Entradas etiquetadas como ‘pornografía’

Una biblioteca en línea de libros que conjugan el verbo pecar

Cuatro de los libros de la Wellcome Sexology Collection

Cuatro de los libros de la Wellcome Sexology Collection

Son libros que los padres solían guardar bajo llave y que hasta no hace mucho no dejaban consultar con libertad en las bibliotecas. Libros que conjugan el verbo pecar.

La Wellcome Collection —una heterodoxa organización inglesa dedicada al arte, la difusión del conocimiento y la organización de exposiciones— ha colgado centenares de miles de ilustraciones de uso libre, organiza un certamen de imágenes científicas de creciente prestigio [ediciónes de 2014 y 2015] y nunca ha ocultado el interés por la sexualidad.

Ahora, gracias al apoyo del Internet Archive, esa bella utopía que pretende garantizar el acceso universal a todo el conocimiento sea cual sea el soporte, pone a disposición de cualquier curioso la Wellcome Sexology Collection, una por ahora pequeña bibilioteca (va por los 56 ejemplares) que permite el acceso libre y la descarga de libros eróticos y pornográficos.

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Radiografía de Franz Kafka, la fiera que murió de hambre

Franz Kafka en 1884 (arriba izquierda), 1886 (arriba derecha), 1888 (abajo izquierda) y 1896 (abajo derecha)

Franz Kafka en 1884 (arriba izquierda), 1886 (arriba derecha), 1888 (abajo izquierda) y 1896 (abajo derecha)

Concedamos el merecido privilegio del axioma de partida sobre Franz Kafka al cazador de mariposas Vladimir Nabokov:

Es el escritor alemán más grande de nuestro tiempo. A su lado, poetas como Rilke o novelistas como Thomas Mann son enanos o santos de escayola.

Sin discutir ni una letra de las líneas anteriores ni pretender el irracional y jactancioso propósito de añadir otra cosa que una ofrenda personal, me entrego a la cosecha de brotes kafkianos apoyándome en el centenario de la publicación de Die Verwandlung (1815), que en español solemos conocer como La metamorfosis.

Sede de la compañía de seguros de Praga en la que trabajaba Kafka

Sede de la compañía de seguros de Praga en la que trabajaba Kafka

1. El mejor redactor de informes de seguros. Kafka (1883-1924), el primer escritor moderno, acaso el único que todavía merece ser considerado moderno, tuvo entre 1908 y 1922 un empleo donde le entregaban un sueldo que, según el mismo afirmaba, le alcanzaba para «pagar el pan». Fue empleado de la aseguradora italiana Assicurazioni Generali y luego redactor de informes en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales para el Reino de Bohemia.

Componía precisos memorandos —podemos imaginar cuan precisos— para que la compañía pagase o dejase de pagar indemnizaciones a trabajadores heridos en el ejercicio laboral.

Al final de la jornada, de ocho de la mañana a seis de la tarde, corría a casa de sus padres, cenaba frugalmente un apio y una zanahoria —era vegetariano— y dedicaba la noche entera a iluminar los caprichos de la tinta sobre el papel con las candelas de su mirada de golem con alma de hombre.

A veces sentía remordimientos por entregarse a una vida laboral adocenante, pero en ocasiones se mostraba indulgente y afirmaba que el trabajo libera al hombre «del sueño que lo deslumbra». Era incansable y nunca dejaba nada sin terminar o mal terminado.

"The Office Writings" - Franz Kafka Edited by Stanley Corngold, Jack Greenberg & Benno Wagner (Princeton University Press, 2008)

«The Office Writings» – Franz Kafka Edited by Stanley Corngold, Jack Greenberg & Benno Wagner (Princeton University Press, 2008)

2. ¿Inventor del casco de seguridad en el trabajo? Un libro publicado en inglés en 2008, Franz Kakfa: The Office Writings [se pueden leer extractos en Googlebooks], reunió por primera vez las prolijas evaluaciones que en horario de oficina caligrafiaba el menudo joven en cuyo interior, sin que ninguno de sus compañeros de trabajo lo sospechase, ardían todos los fuegos del infierno.

