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Mi amigo Crisanto, un hombre de la Transición

Anoche me tocó moderar un acto cargado de emoción, ciencia y tecnología (en este orden). Fue el homenaje a mi amigo Crisanto Plaza, presidente de honor del C@SI (Club de Amigos de la Sociedad de la Información) que él fundó hace 25 años. Crisanto fue clave en la fundación del semanario Cambio 16, en 1971. Le conocí el primer día que llegué a aquella redacción vacía, recién contratado como director ejecutivo del semanario que pretendía nada menos que acabar con la Dictadura franquista. Casi lo conseguimos.

Crisanto Plaza, un hombre bueno y sabio.

Muerto el tirano, Crisanto también fue clave en la modernización de la economía y la sociedad españolas. En mi casa pude ver en sus manos un folio, casi milagroso, lleno de garabatos que pronto nos ayudó a disfrutar de la Constitución del 78. En aquel folio, Crisanto había escrito tres palabras: «inflación, déficit y… ¡contraprestaciones!». Pronto, Adolfo Suárez, Fernando Abril Martorell, José Luis Leal, Blas Calzada, Joaquín Leguina, Felipe González, Manuel Fraga y Santiago Carrillo le pusieron música al folio que habían escrito José Luis Leal y Crisanto Plaza, con la bendición del profesor Fuentes Quintana. Allí estaba la esencia de los Pactos de la Moncloa: ajustar los desequilibrios económicos (vencer, sobre todo, la espiral de precios y salarios) a cambio de compensar a la sociedad con contraprestaciones en forma de escuelas, viviendas, sanidad pública, pensiones, etc. Sin aquel duro ajuste (aceptado por todos los líderes políticos recién elegidos en 1977), no hubiera sido posible acordar en paz la Constitución del 78, la más larga y próspera de la historia de España. Ahora todos se apuntan el tanto de ser los autores originales de los Pactos de la Moncloa. Está bien que presuman. Como un mindundi, yo estuve personalmente muy cerca de los auténticos autores: José Luis Leal, Blas Calzada, Fernando Abril Martorell y Crisanto Plaza. Doy fe.

Con Crisanto Plaza, José Luis Leal y Joaquín Leguina, antes de una cena/debate tradicional del C@SI.

Ponentes del acto de anoche en el Instituto de Ingeniería de España: José Luis Leal, Javier Nadal, Luis Camarena, Crisanto Plaza, Julio Linares y Carlos Mira.

Julio Linares, ex consejero delegado de Telefónica, y Javier Nadal, ex director general de Telecomunicaciones, fueron ponentes de lujo. Luis Camarena, sucesor de Crisanto en la presidencia de nuestro club, Carlos Mira, presidente de Arthur D.Litle y CEO de HALO Space, y José Luis Leal, ex ministro de Economia en el Gobierno de Suárez/Abril Martorell, glosaron con brillantez y cariño la vida y la obra de Crisanto Plaza, «un hombre de la Transición», ante un público entregado.

Miembros del Club que fundó Crisanto en el acto de ayer.

Gonzalo Bavé, un espontáneo del Club, saltó al escenario para leernos una loa en verso, con rima consonante, como su homenaje personal a Crisanto.

El espontáneo Gonzalo Bavé lee su loa a Crisanto.

Mi homenaje personal a Crisanto va a consistir en copiar y pegar, a continuación, las palabras que le dirigió anoche el ex ministro José Luis Leal,  jefe de Crisanto y mío en Castellana 3, en plena transición hacia la Democracia. Soy incapaz de mejorar su intervención.

CRISANTO PLAZA

por José Luis Leal

«No es una tarea fácil presentar a Crisanto y recordar lo mucho que ha contribuido a la modernización de España. Lo ha hecho a su manera, callada, incansable, lúcida y decidida. Además de un hombre sabio, Crisanto ha sido, y continúa siendo, un gran modernizador, preocupado siempre por la estrategia, por la consolidación de la sociedad civil, por el futuro de nuestro país, al que tanto ha contribuido con su buen hacer. Me centraré, parar abreviar, en tres momentos importantes de su vida…y de la nuestra.

