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Los objetos surrealistas, humorísticos y perversos de Nancy Fouts

'Egg Birth' - Nancy Fouts - Foto: www.nancyfouts.com

‘Egg Birth’ – Nancy Fouts – Foto: www.nancyfouts.com

El de Nancy Fouts es un surrealismo que habría gustado a los fundadores y maestros del estilo: no cuesta enmarcarlo en los años veinte o treinta porque tiene calidad para sobrevivir a la comparación. Las balas rastreadoras de Fouts son las mismas que emplearon sus antepasados artísticos: el sinsentido poético de un objeto, la imagen como extraida de un sueño, surgida del subconsciente, de la angustia, de los deseos y miedos que nunca admitiremos tener.

No es una recién llegada. Nacida en los EE UU, vive en el Reino Unido desde los años sesenta. En la repetición en bucle que al final es Internet, la información curricular de cortapega dice que estudió en Londres en el Chelsea College of Art and Design y luego cofundó el estudio de diseño Shirt Sleeve Studio, que realizó encargos publicitarios para la Tate Gallery de Londres y también portadas de discos para bandas como Jethro Tull.

Mucho más revelador resulta un vídeo del colectivo artístico londinense Black Rat Projects, que se acerca a Fouts y a su arte visitando la vivienda de la artista. Aunque también pinta y crea los objetos necesarios para completar sus obras, en la casa del barrio de Camden abundan silenciosos revoltijos de piezas que ella debe unir para que se produzca la metamorfosis.

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Dominic Wilcox, inventos alocados, optimistas y naíf

Las orejeras que él mismo ha creado tienen dos tubos, uno —el azul— sale del oído derecho, rodea la cabeza y desemboca en el lado izquierdo. El rojo sale del oído izquierdo, también rodea la cabeza y tiene su salida en el lado derecho.

El inglés Dominic Wilcox inventa jugando, hace reflexiones que rozan el chiste y lo absurdo, pero que siempre despiertan la curiosidad. «Estaba pensando… Si sería extraño que los sonidos que oyeras en el lado derecho sonaran en la dirección contraria», dice explicando el extraño cachivache que lleva puesto. «Si llevara esto más a menudo… ¿Lo arreglaría mi cerebro? ¿Se volvería algo normal?».

No lo menciono en este blog por primera vez, ya me había referido a los brillantes diseños de relojes que había creado colocando a personajes sobre las agujas y cubriéndolos con una pequeña cúpula. Los inventos de Wilcox contienen diseño, arte, artesanía y tecnología. Hace auténticos revueltos de ideas, tiene recetas para darle la vuelta a lo convencional.

'Binaudios' - Dominic Wilcox

‘Binaudios’ – Dominic Wilcox

En su página web repleta de proyectos, enumera algunas creaciones recientes: «un par de zapatos con GPS incorporado para guiar al usuario a casa», unos «binaudios» —una modificación de los binoculares— que sirven para escuchar «los sonidos de una ciudad» y un pequeño coche que se conduce solo y está cubierto por una colorida vidriera. Todos tienen el sello alocado, optimista y algo naíf de Wilcox.

El director Liam Saint-Pierre se acerca al inventor-artista en un pequeño documental de poco menos de ocho minutos: The Reinvention of Normal (La reinvención de lo normal), un título tomado del libro del mismo nombre que Wilcox publicó en 2014 con dibujos y fotos de los objetos y proyectos que ocupan su mente.

En la pieza audiovisual con carácter de semblanza poética, Wilcox habla de sus objetos (un cepillo de dientes-maraca, un miniventilador a juego con la taza, para enfriar el té) e incluso sale pateando una pelota de fútbol… en la que hay una bolsa aislada para meter frutas y yogur y hacer batidos mientras se disputa el partido.

Hay también una breve entrevista con los padres, que se debaten entre definir las ideas de su hijo como locas o como imaginativas, pero aseguran sentirse orgullosos de que se salga de lo común. La narración está trufada de animaciones hechas con dibujos del creador, pequeños y simples, pero cautivadores por las historias que proponen.

Experimenta con materiales y usos ya existentes para «encontrar sorpresas» que no podría descubrir «con un bolígrafo o un ordenador». «Me he convencido a mí mismo de que, entre todo lo que nos rodea, hay cientos de ideas y conexiones esperando a ser encontradas. Sólo debemos mirar con suficiente empeño», dice el autor, que en el documental de Saint-Pierre aparece en una tienda escogiendo elementos que luego resultan unirse en un solo invento: un aparato para escuchar mejor a los pájaros en la naturaleza.

Por su expresión divertida, como siempre al borde de la sonrisa, a veces es complicado distinguir si habla en serio o no. El Mago de Oz y en particular los zapatos de Dorothy lo inspiraron para idear los zapatos con GPS, «que por lo menos te guían a casa» e indican el camino cuando quien los lleva junta los talones tres veces. Otras soluciones vienen dadas por el accidente, como la propuesta que da en caso de que derramemos la temida copa de vino tinto sobre una moqueta: basta con crear en el mismo tono rojizo y a partir de la mancha «una preciosa réplica de una ornamentada alfombra».