Kafka fue uno de los pioneros de la disciplina que hoy llamamos seguridad e higiene en el trabajo, que no estaba entonces regulada ni fiscalizada y que el empleado de la aseguradora consideraba necesario desarrollar para evitar los accidentes y las bajas.

La American Safety Society le concedió tres años seguidos (1910-1912) la medalla de oro por sus aportaciones a la especialidad y los desvelos que se tomaba para aconsejar medidas de protección para los obreros.

En una carta a uno de sus amigos, Kafka resumió con humor la tarea a la que se enfrentaba:

No tienes idea de lo ocupado que estoy… En los cuatro distritos que tengo a mi cargo (…) hay personas que caen de los andamios o dentro de las maquinarias… Es como si todos estuvieran borrachos, los tablones volcaran a la vez, los terraplenes se deslizaran y todo esté siempre patas arriba. Hasta las chicas de las fábricas de vajilla no dejan de volar escaleras abajo con montañas de loza… El dolor de cabeza por estos asuntos no me abandona.

En el libro Managin in the Next Society (2003), el analista Peter Drucker asegura que Kafka fue el inventor del casco rígido de seguridad para determinados oficios, pero nadie ha encontrado pruebas sobre la veracidad de la teoría.

De lo que sí ha quedado evidencia es que, de vez en cuando, el escritor redactaba artículos para el boletín de la aseguradora. Algunos —por ejemplo, una relación de indemnizaciones según el número de dedos mutilados— son dignos de aparecer en una antología de relatos.

Extracto de un artículo de Kafka sobre la prevención de accidentes en las máquinas cepilladoras de madera, 1909

Extracto de un artículo de Kafka sobre la prevención de accidentes en las máquinas cepilladoras de madera, 1909

3. «Ya no os como». Desde que cumplió 25 años, Kafka decidió no comer ningún tipo de carne animal o huevos de aves y sólo de vez en cuando se permitía unos sorbos de leche.

Durante una visita al acuario de Berlín se enfrentó a las peceras iluminadas y dijo en voz alta, hablando a los peces sin la menor afectación ni sentimentalismo:

Ahora al menos puedo miraros en paz. Ya no os como.

4. Freud, «un irremediable error». No encendía la calefacción en su dormitorio, solía mantener la ventana abierta, hacía media hora de gimnasia al día y, excepto en momentos de especial debilidad, nadaba desnudo unos kilómetros en el río varias veces por semana.

Era enclenque solamente en apariencia. Apenas dormía pero estaba habitado por una caldera que nadie apagaba. Nunca.

Algunas interpretaciones deducen que su obra literaria solo puede entenderse por el alma siempre calcinada del escritor —sus mejores amigos iban un poco más lejos y hablaban de «santidad»—.

Otros dicen que estaba colgado de mitos freudianos. Kafka se reiría de estos últimos. El psicoanálisis le parecía, según dejó escrito, «un irremediable error».

Ocho etapas de Kafka

Ocho etapas de Kafka

5. Deseo de ser indio. Algunos de los mejores relatos cortos de Kafka están relacionados con animales. Escribió sobre perros, ratones y caballos. Este texto se titula Deseo de ser indio:

Si pudiera ser un indio, ahora mismo, y sobre un caballo a todo galope, con el cuerpo inclinado y suspendido en el aire, estremeciéndome sobre el suelo oscilante, hasta dejar las espuelas, pues no tenía espuelas, hasta tirar las  riendas, pues no tenía riendas, y sólo viendo ante mí un paisaje como una pradera segada, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo.

El sosegado y eficaz redactor diurno de informes de accidentes laborales se convertía, en las garras del insomnio, en un feroz aullador.

El vegetarianismo, la calistenia que practicaba en desnudez ante la ventana abierta al abismo tembloroso de Praga, las brazadas en el río…, nada de aquella sanitaria agenda lograba apagar el horno que anidaba en el pecho.

6. Autómata insomne. En la madrugada, cuando el silencio era propicio, escribía con la voluntad de un lúcido autómata. A veces anota con orgullo la disposición metódica de las jornadas, repetidas en una sincronía de mareas oceánicas.