El primero data de hace muchos años, de cuando le conocí en París en los inicios de la década de los años sesenta del pasado siglo. Ambos éramos estudiantes; Crisanto ampliaba estudios de economía en el ENSAE  (Escuela Nacional de Estadística y Economía Aplicada), una prestigiosa escuela superior especializada en econometría y que ha sido uno de los crisoles de la alta  administración económica de Francia. Vivíamos en la Ciudad Universitaria de París, donde Crisanto compartía habitación en el pabellón de Estados Unidos con un joven abogado norteamericano, Kiril, un hombre valiente que participó en las peligrosas marchas en los estados racistas del Sur de su país para protestar contra la discriminación de los negros.

Crisanto había conocido a un alto funcionario francés, Jean Simonet, que había participado en la liberación de París con las tropas del General Leclerc junto con los miles de españoles exiliados que se habían unido a ellas. Quizá fuera esto lo que le llevó a aceptar la propuesta que le hizo Crisanto de ayudar a los jóvenes españoles que no tenían acceso a los canales oficiales de becas para completar sus estudios en Francia por no formar parte del “establishment” franquista. El argumento básico era que la dictadura no sería eterna y que sería beneficioso para nuestros dos países el que algunos de los futuros cuadros de la democracia, cuando esta llegara, hubieran mejorado su formación y adquirido un buen conocimiento de la sociedad francesa. A este argumento se añadía la posibilidad de acceder a profesores que enseñaban en las universidades españolas, que no compartían las ideas del Régimen y que podían seleccionar y recomendar a alumnos brillantes, independientemente de sus inclinaciones políticas.

Jean Simonet encontró la financiación necesaria y se abrió un cupo adicional de becas, las llamadas “becas Simonet”, que beneficiaron a más de 100 estudiantes, entre los que se encontraban personas que tuvieron mucho que decir en la economía y la sociedad española en la Transición y después,  como es el caso de Juan Tomás de Salas, fundador de la revista Cambio 16, que tanto influyó en los tiempos iniciales de la democracia y en la que Crisanto colaboró desde su inicio, Joaquín Leguina, primer presidente de la Comunidad de Madrid, Carlos Romero, ministro de agricultura en el primer gobierno de Felipe González, Ana Cabré, actual directora del Centro de Estudios Demográficos de Cataluña, y muchos otros que han contribuido de manera significativa a la modernización de España.

El segundo momento tiene una fecha precisa: el 10 de septiembre de 1977. Enrique Fuentes Quintana, vicepresidente económico del primer gobierno de la democracia, me había propuesto la Dirección General de Política Económica, de nueva creación y esa fue la fecha a la que me incorporé a mi nuevo trabajo. Nombré inmediatamente subdirector de la Dirección a Crisanto pero nos encontramos con el problema de no tener donde comenzar nuestros trabajos pues la Dirección sólo figuraba en el papel. Afortunadamente nuestra eficaz secretaría encontró unos pisos vacíos en los que se había albergado la extinta Subsecretaría de Planificación, en la calle Orense, y allí nos instalamos el puñado de funcionarios que iniciamos la aventurara. El encargo que me hizo Enrique Fuentes, nada más llegar, fue el de redactar un programa de ajuste para la economía española, pues había que hacer frente a la inflación desbocada y al déficit de la balanza de pagos, entre otros problemas.

