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Pedro nos manda al rincón de pensar… y se va

Mi primera reacción a la carta de Pedro Sánchez fue egoísta («Si te rindes, ganan los malos»). La segunda fue de miedo a los restos del franquismo que están saliendo envalentonados de la cueva donde se escondieron, por temor a la revancha que no hubo, tras la muerte del tirano.

Con la bandera de Franco. Miedo me dio.

Ahora, desde el rincón de pensar, al que Pedro mandó por cinco días a toda España, comprendo que, por pura depresión y hartazgo, no quiera seguir al frente de un país tan cainita. La situación es grave, aunque no desesperada.

Los sindicatos piden hoy a los ciudadanos que defiendan la Democracia.

El presidente Sánchez no sería el primero en dimitir por hartazgo. Ya lo hizo Adolfo Suárez en favor de Calvo Sotelo, justo antes del golpe militar fallido del 23F. No quería que la flamante y frágil Democracia española fuera un paréntesis… Y, antes que él, Figueras, presidente de I República, dimitió y se fue a Francia. Se le atribuye una declaración muy expresiva de su escapada: «Estoy hasta los cojones de todos nosotros».

En la puerta del PSOE

Por eso, mi tercera reacción es hoy de comprensión y agradecimiento hacia Pedro Sánchez por el aguante heroico, casi inhumano, que ha mostrado en estos años de pandemia mundial, guerra en Europa, conflicto catalán, calumnias, bulos y hasta volcán en La Palma. Si mañana decide dimitir, le seguiré queriendo igual, ya que le considero el menos malo y el más limpio de todos los líderes políticos españoles actuales. Aunque no es consuelo, otras democracias, como la de Estados Unidos, están peor que la nuestra.

El presidente Sánchez nos ha hecho parar y pensar durante cinco días… seguidos. Gracias él, España será mañana un país muy distinto, y creo que mejor, al de hoy. ¿Quién dijo miedo? Por el bien del país, para los sucesores eventuales de Pedro Sánchez (y del pobre Feijóo) sigo recomendando la «cordialidad proactiva» de mi amiga Montse Ventosa.

El martes volverá a salir el Sol. Le deseo al presidente Sánchez lo mejor para él y su familia.

Fantasmas del pasado: Federico Jíménez Losantos, José María Aznar y Pedro J. Ramírez.

La crisis actual comenzó el 11-M de 2004. Estos tres psicópatas lanzaron la siniestra teoría de la conspiración de ETA en la masacre de Atocha y deslegitimaron la victoria electoral de Zapatero. Desde entonces, no aceptan la alternancia, base de la Democracia. De aquellos polvos, estos lodos…

 

Mi amigo Crisanto, un hombre de la Transición

Anoche me tocó moderar un acto cargado de emoción, ciencia y tecnología (en este orden). Fue el homenaje a mi amigo Crisanto Plaza, presidente de honor del C@SI (Club de Amigos de la Sociedad de la Información) que él fundó hace 25 años. Crisanto fue clave en la fundación del semanario Cambio 16, en 1971. Le conocí el primer día que llegué a aquella redacción vacía, recién contratado como director ejecutivo del semanario que pretendía nada menos que acabar con la Dictadura franquista. Casi lo conseguimos.

Crisanto Plaza, un hombre bueno y sabio.

Muerto el tirano, Crisanto también fue clave en la modernización de la economía y la sociedad españolas. En mi casa pude ver en sus manos un folio, casi milagroso, lleno de garabatos que pronto nos ayudó a disfrutar de la Constitución del 78. En aquel folio, Crisanto había escrito tres palabras: «inflación, déficit y… ¡contraprestaciones!». Pronto, Adolfo Suárez, Fernando Abril Martorell, José Luis Leal, Blas Calzada, Joaquín Leguina, Felipe González, Manuel Fraga y Santiago Carrillo le pusieron música al folio que habían escrito José Luis Leal y Crisanto Plaza, con la bendición del profesor Fuentes Quintana. Allí estaba la esencia de los Pactos de la Moncloa: ajustar los desequilibrios económicos (vencer, sobre todo, la espiral de precios y salarios) a cambio de compensar a la sociedad con contraprestaciones en forma de escuelas, viviendas, sanidad pública, pensiones, etc. Sin aquel duro ajuste (aceptado por todos los líderes políticos recién elegidos en 1977), no hubiera sido posible acordar en paz la Constitución del 78, la más larga y próspera de la historia de España. Ahora todos se apuntan el tanto de ser los autores originales de los Pactos de la Moncloa. Está bien que presuman. Como un mindundi, yo estuve personalmente muy cerca de los auténticos autores: José Luis Leal, Blas Calzada, Fernando Abril Martorell y Crisanto Plaza. Doy fe.

Con Crisanto Plaza, José Luis Leal y Joaquín Leguina, antes de una cena/debate tradicional del C@SI.

Ponentes del acto de anoche en el Instituto de Ingeniería de España: José Luis Leal, Javier Nadal, Luis Camarena, Crisanto Plaza, Julio Linares y Carlos Mira.

Julio Linares, ex consejero delegado de Telefónica, y Javier Nadal, ex director general de Telecomunicaciones, fueron ponentes de lujo. Luis Camarena, sucesor de Crisanto en la presidencia de nuestro club, Carlos Mira, presidente de Arthur D.Litle y CEO de HALO Space, y José Luis Leal, ex ministro de Economia en el Gobierno de Suárez/Abril Martorell, glosaron con brillantez y cariño la vida y la obra de Crisanto Plaza, «un hombre de la Transición», ante un público entregado.

Miembros del Club que fundó Crisanto en el acto de ayer.

Gonzalo Bavé, un espontáneo del Club, saltó al escenario para leernos una loa en verso, con rima consonante, como su homenaje personal a Crisanto.

El espontáneo Gonzalo Bavé lee su loa a Crisanto.

Mi homenaje personal a Crisanto va a consistir en copiar y pegar, a continuación, las palabras que le dirigió anoche el ex ministro José Luis Leal,  jefe de Crisanto y mío en Castellana 3, en plena transición hacia la Democracia. Soy incapaz de mejorar su intervención.

CRISANTO PLAZA

por José Luis Leal

«No es una tarea fácil presentar a Crisanto y recordar lo mucho que ha contribuido a la modernización de España. Lo ha hecho a su manera, callada, incansable, lúcida y decidida. Además de un hombre sabio, Crisanto ha sido, y continúa siendo, un gran modernizador, preocupado siempre por la estrategia, por la consolidación de la sociedad civil, por el futuro de nuestro país, al que tanto ha contribuido con su buen hacer. Me centraré, parar abreviar, en tres momentos importantes de su vida…y de la nuestra.

El primero data de hace muchos años, de cuando le conocí en París en los inicios de la década de los años sesenta del pasado siglo. Ambos éramos estudiantes; Crisanto ampliaba estudios de economía en el ENSAE  (Escuela Nacional de Estadística y Economía Aplicada), una prestigiosa escuela superior especializada en econometría y que ha sido uno de los crisoles de la alta  administración económica de Francia. Vivíamos en la Ciudad Universitaria de París, donde Crisanto compartía habitación en el pabellón de Estados Unidos con un joven abogado norteamericano, Kiril, un hombre valiente que participó en las peligrosas marchas en los estados racistas del Sur de su país para protestar contra la discriminación de los negros.

Crisanto había conocido a un alto funcionario francés, Jean Simonet, que había participado en la liberación de París con las tropas del General Leclerc junto con los miles de españoles exiliados que se habían unido a ellas. Quizá fuera esto lo que le llevó a aceptar la propuesta que le hizo Crisanto de ayudar a los jóvenes españoles que no tenían acceso a los canales oficiales de becas para completar sus estudios en Francia por no formar parte del “establishment” franquista. El argumento básico era que la dictadura no sería eterna y que sería beneficioso para nuestros dos países el que algunos de los futuros cuadros de la democracia, cuando esta llegara, hubieran mejorado su formación y adquirido un buen conocimiento de la sociedad francesa. A este argumento se añadía la posibilidad de acceder a profesores que enseñaban en las universidades españolas, que no compartían las ideas del Régimen y que podían seleccionar y recomendar a alumnos brillantes, independientemente de sus inclinaciones políticas.

Jean Simonet encontró la financiación necesaria y se abrió un cupo adicional de becas, las llamadas “becas Simonet”, que beneficiaron a más de 100 estudiantes, entre los que se encontraban personas que tuvieron mucho que decir en la economía y la sociedad española en la Transición y después,  como es el caso de Juan Tomás de Salas, fundador de la revista Cambio 16, que tanto influyó en los tiempos iniciales de la democracia y en la que Crisanto colaboró desde su inicio, Joaquín Leguina, primer presidente de la Comunidad de Madrid, Carlos Romero, ministro de agricultura en el primer gobierno de Felipe González, Ana Cabré, actual directora del Centro de Estudios Demográficos de Cataluña, y muchos otros que han contribuido de manera significativa a la modernización de España.

El segundo momento tiene una fecha precisa: el 10 de septiembre de 1977. Enrique Fuentes Quintana, vicepresidente económico del primer gobierno de la democracia, me había propuesto la Dirección General de Política Económica, de nueva creación y esa fue la fecha a la que me incorporé a mi nuevo trabajo. Nombré inmediatamente subdirector de la Dirección a Crisanto pero nos encontramos con el problema de no tener donde comenzar nuestros trabajos pues la Dirección sólo figuraba en el papel. Afortunadamente nuestra eficaz secretaría encontró unos pisos vacíos en los que se había albergado la extinta Subsecretaría de Planificación, en la calle Orense, y allí nos instalamos el puñado de funcionarios que iniciamos la aventurara. El encargo que me hizo Enrique Fuentes, nada más llegar, fue el de redactar un programa de ajuste para la economía española, pues había que hacer frente a la inflación desbocada y al déficit de la balanza de pagos, entre otros problemas.