De 8.30 a 14.30 horas, trabajo de oficina en la aseguradora; regreso a casa; comida hasta las 15.30; siesta hasta las 19.30; gimnasia; acompañar a la familia durante la cena, en la que casi no probaba bocado y sólo picotea frutos secos; a las 23, comienzo de la jornada de escritura; dependiendo de la «fuerza, inspiración y suerte» puede terminar entre las 3 y las 6 de madrugada; algo más de gimnasia; a las 6, desayuno; a las 8, salida hacia la oficina…

Carta de Kafka a Felice Bauer

Carta de Kafka a Felice Bauer

7. ‘En el b.’. Además de relatos, bosquejos, divagaciones y cartas —dejó centenares—, redactaba la que acaso fue su obra más humana, los Diarios de los que en España podemos gozar gracias a una delicada edición de pertinente papel biblia y más de un millar de páginas.

Contienen legajos, cuadernos de viaje y anotaciones insomnes, circulares, absolutas, de engañosa sencillez

Los Diarios son las neurosis de K, el cotidiano fustigador de sí mismo: K yendo al prostíbulo con los amigos y escribiendo con ternura «en el b.», con una sola letra inicial para designar al burdel, como temiendo la curiosidad ajena; K. fustigando el insomnio y los sueños del insomnio; K. en los salones de teatro yiddish; K. en la correduría de accidentes laborales, comparando las arrugas en la frente del jefe con las arrugas de un billete; K. en el nocturno infierno del domicilio familiar; K. repensando los agotadores sueños, los cuellos de las señoritas, la estupidez de los amigos…

Una entrada al azar:

No puedo comprenderlo, ni siquiera creerlo. Solo de vez en cuando vivo dentro de una palabrita, en cuya matafonía (arriba, ‘stöst’, ‘empuje’), pierdo, por ejemplo, por un instante mi inútil cabeza. La primera y la última letra son el final de mi sentimiento, que es parecido al de un pez.

Otra:

La silueta de un hombre que, con los brazos alzados a medias y en posiciones distintas, se vuelve hacia una niebla densísima para penetrar en ella (…) Talmud: El que interrumpe su estudio para decir qué bello es ése árbol merece la muerte.

Una tercera:

Los descubrimientos se han impuesto al ser humano.

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¿Quién era John K., fotógrafo de mujeres desnudas sentadas sobre pasteles, pan, naranjas….?

John K. - From 'Sitting' (text by Eric Kroll)

John K. – From ‘Sitting’ (text by Eric Kroll) © Ampersand Gallery

Una mujer desnuda, de espaldas a la cámara y, he ahí la circunstancia diferencial, sentada sobre un pastel. Hay otras opciones: más nalgas de damas pero sobre un plato de pescado, vegetales, pan, gatos, una de esas alfombras con cabeza de oso polar incluída, una hogaza de pan…

La imagen es del libro Sitting, que es reciente pero ya va por la segunda edición [Ampersand Gallery and Fine Books, 64 páginas, 25 dólares]. El contenido es temático: fotos de mujeres con el culo al aire y colocadas, no sé si con placer o comodidad, encima de una gran variedad de objetos. No he logrado saber tampoco qué tipo de filia sustenta el subgénero fotográfico.

El autor de las fotos es un tal John K. Los editores no revelan ninguna de las opciones posibles para que hayan elegido limitar el apellido a la inicial K, que, coincidirán conmigo, añade al asunto un morbo kafkiano tanto o más enigmático como la pasión por las nalgas demoledoras. No nos dicen si esa es la firma usada por el artista, o si han decidido eliminar la identidad para vender mejor —una K huérfana sigue siendo un buen gancho comercial— .

Las fotos-fetiche son de entre finales de los años cincuenta y mediados de los setenta. Eso parece indicar la visión de las imágenes, la tonalidad del color, la escenografía, el atrezzo

John K. - From 'Sitting' (text by Eric Kroll)

John K. – From ‘Sitting’ (text by Eric Kroll) © Ampersand Gallery

Eric Kroll, coordinador del libro, afamado coleccionista de fotos fetichistas, propietario de una página web de contenido adulto y residente, ya lo habrán adivinado, en San Francisco (EE UU), la ciudad más fetish del mundo, es el dueño de las varios centenares de copias de mujeres desnudas sentadas encima de… retratadas por K. Las adquirió siguiendo el rastro de un anuncio que ofrecía la venta al mejor postor de «muebles antiguos y material porno vintage«.

