La duda era si, una vez fuera de las aguas de la novela de Margaret Atwood, la segunda temporada de El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale) iba a conseguir mantener la calidad de la primera entrega.
La respuesta es sí, lo ha logrado, sobre todo gracias a una recta final que nos ha mostrado dos de las grandes interpretaciones del año: la de la bestia actoral Elisabeth Moss y la de Ivonne Strahovski, que posiblemente obtengan sendas estatuillas en la próxima entrega de los Emmys 2018.
De Elisabeth Moss y su apabullante talento ya hablamos aquí, pero sería necio no volver a subrayar el soberbio nivel de madurez y emoción interpretativa que ha adquirido.
Los primeros planos de su rostro lavado que denotan ira, frustración, temor, soledad y miedo ante los reiterados ataques de los monstruos de la República de Gilead han traspasado la pantalla con una fuerza inaudita, haciéndonos sentir cada humillación, cada bofetada.
Moss no necesita diálogo para brillar. Es una actriz de raza cuya mirada transmite exactamente lo que desea. A veces me la imagino protagonizando una película muda y lograría la misma intensidad. O incluso más si no tuviera el recurso del texto. (Atención, Spoilers)
Judíos y hornos
Episodios como The Last Ceremony (S02E09) o Holly (S02E11) han alcanzado la máxima tensión gracias a su actuación y también porque han retomado la sutilidad psicológica de la primera temporada, obviando el recurso fácil de la sangre (que hizo que se nos revolvieron las tripas en la demasiado explícita escena de la bañera y que dio lugar a que algunas personas especialmente sensibles abandonaran la serie).
Porque no ya la violencia, sino la manera visual de plasmarla, ha constituido el gran fallo de la segunda temporada que, para mi alegría, se ha vaporizado en la sobresaliente recta final.
De hecho, la novela de Atwood, lejos de recursos efectistas como la terrible escena de Deglen en la primera temporada (que no ocurre en el libro), se basa en los detalles cotidianos, más sutiles, que nos hacen conocer la opresión de Gilead.
Es la diferencia entre mostrar la quema de judíos en los hornos o un plano con una montaña de enseres personales. He ahí el arte de las decisiones visuales y narrativas.
No hace falta ser tan evidente para transmitir el horror.
Huye, Serena
El personaje de Serena ha sido otro de los grandes aciertos de la segunda temporada. Me preguntaba un día por qué siendo Gilead un Estado patriarcal, donde a las mujeres ni se les permite leer, las villanas tenían sexo femenino.
Sin embargo, entendí que, a nivel narrativo, era el recurso perfecto para que la evolución de los personajes tuviera más fuerza.
Así ha sido.
El crecimiento psicológico de Serena, cada vez más consciente de que el Estado represor que ella ayudó a crear le ha arrebatado todo, ha posibilitado uno de los episodios más impecables de la segunda temporada: Smart Power (S02E09), donde Mrs Waterford viaja a Canadá y es víctima de las miradas de odio y desprecio, y podemos sentir en las entrañas sus remordimientos.
La escena en el ascensor con la niña preguntándole: «¿Eres una princesa?» ha sido uno de los momentos más estremecedores por su veracidad, y ha constituido una verdadera inflexión en el arco de transformación del personaje, mucho más emocionante en para mí que ver a Defred retorciéndose ante un inminente aborto.
¿Y la coherencia narrativa?
La única pega de la recta final es la última escena. Comprendo que la serie necesite una continuidad de cara a la tercera temporada, pero no es lógico que Defred rechace la ayuda para escapar cuando, desde Canadá, tendría más oportunidades para liberar a su hija que si se queda en Gilead.
Como siempre, la necesidad de estirar la historia pone en peligro la lógica de la narración.
Aun así, y pese a algunos desaciertos, la segunda temporada de El cuento de la criada posee algunas de las escenas televisivas más poderosas de este año y, sobre todo, un nivel interpretativo sobresaliente.
