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Un museo ‘on line’ para conservar los sonidos de los objetos que desaparecen

Si hablamos de extinción pensamos en animales, seres vivos, plantas, ciudades, o planetas perdidos en galaxias ignotas donde los agujeros negros tragan materia sin muestra alguna de misericordia cósmica. Pocas veces pensamos en los sonidos de las cosas, ondas que forman la parte expresiva de estos objetos, en las “vocecitas” de una grabadora, por ejemplo, o de un radiocasete, un teléfono con dial giratorio, el plano de una ciudad al arrugarse, el disparo de una polaroid spectre.

Polaroid Spectre. Wikimedia Commons.

Polaroid Spectre. Wikimedia Commons.

 

Estos «sonidos- voces-remilgos» de las cosas, que fueron comunes y que formaron parte de nuestras vidas pasadas, dejarán de existir, como el canto de un pájaro dodo o la pisada de un moa gigante. Las leyes del tiempo son igualitarias, y pronto morirán y nadie recordará cómo “hablaba” una máquina calculadora o un molinillo de café, una báscula o un bote metálico de leche.

El silencio será su epitafio, y el olvido su lápida.

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Dodo, la exuberante ilustradora olvidada de los años veinte

'Geldfragen' (1928)

‘Geldfragen’ (1928)

Ellas —espigadas, de dedos afilados como garras y finísima cejas— exhiben su desidia con trajes de noche y modernos tocados. Ellos —inexpresivos y cerúleos— suelen aparecer en un segundo plano luciendo esmoquin, monóculo y puro.

La berlinesa Dörte Clara Wolff (1907-1998) creó sus obras más famosas entre 1927 y 1930. Muchas eran comentarios sociales para la revista satírica Ulk que retratan a la alta sociedad de finales de los años veinte en la República de Weimar. Son una crónica del aburrimiento que reside en la diversión, de la bella insatisfacción que acarrea el lujo.

Carismática, atractiva, intensamente sentimental, de familia judía de clase media-alta, exitosa diseñadora de moda y de vestuario (creó trajes para Marlene Dietrich), habitual ilustradora de importantes revistas alemanas… Es extraño que la obra de Dodo (su nombre artístico) haya caído en el olvido durante tanto tiempo. Sencillamente desaparecieron las referencias a su arte, como si lo hubieran secuestrado. Hasta este año sus trabajos nunca se habían expuesto.

Dörte Clara Wolff (Dodo)

Dörte Clara Wolff (Dodo)

La primera retrospectiva de Dodo se celebró en la Kunstbibliothek (Biblioteca de arte) de Berlín, que pertenece a la red de museos de la ciudad, en marzo. Se exhibieron 120 obras de la artista que abarcaban su primera época relacionada con la moda, sus exuberantes ilustraciones caricaturescas de Weimar, los trabajos que realizó cuando se sometió a una terapia del por entonces incipiente psicoanálisis en 1933, encargos para revistas judías (las únicas en las que le permitían colaborar cuando llegaron los nazis al poder), ilustraciones realizadas en el exilio londinense…

Se la relaciona con la Nueva Objetividad (Neue Sachlichkeit) alemana a la que pertenecieron pintores como Otto Dix y Georg Grosz. El movimiento era contrario a los excesos del expresionismo y buscaba plasmar la realidad con una fuerte carga de interpretación personal que a la vez resultara sutil.

Pero la marea vanguardista del expresionismo avanzaba hacia la abstracción y no había lugar para realismos en una época tan violenta del siglo XX. Mi sensación es que Dodo no atendía a teorías artísticas y se movía por el impulso personal de capturar la esencia de lo que veía: el delicioso aburrimiento de observar los fuegos artificiales, el cansancio de beber siempre los mismos cócteles, la incomodidad resbaladiza del raso.

Helena Celdrán

'Feuerwerk' (1929)

‘Feuerwerk’ (1929)

'Wedding auf dem Dachgarten' (1929)

‘Wedding auf dem Dachgarten’ (1929)

'Der Windhund' (1929)

‘Der Windhund’ (1929)

'In der Loge' (1929)

‘In der Loge’ (1929)

Huesos de pollo para reproducir esqueletos de aves extintas

Reproducción de la extinta alca gigante de Islandia - Christy Rupp

Reproducción de la extinta alca gigante de Islandia - Christy Rupp

Las esculturas de Christy Rupp podrían ser inocentes reproducciones de pájaros extintos, un ejercicio de romanticismo para recrear la especie perdida. Pero hay algo más que un mero estudio en la obra de la artista estadounidense.

Lleva años denunciando que hemos creado una situación límite en el planeta, que tenemos la ilusión falsa de poder contrarrestar con tecnología el calentamiento global, la contaminación del agua y la pésima calidad del aire. «Cuando vemos el medio ambiente como un problema sociológico y solucionable mediante la tecnología, ignoramos que somos parte de un sistema con un equilibrio frágil«, dice.

La artista está especialmente concienciada con la calidad de la comida que consumimos: «Las industrias de comida hacen que en seis semanas un pollo pase del huevo a ser comida. Sólo hacen falta unos segundos para que un pájaro vivo se convierta en un producto envuelto en plástico y listo para cocinar».

Sus obras son un reflejo de la perversión alimenticia en la que vivimos. Rupp utiliza los huesos de pollo de estas explotaciones intensivas para crear sus esqueletos: «Son aves criadas como materia prima de los fast food, de la forma más barata y poco saludable en la que se puede tener a un animal. Los comemos junto con sus antibióticos, hormonas y pesticidas«.

Como resultado, la materia prima de las esculturas de dodos, moas neozelandeses y pájaros carpinteros reales  son huesos de pollo frágiles, procedentes de las sobras de las cadenas de comida rápida, que cierran el círculo de la irracionalidad humana con una nueva forma: la de un pájaro que no existirá nunca más.

Helena Celdrán