Crisanto insistió desde el principio en que había que evitar los ajustes “tecnocráticos” del FMI, que había que dar a nuestro país una esperanza en el futuro, que la democracia podía enfrentarse y solucionar los problemas que el franquismo no fue capaz de resolver.  Tomamos la precaución de contactar con dos amigos del Partido Socialista para explorar (sin decir para qué, pues teníamos el encargo de trabajar con la máxima discreción) los límites de lo que su partido podría aceptar si se planteaba una negociación. Pensábamos que el trabajo que se nos había encomendado debía ayudar a buscar un acuerdo lo más amplio posible entre los partidos y para ello eran fundamentales las llamadas contrapartidas al esfuerzo que había que pedir a los españoles. Y ese fue el germen del documento que sirvió de base, dos meses más tarde, a la firma de los Acuerdos de la Moncloa. Del reducido equipo que redactó la versión final del documento formó parte alguien al que muchos de vosotros conocisteis bien por formar parte de este Club, Blas Calzada, una personalidad inolvidable por su inteligencia y brillantez. El Club puede estar orgulloso de que, además de él, otros cuatro de sus miembros (Crisanto, Luis Escauriaza , José Antonio Martínez Soler y yo) participaran de una u otra forma en el documento que sirvió de base a un acontecimiento tan importante para nuestra democracia como fueron los Acuerdos de la Moncloa. La ausencia de tensiones sociales durante el tiempo que duró el ajuste permitió la redacción de una Constitución de concordia que ha sido decisiva para el progreso de España.

El tercer momento se sitúa en el núcleo de lo que este club representa y coincide con la entrada de Crisanto en Telefónica como director de estudios. Desde ese puesto impulsó dos aspectos fundamentales de la estrategia que hizo de esta compañía nuestra principal empresa multinacional: la expansión fuera de España, especialmente hacia Sudamérica, y la adaptación al auge de los teléfonos móviles. La mundialización de Telefónica distaba mucho de ser una obviedad en aquella época; se necesitaba la visión estratégica y de futuro a la que Crisanto tanto contribuyó. En cuanto a la telefonía móvil, conviene recordar la previsión de los grandes expertos del momento, que pensaban en un futuro de no más de un millón de abonados en todo el mundo. Crisanto, sin embargo, vio y predijo muy pronto que el crecimiento de la telefonía móvil iba a ser un fenómeno imparable a escala mundial, como así fue.

El pensamiento estratégico es algo fundamental a la hora de tomar decisiones en todas las sociedades y su ausencia puede comprometer el porvenir de cualquier industria o empresa. Para quien tenga dudas sobre ello es necesario recomendar la lectura del libro que escribió Crisanto, su “Ensayo sobre la regulación tecnológica” cuyo subtítulo reza:” la era digital en Europa”. En este libro Crisanto propone una revisión de la teoría económica en lo que concierne al tratamiento del capital y plantea algunos problemas básicos de la regulación tecnológica. Estaba bien situado para hacerlo desde su posición de miembro de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, de la que formó parte entre 2003 y 2011. En su libro, Crisanto es muy crítico sobre la manera en que Europa ha regulado el mercado de las telecomunicaciones, tristemente marcada por la ausencia de una visión coherente del futuro:  los criterios utilizados han sido más jurídicos que económicos y, puede añadirse, políticos de corto plazo. Estas cuestiones, y muchas otras, han sido tratadas en este club y no voy a extenderme sobre ellas: Crisanto y vosotros sois los protagonistas.

Las ideas y planteamientos de Crisanto han influido muy positivamente en estos tres momentos importantes de nuestra vida colectiva y lo han hecho también, y muy especialmente, en los veinticinco años de este club que hoy conmemoramos. Durante su ejemplar presidencia Crisanto ha sido capaz de fomentar la participación, de explorar nuevos horizontes, de abrir el club a nuevas ideas y planteamientos; en definitiva, de guiarlo y prepararlo para los nuevos tiempos.  Y entre todos habéis sido capaces de consolidarlo y convertirlo en una institución en un país, como el nuestro, poco dado a crear asociaciones y mantenerlas en el tiempo.

Hay muchos otros aspectos de la personalidad de Crisanto que merecerían un comentario y que van de su profundo conocimiento de la filosofía clásica y moderna a la demografía o la Historia en general y la de España en particular, como tantas veces hemos tenido ocasión de comprobar durante su presidencia. Pero la talla de un gran hombre – y Crisanto lo es – no termina con su aportación intelectual, con sus ideas y consejos. Para apreciarla hay que descender a la vida de todos los días, a su relación con los demás, a su humanidad en definitiva. Siempre he admirado la manera que tiene Crisanto de relacionarse con las personas, la forma de dirigirse hacia ellas, el respeto que siempre ha mostrado hacia el otro, cualquiera que sea su procedencia, edad o estatus. Me recuerda con ello la pintura de Velázquez, su tratamiento igualitario de reyes, mendigos y bufones, el realismo humanista de la gran tradición de la pintura española.