Crisanto insistió desde el principio en que había que evitar los ajustes “tecnocráticos” del FMI, que había que dar a nuestro país una esperanza en el futuro, que la democracia podía enfrentarse y solucionar los problemas que el franquismo no fue capaz de resolver.  Tomamos la precaución de contactar con dos amigos del Partido Socialista para explorar (sin decir para qué, pues teníamos el encargo de trabajar con la máxima discreción) los límites de lo que su partido podría aceptar si se planteaba una negociación. Pensábamos que el trabajo que se nos había encomendado debía ayudar a buscar un acuerdo lo más amplio posible entre los partidos y para ello eran fundamentales las llamadas contrapartidas al esfuerzo que había que pedir a los españoles. Y ese fue el germen del documento que sirvió de base, dos meses más tarde, a la firma de los Acuerdos de la Moncloa. Del reducido equipo que redactó la versión final del documento formó parte alguien al que muchos de vosotros conocisteis bien por formar parte de este Club, Blas Calzada, una personalidad inolvidable por su inteligencia y brillantez. El Club puede estar orgulloso de que, además de él, otros cuatro de sus miembros (Crisanto, Luis Escauriaza , José Antonio Martínez Soler y yo) participaran de una u otra forma en el documento que sirvió de base a un acontecimiento tan importante para nuestra democracia como fueron los Acuerdos de la Moncloa. La ausencia de tensiones sociales durante el tiempo que duró el ajuste permitió la redacción de una Constitución de concordia que ha sido decisiva para el progreso de España.

El tercer momento se sitúa en el núcleo de lo que este club representa y coincide con la entrada de Crisanto en Telefónica como director de estudios. Desde ese puesto impulsó dos aspectos fundamentales de la estrategia que hizo de esta compañía nuestra principal empresa multinacional: la expansión fuera de España, especialmente hacia Sudamérica, y la adaptación al auge de los teléfonos móviles. La mundialización de Telefónica distaba mucho de ser una obviedad en aquella época; se necesitaba la visión estratégica y de futuro a la que Crisanto tanto contribuyó. En cuanto a la telefonía móvil, conviene recordar la previsión de los grandes expertos del momento, que pensaban en un futuro de no más de un millón de abonados en todo el mundo. Crisanto, sin embargo, vio y predijo muy pronto que el crecimiento de la telefonía móvil iba a ser un fenómeno imparable a escala mundial, como así fue.

El pensamiento estratégico es algo fundamental a la hora de tomar decisiones en todas las sociedades y su ausencia puede comprometer el porvenir de cualquier industria o empresa. Para quien tenga dudas sobre ello es necesario recomendar la lectura del libro que escribió Crisanto, su “Ensayo sobre la regulación tecnológica” cuyo subtítulo reza:” la era digital en Europa”. En este libro Crisanto propone una revisión de la teoría económica en lo que concierne al tratamiento del capital y plantea algunos problemas básicos de la regulación tecnológica. Estaba bien situado para hacerlo desde su posición de miembro de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, de la que formó parte entre 2003 y 2011. En su libro, Crisanto es muy crítico sobre la manera en que Europa ha regulado el mercado de las telecomunicaciones, tristemente marcada por la ausencia de una visión coherente del futuro:  los criterios utilizados han sido más jurídicos que económicos y, puede añadirse, políticos de corto plazo. Estas cuestiones, y muchas otras, han sido tratadas en este club y no voy a extenderme sobre ellas: Crisanto y vosotros sois los protagonistas.

Las ideas y planteamientos de Crisanto han influido muy positivamente en estos tres momentos importantes de nuestra vida colectiva y lo han hecho también, y muy especialmente, en los veinticinco años de este club que hoy conmemoramos. Durante su ejemplar presidencia Crisanto ha sido capaz de fomentar la participación, de explorar nuevos horizontes, de abrir el club a nuevas ideas y planteamientos; en definitiva, de guiarlo y prepararlo para los nuevos tiempos.  Y entre todos habéis sido capaces de consolidarlo y convertirlo en una institución en un país, como el nuestro, poco dado a crear asociaciones y mantenerlas en el tiempo.

Hay muchos otros aspectos de la personalidad de Crisanto que merecerían un comentario y que van de su profundo conocimiento de la filosofía clásica y moderna a la demografía o la Historia en general y la de España en particular, como tantas veces hemos tenido ocasión de comprobar durante su presidencia. Pero la talla de un gran hombre – y Crisanto lo es – no termina con su aportación intelectual, con sus ideas y consejos. Para apreciarla hay que descender a la vida de todos los días, a su relación con los demás, a su humanidad en definitiva. Siempre he admirado la manera que tiene Crisanto de relacionarse con las personas, la forma de dirigirse hacia ellas, el respeto que siempre ha mostrado hacia el otro, cualquiera que sea su procedencia, edad o estatus. Me recuerda con ello la pintura de Velázquez, su tratamiento igualitario de reyes, mendigos y bufones, el realismo humanista de la gran tradición de la pintura española.

En los momentos de desánimo, cuando los valores en los que una sociedad se sustenta parecen resquebrajarse, es bueno volver a lo fundamental, a las relaciones que nos unen y hacen posible no solo la convivencia sino también la construcción del presente y del futuro de cualquier sociedad. En todo ello, en el análisis de los fundamentos en los que se basa el mundo tal como lo conocemos e interpretamos, en las ideas y actitudes que configuran el presente de nuestras sociedades y condicionan su futuro, haremos bien en escuchar a Crisanto pues su sabiduría puede servirnos de guía en este tiempo de incertidumbres y peligros. Lo digo desde el conocimiento que procura una vieja amistad. Muchas gracias.»

El creador del CNI impulsó la legalización del PCE

Hoy se cumplen 47 años de la legalización del Partido Comunista de España. Algunos almerienses lo hemos celebrado con el teniente general Andrés Cassinello, creador del SECED (luego CNI), ya que nuestro paisano impulsó dicha legalización con un documento histórico que entregó al presidente Adolfo Suárez el 6 de abril de 1977. Cassinello despachaba cada día, a las 9 de la mañana, con Suárez.

Contra cubierta del libro de memorias del teniente general Cassinello.

Cubierta del libro de Andrés Cassinello donde revela su documento para legalizar al PCE.

Anexo 1. Posibles ventajas de la legalización del PCE. Pag 264

Anexo 1. Pag 265

Anexo II. Ventajas que se derivarían de su no legalización. Pag. 266

Ernesto Villar, en»Los espías de Suárez», descubrió en 2016 el papel de Cassinello en favor de la legalización del PCE. Pag. 259

Mi paisano Andrés Cassinello, autor del Prólogo de mis memorias «La prensa libre no fue un regalo», fue valiente y coherente al proponer la legalización del Partido Comunista en aquellos momentos de turbación, tras el asesinato de los abogados de Atocha por pistoleros de la extrema derecha en enero de ese año. El entierro multitudinario de los laboralistas asesinados, profundamente silencioso y pacífico, fue una lección impresionante de los comunistas españoles que renunciaron a la violencia. Merecieron poder salir de la clandestinidad y competir legalmente en las primeras elecciones libres del 15J de 1977.

Andrés Cassinello asumió ciertos costes al defender su posición. Un grupo de militares compañeros de su promoción, contrarios a la legalización del PCE, quisieron acusarle ante un Tribunal de Honor. El entonces coronel Cassinello convocó a sus colegas a una cena en la Escuela de Estado Mayor. Aquella cena fue mano de santo y diluyó la idea que tenían de llevarle ante un Tribunal de Honor.

Con el teniente general Cassinello, poco antes de que hoy soplara la vela de su 97 cumpleaños.

De paso, hemos brindado por los 97 años que Andrés cumplirá el próximo 18 de abril y por los 94 años que Pepe Siles Artés ha cumplido el pasado 2 de abril.

Pepe Siles también sopló la vela de su 94 cumpleaños.

Triple fiesta que los transterrados de Almería a Madrid hemos disfrutado, como diría Giner de los Ríos, con el «santo sacramento de la conversación».

Los cinco almerienses en el restaurante El Marqués, donde tenemos fijada nuestra tradicional tertulia. Los jóvenes Antonio Abad y Antonio Cantón bajan la media de edad del grupo.

El menú del día de El Marqués se ha convertido hoy en un banquete espléndido. ¡Feliz cumpleaños, queridos Andrés y Pepe! Y gracias por el país en paz que habéis construido para las generaciones venideras, uniendo los viejos bandos que dividieron España.

 

«Valoramos la libertad, como el oxígeno, cuando nos falta»

Hoy me siento alguien. The Objective publica el texto de una entrevista grabada sobre mi vida y milagros. La transcripción escrita de lo que dije ante la cámara puede inducir a error. Quienes me conocen saben lo presumido que soy. Por eso puede sorprenderles que yo haya dicho que «en lo que más destaco es en la modestia, como sabes. Soy muy humilde». En cámara podréis notar la sonrisa y el gesto que acompaña a mi ironía, ya que de humilde no tengo nada. Pero una frase escrita, desprovista de la imagen, resulta ingrata por incompleta. Pido disculpas por haber hecho el payaso ante la cámara. Ahí va la transcripción de la entrevista y el enlace a la grabación, que recomiendo. Gracias, Javier, por acordarte de los viejos rockeros… y por haber leído mi libro de memorias «La prensa libre no fue un regalo».
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J.A. Martínez Soler: «La libertad, como el oxígeno, sólo la valoramos cuando nos falta»

El periodista almeriense ha fundado y cerrado periódicos. En consecuencia, ha vuelto a empezar muchas veces

J.A. Martínez Soler: «La libertad, como el oxígeno, sólo la valoramos cuando nos falta»
José Antonio Martínez Soler. | Carmen Suárez

Su hija Andrea tiene la culpa de que en plena pandemia de la covid comenzara a escribir sus memorias pensando en sus nietos, dejándole un libro en blanco en la puerta de casa. José Antonio Martínez Soler –también conocido como JAMS– ha vivido a salto de mata, con muchos sobresaltos, la profesión de periodista. El 2 de marzo de 1976, siendo director de la revista Doblón, fue secuestrado al salir de su casa en Las Matas (Madrid) para ser torturado e interrogado después, en la Sierra de Guadarrama, por un grupo de individuos –según todos los indicios, guardias civiles franquistas–, empeñados en saber la identidad de sus fuentes de información.

Conociéndole, este dramático episodio y otros más felices se los habría contado igual a sus nietos de palabra, pero escribir sobre su vida podría ser una buena terapia para combatir el confinamiento. Así nació La prensa libre no fue un regalo (Editorial Marcial Pons), un libro de más de quinientas páginas en las que cuenta en primera persona su dilatada trayectoria profesional, con algún ajuste de cuentas y muchas anécdotas, pero «sin acritud», como diría su buen amigo Felipe González.

