a ello, no es la película capaz de aterrorizar en una multisala, sino más bien a degustar como propuesta de autor, del terror que subyace en su historia. Sugerente, abierta a posibles interpretaciones. Su puesta en escena es formalmente clásica, tan elegante y estilizada como minimalista; sin apenas sangre; con sublimes referencias al cine de género, con fantásticas interpretaciones de Essie Davis, la madre, y Noah Wiseman, el niño. O enfermiza en esa oscura fascinación por pronunciar ese extraño nombre de… Ba-ba-dook.

El argumento, basándose en el propio cortometraje que hizo Jennifer Kent, titulado Monster (en blanco y negro), puede parecer de lo más manido y simple. Una madre y un hijo, ambos con serios problemas de carencia afectiva, y compartiendo un trágico suceso del pasado, ven como se cuela un monstruo en su hogar a través de la lectura de un libro, el Babadook citado (nombre que es un anagrama de “The Bad Book”, libro malo). Lo que ocurre es que nos cuenta esto, pero de otra manera. O al menos no es exactamente lo que cuenta dicho así.

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La insoportable levedad de la fama (‘Birdman’)

Si fuera director de cine, Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) es una de las películas que me hubiera gustado crear y dirigir. Como ejercicio de estilo y de puesta en escena es fascinante y un reto. Rodar en varios planos secuencia, algunos de casi media hora, luego montados dando el efecto de que es uno solo. Para ello todo debe de estar perfectamente dispuesto: decorados, objetos, guión, actores, movimiento o iluminación. Además, el lujo de contar con intérpretes de primerísimo nivel, Edward Norton, Naomi Watts o una joven Emma Stone cada vez más sobresaliente e imprescindible en el actual panorama cinematográfico (y memorables son sus secuencias en la azotea con Edward Norton).

No me olvido, naturalmente, de Michael Keaton. Sobre él recae el protagonismo principal de la función, interpretar a Riggan Thompson que fue, como el propio Keaton, una celebridad en su momento por enfundarse el traje de superhéroe en unas exitosas superproducciones. El paralelismo ya lo conocen, Keaton fue el Batman de Tim Burton, y uno de los pioneros en el género de superhéroes, de todo lo que vendría después (aunque antes estaba Christopher Reeve por Superman), y al igual que su Riggan Thompson, alter ego cinematográfico, embutido en las vestimentas del superhéroe Birdman, Keaton también cayó del altar de los dioses de Hollywood. El público lo olvidó mucho más rápido de lo que hubiera deseado.

Birdman es la historia de esa exestrella, ahora un actor depresivo y esquizofrénico, que planea su regreso a la primera línea de atención de los focos mediáticos, de los aplausos de público y crítica dirigiendo, adaptando y protagonizando una obra teatral en Broadway, concretamente, De qué hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver. Y ahí está Riggan Thompson con su desesperación vital por recuperar el amor de los demás, por de nuevo volver a ser alguien ante el público (el cual también ha cambiado, con los consabidos relevos generacionales y gustos), sin saber que en el fondo su mente ya no podrá escapar de ese recuerdo idealizado del pasado.

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Un paseo furioso por el horror de la guerra (‘Corazones de acero’)


En 1944 se publicó El filo de la navaja (The Razor’s Edge). Escrita por el británico William Somerset Maugham, el protagonista, Larry Darrell, era un piloto que regresaba a su hogar, en Chicago, después de haber combatido en la Primera Guerra Mundial. Allí le esperaba su guapa prometida y una vida acomodada en la que no se intuía que pasara penurias económicas o sentimentales. Sin embargo, para Larry, todo había cambiado.

