Ayer terminé la tercera temporada de True Detective y, pese a seguir siendo una buena serie policiaca que, en esta entrega, ha destacado sobre todo por la interpretación de Mahershala Ali y la estructura de tres líneas temporales, lo cierto es que sigo pensando que ha perdido su atractivo estético —que en la primera temporada fue su seña de identidad más destacable— y que la historia se ha movido en el terreno de lo convencional, aunque también ha aportado algunas paradojas interesantes.
Quizás el mayor acierto, ya que el argumento principal se parecía peligrosamente al de la primera, es ver los engranajes de la relación entre Wayne Hays y Amelia Reardon, y sumergirnos en las causas, más allá de la atracción sexual, de un matrimonio entre un policía sin estudios y tradicional (machista) y una mujer cultivada, para quien la relación supone un lastre en sus objetivos vitales.
En este sentido, la serie construye personajes interesantes y ahonda en las motivaciones que puedan sustentar los matrimonios a lo largo del tiempo con una mirada que no es maniquea y que dibuja defectos y virtudes en ambas partes.
También me ha parecido interesante a nivel narrativo la paradoja que existe entre la necesidad de resolver un caso que ha conformado una existencia y, al mismo tiempo, olvidarlo por culpa del Alzheimer. Una idea que deja una sensación agridulce y que nos transmite la nostalgia al observar las equivocaciones que hemos cometido al llegar al final de la vida.
Otra paradoja que establece la serie es cómo Wayne llega a conocer a su esposa más profundamente una vez que está muerta a través de sus libros —que nunca había leído—, y cómo su voz le guía a través de las tinieblas de la enfermedad para ofrecernos una resolución luminosa a un caso lleno de amargura.
A nivel interpretativo, Ali logra conmovernos con su fuerza expresiva y eclipsa por completo a su compañero. Entre los personajes secundarios destacan las brillantes actuaciones de Scoot McNairy como Tom y Mamie Gummer como Lucy Purcell, los padres de los niños, que nos trasladan a esa América pobre y desfavorecida, con profundos acentos y vidas miserables.
En conjunto, podría decirse que la tercera temporada posee un nivel notable, pero carece de carisma en cuanto a dirección y le ha faltado ese toque original en giros y ramificaciones que esperamos de una producción como esta. Pero, aun así, he de confesar que he disfrutado más de lo que me hacía presentir el arranque.
Parece que a mí me satisfizo más que a ti. Conseguí olvidarme de la primera temporada y no compararla. Me parece una historia muy bien contada y además me ha sorprendido el final. Lo de las 3 líneas temporales me ha gustado mucho. Y el Sr. Ali (nunca conseguiré aprenderme su nombre de pila) hace un gran trabajo interpretativo. En cada capítulo he pasado por odiar profundamente a su yo joven a producirme mucha ternura (y tristeza) en su época de viejo desmemoriado.
Saludos!
28 febrero 2019 | 00:13