De familia humilde, Martínez Soler nació en un barrio obrero de Almería en enero de 1947. Su padre, admirador de Nicolás Salmerón, presidente de la Primera República, le inculcó ideas socialdemócratas que todavía defiende. Como también defiende la Transición democrática, que ahora algunos tanto cuestionan.  «El miedo en ambas partes –afirma en sus memorias– nos hizo demócratas».

Reconoce el sacrificio y la generosidad de los líderes de entonces, pero critica las actuales posiciones de Felipe González y Alfonso Guerra, contrarios a las concesiones de Sánchez a los partidos independentistas.  «Creo que Felipe y Guerra están envejeciendo mal… Pedro Sánchez tenía que haber cautivado a estos dos viejos monstruos del socialismo para que no se pusieran en su contra», explica. En definitiva, darles algo más de cariño.

Casado con la periodista estadounidense Ana Westley (natural de Boston), Martínez Soler cuenta en esta entrevista de Fuera de micrófono que dejó los estudios de Arquitectura al no aprobar el dibujo, y que esa circunstancia le abocó a tener que buscarse la vida escribiendo donde podía. El periodista almeriense recuerda sus idas y venidas por el diario El País y su participación en la fundación de periódicos, revistas y programas de televisión. «Iba de fundación en fundación, como Santa Teresa de Jesús», afirma divertido. Aunque confiesa: «nunca he estado en ningún partido político y no lo estaré jamás, mientras sea periodista»; tampoco esconde sus afinidades y simpatías socialdemócratas.

PREGUNTA.- En tu libro de memorias, La prensa libre no fue un regalo, resumes una vida dedicada al periodismo. ¿Qué te llevó a escribir sobre tu pasado?

RESPUESTA.- Nunca pensé escribir mis memorias, porque yo en lo que más destaco es en la modestia, como sabes. Soy muy humilde. Me pilló por medio la covid, estaba en casa encerrado, con mi mujer, y mi hija nos traía la comida a la puerta. Durante el confinamiento, para no aburrirme, me puse a escribir para mi nieto. Mi hija, que es muy lista, me regaló un libro con las páginas en blanco y me dijo: escribe ahí tu vida para que la conozca tu nieto, porque creo que él debe conocer cómo fueron tus raíces. Empecé a escribir a mano sobre mi infancia, hasta que me cansé y me puse en el ordenador. Me salieron mil páginas. Mi mujer me dijo: «¡Estás loco! Quién va a querer leer mil páginas sobre tu vida». Así que le dije que las editara ella. Cogió un lápiz rojo, empezó a cortar y dejó el libro en quinientas.

P.- Que «la prensa libre no fue un regalo» lo sabes bien, porque lo sufriste en tus propias carnes.

R.- Es cierto, pero también lo sufrieron muchos más. No sólo yo. Algunos lo pagaron con su vida. Yo tuve mala suerte. Tras la muerte de Franco, en noviembre de 1975, yo estaba investigando la purga de mandos moderados en la Guardia Civil. En febrero de 1976 publiqué cuatro o cinco casos sueltos, gota a gota, en los que contaba que el general Campano, nombrado por Franco antes de morir, iba destinando a provincias, y sin mando, a guardias civiles importantes que eran demócratas moderados. A sospechosos de no ser franquistas. Aquello provocó una reacción que no me esperaba. Me cruzaron un coche al salir de mi casa, en Las Matas (Madrid), me sacaron del vehículo con metralletas y me llevaron a la sierra de Guadarrama. Me quemaron la cara y me estuvieron interrogando desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche. Luego supe que era un comando de la Guardia Civil especializado en este tipo de interrogatorios. Eran muy profesionales y todas las preguntas iban dirigidas a que confesara quién me había filtrado la información. Les dije que no lo sabía porque me llamaban por teléfono sin darme el nombre. A pesar de ello, me hicieron firmar un documento acusando al general Sáinz de Santamaría de haberme dado esa información. Le dije que no era verdad, pero con una metralleta en la espalda yo firmo todo lo que me digan.

«El poder se toma la revancha, como hizo Aznar conmigo»

P.- Las memorias sirven a veces para ajustar cuentas y justificar errores. En tus memorias ajustas cuentas con Aznar.

R.- Yo a los malos no los respeto para nada. Pero no tengo enemigos. Como dijo Narváez, el espadón de Loja (Granada), cuando el cura le preguntó, antes de morir, si perdonaba a sus enemigos. «Padre, yo no tengo enemigos: a unos los fusilé y a otros los ahorqué». En ese ten con ten se había quedado sin enemigos. Cuando criticas al poder, el poder se toma la revancha, como hizo Aznar conmigo, echándome de TVE después de entrevistarle como candidato a las elecciones de 1996. Ganó las elecciones por menos votos de los que él pensaba y me despidió de la tele. Estaba yo de corresponsal de TVE en Estados Unidos y no era un cargo político, sino laboral. Me sentó muy mal. Me dio la impresión de que era un hombre rencoroso. Le puse un pleito a la televisión del Gobierno, lo gané, y con el dinero de la indemnización pude comprarme un BMW grande, de segunda mano. Mis tres hijos me decían: «Este cochazo es de la época de Aznar«. Lo tomamos con sentido del humor. Yo creo que no he ajustado cuentas con nadie. Critico un poco a Juan Tomás de Salas porque me despidió de Cambio 16 de mala manera, con un poco de mala fe. Cuento sus luces y sombras. Y no tengo más enemigos… Bueno, otro que quiso quitarme el trabajo fue Miguel Boyer, el pobre, que le pidió a Jesús Polanco mi cabeza. Acabé yéndome de El País por tercera o cuarta vez.

José Antonio Martínez Soler. | Carmen Suárez

P.- Volviendo a tus inicios, hay que recordar que empezaste Arquitectura y, al no aprobar la asignatura de dibujo de primero, te buscaste la vida en el periodismo.

R.- La suerte me acompaña. Soy cobardica, pero tengo mucha suerte. Eso me ha permitido fundar muchas revistas, muchos periódicos y muchos programas de televisión. Me he divertido mucho. De alguna forma, yo tenía las espaldas cubiertas. Era un mantenido porque mi mujer, que nació en Boston, era corresponsal del New York Times y cobraba en dólares. Entonces, yo podía arriesgarme. Me iba de los sitios porque tenía a mi mujer detrás que mantenía a los niños. No soy ningún valiente, Javier, aunque he tenido mucha suerte.

José Antonio Martínez Soler, cuando dirigía y presentaba Buenos días, año 1986| Foto: Javier del Castillo.

P.- En las memorias cuentas que fuiste «de fundación en fundación, como Santa Teresa de Jesús».

R.- En lugar de conventos, fundaba medios de comunicación. Yo empecé en TVE haciendo de figurante, porque había hecho cine en Almería como extra. Entonces, conocí a Amestoy. Me pidió un artículo para la revista Don Quijote y después me contrataron. Hacía el ajuste de páginas, mientras estudiaba Periodismo. Estuve seis meses, pero sólo cobré el primero. Después, fui uno de los fundadores del periódico Nivel. Me contrató Manuel Martín Ferrand y conocí allí a gente muy buena. A Martín Ferrand le quise mucho. Era un tipo sensacional. Él era conservador y yo socialdemócrata, así que chocábamos de vez en cuando. No he estado en ningún partido, ni lo estaré jamás, mientras sea periodista. Aquel periódico sólo se publicó un día. Así que de ahí me fui a trabajar de documentalista a un programa de TVE que se llamó España siglo XX, cuyos guiones firmaba José María Pemán, el poeta de Franco. Era el negro de Pemán. Él corregía algunas cositas y ponía su nombre en letras grandes. Debajo, en letras pequeñitas, aparecía: Investigación y documentación, José Antonio Martínez Soler. Y yo tan orgulloso.

«No he sido nunca felipista, guerrista, ni maoísta del Niño Jesús»

P.- Lo primero que hiciste en TVE fue presentar un programa escolar, gracias a una recomendación de Adolfo Suárez.

R.- Era una especie de videoclub que se ofrecía a los colegios de los pueblos, y que se llamaba Televisión escolar. Era una prueba, que duró un año.  Yo había conocido a las secretarias de Adolfo Suárez, entonces uno de los jefes de producción en la Primera Cadena de TVE. Ellas me dijeron que estaban buscando una cara para presentar aquel programa y Suárez me dio una tarjeta para que se la entregaran a quienes hacían las pruebas. Hice la prueba con gente de más experiencia y, al finalizar, el realizador me dice: «¿Te habrás dado cuenta de que eres el peor de todos?». Me puse colorao y le dije que el problema era que estaba acostumbrado a las cámaras de cine, más pequeñas. Al final, me dijo que si en quince días perdía el acento de Almería el trabajo sería mío. Lo conseguí y fui presentador de Televisión escolar con 20 años.

P.- Volviste muchos años después a TVE, en los años 80, para hacer Telediarios y el programa matinal en TVE, Buenos días.  

R.- He tenido mucha suerte. Un día, cuando yo era director del TD1, estaba yo preparando las preguntas para una entrevista al ministro de Obras Pública, Julián Campo, sobre la Ley de Aguas, y me llamaron al control para decirme que el ministro no iba a llegar a tiempo. ¿Qué hacemos? Me bajé al estudio, me maquillaron corriendo y Manuel Campo Vidal Concha García Campoy me hicieron a mí las preguntas que había preparado para el ministro. Esa misma tarde, Ramón Colom me dijo que dónde había aprendido a hablar en televisión con tanta naturalidad. Le conté que había estado un año presentando Televisión escolar. Al poco tiempo, me llamó José María Calviño, el gran jefe, y me dijo si podría hacer el Buenos días, en la televisión matinal. Me fui una semana a Nueva York a copiar los matinales que se habían en EEUU. y los adapté al gusto español. Y el 13 de enero de 1986 había nacido una estrella.

P.- Recuerdo que dabas los buenos días en los cuatro idiomas que tenemos en España.

R.- Es verdad. Ahora me copian en el Parlamento. Yo saludaba todas las mañanas diciendo Buenos días, Bon dia, Bos días y Egun on. Excepto un día en que cambié el saludo. Me llamó a las dos de la mañana nuestro corresponsal en Ámsterdam anunciándome que se iniciaban relaciones diplomáticas de España con Israel. Cambié todo el programa y abrí el Buenos días diciendo Shalom, shalom, IsraelUn saludo, recordé, que se remontaba a hace quinientos años. Yo oí decir entonces: Buenos días, ShefaradEra emocionante. Se te ponían los pelos de punta. Dimos la exclusiva.

