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Esculturas ‘matemáticas’ que engañan a los sentidos

Es un objeto de plástico rígido y es fácil imaginar que los pinchos redondeados son blandos como los de una anémona. Las esculturas cinéticas de John Edmark ponen de relieve lo poco fiables que pueden ser nuestros sentidos con respecto a la realidad. El cerebro humano siente debilidad por rellenar espacios vacíos para generar ilusiones ópticas o imaginar un movimiento vivo donde sólo hay una rotación rápida.

«Mientras el arte es a menudo un vehículo para la fantasía, mi trabajo es una invitación a profundizar más en nuestro mundo y descubrir cómo de asombroso puede ser». El diseñador, artista e inventor estadounidense, conocedor de que «el cambio es la única constante en la naturaleza», adora los patrones, las rotaciones y los giros de precisión matemática.

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Una escultura cinética impresa en 3D

De la oscuridad emerge la silueta humana iluminada, levantado una pierna y luego otra, adaptándose a las órbitas de un extraño objeto como hilado, parecido a una madeja, que no deja de girar. Después aparecen otros bailarines, que harán el mismo movimiento progresivamente, dejándose guiar por el primero.

Ballet #01 es una escultura cinética del artista japonés Akinori Goto que es capaz de maravillar al bregado espectador digital. Al estilo de la magia de bellezas pretéritas de la animación como el zoótropo o el todavía más antiguo fenaquitiscopio, la estructura muestra en bucle a una persona ejecutando un sencillo movimiento de ballet.

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Esculturas cinéticas que unen el arte y las matemáticas

'Blooming zoetrope' - John Edmark

‘Blooming zoetrope’ – John Edmark

«Si el cambio es la única constante en la naturaleza, está escrito en el lenguaje de la geometría«, dice John Edmark. Profesor de diseño en la Universidad de Stanford (California, EE UU), con sus «esculturas cinéticas y objetos transformables» explora patrones espaciales y busca la atención del espectador demostrando que las leyes físicas están llenas de «comportamientos sorprendentes».

Como artista en residencia de Autodesk —la multinacional líder del software en 3D— el diseñador ha creado una serie de «zoótropos de Fibonacci«, llamados así en honor de Leonardo de Pisa Fibonacci (c.1170- c.1250), uno de los matemáticos más sobresalientes de la edad media europea, introductor en el continente de los números indoarábigos: las figuras que empleamos hoy para representar los números.

Las piezas aunan el arte y las matemáticas de una manera natural y armónica. El autor bautiza a los zoótropos con el nombre del matemático porque para su diseño utiliza la sucesión de Fibonacci, una serie infinita de números naturales que comienza con el número 1, continúa repitiendo el 1 y sigue con la suma de las dos cifras anteriores (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377…). Lo asombroso de esta secuencia, que se sigue aplicando en computación y matemáticas, es que forma parte de los patrones biológicos. La sucesión corresponde a la configuración de las ramas de un árbol, el orden de las hojas en un tallo, en el romanescu o en la alcachofa.

Las separaciones entre los salientes son la clave para que se produzca el efecto. El diseño ciertamente sigue el patrón según el que crecen las plantas suculentas, las piñas o los girasoles. Realizadas con impresora 3D, las obras parecen crecer y retorcerse cuando se las hace girar a 550 revoluciones por minuto y se graba el proceso con una cámara con una alta velocidad de disparo.

«La velocidad de rotación está cuidadosamente sincronizada con el ritmo de imágenes por segundo para que un fotograma del vídeo sea captado cada vez que la escultura gira ~137.5º, el ángulo áureo», explica Edmark, que en el portal web Instructables detalla su proyecto y se ofrece a proporcionar los planos de las esculturas a quien esté interesado en imprimirlas en 3D.

Helena Celdrán

Animaciones con un torno de alfarería

Jim Le Fevre siente debilidad por los giradiscos como herramienta para crear movimiento. Tan sencillo como una superficie circular dando vueltas, el aparato lo ha inspirado para hacer experimentos basados en el zoótropo. El animador británico documenta el resultado en vídeo y llama a la revisión modernizada del añejo mecanismo decimonónico phonotrope (fonótropo).

Amigo de los ceramistas Alice Johnstone y Roop  (dúo creativo del estudio de cerámica inglés RAMP) desde los días en que estudiaban en la Escuela de Arte de Edimburgo, Le Fevre se vio tentado a probar suerte con en el torno de alfarería. «Era demasiado irresistible para ignorarlo», confiesa en su página web cuando habla de la heterodoxa colaboración.

Los tres artistas (con el director de documentales Mike Paterson) unen de manera sorprendente la cerámica y la animación. El vídeo —un encargo para el Crafts Council de Londres, una veterana escuela de artes y oficios— muestra a los autores en el estudio de cerámica, primero creando un cuenco y después diseñando los motivos pintados que producirán la ilusión de movimiento.

Una fila de esquemáticos abetos copados por pequeños círculos rojos oscilantes se convierten en un animado bosque atravesado por pájaros. El torno gira a la velocidad justa para que se pierda la sensación de estar mirando un objeto e introducir al espectador en la diminuta acción.