Desde la editorial que publica la antología detallan que John K. trabajó como fotógrafo aficionado en Hollywood, murió sin herederos y que el municipio embargó con carácter póstumo y por impago de contribuciones su casa-estudio, en la avenida Hillcrest de Los Feliz, una de las ciudades del área metropolitana de Los Ángeles.

En un texto que escribe para Sitting, Kroll —autor también, por cierto, del libro Sex Objects: An American Photodocumentary (1977), donde retrató y entrevistó a trabajadoras del sexo— opina que las imágenes de John K. tenían para el fotógrafo un «propósito dual: mostrar y ocultar la sexualidad».

Aunque algunas fotos le parecen en ocasiones «extremadamente íntimas», Kroll tiene claro que no estamos ante obras pornográficas. «Si la definición de pornografía es la imaginería gratuita que se produce para vender, entonces John K. no era un pornógrafo aunque seguramente era consciente de que había una cierta inmoralidad en su trabajo».

John K. - From 'Sitting' (text by Eric Kroll) © Ampersand Gallery

John K. – From ‘Sitting’ (text by Eric Kroll) © Ampersand Gallery

Aunque una mujer desnuda sobre una barra de pan me parece una forma de irreverencia un tanto amanerada y naíf, tampoco le hago ascos a la idea de la comunión de las carnes y me gusta la leve y digna coquetería de las modelos de las fotos de John K.

Una selección de imágenes del fotógrafo que colocaba a sus modelos encima del menú se expone hasta el 13 de febrero en la galería Susanne Zander de Colonia (Alemania), especializada en imágenes anónimas o de perversidad misteriosa, es decir la única perversidad que vale la pena, ¿no creen?.

Jose Ángel González

John K. - From 'Sitting' (text by Eric Kroll) © Ampersand Gallery

John K. – From ‘Sitting’ (text by Eric Kroll) © Ampersand Gallery

John K. - From 'Sitting' (text by Eric Kroll) © Ampersand Gallery

John K. – From ‘Sitting’ (text by Eric Kroll) © Ampersand Gallery

Tres fotógrafos ‘pornográficos’

© Von Brandis

«Obscene Interiors» © Von Brandis

No siempre debemos confiar en la exactitud de los diccionarios. En ocasiones tienden al reduccionismo, son redactados con criterios democráticos —es decir, unidimensionales, para la mayoría, para la masa—, y dejan fuera lo distintivo, lo singular.

Para la Real Academia Española el sustantivo pornografía tiene tres acepciones:

  1. Carácter obsceno de obras literarias o artísticas.
  2. Obra literaria o artística de este carácter.
  3. Tratado acerca de la prostitución.

Si acudimos a la necesaria ampliación y buscamos en la misma fuente el adjetivo obsceno encontramos una sola definición:

  1. Impúdico, torpe, ofensivo al pudor. Hombre, poeta obsceno. Canción, pintura obscena.

El escritor francés Georges Bataille (1897-1962), fascinado por la crueldad, las orgías rituales, el indivisible matrimonio vida-muerte, el sacrificio y las experiencias límite de intoxicación sexual como forma de recepción sensorial ampliada, apuntó el motivo que justifica las acepciones beatas de lo pornográfico:

A muchos el universo les parece honrado; las gentes honestas tienen los ojos castrados. Por eso temen la obscenidad. No sienten ninguna angustia cuando oyen el grito del gallo ni cuando se pasean bajo un cielo estrellado. Cuando se entregan ‘a los placeres de la carne’ lo hacen a condición de que sean insípidos.

En la imagen que preside esta entrada el diseñador gráfico sudafricano Brandt Botes —que prefiere para sus proyectos más húmedos el nombre artístico de Von Brandis— se ha apropiado de una escena porno encontrada en alguno de los infinitos rincones calientes de internet para someterla a la mutilación de recortar a la pareja de amantes y dejar vacía la silueta explícita del coito.