En los momentos de desánimo, cuando los valores en los que una sociedad se sustenta parecen resquebrajarse, es bueno volver a lo fundamental, a las relaciones que nos unen y hacen posible no solo la convivencia sino también la construcción del presente y del futuro de cualquier sociedad. En todo ello, en el análisis de los fundamentos en los que se basa el mundo tal como lo conocemos e interpretamos, en las ideas y actitudes que configuran el presente de nuestras sociedades y condicionan su futuro, haremos bien en escuchar a Crisanto pues su sabiduría puede servirnos de guía en este tiempo de incertidumbres y peligros. Lo digo desde el conocimiento que procura una vieja amistad. Muchas gracias.»

¿Soy anti español si voto al PSOE? ¡Sosegaos!

¿Soy anti español si voto al PSOE?

El eslogan maquiavélico y perverso “Sanchismo o España” de Feijóo, el derogador, (“que le vote el del bote”, digo yo) es enemigo de la España que construimos entre todos con la Constitución del 78. Dudo que alguien de la derecha me gane a patriotismo. Sin embargo, por sentirme socialista a fuer de liberal, la derecha dura me coloca en la anti España, junto a los heterodoxos de Menéndez Pelayo. Desentierran el hacha de la dos Españas. Ya veo por qué. Todo le vale y el fin justifica los medios. A algunos les resulta rentable la tierra quemada con tal de alcanzar el poder. A mí no. Y a muchos amigos y conocidos de derechas, tampoco. ¿Qué hacer?

Lo primero, escuchar a los que no piensan o juegan como yo. Si pierdo al tenis es porque he jugado peor que mi adversario. ¿Qué hice mal y qué hizo bien el vencedor?

Mensaje de Manuel Saco que hago mío.

El coste de pacificar la parte sediciosa de Cataluña, de arreglar los platos rotos por los separadores Rajoy y Aznar, antes de la declaración de independencia de los separatistas del Parlament, ha sido muy alto. Quizás no había alternativa, pero en el resto de España el acercamiento de Sánchez a ERC (quitar la sedición, reducir la malversación, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto en municipales y autonómicas. Lo entiendo. No hay mal que por bien no venga. Cataluña se separa hoy de España mucho menos que en tiempos de Rajoy.

No digamos el gran error de la Ley del “sí es sí” y el empecinamiento de Podemos para no remediar inmediatamente el desaguisado. Ahí creo que murió la coalición PSOE-Podemos. El PP tuvo el acierto genial de votar con el PSOE contra Ione Bellara e Irene Montero, dos nombres quemados y que serán disuasorios en cualquier lista electoral. Con el “sí es sí” acertó el PP y erró el PSOE.

A mi juicio, acierta el PSOE cuando vota con el PNV para cerrar el paso a Bildu en Álava, por ejemplo. Aunque el eslogan le fue muy rentable, a fuer de hipócrita, se equivocó el PP con eso de “que te vote Chapote”. Iba dirigido, con mala fe, a las tripas, no al cerebro ni al corazón de los españoles. Las emociones (y las tripas) son traicioneras. ¿Acaso no negoció Aznar con ETA a la que definió como Movimiento Vasco de Liberación y autorizó cientos de traslados de etarras al País Vasco? ¿A qué viene ahora eso de “que te vote Chapote” contra el partido que acabó, de verdad, con el terrorismo de ETA?

El PSOE acertó con sus medidas de fondo de carácter social (subida del salario mínimo, pensiones, reforma laboral, etc.). Muy oportuno el artículo sobre “¿Qué hicieron los romanos por nosotros?” Se equivocó al vender chuches de última hora (cine más barato, inter rail para jóvenes, etc.). Ir del brazo del populismo de Podemos (que critica a los empresarios con nombres y apellidos, que se emperra en dividir al feminismo con minucias de la ley Trans, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto para el PSOE. Dime con quien andas y te diré quien eres.