Los horrores que había visto y experimentado en la contienda, y especialmente la muerte de un compañero suyo hicieron que las cosas hubieran perdido su sentido, el de lo maravilloso, el de la esperanza, el de seguir viviendo, el de lo que nos pueda hacer felices. No parecía haber sitio para él en este “retorno” a su orden plácido y civilizado a casa, a los brazos de su novia. De la novela, que ha conocido varias adaptaciones, la mejor es la que realizó Edmund Goulding (uno de los cineastas a recordar de los 30 y 40 del Hollywood clásico en el terreno del melodrama) para los estudios de 20th Century Fox. Se estrenó 2 años después de la publicación de la novela de W. Somerset Maugham. A Larry lo interpretó Tyrone Power, un galán que nunca gozó del consenso a favor de la crítica. Su prometida, Isabel Bradley, era nada menos que Gene Tierney. Y sepan que nadie en su sano juicio dejaría de enamorarse de alguien como Tierney. Así que algo muy gordo le había ocurrido a Larry en el frente de batalla.

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Crítica: ‘Musarañas’, amores que matan y una gran Macarena Gómez

El cine español, nuestro cine siempre tan criticado. Personalmente le pido que al año haya unas 3 o 4 películas que valgan la pena. En éste ha habido además el taquillazo sin precedentes de Ocho apellidos vascos; pero es que también ha sido una buena cosecha. Por lo menos hay más de media docena entre notables y excelentes. Están La isla mínima, 10.000 kilómetros, Magical Girl, Loreak (Flores), Carmina y Amén, Relatos salvajes (coproducción con Argentina, y por la que siento una especial predilección) y la perfección técnica de El niño. A ellas le sumo estas Musarañas con el deseo (navideño o no) de que no pase desapercibida en nuestra cartelera.

No les diré que sea una película perfecta, ni mucho menos. Pero no contiene imperfecciones que empañen su buena factura. Sus elementos escenográficos son mínimos. La acción apenas sale del interior de un piso de Madrid en la España de los años 50, un marco histórico que permite reflexionar sobre la prepotencia de la figura masculina (padre o necesidad de marido) en la vida de las mujeres de la época; y se basa prácticamente en tan sólo 3 personajes protagonistas (bueno, uno de ellos lo es mucho), más algún secundario que se deja caer por ahí.

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Crítica: ‘El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos’, un tesoro para los fans

Recordaré con emoción esa escena en la que un envejecido Bilbo Bolsón (Ian Holm ya en lugar de Martin Freeman), que se ha pasado años rememorando sus andanzas con la Compañía de enanos, ve rota su rutina diaria para acudir entusiasmado a abrir la puerta a su amigo el mago Gandalf (Ian McKellen). Ha sido el final de un largo, larguísimo viaje y el enlace con lo que sería El señor de los anillos, cuando empezó todo, hace 13 años.

A estas alturas todos sabemos que la adaptación de las novelas de Tolkien a cargo del neozelandés Peter Jackson ha traspasado la frontera de película. El logro que supuso, cinematográfica y narrativamente, a nivel de efectos visuales, la trilogía de El señor de los anillos adaptando lo “inadaptable” le ha otorgado a Jackson y a todo el universo de la Tierra Media una credibilidad y un status supremo que trasciende su condición fílmica. En otras palabras, el gran mérito de Peter Jackson, y todo su equipo técnico y artístico, ha sido el de, a pesar de recurrir a una obra no propia, equiparar ese fenómeno literario sin parangón que ha estimulado la imaginación y pasión de tantos lectores, y jugadores de rol, durante generaciones al terreno audiovisual.

El Hobbit La batalla de los cinco ejércitosLas tres películas basadas en El Hobbit no están a la altura de ESDLA. Está de más decir que ya no sorprenden, que se han alargado excesivamente teniendo en cuenta el material del que partían. Pero ello no es obstáculo para restarle méritos. El Hobbit, versión película, está pensada y hecha para sus millones de seguidores. Un serial cinematográfico en el que tampoco importa si pueda estar “alargado” o no en sus pasajes, secuencias o con la inclusión de nuevos personajes; y donde incluso se le permite inventarse subtramas que no conducen a nada nuevo, como el romance entre la elfa Tauriel (Evangeline Lilly) y el enano guapo Kili (Aidan Turner). Se entiende que los fans de la saga no les “importe” tener más y más, recrearse con las reproducciones de las armas, los ropajes y armaduras élficas o los (des)peinados de los enanos, y seguir en el universo de la Tierra Media y sus personajes el máximo de tiempo posible. Está diseñada para celebración de sus fans. Para ellos es una cita indispensable y una película excelente. Es “su tesoro”, y les daría igual si en lugar de 3 películas hubieran sido 6 ó 15.