Respecto a los fallos, tengo la impresión de que las críticas recibidas van a ayudar a depurar el guion para continuar explorando un universo tan aterrador como fascinante.
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Cecilia, yo también pensé al principio lo mismo de la última escena, que desde Canadá tendría mas posibilidades de rescatar a su hija pero si te das cuenta su marido lleva años en Canadá y no ha podido hacer nada por su mujer ni por su hija…
Saludos!
17 julio 2018 | 11:05
Cecilia, estoy de acuerdo contigo, resulta difícil creer que en caliente tome una decición que sería lógica pero luego de mucho análisis. A favor diré que los últimos acontecimientos la han sorprendido y animado, encontrar hombres poderosos sensibilizados, las marzas unidas, etc, etc. No comparto la imagen y tu utilización de los judíos como imagen de mártires, quizás lo fueron alguna vez hace demasiados años, tantos que ya se les ha olvidado a ellos, salvo para victimizarse y esquivar su nuevo rol de victimarios, al menos como gobierno de israel ante otros pueblos más débiles. Las víctimas dilectas de la historia moderna, pero con políticas opresivas y criminales en el presente.
17 julio 2018 | 12:51
¿Que la segunda temporada ha conseguido mantener la calidad de la primera entrega? Perdona que te diga, pero no ha conseguido más que aburrir como mirar una ostra.
¿Dónde está la intriga, la desesperación, el odio que nos causa ver las injusticias que se cometen (y arremeten) contra las mujeres, el dinamismo (aun siendo una serie tranquila), de la primera temporada?
¿Qué hemos tenido en esta segunda temporada? Lentitud; planos fijos y silencios interminables; dialogos supuestamente profundos que no eran más que redundancias cual novela propia de escritoras como la de 50 sombras de Grey; rituales que, no siendo algo imaginado en la cabeza de la escritora, te sacan de la historia al no encajar en absoluto con lo visto en la primera temporada (véase el ritual del entierro de las 31 criadas)…
¿Y el capítulo final? Pues la verdad, ya podría haber sido el primero de la temporada; porque, hasta ahí, todo ha sido paja.
17 julio 2018 | 14:37
Para recurso fácil el eterno uso de los judíos como víctimas.
17 julio 2018 | 15:05
He visto las dos primeras temporadas de la serie por HBO. Sólo puedo decir que me parece una serie aburrida, con unos escenarios oscuros, lenta, infumable.
Me tragué la segunda temporada por si ocurría algo que mereciese la pena ya que la trama transcurría por un cauce de lo más lento e insípido.
Al final, cuando parece que la cosa va a ponerse interesante, le dan un giro preparando la siguiente temporada… que no creo que vea. Prefiero perder el tiempo en otras cosas.
17 julio 2018 | 17:39
Esta distopia es inverosímil , unos atentados islámicos consigue que estados unidos se convierta en país dictatorial en el que las mujeres incluso tengan menos derechos que en arabia saudi y en algunos países islámicos y eso pasa en un país que tiene 500 millones de armas con no menos de dos mil millones de balas en manos de sus ciudadanos y da la casualidad que se escuchan pocos tiro en contra con el añadido que el resto de los países democráticos del mundo se rascan la barriga viendo como pasa todo .
Han mezclado la esclavitud que todavía queda en algunos países islamismo sobre todo africanos , corea del norte , el apartheid que existió en sudafrica y el resultado es una estable dictadura casi sin oposición y parece que esto no afecta mucho a la economía de estados unidos , que supongo sigue teniendo sus millones de turistas cada año . pero si eres mujer a lo mejor entras pero no sales.
Lo dicho en este contexto esta distopia es muy inverosimil
17 julio 2018 | 22:20
Especialistas en eliminar comentarios que si va con lo inverosímil de esta novela distopica sin insultar a nadie.
Eso se llama censura innecesaria de alguien que no respeta el espíritu de Cicely (Alaska).
17 julio 2018 | 23:45
No pienso verla. No me ayudan estas aberraciones.
18 julio 2018 | 11:17