P.- TVE era la única cadena de televisión y esa circunstancia permitía alcanzar grandes audiencias, pero también incrementaba las presiones políticas.

R.- Yo he dirigido telediarios en el año 1985 y en los años 1993 y 1994. En dos etapas distintas. Los políticos siempre quieren manejar el monigote que sale en la tele. Es normal. Y el periodista tiene que oponerse y tratar de equilibrar esas presiones. Lo que se publica o se emite es la resultante de todas las presiones que llegan: del jefe, del amigo, del cuñado, del vecino, del político o del anunciante. Nosotros tratamos de hacer la resultante de todas esas presiones. Yo recibía llamadas del ministro portavoz o del líder de la oposición continuamente. Pero en el Buenos días ¿quién me iba a llamar a mí a las cuatro o a las cinco de la mañana? Todos estaban durmiendo. Yo era libre y hacía lo que me daba la gana. A posteriori, podían criticarme, pero ya daba igual. Era maravilloso. Éramos los más libres de España porque los jefes estaban durmiendo.

P.- ¿Por qué se cargaron el programa matinal, nada más llegar a la dirección general de RTVE Pilar Miró?

R.- Hay cosas que no se pueden contar. Yo no he sido nunca ni felipista, ni guerrista. Ni maoísta del Niño Jesús. He sido siempre independiente. Soy de centro izquierda porque mi padre era republicano salmeroniano. Fíjate, yo soy de Salmerón, de la Primera República. Y también de Indalecio Prieto, si quieres, socialista a fuer de liberal. Pero nunca he estado en ningún partido político, ni lo voy a estar. Porque me interesa ser libre. Mi corazón está un poco en el centro izquierda. ¿Qué ocurre? Pues que inmediatamente tratan de ponerte una etiqueta. Cuando Calviño me llamó para dirigir un Telediario, la gente decía: si le ha llamado Calviño, es que este es guerrista. Yo ni conocía a Guerra. No lo había visto en mi vida. Bueno, le conocí indirectamente cuando fui ayudante de Fernando Abril Martorell, vicepresidente del Gobierno con Suárez, y ellos dos negociaban la Constitución. Los padres de la Constitución de verdad son Alfonso Guerra y Fernando Abril Martorell. Ellos negociaban de madrugada y luego le decían a Felipe y a Suárez lo que habían aprobado. Las matronas de la Constitución fueron Abril Martorell y Guerra. Me decían que era guerrista, pero de guerrista nada.

P.- Te llevabas bien con Felipe González… Te mandó una carta cuando te secuestraron.

R.- Es verdad. La primera foto de Felipe González la publiqué yo en la revista Doblón. Le tapamos los ojos, porque era todavía ilegal. Cuando me secuestraron y torturaron, me mandó una carta muy cariñosa, firmando ya con el nombre de Felipe González. También me mandó otra carta Nicolás Franco, sobrino del dictador. Yo soy amigo de Nicolás Franco porque me salvó la revista. El día que murió el caudillo nos la secuestró la policía. La portada era un sello de correos, con la cara de Franco ampliada y un titular que decía Ha muerto. Nada más. Luego me enteré que el secuestro se debió a que habíamos ofendido a la viuda, Doña Carmen Polo de Franco, por decir que era «inteligente para los negocios». No pagaba los collares en las joyerías. Lo tengo confirmado. Le hicimos llegar una carta al entonces todavía príncipe Don Juan Carlos y por la tarde nos dieron permiso para repartir la revista. Yo le estaré siempre agradecido al rey Juan Carlos y a Nicolás Franco. Aunque el rey Juan Carlos nos salió luego un poco rana, hizo mucho por la democracia y salvó mi revista.

José Antonio Martínez Soler en un momento de la entrevista. | Carmen Suárez

P.- Después de tan larga trayectoria, ¿somos ahora más libres o menos libres que hace cuarenta años?

R.- Es una reflexión difícil. Depende. Está claro que España es un país democrático. Somos libres. La mayor libertad que yo he tenido, como periodista, fue desde la muerte de Franco hasta la aprobación de la Constitución, años 76, 77 y 78. Me sentía más libre porque los poderes antiguos de la dictadura no acababan de morir y los poderes nuevos de la democracia no acababan de nacer. No había unos poderes claros. Yo era entonces director de Doblón y publicábamos cosas increíbles. La clave de la Transición fue que los demócratas no sabían la fuerza que tenían los franquistas y viceversa. Y tenían miedo a volver a las andadas. En aquellos tres años he sido más libre que nunca. Nadie es objetivo; somos sujetos, no objetos.

«Los españoles perdonamos los pecados del amor, pero no los de robar»

P.- En la Transición conociste bien a Felipe González y a Alfonso Guerra. ¿Qué te parecen sus críticas a lo que está haciendo Pedro Sánchez?

R.- El Rey emérito, con el que he tenido una relación de afecto y de agradecimiento, ha envejecido mal. Constitucionalmente, lo ha hecho bien, pero la bragueta le fue mal y la cartera también. Los españoles perdonamos siempre los pecados de amor, pero los de robar no. Aunque no se ha probado todavía, todo el mundo sabe que ha habido un comportamiento no ejemplar del Rey emérito. ¿Qué pasa con Felipe y Guerra? Yo quiero a los dos, y les he votado muchas veces. Para mí, Felipe es un hombre imprescindible en la historia de España. Ha sido fundamental, como lo fue Suárez, como lo fue Carrillo, como lo fue incluso Fraga, Guerra o Abril Martorell.  Pero, cuando pierdes el poder -por vejez o porque te retiras-, no te acostumbras a que los guardias no se cuadren y den el taconazo, ni a que el coche oficial no te esté esperando en la puerta. No se acostumbran a que las nuevas generaciones no les pregunten. Felipe y Guerra están dolidos por eso. Pedro Sánchez tenía que haber cautivado a estos dos viejos monstruos del socialismo para que no se pusieran en contra. Tanto Guerra como Felipe están envejeciendo un poco mal. Han hecho mucho bueno por la democracia, pero ahora es tiempo de los jóvenes.

«Felipe González, Alfonso Guerra y el rey Juan Carlos I están envejeciendo mal»

P.- Pero ¿no crees que se están haciendo demasiadas concesiones por parte del presidente en funciones?

R.- Pero, ¿cuándo no se han hecho?

P.- Tendrá que haber algún límite.

R.- El que marque la ley. Yo soy demócrata y republicano. Por ese orden. Acepto la Constitución y apoyo al Rey, aunque soy republicano. Y la princesa Leonor me parece encantadora. El Rey es soberano, no como Franco que era caudillo por la gracia de Dios. Felipe VI es rey constitucional de España, por designio del pueblo. Envejecer es muy difícil. Yo me he buscado otra vida para no molestar a los jóvenes. Hay gente que envejece mal. Y creo que Felipe, Guerra y el rey Juan Carlos I están envejeciendo mal.

P.- En el libro dices que el miedo de unos y de otros nos hizo demócratas. ¿Qué está pasando ahora?

R.- Efectivamente. El miedo nos hizo demócratas porque, como te decía antes, ninguno bando sabía la fuerza del otro bando. El miedo fue fundamental, pero también la generosidad. Hubo un punto de generosidad. Miedo a no volver a las andadas y generosidad para perdonar a los asesinos del lado franquista y a los asesinos del lado republicano. En la guerra civil hubo asesinos en los dos lados, pero en la posguerra los asesinos estaban todos en el mismo lado: en el lado de la represión franquista y policial. Creo que la izquierda perdonó más, pero ambos perdonaron. Los jóvenes han nacido en libertad y la libertad, como el oxígeno, sólo la valoras cuando te falta. A mí me faltó durante muchos años y la valoro; que ahora no me la quiten. La libertad no fue un regalo, ni lo es ahora. Hay que estar alerta defendiendo permanentemente la libertad, porque un país libre siempre es un país mejor.

¿Soy anti español si voto al PSOE? ¡Sosegaos!

¿Soy anti español si voto al PSOE?

El eslogan maquiavélico y perverso “Sanchismo o España” de Feijóo, el derogador, (“que le vote el del bote”, digo yo) es enemigo de la España que construimos entre todos con la Constitución del 78. Dudo que alguien de la derecha me gane a patriotismo. Sin embargo, por sentirme socialista a fuer de liberal, la derecha dura me coloca en la anti España, junto a los heterodoxos de Menéndez Pelayo. Desentierran el hacha de la dos Españas. Ya veo por qué. Todo le vale y el fin justifica los medios. A algunos les resulta rentable la tierra quemada con tal de alcanzar el poder. A mí no. Y a muchos amigos y conocidos de derechas, tampoco. ¿Qué hacer?

Lo primero, escuchar a los que no piensan o juegan como yo. Si pierdo al tenis es porque he jugado peor que mi adversario. ¿Qué hice mal y qué hizo bien el vencedor?

Mensaje de Manuel Saco que hago mío.

El coste de pacificar la parte sediciosa de Cataluña, de arreglar los platos rotos por los separadores Rajoy y Aznar, antes de la declaración de independencia de los separatistas del Parlament, ha sido muy alto. Quizás no había alternativa, pero en el resto de España el acercamiento de Sánchez a ERC (quitar la sedición, reducir la malversación, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto en municipales y autonómicas. Lo entiendo. No hay mal que por bien no venga. Cataluña se separa hoy de España mucho menos que en tiempos de Rajoy.

No digamos el gran error de la Ley del “sí es sí” y el empecinamiento de Podemos para no remediar inmediatamente el desaguisado. Ahí creo que murió la coalición PSOE-Podemos. El PP tuvo el acierto genial de votar con el PSOE contra Ione Bellara e Irene Montero, dos nombres quemados y que serán disuasorios en cualquier lista electoral. Con el “sí es sí” acertó el PP y erró el PSOE.

A mi juicio, acierta el PSOE cuando vota con el PNV para cerrar el paso a Bildu en Álava, por ejemplo. Aunque el eslogan le fue muy rentable, a fuer de hipócrita, se equivocó el PP con eso de “que te vote Chapote”. Iba dirigido, con mala fe, a las tripas, no al cerebro ni al corazón de los españoles. Las emociones (y las tripas) son traicioneras. ¿Acaso no negoció Aznar con ETA a la que definió como Movimiento Vasco de Liberación y autorizó cientos de traslados de etarras al País Vasco? ¿A qué viene ahora eso de “que te vote Chapote” contra el partido que acabó, de verdad, con el terrorismo de ETA?