Para el resto, o para mí mismo, El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos quizá sea un pasable entretenimiento, una aventura tan digitalizada que incluso condiciona su fotografía, el color y la textura de toda esa Tierra Media, el deber ir “superando” el relleno que supone todo lo que va desde las escenas iniciales con el dragón Smaug atacando Ciudad del Lago, hasta los cuarenta y cinco minutos de la gran batalla entre los ejércitos de enanos, humanos y elfos, por un bando, y el de orcos (trasgos) y huargos, por el otro. Luego, una de sus últimas escenas, y de las mejores, con Gandalf preparándose su pipa junto a Bilbo, o esa encantadora escena final. Después, títulos de crédito al son y homenaje de la canción The Last Goodbye del escocés Billy Boyd, quien fuera Pippin en ESDLA.

Por cierto, un comedido y valioso trabajo de interpretación por parte de Martin Freeman, aunque aquí sea apenas un secundario, un personaje testimonial con sus momentos claves, supeditado al carisma de Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) o Bardo el arquero (Luke Evans).

Y les digo que de aquí a 10 años, Peter Jackson volverá a la Tierra Media. Será con El Silmarillion, Los hijos de Húrin (si los herederos de Tolkien ceden y lo permiten), o tal vez una historia original que transcurra entre El Hobbit y El señor de los anillos. Y con ello volverá a sonar triunfal, épica y también nostálgica la música de Howard Shore. Y será nuevamente una trilogía, y cada una de las 3 películas durará por lo menos dos horas y media. Y será un emotivo reencuentro y toda una fiesta para los fans. El resto también estaremos invitados y quizá sí, tal vez no, aceptemos acudir al banquete.

 

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( Imágenes: Warner Bros. )

 

Crítica: ‘Ouija’, terroríficamente mala


Habitualmente prefiero comentar películas que me hayan gustado o me hayan estimulado más. Con Ouija voy a hacer una excepción porque presenta, narrativa y cinematográficamente, una curiosidad. La verdad es que no empieza nada mal (y tampoco nada bien para una de sus dos protagonistas iniciales), hay una cierta atmósfera inquietante en sus primeras escenas (los recorridos de la cámara por decorados y accesorios resultan razonablemente amenazadores), y una muerte resuelta con elegancia formal.

Sigue, de manera más o menos hábil, con la presentación del grupo que conformará los personajes principales, todos ellos adolescentes jóvenes y guapos. Se espera que pronto empiece a suceder algo más, al tiempo que los contactos que se van haciendo con el Más Allá mediante la susodicha Ouija van creando sus expectativas. Pero recorrer con la cámara estancias y encuadrar a objetos o armarios con la puerta abierta ya no basta. Hay que avanzar. El nivel se mantiene razonablemente tolerable hasta que entran en escena las primeras apariciones fantasmales y, más adelante, empiezan a producirse las primeras muertes.

A partir de aquí va decayendo hasta llegar a cotas lamentables. Su pobreza de ideas y expositiva queda en evidencia, los maquillajes son pésimos y el guión demasiado trillado, simple y tópico. También, a estas alturas hace ya varias escenas que hemos descartado que alguna de las interpretaciones sea medianamente buena, con personajes monótonos incluso ante los momentos que más deberían temer por sus vidas. Su principal protagonista, Olivia Cooke (su trabajo más destacable hasta el momento es en la televisiva Bates Hotel) es un claro ejemplo, misma cara, misma expresión sea para expresar aflicción, terror o audacia. Olivia Cooke también ha tenido otro patinazo reciente con El estigma del mal (The Quiet Ones) de género terrorífico-insípido.

