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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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Juego de Tronos: el año del hype

4La dimensión que ha adquirido Juego de Tronos desde que se emite es indiscutible. Tanto que suele marcar la agenda personal de todos los que la vemos. Desde el «no digáis nada» en la oficina del trabajo, quedarse en casa la mañana del lunes para ver el episodio o hasta no entrar en Internet para no comerse spoilers hasta que ya sabes qué ha pasado en el capítulo de la semana. Aunque en esto último solemos ser muy poco hábiles. La culpa de todo, cómo no, la tiene el hype. Eso que no hay que creerse pero que nos atrapa irremediablemente. Y esta serie es la que mejor sabe despertarlo.

Las últimas semanas han sido las de más nervios para los seguidores de la serie. Tanto que todo lo anterior se exageraba y hasta querías que estuviese prohibido hablar del tema hasta saber lo ocurrido en el capítulo. Es la dictadura de los lunes, como he leído alguna vez, y cuya policía política son las webs de tele estadounidenses y portales como Tumblr. Porque son esas mismas las que te pueden reprimir con 200 spoilers en solo un minuto. 5

Pero, ¿por qué tanto nerviosismo con los últimos episodios? Pues porque cada final de capítulo ha sido de infarto. No recuerdo haber tenido antes tantas ganas de ver Juego de Tronos cada semana como este año. Los cinco últimos de los 10 emitidos en 2015 han sido un golpe directo al corazón. Lo que ocurría en algunas escenas era tan emocionante o dramático que era imposible no experimentar sensaciones de todo tipo.

1No quiero comentar mucho sobre lo ocurrido porque paso de caer en ser otro de esos medios que revientan una serie tan simbólica en ese aspecto. Pero sí he leído en otros sitios que ha sido la temporada más mala de lo que llevamos. ¿En serio? He debido ver otra. También se habla de que ha habido tramas que no han acabado de arrancar. Pues eso tampoco me parece mal.

La quinta entrega de la serie de HBO y Canal + nos ha permitido ver debilidad en personajes como Cersei; más apuros para Jon Snow o Daenerys; evolución y madurez en Arya o Sansa; redención en Theon o Jorah; además de la reinvención de Tyrion. Además, la mayoría de tramas han quedado abiertas. Hay cliffhangers de un año para otro. Incluso en el capítulo final, que solía ser una simple transición a la siguiente temporada. Incluso se ha hablado de que los capítulos 8 y 9 (sobre todo el primero) han sido los mejores de la historia de la serie. No veo el ‘gatillazo’.3

Al hype también ha contribuido que, por primera vez, haber leído los libros no te garantizaba saber todo lo que iba a pasar. La adaptación pura y dura de Canción de hielo y fuego ha dado paso a una reinvención que que puede gustar más o menos. Y es que no está el tema como para seguirle la pista a George R.R. Martin, que hasta se ha cansado de que le insistan y ha pedido que le dejen escribir en paz. Que a veces los fanboys son muy pesados.

2El próximo año deberíamos saber cuántas temporadas le restarán a la serie para terminar. Dudo mucho que lo haga a la vez que los libros de Martin, ya que necesitaría como poco 13 temporadas. Quizá llegue con suerte a la décima. Demanda de alargarla hay, y material también. David Benioff y D.B. Weiss ya saben cómo acaba la historia y han demostrado que pueden moldearla como quieran, que seguramente les saldrá bien. Sobre todo si nos hacen sufrir. Porque es imposible no pasarlo mal con Juego de Tronos. Aunque sea el mejor rato de la semana.

Me gusta este Juego

Admito que suelo ser uno de esos que se leen un libro conocido antes de que se estrene la peli. Sí, soy de esa especie tan odiosa que, creyendo que es su obligación, debe conocer mejor la historia que el resto antes de verla en una pantalla gigante.

Con las series me ha pasado lo contrario: he leído la historia después de ver la adaptación televisiva. Eso hice con Crematorio, la que fue, es y será la mejor ficción española de la historia, ya que leí el libro de Rafael Chirbes tras pasármelo genial con la adaptación que hicieron los hermanos Sánchez-Cabezudo. Y ahí lo dejo, porque si me pongo a hablar de José Sancho y el papel que hizo…

Volviendo al tema, hice igual con Canción de Hielo y Fuego, los libros de Juego de Tronos. Y hace unos tres meses acabé Tormenta de Espadas, el tercer libro de la saga y cuya primera parte hemos visto en la tercera temporada de la serie, que finalizó el domingo pasado en Estados Unidos. Y que, como era previsible, ha superado a las dos anteriores. O a mí, al menos, me gusta este Juego más que ningún otro.

