El otro día comentaba en Twitter que iba a llevar a mi hijo de casi cuatro años al cine por primera vez. La película escogida (aunque todavía no hemos ido), es ‘Cómo entrenar a tu dragón 2’, dado su gusto por los grandes saurios alados y sin alas, ficticios y reales. El tuit generó una entretenida conversación donde salieron a relucir distintos temas: desde la edad adecuada para llevar a los peques al cine a la importancia de seleccionar bien, ya que las primeras imágenes en pantalla grande marcan de por vida. El tuit más gracioso fue el de @VictorMGonz, que dijo que le llevaron a ver ‘La marrana’ (WTF!), y el de @adriii, cuyos progenitores decidieron que ‘El oso’ sería adecuada para que no pensara que en la vida era todo de color de rosa.
En mi caso, mi madre, que siempre ha sido una mujer benévola y de gran corazón, supo que si me llevaba a ver ‘La Cenicienta’ saldría flotando y canturreando «salacadula, chachicomula» como una posesa, como así fue. Todavía recuerdo ir pisando plumones, flaseada total, mientras pensaba que el vestido de la Cenicienta era lo más maravilloso del mundo. Sí, yo era una cursi. Es más, tan colgada estaba de príncipes y princesas que mi madre (sí, la benévola mujer de nuevo) un día me dijo: «Esto es un príncipe de verdad», mientras señalaba a Carlos de Inglaterra en la televisión, hecho que provocó un tsunami de lágrimas.
Mis recuerdos cinéfilos de infancia no acaban ahí. Otro de mis grandes «hits» fue ver ‘E.T’. Mi madre La Benévola, sabiendo las largas colas que se formaban, encomendó a mi abuelo la misión de llevarme a ver la ansiada película. Mira si sería yo pequeña que podía observar la enorme cola entre sus piernas. Como fue imposible entrar en la primera sesión, el santo padre de mi madre esperó a la siguiente para que no me entrara una llorera semejante a la de Charles de Inglaterra. Mirando hacia atrás creo que tuve mucha suerte con mis primeras aproximaciones al cine, aunque el vídeo también me deparó algunos de los mejores momentos de mi infancia, como cuando mi padre trajo ‘La bella durmiente’ y ‘101 dálmatas’ un día que estaba malita. Desde entonces, amo los clásicos de Disney y, en el fondo, sigo siendo una romántica (cursi) empedernida.
Babas de alien
Aunque todavía no sé si mi hijo aguantará la magia del cine como un campeón u optará por saltar en la butaca, creo que es el momento adecuado de intentarlo. En casa ya ha visto hasta el final ‘Mi vecino Totoro’ y ‘Alicia en el país de las maravillas’, que le han dejado boquiabierto. Su cara, de total fascinación, ha hecho que mi marido y yo echemos más babas que un alien, sobre todo cuando nos dice con su vocecita de flauta que Totoro «es un espíritu del bosque» y «que si existen los duendes del polvo». También es cierto que me hubiera gustado que viera algún peliculón de Pixar, pero, como no ha coincidido el estreno de ninguna, tenemos que elegir entre lo poco que hay (‘Aviones 2’, no gracias).
Sabemos que la infancia es la infancia, y que nada cobra ese relieve nostálgico cuando el tiempo ha pasado como las cosas que disfrutamos siendo niños. Sin embargo, esa fascinación la volví a sentir tiempo después cuando empecé a amar el cine de manera consciente, a los dieciocho años más o menos. Ver ‘Las uvas de la ira’ de John Ford, o ‘La muerte en Venecia’, de Visconti, me provocó una intensa emoción que, hoy en día, sigo buscando cada vez que aprieto el «play». El descubrimiento de una gran historia, una interpretación que transmite sentimiento y verdad, la emoción de un plano lleno de gusto y belleza o un diálogo memorable me llenan de felicidad y renuevan mi fe en la humanidad.
En un país multicolor
Ver crecer a mi hijo y asistir a sus descubrimientos es una de mejores cosas que me ha dado la maternidad, tan repleta de sinsabores. Al observarlo puedo recordar con mayor claridad la niña que fui, y aunque las películas o las series sean diferentes, el hechizo, el gozo, sigue ahí, intacto. Y esto sólo acaba de empezar. No soy de las que prefieren a los bebés gordenzuelos. Cuanto mayor es mi hijo y más contacto real puedo tener con él, compartiendo las cosas que me gustan, la relación se vuelve más y más satisfactoria. Tanto mi marido como yo esperamos el día en que podamos ver juntos ‘El señor de los anillos’ o ‘Los gremlins’. Y no te digo nada lo contenta que me pondré el día que me diga lo mucho que le ha gustado ‘El Padrino’ o ‘Breaking Bad’. Es imposible no hacerse expectativas sobre los hijos, qué le vamos a hacer.
Pero no sólo fue el cine. Las series siempre han estado presentes en mi vida. Si hacemos un repaso, todos hemos visto más de las que pensamos. Recuerdo apretar el paso cuando volvía del cole al escuchar la musiquilla de ‘Galáctica, estrella de combate’, o separar las semanas en plan: «el martes echan ‘Dinastía’ y los jueves ‘Norte y Sur’». Por no hablar del placer de ver en familia, mientras cenábamos, ‘El superagente 86’. Y, todavía más pequeña, la hipnótica sensación al ver ‘Heidi’ o ‘La abeja maya’, series al fin y al cabo. ‘La abeja Maya’, un procedimental en toda regla.
Del descubrimiento de las series a lo grande hablaremos la semana que viene. Así que esto… continuará.
Estupendo post con el que, como bien sabes, me siento muy identificado. Nosotros estamos con las clásicas de Disney, son muy fan de La dama y el vagabundo y El libro de la selva. Antes Aladin y buscando a Nemo, vamos bien. Estamos deseando que llegue el día de ponerles Star Wars, Supongo que pasaremos más tiempo mirando sus caras que la pantalla. Espero que alguna salga muy fan de El Doctor.
25 agosto 2014 | 20:49
Las primeras pelis que recuerdo en el cine son Star Wars y La Espía que me am’o de 007 que me dio bastante miedo el malo.
25 agosto 2014 | 20:56
Ay, y qué gusto mirarles la carita mientras ven sus primeras pelis. Es increíble ver sus reacciones y cómo alucinan con las historias que tanto nos hicieron disfrutar a nosotros. Yo también espero que el mío alucine con Star Wars, aunque creo que todavía le faltan unos cuantos añitos (hay que empezar a regalarles un sable luz) 😀 ¡Es que 007 es un poco fuerte para llevar a los peques, no? No me extraña que te diera miedo!!
26 agosto 2014 | 11:56