El resultado del experimento, que es parte de la serie Obscene Interiors (Interiores obscenos), es una modalidad de censura —el verbo cortar que ejecuta Brandis ha sido el favorito tradicional de los inquisidores…—, pero abre las fotos a una nueva forma de pornografía, la imaginaria de cada espectador, libre para proyectar en los huecos blancos —el color más pornográfico junto con su complemento, el negro— aquello que sueñe, ansíe o busque: labios, carne, órganos sexuales, piel, fluidos, redención, espiritualidad…

Las siluetas dejan al aire y desnudan los escenarios —el tapete con los córvidos, las telas recargadas, los cortinajes obligadamente corridos (verbo que viene muy a cuento)—, apuntando que también en lo decorativo está lo pornográfico y que, como decía Bataille, el sacrificio —y de eso hablamos cuando hablamos de sexo— «no es otra cosa que la producción de objetos sagrados».

"Internet/Sex" © Noah Kalina

«Internet/Sex» © Noah Kalina

La opción del fotógrafo estadounidense Noah Kalina es mostrar los encuentros de sexo casual de un idealizado viajero solitario que se aloja en despersonalizadas habitaciones de moteles y entra en contacto con sus sucesivas parejas mediante las páginas de contactos de la red.

Pese a lo notorio —queda muy claro lo que sucede aquí— de la serie Internet/Sex, las largas exposiciones utilizadas por Kalina crean la ilusión de movimiento persistente y difuminan los rasgos de cada pareja. No es sin embargo el juego erótico lo que manda en las imágenes, sino la profunda soledad de los escenarios y sus pasajeros habitantes, que el fotógrafo enfatiza intercalando imágenes de ordenadores portátiles encendidos que dan a los ambientes una iluminación de morgue, de sala de autopsias.

 

Bataille, a quien me veo tentado a seguir citando, acentuó la relación entre erotismo («la aprobación de la vida hasta en la muerte») y tránsito funerario y sostuvo que el ser humano no tiene «la más mínima posibilidad de arrojar un poco de luz» sobre el terror pánico atávico al sexo «sin dominar antes lo que le aterroriza», es decir, la muerte.

Sea cual sea el tipo de erotismo con el que pretendemos redimirnos (el filósofo francés distinguía tres tipos: el de los cuerpos, el de los corazones y el sagrado), siempre buscamos acabar con el aislamiento que pademos.

© Yung Cheng Lin

© Yung Cheng Lin

El fotografo taiwanés Yung Cheng Lin podría ser acusado por los menos tolerantes —la correción ha creado monstruos que practican decapitación intelectual en el mundo civilizado con tanto rigor como otros criminales descabezan a rehenes en los desiertos— de cosificar a las mujeres y reseñarlas como juguetes eróticos y motivos de fantasía.

Advierto lo contrario en sus representaciones surreales e inocentes: una admisión del poder femenino en simbólicos encuentros sexuales donde el compañero de intercambio aparece bajo la forma de una rosa que atraviesa la gargante de la mujer, un plátano sostenido por el interior de los muslos por los que resbala una hoja, pinzas de colgar ropa que aprietan la piel de las axilas…

Termino esta breve presentación de tres fotógrafos que son también pornógrafos con otras tantas citas de maestro Bataille [PDF de su ensayo El erotismo] que pueden ayudar a entender como toda noción rigurosa sobre lo pornográfico, lo erótico o lo obsceno se disuelve cuando llega el momento de ponerse a jugar de común acuerdo en el infinito campo de batalla del sexo.

El beso es el inicio del canibalismo.

(…)

Toda la operación del erotismo tiene como fin alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta el punto del desfallecimiento (…) una disolución relativa del ser, tal como está constituido en el orden de la discontinuidad. Este término de disolución responde a la expresión corriente de vida disoluta, que se vincula con la actividad erótica. En el movimiento de disolución de los seres, al participante masculino le corresponde, en principio, un papel activo; la parte femenina es pasiva. Y es esencialmente la parte pasiva, femenina, la que es disuelta como ser constituido. Pero para un participante masculino la disolución de la parte pasiva sólo tiene un sentido: el de preparar una fusión en la que se mezclan dos seres que, en la situación extrema, llegan juntos al mismo punto de disolución. Toda la operación erótica tiene como principio una destrucción de la estructura de ser cerrado que es, en su estado normal, cada uno de los participantes del juego.

(…)

Los hombres se desconocen el el bien y se aman en el mal. El bien es la hipocresia. El mal es el amor. La inocencia es el amor del pecado.