Helena Celdrán

Taza de té con ventilador incorporado - Dominic Wilcox. Foto: Pec studio

Taza de té con ventilador incorporado – Dominic Wilcox. Foto: Pec studio

'No Place like Home', zapatos con GPS de Dominic Wilcox

‘No Place like Home’, zapatos con GPS de Dominic Wilcox

Dominic Wilcox imagina unos zapatos para subir cuestas

Dominic Wilcox imagina unos zapatos para subir cuestas

Traje volador relleno de helio. Dibujo de Dominic Wilcox

Traje volador relleno de helio. Dibujo de Dominic Wilcox

‘Obsessionistas’, la historia de los coleccionistas y los objetos que atesoran

Algunos de los autobuses de Kate Farley - (Graham Powell - Obsessionistas)

Los autobuses de Kate Farley – (Graham Powell – Obsessionistas)

Kate Farley colecciona autobuses de juguete y no le vale cualquiera. Tienen que se rojos y de dos pisos, los clásicos autobuses de Londres que han dejado de ser vehículos públicos para convertirse en una institución.

Cuanto más gastados, más le gustan. No los cataloga, no presta atención al número de serie de cada ejemplar ni al valor económico. Comenzó en 1997 cuando se mudó de Birmingham a Londres y el transporte se volvió una constante en su rutina diaria. Ahora tiene 15 reproducciones, la última que adquirió fue un modelo que se fabricó con motivo de las olimpiadas este verano: «Es el único nuevo, incluso tiene caja. Con ese me sentí obligada».

 

Walkie-talkies de la colección de Eric Wrobbel

Walkie-talkies de la colección de Eric Wrobbel

Sarah Peel ve su colección de azucareros antiguos como una consecuencia de la afición de su madre por las gangas de los mercadillos. «No estoy obsesionada, pero sí enamorada», declara.

El famosísimo fotógrafo Martin Parr colecciona objetos con la cara de Osama Bin Laden, pero también los tiene con la cara de Margaret Thatcher, relojes en los que aparece Saddam Hussein y artículos relacionados como Obama: «Es la misma colección, pero en diferentes capítulos».

Obsessionistas es una página que reúne colecciones y coleccionistas, que desgrana la historia entre los objetos y las personas que los atesoran. «Lo que deciden coleccionar refleja sus valores y dice mucho de quiénes son. Creemos que en un mundo de yo también, de estilos de vida homogéneos, de productos y marcas. La individualidad se puede expresar, al menos en parte, a través de las obsesiones particulares», dicen Graham y Helen Powell, el matrimonio inglés que creó la web en abril de 2011.

En la galería de coleccionistas incluso se pueden trazar paralelismos entre ellos y lo que poseen: queda claro que quien colecciona broches tiene un perfil muy diferente del que reúne uniformes de azafatas. Los fundadores de la página la describen como una «web cultural» que explora el papel de una serie de objetos en la vida, la herencia compartida, la historia del diseño y la creatividad. Los entrevistados hablan de transistores, bolsas para el mareo, robots de cocina, pelotas saltarinas… La colección es una excusa para ahondar en experiencias vitales, cuestiones familiares, el trabajo, los amores y los odios. Después de la lectura, los objetos hablan por sí solos.

Helena Celdrán

Colección de planchas de Jay Raymonds

Colección de planchas de Jay Raymonds

Objetos de la colección de Bin Laden de Martin Parr

Objetos de la colección de Bin Laden de Martin Parr

Colección de mensajes de hotel de 'no molestar' de Edoardo Flores

Colección de mensajes de hotel de ‘no molestar’ de Edoardo Flores

Robots de cocina de Luiz Gustavo Miranda

Robots de cocina de Luiz Gustavo Miranda

Un nuevo ‘museo’ en un antiguo montacargas de Nueva York

El interior del museo

El interior del museo

¿Quién determina lo que se debe exponer al público? La pregunta se queda sin respuesta cuando se descubren lugares como Museum.

Lo llaman simplemente así, Museum, se inauguró en mayo de este año y está en la cabina de un antiguo montacargas. Unas pequeñas ventanas permiten ver el contenido de la pequeña sala a cualquier hora y día, pero los fines de semana está abierto y —si la visita es urgente— se puede pedir cita previa.

Escondido en Cortlandt Alley, un callejón de Nueva York entre las calles Franklin y White, en el Sur de Manhattan, el misterioso museo de origen desconocido alberga unas estanterías forradas con una superficie adhesiva aterciopelada. Sobre ellas descansan objetos vulgares, recogidos en los últimos 10 años en ciudades de todo el mundo.

Objetos de la colección permanente

Objetos de la colección permanente

Entre la que llaman colección permanente hay una bolsa de gusanitos con caracteres árabes, una antena de televisión casera, el zapato que un periodista iraquí le tiró al expresidente de los EE UU George W. Bush… Todo se cataloga y preserva con el mimo propio de un conservador. «El lugar tiene la intención de mostrar respeto por el día a día y expone la belleza, a menudo pasada por alto, de la vida real. Siempre hay belleza y magia en lo plebeyo«, dice en la página web el personal anónimo del centro.

En el colmo de la exquisitez, la sala-ascensor tiene incluso exposiciones temporales: hasta el 30 de junio hay una de tubos de pasta de dientes en varios idiomas, papeles encontrado en fotocopiadoras, etiquetas caseras y mal escritas de botes de comida, relojes rusos modificados a mano… Un collage ordenado como en la sala más respetable y numerado para poder seguir el recorrido con una audioguía, que detalla la historia sobre el origen de la pieza y cómo terminó en el museo.

Helena Celdrán