El PSOE acertó con sus medidas de fondo de carácter social (subida del salario mínimo, pensiones, reforma laboral, etc.). Muy oportuno el artículo sobre “¿Qué hicieron los romanos por nosotros?” Se equivocó al vender chuches de última hora (cine más barato, inter rail para jóvenes, etc.). Ir del brazo del populismo de Podemos (que critica a los empresarios con nombres y apellidos, que se emperra en dividir al feminismo con minucias de la ley Trans, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto para el PSOE. Dime con quien andas y te diré quien eres.

Para mí el error más gordo del PSOE es no haber sumado a los socialistas liberales que, aunque ya van rozando la ancianidad, adelantaron la civilización y cambiaron España durante 14 años: Felipe González no puede faltar en la foto con Pedro Sánchez. Y algo habrá que hacer para que Alfonso Guerra, artífice principal en la sombra de la Constitución del 78, junto con mi amigo y maestro Fernando Abril Martorell, no vuelva a recomendar nunca más que votemos en blanco.

Muchos vecinos de mi pueblo (Villanueva de la Cañada) nos seguimos queriendo después de votar al centro derecha o al centro izquierda, y me pregunto ¿qué les pasa a nuestros dos grandes líderes políticos emperrados en radicalizar y tirar de nosotros hacia los extremos?

Ni Feijóo es un narco ni Sánchez un etarra. ¿A qué esperamos para luchar decentemente por el centro? Y que gane el mejor. Tengo envidia por las grandes coaliciones derecha/izquierda que los alemanes hacen en caso de apuro. Imaginemos un debate en televisión sobre el futuro de la economía española entre las dos cabezas más singulares del PP y del PSOE, Luis Garicano (ex Ciudadanos) y Nadia Calviño (nº 2 del PSOE en el Gobierno). Sus márgenes de maniobra serían pequeños y sus discrepancias no tendrían nada que ver con las “gamarradas” de Cuca, la rabiosa monja alférez del PP, o los golpes bajos que MAR (Miguel Ángel Rodríguez, el Rasputín de Aznar y Ayuso) dirige, sin pudor, a las tripas de los españoles más ignorantes o apáticos.»¿Comunismo o libertad?» ¡Vamos, hombre!

Falta alguien como Adolfo Suárez, Felipe González, Fraga Iribarne o, incluso, Santiago Carrillo (padres de la Democracia) que les diga a los suyos, a voz en grito: ¡Sosegaos!

Amén.

 

 

Crisis y defensa del Estado del Bienestar

Joaquin Estefanía, uno de los mejores divulgadores económicos que conozco, nos ofrece hoy un análisis espléndido de la crisis del Estado del Bienestar en los países que lo disfrutaron desde el fin de la II guerra mundial.

Estefanía firma en la portada de El País de hoy. Un espléndido análisis, pero…

Soy fan de Estefanía, pero hoy peca de cierto pesimismo. Habla, sobre todo, (con gran erudición) de la crisis profunda que sufre el modelo socialdemócrata, que salvó al capitalismo desde el crack del 29 hasta la caída del muro de Berlín en 1989 y venció al fascismo y al comunismo. No le falta razón. El declive es cierto, y las razones que lo explican son claras en su análisis, pero las reacciones potentes en su defensa, también. Y eso le falta.

Análisis de Joaquín Estefanía, en la portada de Ideas, en El País de hoy.

Cientos de miles de ciudadanos se manifiestan hoy mismo en Madrid y ayer lo hicieron en París reclamando sanidad publica y jubilaciones dignas. El laborismo británico está en auge, enterrando a los conservadores matarifes del Estado del Bienestar. Donald Trump perdió las elecciones y Bolsonaro, también. Tanto Trump en EE.UU. como Bolsonaro en Brasil fracasaron en sus respectivos asaltos violentos a los pilares sus respectivas democracias, después de haber dejado el Estado del Bienestar hecho un guiñapo. Y el presidente Joe Biden prometió solemnemente hace unos días subir los impuestos a los más ricos para luchar contra la desigualdad rampante en EEUU donde «los multimillonarios pagan menos impuestos que un bombero o una enfermera». Por tanto, hay motivos para cierto optimismo, querido Joaquín. «Los males de la Democracia se curan con más Democracia» (no recuerdo al autor de esta frase). Amén.

Joaquín Estefanía (con barba), presentando mi libro («La prensa libre no fue un regalo») en el Ateneo, junto a Manuel Saco, autor del preámbulo.

Joaquín y yo hemos compartido años de trabajo, codo con codo, en El País y de lucha anti franquista, y hemos defendido con convicción el Estado del Bienestar desde los años de la ominosa Dictadura de Franco. Nunca faltaron en esos debates nuestros amigos Emilio Ontiveros e Iñaki Santillana, entre otros ilustres miembros del «circulo de Rascafría». A pesar de los pesares, lo que ha ocurrido en España desde entonces hasta hoy (pasamos de 1.500 a 30.000 dólares per capita) ha sido casi un milagro. La realidad, en ocasiones, parece increíble.
Sin embargo, por muy pesimista que nos parezca su análisis, vale la pena leerlo y subrayarlo. Lo recomiendo vivamente. Es una llamada de atención, casi de alarma, a los ciudadanos y a los líderes políticos para que espabilemos y no nos dejemos robar lo que queda en pie del Estado del Bienestar que tanto trabajo y sacrifico compartido nos costó construir. Y felicito a Pepa Bueno, directora de El País, por llevar este asunto a la portada. Ya era hora. Gracias.

Portada de mi libro (aun hay disponibles algunos ejemplares😀) en el que dedico un capítulo, cargado de ingenuidad y buena fe, a la construcción del Estado del Bienestar en tiempos de Adolfo Suárez y Abril Martorell.

El primer trabajo que Iñaki Santillana y yo hicimos en 1979 sobre el Estado de Bienestar (inexistente) en España («Informe sobre necesidades sociales básicas») me costó una cariñosa bronca de Fernando Abril Martorell, vicepresidente económico del Gobierno Suárez.
Copio y pego las páginas de mi libro de memorias sobre ese asunto:

Página 356

Página 357

Página 358

Página 359

Como colofón, no puedo evitar copiar y pegar (sin apenas rencor) un sabroso párrafo textual que Estefanía  nos regala del ex presidente José María Aznar, calificado de «hombrecillo insufrible» por su correligionario el canciller alemán Helmut Kohl. Es una pequeña joya del amigo español del ex presidente George W. Bush, con quien nos llevó a la invasión ilegal de Irak…, al trágico 11-M-2004 y a las mentiras de ETA y no Al Qaeda en el 11-M que le costaron al PP perder, con razón, las elecciones generales.

«Nuestro país quiso entrar en Europa, pronto hará cuatro décadas que lo logró, no solo en busca de las libertades perdidas en el franquismo, sino también para disponer del mismo sistema de protección social que los países más avanzados de nuestro entorno. Así fue en casi todos ellos, excepto en los que se oponían de hecho al Estado de bienestar por motivos ideológicos aunque lo defendiesen de palabra.

«En el año 1991, apenas un lustro después de la entrada de España en la Unión Europea, el líder de la derecha José María Aznar escribía: “Sólo aspiran a un resurgimiento del Estado de bienestar quienes siguen deseando ese modelo dirigista. ¿Merece entonces la pena hablar de Estado de bienestar? Es necesario hacerlo porque hay algo incuestionable: el Estado de bienestar es incompatible con la sociedad actual. Tenemos que tenerlo muy claro: el Estado de bienestar se ha hundido solo por su propia insuficiencia y anacronismo. Al llegar a este punto, es difícil evitar una sugerencia electoralista: ¿qué encubre el debate apropiado y mantenido por los socialistas sobre el Estado de bienestar? Un complejo de inferioridad” (Libertad y solidaridad, Planeta).

Reconozco que sobre «complejo de inferioridad», Aznar puede hablar con autoridad, por su propia experiencia. De eso, sabe.

Perdonar, siempre. Olvidar, nunca.

 

 

 

Abril-Leal: Camelot en Castellana,3

El libro del ex ministro de Economía, José Luis Leal, («Hacia a libertad») me ha abierto los ojos y me ha iluminado zonas claves de nuestra transición de la Dictadura a la Democracia. ¡Enhorabuena y gracias, José Luis!

Cubierta del libro de Leal

Si estoy convencido de que, a pesar de los pesares, hay nobleza y generosidad en la acción política es porque compartí (1978-1980) el sueño de Camelot en el palacete de Castellana, 3. Servir a los intereses generales de España, a las órdenes directas del ministro José Luis Leal e indirectas del vicepresidente Fernando Abril Martorell, marcó mi admiración y lealtad por aquel equipo reducido y eficaz que promovió y cumplió los Pactos de la Moncloa, imprescindibles para poder aprobar, con estabilidad socio económica, la Constitución más larga y provechosa de nuestra historia. Los demócratas le debemos mucho a esa pareja de patriotas.

José Luis Leal con su esposa Joseline y Fernando Abril Martorell.

Yo ganaba allí muy poco dinero, comparado con el sueldo anterior y posterior de redactor jefe de El País, pero nunca gané tanta felicidad por la satisfacción del deber cumplido al servicio de la Democracia. Era como hacer otra vez la «mili», pero de verdad. Una de las mejores etapas de mi vida.

En la planta baja de Castellana, 3, despachaba yo cada día con José Luis Leal, ministro de Economía, condiscípulo juvenil del rey emérito, luchador anti franquista, exiliado, doctor por la Sorbona, sabio entre los sabios y, sobre todo, poeta.

Leal estudió con el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón.

En ocasiones, también me tocaba asistir al vicepresidente Abril Martorell, que trabajaba, a cualquier hora del día o de la noche, en el primer piso, al que se accedía a trompicones por un viejo ascensor barroco que llamábamos «la bombonera». El primer día, me sorprendió que el despacho del ministro fuera más del doble de grande que el del vicepresidente, un político que valoraba más el contenido que el envoltorio de los muchos problemas que se echaba a sus anchas espaldas.

En el equipo de Abril-Leal había muy pocos funcionarios y procedían de todos los colores políticos. A nadie se le preguntó por su origen o sus afinidades ideológicas. Importaba la entrega a los ideales básicos de consolidar la Democracia y construir un país más justo y próspero. Esto que digo, en favor aquellos dirigentes generosos, eficaces y honestos, les parecerá cuento chino a muchos desencantados por la polarización y la corrupción política de nuestros días. La verdad, en ocasiones, parece increíble. Pero, lo crean o no, esa es mi verdad, vivida en primera persona y contaba con toda la honestidad de que soy capaz.