A esto ha contribuido la consolidación como protagonista absoluta de Daenerys (Emilia Clarke), personaje preferido por todos, y a la que todo el mundo llama ‘madre’. Su presencia eclipsa al resto de una manera que no se veía desde que Messi retiró a Ronaldinho. Algo que, aunque ella disfruta porque cada vez le salen más admiradores, hace sufrir a otros.

Porque todos hemos sido en algún momento de nuestra vida Jorah Mormont. El pagafantas del mar Angosto no soporta la idea de quedarse sin la khaleesi, a la que quiere, ama, venera y desea. Pero todo esto no le sirve de nada, y sigue sin comerse una rosca. Y para rematar, van y se lo ponen más difícil (y ahí me quedo, para no spoilear). A Mormont hay que entenderle: yo tampoco querría que la ‘Madre de dragones’ fuese eso, mi madre. La querría como novia y mamá de mis hijos. Y quién no.

Jorah

Uno al que me gustaría ver en pantalla junto a Daenerys, aunque sea prácticamente imposible por el desarrollo de la historia, es a Ramsay Nieve. El papelón de Iwan Rheon es de los que jamás olvidas por todo lo que transmite sólo con sus ojos. Sólo necesita eso para dejarnos claro que es un psicópata, un sádico y un torturador que mete miedo en el cuerpo, ayudándose además de su sonrisa socarrona. Pero de esto sabe mucho más Theon Greyjoy.

El sufrimiento de Sansa, la odisea de Arya, el ‘choca esos cinco’ de Jaime Lannister, la tirante relación entre Lord Tywin y Tyrion, el amor cruel de Jon Nieve e Ygritte, la valentía de Samwell o las veleidades proxenetas de Margaery Tyrell han sido otros de los aspectos que merecen ser destacados de algunos personajes. Es decir, de los que quedan vivos, que a este paso vamos a acabar como el Congreso de los Diputados en los días previos a un puente: sin presencia humana.

Porque sí, en esta temporada, como en el libro, es en la que más personajes emblemáticos caen en desgracia. George RR Martin lo ha avisado siempre: no quiere ser predecible. Y hasta es capaz de generar una tristeza sin igual o una indignación exagerada, como pasó con la Boda Roja en el episodio 9 de esta temporada, y cuyas reacciones nos alegraron el Youtube recientemente. Y sí, repito: hay gente indignada con lo que ha pasado en una serie de ficción adaptada de un libro basado en un mundo de fantasía que recuerda a la Edad Media. Y hasta han escrito o han grabado vídeos sobre lo mal que les ha sentado una matanza ficticia. ¿Qué narices es eso? Anda que no tenemos donde elegir para indignarnos y preocuparnos. Y nos vamos a lo más trivial.

Para el año que viene queda lo mejor, y para los próximos la cosa parece que solo puede mejorar, ya que David Benioff y D.B. Weiss se están esforzando para que así sea. Y ya os aviso, desde mi experiencia privilegiada de haber leído tres de los libros. ¿Lo habéis pasado mal en esta temporada? Pues preparaos para lo que se avecina. El ‘Rosario de la Aurora’ que tanto mencionaba mi abuela cuando pasaba algo malo es una broma comparado con los capítulos de los años venideros.

Todo ello en medio de rumores de precuelas, parones de la serie, posibles reducciones de personajes, que el rodaje de la serie alcance a los libros ya publicados, o mi preferida de la retahíla: los que se empeñan en matar a RR Martin y están convencidos de que no acabará de escribir la historia. Pero, ¿por qué se va a morir? Sí, está obeso, es sedentario y no se priva de nada… Vale, igual hay razones para pensarlo, pero no tiene que ser así. El hombre sólo tiene 64 años, y hay que ser optimistas. Mientras se encuentre bien y acabe los libros, por mí como si le da al cochinillo en el desayuno, la merienda y la cena. Porque alguien que se inventa platos rarísimos para que se los coman sus personajes de fantasía, a dieta no se va a poner. Y menos aún porque se lo digan en el interné.

Un post dedicado a David Yagüe.