Ánxel Grove

¿Quién demonios es Elmo Tide?

Elmo Tide

Elmo Tide

Del tipo que traigo esta semana a la sección Xpo todo se reduce a una pregunta:

¿Quién demonios es Elmo Tide?

Alguien capaz de hacer fotos como las suyas, lubricadas con grasa y niebla, manchadas de culpa y semen, tiene todo el derecho del mundo a ejercer el silencio.

No hace falta documento de identidad si fue Dios quien sopló sobre tus ojos.

«Soy el ojo de Dios», podría decir Elmo Tide.

Pero el espectador de sus fotos, afiebrado, caliente, desconcertado después de viajar en el ascensor del infierno, tiene todo el derecho del mundo a preguntarse:

Elmo Tide

Elmo Tide

¿Quién demonios es Elmo Tide?

Un blogger de la NPR (National Public Radio, en EE UU también hay medios públicos, aunque en Europa sigan sin enterarse) se hizo la pregunta que nos hacemos todos y decidió ponerse en contacto con Elmo Tide del único modo posible (no todos tenemos un perfil social con tantas membranas como un delta): escribiendo al correo electrónico que el fotógrafo anota en su perfil de Flickr.

El blogger recibió una respuesta negativa a la petición de entrevista formal, pero Elmo Tide se avino a contestar unas pocas preguntas por escrito. Transcribo y traduzco el intercambio:

Elmo Tide

Elmo Tide

¿Quién es Elmo Tide? ¿Por qué el misterio?
Elmo Tide vive en sombras evanescentes y se arrepiente.

¿Tienes sueños o pesadillas recurrentes? ¿Cómo son?
Elmo tenía sueños. Provocaron que la ira se hiciese pasión y el miedo fuese saludado como ironía. En los sueños se sentía superior y, en sus pensamientos eufóricos sobre la inmortalidad, temió perderse totalmente. Luchó con tubos de pegamento de miniaturas vacías de aviones hasta que despertar era tan imposible como terminar algo que nunca había empezado.

Elmo Tide

Elmo Tide

¿Trabajas tras un escritorio?
Un trabajo de escritorio es como una cirugía nasal o un aumento de pechos [juego de palabras con desk job, nose job, boob job], cuando no somos felices y nos escondemos tras la creación de otro. Hice una mesa muy pequeña con una caja de cerillas y cuatro palillos. La llevo en el bolsillo. Dentro de la mesa hay un tomo escrito en árabe clásico que no puedo leer.

¿Qué quieres ser cuando seas pequeño?
Cuando era pequeño quería crecer para ser joven. O quemarme.

Un buen pájaro, ya lo habrán notado. Que hable de sí mismo en tercera persona no es agradable. Es una desgracia gramatical que ejercen algunos novelistas y bastantes jefes de Estado dementes.

Que cambie a la primera persona en la última respuesta es un camino de esperanza: nos permite imaginar que hay algo de niño, de enredo, de leche tibia, en el alma que Elmo Tide nos hurta.

Elmo Tide

Elmo Tide

Pese a la información y dado el cariz errático de las respuestas, la pregunta sigue siendo la misma:

¿Quién demonios es Elmo Tide?

Lo que sabemos se puede enunciar sin tomar aliento: tiene una cuenta gratuita en Flickr desde junio de 1998, el avatar es una foto de un niño sano, rubio, sonriente. No ha creado sets, galerías u otras pendejadas de supuesta socialización.

Tampoco añade etiquetas o geo-etiquetas a las imágenes. Para el perfil del usuario medio de comportamiento compulsivo de Flickr, Elmo Tide es un místico: tiene 190 contactos (soy uno de ellos: me gusta la idea de estar en el santoral de los perversos) y apenas ha favoriteado 19 fotos (una de Henri Cartier-Bresson, otra de Dorothea Lange, dos de John McNab…).

Elmo Tide

Elmo Tide

Sólo ha subido a su stream dos tandas de imágenes: 46 fotos en junio de 2008 y otras 36 en agosto de 2010.

La obra conocida de Elmo Tide se reduce a esas escuetas 82 piezas. No hace falta gritar si eres el ojo de Dios.