Para mí el error más gordo del PSOE es no haber sumado a los socialistas liberales que, aunque ya van rozando la ancianidad, adelantaron la civilización y cambiaron España durante 14 años: Felipe González no puede faltar en la foto con Pedro Sánchez. Y algo habrá que hacer para que Alfonso Guerra, artífice principal en la sombra de la Constitución del 78, junto con mi amigo y maestro Fernando Abril Martorell, no vuelva a recomendar nunca más que votemos en blanco.

Muchos vecinos de mi pueblo (Villanueva de la Cañada) nos seguimos queriendo después de votar al centro derecha o al centro izquierda, y me pregunto ¿qué les pasa a nuestros dos grandes líderes políticos emperrados en radicalizar y tirar de nosotros hacia los extremos?

Ni Feijóo es un narco ni Sánchez un etarra. ¿A qué esperamos para luchar decentemente por el centro? Y que gane el mejor. Tengo envidia por las grandes coaliciones derecha/izquierda que los alemanes hacen en caso de apuro. Imaginemos un debate en televisión sobre el futuro de la economía española entre las dos cabezas más singulares del PP y del PSOE, Luis Garicano (ex Ciudadanos) y Nadia Calviño (nº 2 del PSOE en el Gobierno). Sus márgenes de maniobra serían pequeños y sus discrepancias no tendrían nada que ver con las “gamarradas” de Cuca, la rabiosa monja alférez del PP, o los golpes bajos que MAR (Miguel Ángel Rodríguez, el Rasputín de Aznar y Ayuso) dirige, sin pudor, a las tripas de los españoles más ignorantes o apáticos.»¿Comunismo o libertad?» ¡Vamos, hombre!

Falta alguien como Adolfo Suárez, Felipe González, Fraga Iribarne o, incluso, Santiago Carrillo (padres de la Democracia) que les diga a los suyos, a voz en grito: ¡Sosegaos!

Amén.

 

 

Abril-Leal: Camelot en Castellana,3

El libro del ex ministro de Economía, José Luis Leal, («Hacia a libertad») me ha abierto los ojos y me ha iluminado zonas claves de nuestra transición de la Dictadura a la Democracia. ¡Enhorabuena y gracias, José Luis!

Cubierta del libro de Leal

Si estoy convencido de que, a pesar de los pesares, hay nobleza y generosidad en la acción política es porque compartí (1978-1980) el sueño de Camelot en el palacete de Castellana, 3. Servir a los intereses generales de España, a las órdenes directas del ministro José Luis Leal e indirectas del vicepresidente Fernando Abril Martorell, marcó mi admiración y lealtad por aquel equipo reducido y eficaz que promovió y cumplió los Pactos de la Moncloa, imprescindibles para poder aprobar, con estabilidad socio económica, la Constitución más larga y provechosa de nuestra historia. Los demócratas le debemos mucho a esa pareja de patriotas.

José Luis Leal con su esposa Joseline y Fernando Abril Martorell.

Yo ganaba allí muy poco dinero, comparado con el sueldo anterior y posterior de redactor jefe de El País, pero nunca gané tanta felicidad por la satisfacción del deber cumplido al servicio de la Democracia. Era como hacer otra vez la «mili», pero de verdad. Una de las mejores etapas de mi vida.

En la planta baja de Castellana, 3, despachaba yo cada día con José Luis Leal, ministro de Economía, condiscípulo juvenil del rey emérito, luchador anti franquista, exiliado, doctor por la Sorbona, sabio entre los sabios y, sobre todo, poeta.

Leal estudió con el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón.

En ocasiones, también me tocaba asistir al vicepresidente Abril Martorell, que trabajaba, a cualquier hora del día o de la noche, en el primer piso, al que se accedía a trompicones por un viejo ascensor barroco que llamábamos «la bombonera». El primer día, me sorprendió que el despacho del ministro fuera más del doble de grande que el del vicepresidente, un político que valoraba más el contenido que el envoltorio de los muchos problemas que se echaba a sus anchas espaldas.

