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Norman Bates vive en la terraza del MET

Una de los terrazas más seductoras de Nueva York, la del nunca alabado lo suficiente museo MET , en el número 1000 de la Quinta Avenida, está ocupada por una réplica de una de las construcciones que pueblan la pesadilla colectiva: la casa donde Norman Bates habitaba —solo aunque no en soledad, ya me entienden— en Psicosis, la película de 1960 de Alfred Hitchcock.

Desde el 19 de abril, la azotea, una de las más frecuentadas desde la primavera hasta el otoño por las espectaculares vistas sobre Central Park y la mutación lenta y sorprendente, pese a lo cíclico, de los tonos de los 20.000 árboles del parque, contiene una reproducción de la tenebrosa mansión victoriana de Bates, interpretado por el siempre torturado Anthony Perkins, que se empapó para la actuación de la vida y desmanes del asesino en serie Ed Gain, el carnicero de Plainfield, granjero en apariencia modelo que asesinó, despellejó y en algunos casos comió a varias decenas de personas en los años cincuenta —también profanaba tumbas, usaba un cinturón de pezones humanos curtidos y desayunaba un tazón de sopa muy nutritiva como tónico matinal—.

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Deliciosa comida caníbal

Self Indulgence - Noir Nouar

Self Indulgence - Noir Nouar

Exquisitez y repulsión. Parecen sensaciones opuestas, pero no son tan lejanas como cabría esperar.

Una tarta mofletuda se dispone a devorarse a sí misma. La porción que se dispone a engullir contiene su propio ojo. Junto a ella, un helado la mira contento y una diminuta camarera le ofrece un vaso de leche. La normalidad con que actuan todos en el absurdo escenario es la guinda del pastel.

La artista californiana Noir Nouar imagina patas de pollo doradas, coloridas tarrinas de helado, naranjas rebosantes de zumo, tostadas con mantequilla derretida. Luego convierte esa deliciosa comida en escenas demenciales protagonizadas por personajes de ojos saltones, coquetos y maliciosos.

El apetito se mezcla entonces con el miedo, la contradicción, el deseo sexual, el canibalismo, el amor, el sufrimiento, la seducción…

Noir Nouar se considera una amante de la animación, la comida y los objetos coleccionables, pero en su obra se adivina mucho más.

En esos retratos alegremente tétricos se entremezclan elementos propios de la publicidad más añeja, como los anuncios estadounidense de los años 50 y 60.

Fresh Ground Meat - Noir Nouar

Fresh Ground Meat - Noir Nouar

Ella misma acaba de iniciar un microblog de Tumblr dedicado a la recopilación de recortes antiguos de revistas con recetas y productos supuestamente atractivos. Allí se dan cita una colección de gelatinas espeluznantes de colores chillones y de rellenos salados que le sirven de inspiración en algunos de sus trabajos.

También se advierte un importante elemento de inspiración en otro elemento publicitario, esta vez internacional: las mascotas de tiendas y empresas alimentarias que se comen a sí mismas.

Causan furor por su sinsentido y hay gente que incluso las recopila en grupos en Flickr. ¿Quién no ha visto alguna vez marcas de empresas cárnicas que ilustran sus camiones con cerdos propios de dibujo animado, saboreando entusiasmados embutidos y chorizos de sus congéneres?

The Yellow Jello - Noir Nouar

The Yellow Jello - Noir Nouar

El aderezo ideal para esta mezcolanza de perversiones consumistas es la tradición popular japonesa del Kawaii (en japonés, bonito o encantador), que está de moda desde los años 70.

Se trata de crear mascotas, dotar a todo tipo de objetos de una cara adorable que inspire una ternura irresistible.  Los dulces son un objetivo fácil.

Estos cuadros absolutamente centrados en la comida, que tal vez reflejan la extraña relación de compulsividad y exceso que tenemos con la alimentación, son idóneos para reflexionar sobre las obsesiones.

Con esta combinación, las escenas de muerte y apetito de Noir Nouar juegan con el espectador a la broma macabra y al apetito, están entre la artificiosidad y la belleza de un acabado brillante como la grasa de un bollo industrial.

Helena Celdrán