Ouija 2014Cuando la película está prácticamente terminada y uno llega a creer que la cosa no puede ir a peor, se nos remata la faena con una de esas típicas escenas finales destinadas a dejarnos con un posible último susto y un “continuará”, igualmente deporable. Por todo esto, y aquí está la principal curiosidad de la que hablaba, Ouija prosigue una interesante, impecable e imparable evolución negativa: de no es gran cosa a peor. Hay propuestas que son irregulares, otras que empiezan mal y sabes que no van a mejorar, pero pocas veces recuerdo haber visto una progresión tan regular y perfecta hacia el abismo de lo rutinario y mediocre en este sentido.

Tras esta Ouija está la compañía de juguetes Hasbro (aún contando los billetes generados por la franquicia de Transformers), pasándose al cine de terror de bajo presupuesto (y nulo talento) con la complicidad de Platinum Dunes, en la que participa Michael Bay.

Que sus intérpretes hayan aceptado participar en una propuesta de estas características se entiende; ya se sabe, son jóvenes, deben abrirse camino, participar en una de terror siempre resulta divertido. En cambio, comprendo menos que un director debutante, Stiles White, partícipe también como guionista (y con amplia experiencia en su currículum en el departamento de producción de efectos visuales, y como coguionista en Señales del futuro o The Possesion. El origen del mal), se entregue entusiasmado a semejante engendro, que no intente mejorar en algo al menos su argumento (Spoiler gordo. No leer si no se ha visto la película: ¿por qué el fantasma villano de la función mata si quiere algo de los vivos?: que le descosan la boca para poder deshacerse de la madre. Fin spoiler).

Sólo da para unos 80 minutos, porque no da para más, se agotan las ideas y entre las pocas imágenes icónicas de terror en las que se apoya sólo destaca la de bocas cosidas (aparte queda una inquietante escena en el interior de un túnel). Quizá pueda entretener a una parte del público al que va destinado, pero hay que ser más exigentes.

En definitiva, que el principal fenómeno paranormal producido es el éxito que pueda haber tenido en taquilla (en Estados Unidos llegó a ser número 1 en el fin de semana de su estreno), costó sólo 5 millones de dólares y en los cines norteamericanos ha recaudado más de 50. Esto traerá sus lógicas y nefastas consecuencias en formato de más secuelas. Debería de generar algo de debate sobre si productos como Ouija son en realidad un negocio o un fraude.

Respecto a otro de los famosos juegos de mesa de Hasbro, recordemos que está en proyecto desde hace años realizar una especie de comedia fantástica basada en el popularísimo Monopoly (un proyecto que ahora mismo está en el limbo, pero del que hay un guión y en su momento estuvo implicado para dirigirlo Ridley Scott). Miedo me da si algún llega a hacerse.

 

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Crítica: ‘Exodus: Dioses y reyes’, el espectáculo por encima de todo

En una superproducción de las características de Exodus: Dioses y reyes, épica y bíblica, lo que menos suele importar es el guión (lo que tampoco considere que sea un punto a su favor), lo que se valora es su sentido del espectáculo visual, los decorados y las recreaciones del pasado con ingentes cantidades de extras. Y tener en cuenta que más que una nueva versión del clásico Los Diez Mandamientos, de Cecil B. DeMille (por cierto, una de las películas más taquilleras de toda la historia del cine), se trata de una película de Ridley Scott.

El relato de Moisés, el profeta y guía espiritual que llevó a su esclavizado pueblo hebreo hacia la Tierra Prometida, liberándole del yugo egipcio que sólo lo consideraba materia prima para construir sus monumentos funerarios, cinematográficamente está vinculada a esa superproducción de 1956 que protagonizó Charlton Heston. En ella, Cecil B. DeMille no escatimó metraje, más de 3 horas y media, para ofrecer al público la historia más grande jamás contada. Varias generaciones posteriores la recordarían como una de las superproducciones modélicas en su género. Algo que muy probablemente no ocurrirá con Exodus (aunque a Ridley siempre le quedará el consuelo de que Gladiator sí que ha quedado como emblemática del péplum hecho a lo grande).