Helena Celdrán

Phonotropia - ceramics

‘Dinosaurios’ de la animación convertidos en gifs animados

Uno de los discos de fenaquistiscopio de Balzer convertidos en gif animado

Uno de los discos de fenaquistiscopio de Balzer convertidos en gif animado

Con el principio de la persistencia retiniana, el físico belga Joseph-Antoine Ferdinand Plateau aseguraba en 1829 que nuestro cerebro es capaz de retener una décima de segundo una imagen, de tal manera que si vemos una secuencia (un mínimo de 10 por segundo) cada una se une a la anterior formando una cadena que provoca una ilusión de movimiento.

Aunque la teoría ahora se cuestiona y los neurofísicos consideran que son las señales eléctricas procedentes de la retina las que mandan los estímulos al cerebro para que interprete el movimiento, el de Plateau es un razonamiento lógico que además va acompañado de un invento precursor de la animación creado por el científico en 1832: el fenaquistiscopio (del griego antiguo φενακιστής —impostor— y σκοπέω —mirar,examinar—).

Cada disco tenía entre 14 y 16 imágenes en orden, exhibiendo un progreso que, al girar con un pequeño mecanismo, mostraba a la figura en movimiento. Entre cada imagen progresiva había un ranura para asegurar que el espectador viera lo menos posible el fondo vacío.

Fenaquistiscopio

Fenaquistiscopio

El coleccionista Richard Balzer es un amante de estos primitivos ingenios y lleva más de 30 años ampliando su catálogo de fenaquistiscopios, taumatropos, zoótropos y otras creaciones —del siglo XIX y anteriores— que revelan el interés que siempre hemos tenido por ver cómo una imagen en dos dimensiones se mueve ante nuestros ojos.

Compartir los tesoros es, desde hace unos años, una necesidad para él. Los exhibe con orgullo en una página web, esperando despertar el interés por los artilugios y fomentar el conocimiento de la existencia de los dinosaurios en una la era digital que vivimos. El atractivo sin embargo no reside tanto en ver las piezas, sino en poder observar buena parte de ellas en movimiento gracias a gifs animados.

Para dinamizar la presentación de estas maravillas ante el espectador actual, ha creado recientemente The Richard Balzer Collection (La colección Richard Balzer), un microblog de Tumblr en el que exhibe sobre todo discos de fenaquistiscopios y tiras de zoótropos en todo su esplendor: rostros caricaturescos distorsionándose, arlequines bailando, demonios a los que les cortan la cabeza, caballos galopando, planetas y estellas fugaces rotando alrededor del sol… Una serie de microsecuencias tan añejas como atractivas, no libres de cierto grado de inocencia tétrica que las hace aún más encantadoras.

Helena Celdrán

The Richard Balzer Collection

The Richard Balzer Collection

The Richard Balzer Collection

The Richard Balzer Collection

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The Richard Balzer Collection

The Richard Balzer Collection

Máscaras mecánicas que se ríen del pasado

'Tends to Lash Out' - Rob Millard-Mendez

'Tends to Lash Out' - Rob Millard-Mendez

Rob Millard-Mendez es profesor de universidad y se nota. Su discurso académico está encorsetado por palabras pomposas e información compartimentada para su mejor comprensión.

Está acostumbrado a dar clase: «En estos trabajos quiero que el espectador piense quién tiene el poder de influenciar a quién y de qué manera. Hacerlo reaccionar de modo físico, visual e intelectual«. Me dan ganas de volver a tomar apuntes.

Si dejamos de lado las palabras, quedan las máscaras, de ojos huecos y expresión imborrable, pero encantadoras por los rústicos adornos propios de dibujos animados: un puño mecánico, mazas, orejas de conejo…

El artista estadounidense define sus esculturas como «juguetes grandes». Todas tienen elementos interactivos y eso las libra de ser una mamarrachada pretenciosa más, las convierte en un divertimento inmediato, en un ejercicio de ingenio.

Un zoótropo obsceno, muelles, bisagras, veletas, trampas para ratones.. . Elaboradas con madera, acero, pintura y poco más, en cada una hay mitología, ciencia, historia y arte popular.

 'Unfertility Mask'- Rob Millard-Mendez

'Unfertility Mask'- Rob Millard-Mendez

Millard-Mendez es originario de Lowell (Massachusetts), una ciudad de pasado industrial, reina de la manufactura textil en el siglo XIX. Esas ruinas de la tecnología decimonónica siempre alimentaron la imaginación del artista.

Además de revivir una mecánica desfasada, las creaciones sugieren una mezcla pintoresca entre la máscara africana, la expresión congelada de horror del personaje griego de una tragedia de Eurípides y algunos métodos de castigo medievales.

Chivatos y mujeres consideradas chismosas o rebeldes sufrían en la europa del siglo XII y XIII una tortura que combinaba dolor y humillación. Una mezcla de casco y máscara les cubría la cabeza y contaban con un hierro que se introducía en la boca e  inmovilizaba la lengua, a veces incluso dañándola. Algunos modelos tenían una campanilla que llamaba la atención para que el humillado no pasara desapercibido.

Las obras de Millard-Mendez parecen reirse del carácter trágico y del rito ancestral que pudieron contener las máscaras en la historia y  celebran a la vez la tecnología simple del pasado.

Helena Celdrán