Al cabo de más de medio siglo de ejercicio del Periodismo, también he llegado a la conclusión de que, en situaciones graves y extraordinarias, la sociedad produce líderes extraordinarios. Lo queramos o no. Por eso, emergieron entonces personajes excepcionales, quizás irrepetibles, como Fernando Abril Martorell, José Luis Leal, Adolfo Suárez, Felipe González, Alfonso Guerra, Manuel Fraga, Santiago Carrillo, el teniente general Gutiérrez Mellado, el cardenal Tarancón y, naturalmente, sé por qué lo digo, el teniente general Andres Cassinello, el creador del CNI de Suárez. Fueron hombres capaces de actuar y llegar a acuerdos patrióticos cuando estábamos al borde del abismo. La izquierda y la derecha desconocían la fuerza del contrario y tenían miedo. Los vencedores de la guerra civil temían a la revancha violenta de los vencidos y los perdedores, a una nueva dictadura de los franquistas sin Franco. El miedo compartido (y algo de generosidad, no digo que no) nos hizo demócratas.

Ahora estoy disfrutando mucho con la lectura de las memorias de mi antiguo jefe, José Luis Leal, una figura demasiado modesta y que fue clave para llevar a buen puerto la Transición española. Aunque estuve en aquel Camelot, como el último de los becarios, desde el otoño del 78 al invierno del 80, el libro me aclara ahora muchos secretos, usos y costumbres de aquellos tiempos que yo solo sospechaba. El objetivo era no volver a las andadas de otra guerra civil. Quitar la razón al gran poeta Ángel González que nos decía: «La historia de España es como la morcilla de mi pueblo: se hace con sangre y se repite». Gracias a gigantes políticos, como los que he nombrado en el párrafo anterior, se equivocó el poeta. También se equivocaron mis colegas de la prensa extranjera que, al morir el tirano, volaron hacia España en busca de otra guerra fratricida. Era costumbre. Decepcionados, tuvieron que marcharse con sus plumas a otra parte.

El libro de José Luis Leal, editado por Turner, será presentado mañana lunes, 12 de diciembre, a las 19:00 h. en la Fundación Carlos de Amberes, calle Claudio Coello, 99, Madrid. No te lo pierdas.

En Claudio Coello, 99, a las 19:00 h del lunes 12 de diciembre, con Leguina y García Vargas, dos viejos amigos.

En mi libro de memorias, «La prensa libre no fue un regalo», he intentado describir y, a veces, explicar, torpe y brevemente, lo que hacíamos desde aquel antiguo palacete, algo versallesco y nada funcional, que había sido ocupado antes por Azaña, Carrero Blanco y Suárez.

Copio y peo, a continuación, algunas páginas de mi libro en las que me refiero, de pasada, a los trabajos de aquella Corte del rey Arturo en la que respirabamos el sueño de una España mejor, más libre y más justa que la que no deparó el tirano Francisco Franco durante su ominosa y cruel Dictadura de vencedores contra vencidos.

Abril-Leal. Pag. 354

Abril-Leal. Pag. 355

Abril-Leal. Pag 356

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Abril-Leal. Pag. 358

Abril-Leal. Pag. 359

Abril-Leal. Pag. 360

 

 

El tte. general Cassinello, aplaudido por muchas estrellas

El teniente general Cassinello presentó su libro rodeado de estrellas, no de Hollywood, sino de alta graduación militar. Pese al aforo limitado, asistieron al acto muchos generales, familiares del autor y almerienses.

Con Andrés Cassinello y su nieta Pilar Salas Cassinello, recién llegada de Miami para la ocasión.

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Artículo publicado en La Voz de Almería el 9 de octubre del 2022

Publicado en La Voz de Almería el 9 de octubre de 2022

Copio y pego, a continuación, el mismo artículo en Word.

Almería … quién te viera (28)

El teniente general Cassinello, aplaudido por muchas estrellas

J. A. Martínez Soler

No pude contarlas, pero entre el público que abarrotó el auditorio Gutiérrez Mellado de la UNED en Madrid había muchas estrellas, no de Hollywood sino de alta graduación militar. Discípulos, familiares y paisanos almerienses aplaudimos, con razón, a un hombre clave en la Transición de la Dictadura a la Democracia y en la lucha exitosa contra ETA.

Todos los demócratas estamos en deuda con el tte. general Cassinello, el inventor del embrión del actual CNI cuando estuvo a las órdenes del presidente Adolfo Suárez. Con inteligencia y gracia, nuestro paisano presentó el martes pasado su quinto libro y, para mí, el más importante: “La huella que deja el tiempo al pasar. (Memorias de tiempos difíciles)”.

Dos historiadores (Roberto Muñoz y Carlos Navajas) glosaron su obra monumental, no por su tamaño sino por su enjundia. Ya sabemos que los jefes de Inteligencia suelen guardar muchos secretos en el tintero. Aún así, Andrés Cassinello, de 95 años, maestro de espías al servicio primero de la Dictadura y luego de la Democracia, cuenta muchas cosas memorables en sus memorias. No cuenta solo el qué de lo que nos ocurrió sino, sobre todo, el por qué. Y lo hace con buena pluma, literatura de la buena.

Yo tuve el privilegio de leer sus borradores. A cambio, él leyó y editó generosamente los míos de “La prensa libre no fue un regalo”. Ojo por ojo, libro por libro. Ahora he leído su obra que me ha dedicado con “todo cariño”. En nuestras tertulias madrileñas de almerienses transterrados, siempre me sorprendió la agudeza y profundidad en sus análisis de fenómenos tan complejos como el nacionalismo y el terrorismo. También sobre el final de la Dictadura de Franco que él llama “el desmoronamiento galopante del régimen franquista” por vía pacífica.

Ya lo dijo su maestro y amigo, el tte. general Sáenz de Santa María, figura clave contra el golpe del 23-F y en la desarticulación de comandos de ETA: “Este Cassinello es un genio”. Pues, sí. Ayer lo volvimos a comprobar en la defensa que hizo de sus memorias. Sus respuestas arrancaron aplausos espontáneos y sonrisas del público. Su esposa, Pilar, también almeriense, nos dio una clave: “Cuando Andrés aprendió inglés, lo enviaron a estudiar a Alemania y a Estados Unidos. Eso le abrió las puertas del mundo”.

1977 fue el año clave para los españoles y para nuestro tte. general: legalizar el PCE, tras su informe favorable al presidente Suárez, los pactos de la Moncloa, las elecciones del 15-J, el regreso de Tarradellas, a quien visitó en el exilio, la pluralidad de las Fuerzas Armadas, no monolíticas, la incertidumbre, la indefinición del proceso de Transición hacia la “ruptura pactada”, la debilidad y el miedo a volver a las andadas en ambos bandos. En noviembre de 1978, Cassinello detuvo personalmente al tte. coronel Tejero e impidió que llevara a cabo el golpe de la operación Galaxia contra el gobierno de Suárez. También avisó al CNI de que Tejero tramaba algo poco antes del golpe del 23-F. No le hicieron mucho caso. La noche del frustrado golpe de Estado la pasó al teléfono con todas las capitanías generales. La de Miláns del Bosch, con los tanques por las calles de Valencia, fue la única que no respondía a sus llamadas. Entonces, a través del telefonista, envió este mensaje claro y cuartelero: “Dígale al coronel Quintiliano que, si no me llama, mañana me presentaré en Valencia y le cortaré los huevos”. Solo así aquel presunto golpista respondió a su llamada.

Según él, el 23-F fue cosa de Tejero, Armada, Miláns y cuatro más. Estaban solos, con una vanidad excesiva. Excepto la de Valencia, las capitanías generales no estaban involucradas en el golpe de Estado. Ni siquiera Campano, el más feroz de los franquistas, hizo nada desde la capitanía general de Valladolid. El de Sevilla se encerró con una botella de ginebra y el de Granada se quedó quieto en Guadix. Nadie les siguió.

Defendió el papel del rey Juan Carlos durante el golpe. No dejó entrar al general Armada en la Zarzuela. “¿Por qué tardó tanto el Rey en dar su mensaje”, le preguntaron? Respondió: “En Televisión Española había un escuadrón de caballería sublevado. Hasta que yo no comuniqué que los sublevados ya se habían oído de TVE, Picatoste no pudo emitir el mensaje del Rey”. Citó entonces una frase que le dijo su maestro y jefe, el tte. general Gutiérrez Mellado: “Sublevarse es muy difícil. Lo sé porque yo lo hice”.

Cassinello nos recordó, no sin amargura, cuando iba él solo a los entierros de los asesinados por ETA en el País Vasco. “Hay que ver lo que aguantamos”. Luego acudieron más autoridades. “No me dejaban tocar el himno nacional, mientras los etarras iban cubiertos en las iglesias con el hacha y la serpiente de ETA”.

Más de una vez le oí decir que no basta con la caridad, también debe actuar el Estado. Y recuerdo otra frase que dijo a sus colegas militares: “La patria también es la Seguridad Social”. Nos descubrió la inspiración que recibió de la obra de Francesc Cambó para acabar con la Dictadura del general Primo de Rivera, concordando el futuro mediante “una solución política que no satisfaga a todos pero que sea soportable”.

Desde el primer capítulo, nuestro paisano descubre un nivel moral que te reconcilia con la condición humana. Su padre José y su tío Andrés fueron asesinados al estallar la fuera civil. (Mi padre, Pepe el del Cemento, teniente republicano, había sido, por cierto, empleado de su tío). De niño, Cassinello tuvo que cambiar su nombre por el de Andrés Pérez para poder ir al colegio Ferrer Guardia.

Y escribe: “Mi compañero de banca, mi amigo para toda la vida, era pepe Fornovi, cuyo padre acababa de ser fusilado por las tropas de Franco que a mí me liberaron. Podría contar su historia. Igual a la mía, pero desde el oro lado del espejo, porque a su padre lo condenaron a muerte y le fusilaron los míos en el verano del 1939, mientras yo me ufanaba con la victoria. (…) Me confesó que a uno de sus hijos le había puesto de nombre Andrés en recuerdo de nuestra amistad juvenil. (…) Esa amistad me ha acompañado toda la vida y me enseñó, desde aquel lejano 1940, que es posible la convivencia y el entendimiento entre tantas historias desgarradas, vividas por los españoles por mitades. La paz ha de ser obra de dos y solo es cierta por la elección libre de ambos. La paz de uno es solo sometimiento del otro”.