Exodus Dioses y ReyesReconozco que es una valoración muy personal, pero sus 50 primeros minutos me hicieron pensar que me hallaba ante una superproducción que podía alcanzar cotas notables. La parte con el general Moisés (Christian Bale) y su (casi) hermano el príncipe Ramsés (Joel Edgerton) aún bajo el mando del faraón Seti (John Turturro) presenta a los personajes como humanos, con defectos y virtudes; y la batalla que le sigue, la de Qatesh contra el posible intento de invasión de los hititas, impresionante pese a su abuso de los efectos digitales. Muy buen uso de los exteriores, rodados en su mayor parte en parajes de Almería y Fuerteventura y que lucen perfectos para la recreación de ese Antiguo Egipto; junto con la música de Alberto Iglesias, sin desentonar y sin imponerse por encima de sus imágenes.

Pero lo que prosigue a partir del destierro de Moisés no está a la altura. Sí en cambio, falta por venir lo mejor de la función, lo más espectacular. Y esto es la visualización de las Diez Plagas que azotaron Egipto: físicas y palpables (pese a los cocodrilos, exageradísimos en su tamaño); o la esperadísima secuencia del paso por el Mar Rojo con Moisés liderando a los 600.00 hebreos perseguidos por los carros de combate y soldados de Ramsés. Es el plato fuerte, el que los espectadores más esperan, y es apabullante, también más realista que en el filme de DeMille. Esto sucede a las dos horas y pico, por  lo que después es de agradecer que despache rápidamente lo que prosiguió, como el episodio del Becerro de Oro, o que la elaboración de las tablas con los Diez Mandamientos siga un cauce distinto más íntimo. Sin más lecturas políticas o étnicas, Exodus pretende alejarse de su vertiente más religiosa para centrarse en posibles lecturas universales, la de la eterna lucha de la libertad de los pueblos contra sus opresores y, al fin y al cabo, cine de evasión que es lo que es.

Exodus Dioses y Reyes 2014Pero por el camino, el guión no sólo se va perdiendo hasta casi desaparecer. No se entiende (o no entendí) el porqué Moisés es el elegido o es especial; podría haber sido cualquier otro (el anciano Nun, que interpreta Ben Kingsley, sin ir más lejos). La sensación es que a Dios (cuya manifestación humana en la película obviaré para no desvelar nada más), una divinidad airada, vengativa y despiadada propia del Antiguo Testamento, le hubiera bastado cualquier otro con una pizca de carisma o sangre en las venas para su objetivo. Y las siete plagas (diez contando las que sufrieron conjuntamente amos y esclavos), unido a esa indefinición de personajes, provocan que uno llegue a sentir bastante más compasión por las calamidades y desgracias de los egipcios (muchos de ellos amigos y admiradores de Moisés) que por la de los hebreos.

Luego están los innumerables secundarios, sin identidad, apareciendo y desapareciendo por allí. ¡Qué desaprovechados están Sigourney Weaver (Tuya), Ben Kingsley (Nun), Golshifteh Farahani (Nefertari, o Nefretiri en inglés), Aaron Paul (Josué) o Andrew Tarbet (Aarón, hermano mayor de Moisés y una de las figuras clave de esta historia Bíblica, que no de la película), entre tantos otros! María Valverde hace lo que puede con sus escenas como Séfora, la esposa de Moisés. El Ramsés (menos capacitado para gobernar, más cobarde, menos fuerte que Moisés) que interpreta el australiano Joel Edgerton acaba siendo un villano de una sola pieza, sin más, desdibujado a pesar del amor que demuestra por su hijo o por las dudas que le asaltan sobre la culpabilidad y destierro de su “hermano”. Habrá que esperar al Director’s Cut del Blu-ray y DVD para comprobar si tienen algo más de jugo, aunque me temo que este desaguisado con los secundarios y el guión no lo arregla ni Dios.

 

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( Imágenes: Hispano Foxfilm )