En el equipo de Abril-Leal había muy pocos funcionarios y procedían de todos los colores políticos. A nadie se le preguntó por su origen o sus afinidades ideológicas. Importaba la entrega a los ideales básicos de consolidar la Democracia y construir un país más justo y próspero. Esto que digo, en favor aquellos dirigentes generosos, eficaces y honestos, les parecerá cuento chino a muchos desencantados por la polarización y la corrupción política de nuestros días. La verdad, en ocasiones, parece increíble. Pero, lo crean o no, esa es mi verdad, vivida en primera persona y contaba con toda la honestidad de que soy capaz.

Al cabo de más de medio siglo de ejercicio del Periodismo, también he llegado a la conclusión de que, en situaciones graves y extraordinarias, la sociedad produce líderes extraordinarios. Lo queramos o no. Por eso, emergieron entonces personajes excepcionales, quizás irrepetibles, como Fernando Abril Martorell, José Luis Leal, Adolfo Suárez, Felipe González, Alfonso Guerra, Manuel Fraga, Santiago Carrillo, el teniente general Gutiérrez Mellado, el cardenal Tarancón y, naturalmente, sé por qué lo digo, el teniente general Andres Cassinello, el creador del CNI de Suárez. Fueron hombres capaces de actuar y llegar a acuerdos patrióticos cuando estábamos al borde del abismo. La izquierda y la derecha desconocían la fuerza del contrario y tenían miedo. Los vencedores de la guerra civil temían a la revancha violenta de los vencidos y los perdedores, a una nueva dictadura de los franquistas sin Franco. El miedo compartido (y algo de generosidad, no digo que no) nos hizo demócratas.

Ahora estoy disfrutando mucho con la lectura de las memorias de mi antiguo jefe, José Luis Leal, una figura demasiado modesta y que fue clave para llevar a buen puerto la Transición española. Aunque estuve en aquel Camelot, como el último de los becarios, desde el otoño del 78 al invierno del 80, el libro me aclara ahora muchos secretos, usos y costumbres de aquellos tiempos que yo solo sospechaba. El objetivo era no volver a las andadas de otra guerra civil. Quitar la razón al gran poeta Ángel González que nos decía: «La historia de España es como la morcilla de mi pueblo: se hace con sangre y se repite». Gracias a gigantes políticos, como los que he nombrado en el párrafo anterior, se equivocó el poeta. También se equivocaron mis colegas de la prensa extranjera que, al morir el tirano, volaron hacia España en busca de otra guerra fratricida. Era costumbre. Decepcionados, tuvieron que marcharse con sus plumas a otra parte.

El libro de José Luis Leal, editado por Turner, será presentado mañana lunes, 12 de diciembre, a las 19:00 h. en la Fundación Carlos de Amberes, calle Claudio Coello, 99, Madrid. No te lo pierdas.

En Claudio Coello, 99, a las 19:00 h del lunes 12 de diciembre, con Leguina y García Vargas, dos viejos amigos.

En mi libro de memorias, «La prensa libre no fue un regalo», he intentado describir y, a veces, explicar, torpe y brevemente, lo que hacíamos desde aquel antiguo palacete, algo versallesco y nada funcional, que había sido ocupado antes por Azaña, Carrero Blanco y Suárez.

Copio y peo, a continuación, algunas páginas de mi libro en las que me refiero, de pasada, a los trabajos de aquella Corte del rey Arturo en la que respirabamos el sueño de una España mejor, más libre y más justa que la que no deparó el tirano Francisco Franco durante su ominosa y cruel Dictadura de vencedores contra vencidos.

Abril-Leal. Pag. 354

Abril-Leal. Pag. 355

Abril-Leal. Pag 356

Abril-Leal. Pag. 357

Abril-Leal. Pag. 358

Abril-Leal. Pag. 359

Abril-Leal. Pag. 360

 

 

Mi libro en Babelia ¿Qué más puedo pedir?

