A Carlo le cortaron las orejas a tijeretazos para que pareciera más fiero. Una práctica muy habitual.

Sí, Ciudad Real es un punto caliente en maltrato animal. Lo asegura Pau en el texto que nos manda al periódico y que abajo tenéis reproducido íntegramente. Lo sé porque casualmente dos de mis mejores amigas son de Ciudad Real, lo sé por mi propia experiencia. Claro que ojalá fuera el único punto negro, el único lugar repleto de descartes de caza, de una concepción generalizada utilitarista de los animales, de apenas recursos para dar respuesta a maltratos y abandonos, de apenas conciencia animalista, de muy poco interés por adoptar y dar segundas oportunidades. No es así por desgracia. Son legión los lugares que hacen parecer la situación en Madrid, Bilbao, Barcelona o Gijón (por poner cuatro ejemplos) paraísos de protección y concienciación animal.

Os dejo el grito de auxilio de Ciudad Animal, una protectora de Ciudad Real en una situación muy semejante a la de los 300 troyanos. Un grito pidiendo visibilidad, pero también ayudas concretas.

¿Cómo podemos ayudarles?

• Dando a conocer el caso de Carlo, para que tenga cuanto antes una familia estupenda.
• Siendo voluntario o socio.
• Adoptando o apadrinando a alguno de sus animales (vale para el pequeño Carlo, si es que sobrevive). Contacto: ciudadanimal@gmail.com
• Dando a conocer el refugio y ayudando a difundir sus casos por Facebook. Aquí tenéis su página.
• Encontrando o solicitando para Ciudad Animal ayuda económica, material, logística, de relaciones públicas, etc.

Recordad que hay muchas formas de ayudar a una protectora. A esta de Ciudad Real y a cualquier otra de Toledo, Cuenca, Badajoz, Jaén, Salamanca…

Y ahora el grito:

No me queda más remedio que pedir ayuda a gritos. Porque si desfallecemos no va a cambiar la situación en España con respecto al maltrato animal.

Dejadme que os cuente la situación de Ciudad Animal, y en particular el caso de Carlo: un cachorro abandonado tras ser salvajemente mutilado. Le arrancaron las orejas a cuchillo, y obviamente se deduce que sin anestesia.

Pero lo más sorprendente de este acto es que es vergonzosamente común en España. Somos mundialmente conocidos por ahorcar galgos, abandonar animales desnutridos, atropellar infelices y ni siquiera mirar… Y no, España no es así, son unos cuantos. Lo que preocupa es la pasividad. Se denuncia, pero jamás se encontrará al culpable.

Carlo se debate ahora entre la vida y la muerte por parvovirus. No estaba vacunado, claro, y puede que finalmente el maltrato le gane la batalla.

Pero Ciudad Animal no tendrá más remedio que continuar la lucha, pues están en medio de una población mayoritariamente pasiva, en un pueblo de Ciudad Real: un punto caliente del maltrato animal.

Tienen un refugio donde albergan más de 200 perros, cuyas fotos ponen la piel de gallina. Además, hay varias decenas de animales que por su estado de salud están temporalmente en casas de personas anónimas, héroes, que dan su tiempo y su cariño para recuperar los casos más graves. Y no se pueden permitir el lujo de rechazar muchos casos. Porque allí no hay nadie más. Si no hubieran recogido a Carlo de la calle hubiera muerto de la infección en pocos días. Tampoco pueden negarle atención veterinaria a Alfred, un galgo que su dueño entregó cosido a mordiscos por no poder pagar el veterinario, o a Piscis, un precioso mestizo rubio atropellado y tirado en una cuneta con luxación de cadera, por no hablar de las cajas de cachorros que les dejan en la puerta con el cordón umbilical aún colgando.

Su situación no va a cambiar a su alrededor. Mientras las autoridades miren a otro lado, mientras no haya un control de la natalidad animal por parte de las instituciones (esterilizaciones gratuitas, control de cría ilegal, etc), mientras las multas por mutilar a un animal sean tan irrisorias, mientras no se haga un censo serio de los animales (donde haya que responder de dónde están los 5 podencos con los que cazabas el año pasado), mientras nada cambie, Ciudad Animal seguirá teniendo que atender casos espeluznantes día sí, día también. Y sin apenas ayudas oficiales, con unos gastos que superan en mucho los ingresos. Por ello, hacen falta ayudas a largo plazo.