Amén, querido y admirado paisano.

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Con Andrés Cassinello y su libro

Ahí va el articulo que publiqué en La Voz de Almería el 7 de septiembre en cuanto tuve el libro de Cassinello en mis manos. Seguramente habrá cosas repetidas en ambos artículos. Me disculpo por ello.

Artículo publicado en La Voz de Almería sobre las memorias del tte. general Cassinello.

Almería, quién te viera… (27)

Los demócratas, en deuda con el tte. general Cassinello

 J. A. Martínez Soler

Si tuviera que elegir a los tres almerienses que más me han inspirado en mi vida diría Nicolás Salmerón, presidente de la I República, Carmen de Burgos, primera periodista y corresponsal de guerra, y Andrés Cassinello, coautor clave de la Transición. Por eso, me emociona tanto tener hoy en mis manos el libro de “memorias de tiempos difíciles” de nuestro paisano, el teniente general Cassinello Pérez, recién salido del horno. Su título: “La huella que deja el tiempo al pasar”. Os lo recomiendo vivamente.

Su historia personal y profesional, desde la Dictadura a la Democracia, te engancha porque, por raro que parezca en un teniente general, nuestro paisano escribe muy bien. Da gusto leerle. Es su quinto libro. Y aunque me gustó mucho su biografía del Empecinado (“O el amor a la libertad”), ejecutado por orden del rey felón (Fernando VII), como nuestros Colorados, esta es, a mi juicio, su mejor obra.

Andrés Cassinello, que ya ha cumplido 95 años, estudió en el colegio Ferrer Guardia como Andrés Pérez (su padre y su tío habían sido fusilados por los republicanos) y luego, en el Instituto de Almería, fue alumno de Celia Viñas. Con un solo párrafo de su primer capítulo, el autor muestra toda su gran humanidad ante los lectores:

“Pero mi compañero de banca, mi amigo para toda la vida, era Pepe Fornovi, cuyo padre acababa de ser fusilado por las tropas de Franco que a mi me liberaron. Podría contar su historia. Igual a la mía, pero desde el otro lado del espejo, porque a su padre le condenaron a muerte y le fusilaron los míos en el verano de 1939, mientras yo me ufanaba con la victoria. (…) Me confesó que a uno de sus hijos le había puesto de nombre Andrés en recuerdo de nuestra amistad juvenil”.

Este es nuestro Andrés, como dice la contracubierta de su libro, “un militar profesional que, desde planteamientos netamente alineados con el régimen franquista, pasó a convertirse en uno de los principales impulsores del proceso de transición a la Democracia”.  Como jefe de Inteligencia, a las órdenes directas del presidente Adolfo Suárez, Cassinello, que sabía inglés (esto cambió su suerte) y por eso había estudiado en Estados Unidos, creó el SECED, embrión de lo que luego sería el CNI. Su informe secreto a Suárez en favor de la legalización de PCE fue clave para el éxito de la Transición sin violencia por parte de los comunistas. También lo fue para traer a España al president Tarradellas, a quien visitó en el exilio, y durante la noche del golpe fallido del 23-F que pasó hablando con todas las capitanías generales.

Bueno, con todas, no. Solo se le resistía la del general Milans del Bosch, capitán general de Valencia, quien se había unido a los golpistas y mandó sus carros de combate a recorrer las calles de la capital de su región militar. Hay una anécdota que no aparece en sus memorias y que yo, con su permiso, cuento en las mías (“La prensa libre no fue un regalo”):

“El jefe de la Comandancia de Valencia, a quien mi paisano conocía muy bien, no se le ponía al teléfono. Cabreado por su resistencia, le dio este mensaje al telefonista: “Dígale a Quintiliano que, si no se pone al teléfono, mañana me presentaré en Valencia y le cortaré los huevos”. El mensaje, claro y cuartelero, surtió efecto. Al final, la sangre no llegó al río”.

El teniente general Cassinello ha leído y recortado mi manuscrito (como han hecho mi esposa Ana Westley, mi hijo Erik y Manolo Saco) y me ha concedido el honor de escribir un prólogo cariñoso (“Vidas que han estado entrelazadas”) para mi libro de memorias. También tuve la fortuna de leer su manuscrito y ayudar en su edición y recorte. Ojo por ojo. Este trabajo conjunto en ambas memorias, mano a mano, me ha permitido conocerle mejor y quererle más. Es un personaje excepcional, con sentido del humor y de la Justicia, buena escritura y una gran finura y profundidad en sus análisis.

De sus memorias y de nuestras tertulias de almerienses transterrados a Madrid, me han impresionado mucho sus reflexiones sobre los nacionalismos para entender el fenómeno de ETA y lograr vencer al terrorismo. A las órdenes directas del general Saénz de Santamaría, Andrés Cassinello se dedicó ocho años a la lucha contra ETA, que luego continuó como capitán general de Burgos. Por sus análisis tan acertados del terrorismo y sus éxitos al combatirlo, los demócratas estamos en deuda con este almeriense ilustre.

Le conocí hace años en la ADVT (Asociación para la Defensa de los Valores de la Transición) de la que él era su presidente. Así terminó Andrés Cassinello el prólogo que tan generosamente escribió para mis memorias:

“Y allí apareció José Antonio Martínez Soler, el hijo de “Pepe el del Cemento”, el que leía los libros de mi tía Serafina, a quien me unían, sin saberlo, recuerdos y recuerdos. Después, las memorias de uno y otro. Leídas, discutidas, subrayadas…, y el atraco de que escriba un prólogo. Pues bien, he aquí la criatura. Por favor, sigan leyendo, se podrán enterar de muchas cosas y recordar otras tantas”.

También escribió:

“No estábamos tan lejos sin saberlo. Posiblemente, nos pesaba la historia. Yo era lo que entonces se llamaba hijo de caído, y él era hijo de un teniente del ejército republicano, pero ese peso no coaccionaba nuestras libertades supuestamente enfrentadas”.

Comprenderán que, con este prólogo del teniente general Cassinello, fruto del afecto mutuo, cómo no voy a quererle. No os perdáis sus memorias. Lo digo en serio.

Cubierta de las Memorias de Andrés Cassinello

Invitación al acto de presentación del libro de Cassinello

Andrés Cassinello, rodeado de historiadores

A José Antonio, el hijo de Pepe el del Cemento, con mis letras garrapatosas pero con todo cariño, Andrés.

Mi viejo amigo Isidro López Cuadra ha dedicado su programa del sábado en Radio Villalba al libro del general Cassinello. Ha sabido exprimir capítulos muy interesante del libro de mi paisano.

¡Te recomiendo que escuches este audio de iVoox! Programa Música y Cultura – 08-10-2022 – Parte 2 – La pluma y la lanza, Memorias de tiempos difíciles https://go.ivoox.com/rf/93679430

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mi libro en El Siglo de Europa. Gracias, Pepe

Mi amigo y colega Pepe García Abad (a quien vi el martes 27 en la primera fila del venerable salón de Actos del Ateneo) fue subdirector del semanario Doblón y director en funciones, mientras yo me recuperaba de las heridas provocadas por las torturas de mis secuestradores. Es un periodista y escritor brillante, clave en la Transición y más allá, con quien he compartido grandes aventuras profesionales y muchas risas. Y hasta la construcción de nuestras casas en el mismo barrio. Me ha pedido que le escriba una reflexión sobre mi libro para la revista elsiglodeeuropa.es que él fundó.

Mi artículo en elsiglodeeuropa.es

Lo hago de mil amores y lo comparto también con mis lectores de 20minutos.es. Todo aprovecha para el convento. Gracias, Pepe.

La prensa libre no fue un regalo

 José A. Martínez Soler

Mi último libro (“La prensa libre no fue un regalo”) trata de la forja de un periodista que transitó de la Dictadura a la Democracia, sin querer volver a las andadas de otra guerra civil tras la muerte de tirano. Fue una lucha larga y arriesgada de los periodistas, pero, sobre todo, de la sociedad española entera a la que el traje, rígido y opresor, impuesto por el dictador se le rompía por las costuras.

Ahí cuento como peleábamos por la libertad de expresión palabra a palabra. Nos procesaban en distintos tribunales especiales, ordinarios o militares, por delitos de prensa o de orden público, la censura nos prohibía el reparto de ejemplares, la policía nos perseguía, nos detenían… Yo mismo fui secuestrado, torturado y sometido a un fusilamiento simulado por haber publicado un artículo sobre la purga de mandos moderados en la Guardia Civil. Con una pistola a dos palmos de mi frente ensangrentada, pensé que iba a morir. Y sigo vivo para contarlo. Por fin, me atrevo a contarlo.

Esta es una historia de periodistas y políticos, de empresarios y trabajadores, que trata de describir, a veces explicar, cómo se gestó la Transición pacífica en España. Una rara historia de éxito. Algunos jóvenes piensan ahora, quizás con razón, que nos quedamos cortos al optar por la reforma política y no por la ruptura total con el pasado. Posiblemente, no saben que tuvimos miedo, mucho miedo. Miedo legítimo al ruido de sables y a la represión policial.

A medida que el dictador se acercaba a su fin, los franquistas, vencedores de la guerra civil, también tuvieron miedo a la eventual revancha de los vencidos. El miedo mutuo, una pizca de generosidad y la desconocida debilidad de ambas partes, nos hizo demócratas. Por eso nació la Constitución del 78, la más larga, y la única en paz, de la historia de España. Por fin, le quitamos la razón al gran poeta Ángel González. Decía que la historia da España era como la morcilla de su pueblo: “se hace con sangre y se repite”. Pues, no. Esta vez no fue así. Se hizo sin sangre y, pese al intento de Golpe de Estado del 23-F de 1981, no se repite.

Aunque no lo parezca, mi generación lo tuvo fácil. Cuando, por razones también biológicas, saltó el tapón generacional de los ex combatientes, incrustados en la prensa de la Dictadura, los jóvenes periodistas, ansiosos de libertad, ocupamos su lugar. Gran oportunidad. Teníamos un presente oscuro y un futuro brillante. Mi compañero de mesa en el diario franquista Arriba nos hablaba de sus batallas en la División Azul que luchó a favor de Hitler. En el despacho de al lado, Antonio Izquierdo solía poner su pistola junto a su máquina de escribir. Cerca de mi mesa había dos redactores próximos al Partido Comunista. Fascistas abiertos y comunistas y demócratas clandestinos convivíamos en la misma redacción. Los primeros, en declive; los segundos, en alza. En la muerte de Franco, la curva descendente de los franquistas se cruzó con la curva ascendente de los demócratas. Eso también ayudó la Transición pacífica.