El País, donde pasé tantos años felices, me ha dado esta mañana una alegría. Mi colega Rafael Fraguas publica hoy en Babelia un artículo interesante sobre mi libro de memorias personales y periodísticas. Gracias, querido Rafa. Comprendo tus criticas por la descripción que hago de algunos aspectos casi religiosos del comunismo que nunca me gustaron. También reconozco y valoro positivamente en mi libro la contribución extraordinaria que muchos comunistas, empezando por Santiago Carrillo, hicieron a la Transición de la Dictadura a la Democracia. Lo cortés no quita lo valiente.
En su edición digital, que copio y pego a continuación, su comentario sobre «La prensa libre no fue un regalo» es más amplio que en la versión impresa. Me ha sorprendido la foto de la Agencia EFE (que yo desconocía) sobre los preparativos de la manifestación en protesta por el secuestro y las torturas que sufrí en marzo de 1976 por un comando de la Guardia Civil de Campano, un general del bunker franquista.
EL PAÍS

‘La prensa libre no fue un regalo’, recuerdos de un combate inacabado

José Antonio Martínez Soler relata los avatares del periodismo profesional en una coyuntura social y política tan singular como la Transición de la dictadura franquista a la democracia constitucional

Manifestación en Madrid en marzo de 1976 en la que 300 periodistas se solidarizaban con José Antonio Martínez Soler, secuestrado, torturado y amenazado de muerte si no abandonaba el país.
Manifestación en Madrid en marzo de 1976 en la que 300 periodistas se solidarizaban con José Antonio Martínez Soler, secuestrado, torturado y amenazado de muerte si no abandonaba el país.EFE
Los libros de memorias, cuando son sinceros, se asemejan a aquellos melones cuya tajadura descubre un suculento contenido. La dulce pulpa de los testimonios veraces surge así ante nuestros ojos. Pero, para saborearla, será preciso quitar las numerosas pipas o pepitas que la envuelven. Es el caso de La prensa libre no fue un regalo (Marcial Pons Editores), memorial del veterano periodista y gestor de medios, José Antonio Martínez Soler (Almería, 1947). La pulpa de este interesante libro la compone una trepidante narración, descrita con amenidad y desenvoltura, sobre los avatares del Periodismo profesional en una coyuntura social y política tan singular como la Transición de la dictadura franquista a la democracia constitucional. Proceso coral y de masas que Martínez Soler individúa amparándose en un género que, como tal, se lo permite.

Prosa limpia, libre y ligera, acreditada por cinco décadas de oficio, con una destreza especialmente didáctica acuñada, sobre todo, en la Prensa económica. Destacó como director, subdirector o redactor-jefe de numerosas publicaciones, ora fundadas, impulsadas por él mismo, así como en distintos programas de la televisión estatal. Nada que objetar sobre la elevada carga testimonial, familiar y de relaciones amistosas y profesionales desplegada por el autor, materias tan sagradas como la subjetividad de sus percepciones, ante las cuales la crítica debe obligadamente plegar velas.

Empero, las pipas del melón abierto por el autor conciernen a las distintas interpretaciones opinables que le cabe extraer de los hechos por él así tratados. Las numerosas alusiones y referencias a la libertad de expresión que el libro contiene demandan su atinencia obligada y explícita al derecho a la información, atributo patrimonial que pertenece a la sociedad, no únicamente al individuo. Desprovista de tal condición, la libertad no dejaría de ser un privilegio, caro y seductor, pero meramente privado.

Por otra parte, el autor hace alarde reiterado de anticomunismo, actitud inelegante hacia los profesionales comunistas que, desde el Movimiento Democrático de Periodistas, se arriesgaron a sufrir y sufrieron persecución judicial y marcaje policial tras haberse volcado en defenderle a él, secuestrado y malherido por delincuentes de uniforme vestidos de civiles, metralleta en mano. Martínez Soler se esfuerza en demostrar, en sus juicios y valoraciones ideológicas, que en aquella turbulenta y esperanzadora transición política, el antifranquismo no implicaba necesariamente ser anticapitalista, ni ser contrario a la política estadounidense en su conjunto, tomas de posición consideradas ayer y hoy como señas de identidad de la izquierda real.