Las fotos son, como los encefalogramas y el desatino, en blanco y negro, cargadas de grano, épicas en el sentido pantagruélico, torvas como si algo fuese a suceder tras el disparo, como si ese algo incumbiese al fotógrafo: quizá le partieron la cara, él se la partió a alguien, le ofrecieron una pizza de pepperoni, le escupieron, le llamaron «pendejo», «hijo mío», «hijo de la chingada»…

Algo ha sucedido, eso no estoy dispuesto a discutirlo. Es imposible que no haya sexo si dos están desnudos. La mirada también frota, acaricia, penetra… La mirada también es jugo.

Elmo Tide

Elmo Tide

Hay dos series de fotos en el mundo bronco y opaco de Elmo Tide (tiene dos cuentas más en Flickr, medio escondidas, para exponer las series por separado).

La primera colección está dedicada al VaVOOM, una combinación de lucha libre mexicana, burlesque y tinglado pornográfico.

La segunda, al festival Lucent L’Amour, una noche de parranda organizada por la pandilla de ravers renegados del DoLab de Los Angeles (California-EE UU).

Por aquí, máscaras, lipstick y jugo de ingles. Por allá, secuenciadores, metanfetamina y agua mineral.

Siempre formulo una pregunta tras recibir la coz inicial de una foto: ¿Publicarían esta foto en un periódico? Sólo si la respuesta es no -un no indudable, máximo, 100%-, decido que la foto puede venir a dormir a mi cuarto.

Las que prefiero de Elmo Tilde también han sido sometidas a la dictadura de mi capricho. De las publicadas en esta entrada me gustan todas, pero sólo las menos narrativas, las más fastasmáticas, tienen derecho a disponer de mi voluntad y poseerme.

He dejado intencionadamente para el final mi top three de este fotógrafo en sombras, este Señor Misterio enmascarado.

Elmo Tide

Elmo Tide

La pareja de bailarines tristes es todo tensión, incertidumbre. ¿Es él un gigoló o un wallflower que cambia un billete de tendollars por un slow fox? ¿La desafía con la mirada-navaja levemente dirigida a la boca de ella o se trata de un gesto teatral, argentino? ¿Tiene ella tantas arrugas como nos indica la mano-garra que podría utilizar de modo implacable en cualquier momento?

¿Qué le acaba de decir a él? ¿Aún no ha terminado de decírselo? ¿Es ella una wasp, una white american? Y aquellos dos del fondo, ¿están cotorreando de la que se traen nuestros bailarines?

¿Qué clase de schmerz presagia la escena? ¿Qué cable está a punto de romperse?

Elmo Tide

Elmo Tide

La segunda es una pieza de chatarrería urbana, un residuo.

¿Cuántas veces hemos visto a un homeless con un carrito de supermercado (el gran templo religioso de la sociedad de la diabetes y el colesterol), vagando, recolectando desperdicios para componer el único puzzle miserable con el que dejamos que algunos jueguen?

La foto Elmo Tide responde a la pregunta sustancial, la única pertinente: ¿de qué manera miramos al homeless?

Le vemos así: a la distancia prudente que impone el miedo, el asco; envuelto en la bruma de nuestro desentendimiento; de espaldas, caminando en sentido contrario, sin posible interesección.

Elmo Tide

Elmo Tide

Para acabar, el jinete crepuscular.

No voy a hablar de esta foto. Sólo recomendaré un ejercicio, una calistenia medular: pongan esta canción del moribundo Johnny Cash, miren la foto de Elmo Tide y recen porque su nombre no esté en la lista.

Entonces, ¿quién demonios es Elmo Tide?

Puedo responder a la cuestión complementaria:

¿Quién no es Elmo Tide?

No es un pamplinas, no se cree doctor honoris causa. No es un hijo de papá ni un experto en trabajar en capas y filtros de Photoshop y llamar a esa ordinariez de FP fotografía. No es un hijo del siglo, no sabe qué significa trendy, se atraganta con tus ídolos de mesilla de noche, dejaría a Bono en pelotas en una mesa de póker. No le gustaría irse de cañas con tu pandilla. No habla de sí mismo: se queda en silencio y espera. No tiene Twitter, es un hombre, no un apéndice.

Elmo Tide, demonios.

Ánxel Grove