La Iglesia católica, con el cardenal Tarancón al frente (“Tarancón, al paredón”, gritaban los fascistas del bunker) fue evolucionando lentamente del rígido nacional catolicismo, que bendecía al dictador bajo palio en sus templos, hacia posiciones mas abiertas y dialogantes. Algo parecido ocurrió con el Ejército. Ante la muerte cercana de Franco ya no era una piña. Surgieron los oficiales y jefes de la UMD (la Unión Militar Democrática) que envidiaban a sus colegas portugueses que, con claveles en sus fusiles, nos precedieron en la transición en paz de la Dictadura a la Democracia.

Y la prensa ayudó lo que pudo. Lo contaba como podía. Denunciaba la corrupción generalizada del franquismo y su incapacidad para homologarnos con Europa. Queríamos ser ciudadanos libres, como nuestros vecinos del norte, y no súbditos oprimidos por un tirano que venció en la guerra civil con la ayuda de Hitler y Mussolini.

Muerto Franco, Adolfo Suárez y otros franquistas, convertidos en demócratas de toda la vida, contribuyeron a desarmar las instituciones de la Dictadura, mediante la Ley de Reforma Política, y legalizaron a los sindicatos y partidos clandestinos, incluido el Partido Comunista. Los extremistas o inmovilistas del bunker franquistas se refugiaron durante décadas en sus cuevas. (Solo ahora enseñan su patita con las siglas de VOX). Los demás firmaron los Pactos de la Moncloa y acordaron la Constitución de 1978, la única aprobada sin ruptura con el pasado. Surgieron líderes extraordinarios (Suárez, Abril Martorell, González, Guerra, Carrillo, Fraga, etc.), propiciados por una situación de alto riesgo también extraordinaria. Fue una transición bastante ejemplar, con sus luces y sombras, que ha servido de ejemplo para otros países.

Creo que toda la sociedad española debe felicitarse por ello y animar a los jóvenes para que no se duerman en la defensa de la libertad. “Por ella, Sancho, se puede y se debe aventurar la vida”, dijo don Quijote. La libertad, como el oxígeno, se valora más cuando te falta. Y ésta no nos tocó en una tómbola. Ojalá nunca les falte a los jóvenes de hoy, mejor formados que nosotros. Este no es un libro de texto para futuros periodistas, pero puede ayudarles a construir y consolidar su futuro en libertad conociendo mejor el pasado de su padres y abuelos. Así sea. Y a los de mi generación puede provocarles un ataque de nostalgia (“La sonrisa al trasluz” que decía Gómez de la Serna) y, ¿por qué no?, un chute de amor a España. Amén.

Aquí van algunas páginas del libro en las que cito a Pepe García Abad.

Pag 203

Pag. 208

Pag 241

Pag 305

Pag. 390

Por ahí va Pepe entre los abrazos cruzados en el Ateneo. Siempre estaré en deuda con mi querido Pepe García Abad y, cómo no, con su chica Carmen Arredondo.

 

Los demócratas, en deuda con el teniente general Cassinello

Si tuviera que elegir a los tres almerienses que más me han inspirado en mi vida diría Nicolás Salmerón, presidente de la I República, Carmen de Burgos, primera periodista y corresponsal de guerra, y Andrés Cassinello, coautor clave de la Transición.

Con mi paisano Andrés Cassinello y su último libro.

Por eso, me emociona tanto tener hoy en mis manos el libro de “memorias de tiempos difíciles” de nuestro paisano, el teniente general Cassinello Pérez, recién salido del horno. Su título: “La huella que deja el tiempo al pasar”. Os lo recomiendo vivamente. Hoy publiqué la noticia en La Voz de Almería.

Mi artículo sobre el libro de Cassinello en La Voz de Almería de hoy, 7 de septiembre de 2022

Portada del libro de Cassinello

Dedicatoria: «A José Antonio, el hijo de Pepe el el cemento, con mis letras garrapatosas, pero con todo cariño. Andrés.

Cassinello, de capitán general de Burgos.

Carnet militar de mi padre en el Ejército de la II República.

Como de costumbre, para facilitar la lectura a jubilados con vista cansada, copio y pego a continuación el texto de mi artículo en word.

Almería, quién te viera… (26)

Los demócratas, en deuda con el tte. general Cassinello

 J. A. Martínez Soler

Si tuviera que elegir a los tres almerienses que más me han inspirado en mi vida diría Nicolás Salmerón, presidente de la I República, Carmen de Burgos, primera periodista y corresponsal de guerra, y Andrés Cassinello, coautor clave de la Transición. Por eso, me emociona tanto tener hoy en mis manos el libro de “memorias de tiempos difíciles” de nuestro paisano, el teniente general Cassinello Pérez, recién salido del horno. Su título: “La huella que deja el tiempo al pasar”. Os lo recomiendo vivamente.

Su historia personal y profesional, desde la Dictadura a la Democracia, te engancha porque, por raro que parezca en un teniente general, nuestro paisano escribe muy bien. Da gusto leerle. Es su quinto libro. Y aunque me gustó mucho su biografía del Empecinado (“O el amor a la libertad”), ejecutado por orden del rey felón (Fernando VII), como nuestros Colorados, esta es, a mi juicio, su mejor obra.

Andrés Cassinello, que ya ha cumplido 95 años, estudió en el colegio Ferrer Guardia como Andrés Pérez (su padre y su tío habían sido fusilados por los republicanos) y luego, en el Instituto de Almería, fue alumno de Celia Viñas. Con un solo párrafo de su primer capítulo, el autor muestra toda su gran humanidad ante los lectores:

“Pero mi compañero de banca, mi amigo para toda la vida, era Pepe Fornovi, cuyo padre acababa de ser fusilado por las tropas de Franco que a mi me liberaron. Podría contar su historia. Igual a la mía, pero desde el otro lado del espejo, porque a su padre le condenaron a muerte y le fusilaron los míos en el verano de 1939, mientras yo me ufanaba con la victoria. (…) Me confesó que a uno de sus hijos le había puesto de nombre Andrés en recuerdo de nuestra amistad juvenil”.

Este es nuestro Andrés, como dice la contracubierta de su libro, “un militar profesional que, desde planteamientos netamente alineados con el régimen franquista, pasó a convertirse en uno de los principales impulsores del proceso de transición a la Democracia”.  Como jefe de Inteligencia, a las órdenes directas del presidente Adolfo Suárez, Cassinello, que sabía inglés (esto cambió su suerte) y por eso había estudiado en Estados Unidos, creó el SECED, embrión de lo que luego sería el CNI. Su informe secreto a Suárez en favor de la legalización de PCE fue clave para el éxito de la Transición sin violencia por parte de los comunistas. También lo fue para traer a España al president Tarradellas, a quien visitó en el exilio, y durante la noche del golpe fallido del 23-F que pasó hablando con todas las capitanías generales.

Bueno, con todas, no. Solo se le resistía la del general Miláns del Bosch, capitán general de Valencia, quien se había unido a los golpistas y mandó sus carros de combate a recorrer las calles de la capital de su región militar. Hay una anécdota que no aparece en sus memorias y que yo, con su permiso, cuento en las mías (“La prensa libre no fue un regalo”):

“El jefe de la Comandancia de Valencia, a quien mi paisano conocía muy bien, no se le ponía al teléfono. Cabreado por su resistencia, le dio este mensaje al telefonista: “Dígale a Quintiliano que, si no se pone al teléfono, mañana me presentaré en Valencia y le cortaré los huevos”. El mensaje, claro y cuartelero, surtió efecto. Al final, la sangre no llegó al río”.

El teniente general Cassinello ha leído y recortado mi manuscrito (como han hecho mi esposa Ana Westley, mi hijo Erik y Manolo Saco) y me ha concedido el honor de escribir un prólogo cariñoso (“Vidas que han estado entrelazadas”) para mi libro de memorias. También tuve la fortuna de leer su manuscrito y ayudar en su edición y recorte. Ojo por ojo. Este trabajo conjunto en ambas memorias, mano a mano, me ha permitido conocerle mejor y quererle más. Es un personaje excepcional, con sentido del humor y de la Justicia, buena escritura y una gran finura y profundidad en sus análisis.

De sus memorias y de nuestras tertulias de almerienses transterrados a Madrid, me han impresionado mucho sus reflexiones sobre los nacionalismos para entender el fenómeno de ETA y lograr vencer al terrorismo. A las órdenes directas del general Saénz de Santamaría, Andrés Cassinello se dedicó ocho años a la lucha contra ETA, que luego continuó como capitán general de Burgos. Por sus análisis tan acertados del terrorismo y sus éxitos al combatirlo, los demócratas estamos en deuda con este almeriense ilustre.

Le conocí hace años en la ADVT (Asociación para la Defensa de los Valores de la Transición) de la que él era su presidente. Así terminó Andrés Cassinello el prólogo que tan generosamente escribió para mis memorias:

“Y allí apareció José Antonio Martínez Soler, el hijo de “Pepe el del Cemento”, el que leía los libros de mi tía Serafina, a quien me unían, sin saberlo, recuerdos y recuerdos. Después, las memorias de uno y otro. Leídas, discutidas, subrayadas…, y el atraco de que escriba un prólogo. Pues bien, he aquí la criatura. Por favor, sigan leyendo, se podrán enterar de muchas cosas y recordar otras tantas”.

También escribió:

“No estábamos tan lejos sin saberlo. Posiblemente, nos pesaba la historia. Yo era lo que entonces se llamaba hijo de caído, y él era hijo de un teniente del ejército republicano, pero ese peso no coaccionaba nuestras libertades supuestamente enfrentadas”.

Comprenderán que, con este prólogo del teniente general Cassinello, fruto del afecto mutuo, como no voy a quererle. No os perdáis sus memorias. Lo digo en serio.

Ahí va su prólogo a mi libro de memorias.

Prólogo del teniente general Cassinello a mi libro de memorias

Con el teniente general Cassinello y la cubierta de mis memorias.

Cassinello presentará mis memorias «La prensa libre no fue un regalo» en el Ateneo