Numerosas pinceladas esmaltan la narración, donde aflora un entusiasmo creativo amparado en la iniciativa que ha de presidir el quehacer periodístico. Pero el entusiasmo es tanto y tan contagioso que esconde algún índice de adanismo, sobre todo en lo que se refiere a su paso por TVE. En cuanto a distintos emprendimientos empresariales personales, la línea entre la propiedad de los medios y el oficio de los profesionales queda casi siempre nítidamente demarcada, pero no obstante, hay iniciativas que persiguen repicar y marchar en procesión simultáneamente, con curiosos resultados, como los obtenidos por el autor en tales iniciativas.

Una correlación de fuerzas equilibrada entre la izquierda, depositaria de eticidad y memoria, y la derecha, heredera del poder, hizo viable la salida de la tiniebla franquista en un momento excepcional de la Historia de España

Amenidad, interés y euforia singularizan este libro donde la sorpresa y la emoción dan paso, también, al estupor de unos hechos tan irrepetibles como los vividos por la sociedad española, en general y desde la Prensa democrática, en particular, durante aquel trance sociopolítico. El miedo fue, para el autor, la clave de aquel histórico tránsito; razón no le falta; pero ante y frente al temor se irguió la audacia de generaciones anteriores que laboraron tan arriesgadamente para que la suya disfrutara de las mieles del triunfo. Una correlación de fuerzas equilibrada entre la izquierda, depositaria de eticidad y memoria, y la derecha, heredera del poder, hizo viable la salida de la tiniebla franquista en un momento excepcional de la Historia de España. Mas, cuando aquel equilibrio se torció luego, algunos de los demonios conjurados entonces reaparecieron y hoy se asoman con altanería en la escena, como un siniestro ritornello. Libros como este dan cuenta de aquellas batallas ganadas para la libertad por el autor y numerosos otros periodistas, en la guerra que la democracia libra contra una parte del pasado que, en verdad, merecía ser hecho añicos.

Portada de 'La prensa libre no fue un regalo', de José Antonio Martínez Soler.

La prensa libre no fue un regalo

Autor: José Antonio Martínez Soler.

Editorial: Marcial Pons, 2022.

Formato: tapa blanda (576 páginas, 31,35 euros) y e-book (euros).

Mi libro en la edición impresa de El Pais

Artículo de Rafa Fraguas

Mi libro en El Siglo de Europa. Gracias, Pepe

Mi amigo y colega Pepe García Abad (a quien vi el martes 27 en la primera fila del venerable salón de Actos del Ateneo) fue subdirector del semanario Doblón y director en funciones, mientras yo me recuperaba de las heridas provocadas por las torturas de mis secuestradores. Es un periodista y escritor brillante, clave en la Transición y más allá, con quien he compartido grandes aventuras profesionales y muchas risas. Y hasta la construcción de nuestras casas en el mismo barrio. Me ha pedido que le escriba una reflexión sobre mi libro para la revista elsiglodeeuropa.es que él fundó.

Mi artículo en elsiglodeeuropa.es

Lo hago de mil amores y lo comparto también con mis lectores de 20minutos.es. Todo aprovecha para el convento. Gracias, Pepe.

La prensa libre no fue un regalo

 José A. Martínez Soler

Mi último libro (“La prensa libre no fue un regalo”) trata de la forja de un periodista que transitó de la Dictadura a la Democracia, sin querer volver a las andadas de otra guerra civil tras la muerte de tirano. Fue una lucha larga y arriesgada de los periodistas, pero, sobre todo, de la sociedad española entera a la que el traje, rígido y opresor, impuesto por el dictador se le rompía por las costuras.

Ahí cuento como peleábamos por la libertad de expresión palabra a palabra. Nos procesaban en distintos tribunales especiales, ordinarios o militares, por delitos de prensa o de orden público, la censura nos prohibía el reparto de ejemplares, la policía nos perseguía, nos detenían… Yo mismo fui secuestrado, torturado y sometido a un fusilamiento simulado por haber publicado un artículo sobre la purga de mandos moderados en la Guardia Civil. Con una pistola a dos palmos de mi frente ensangrentada, pensé que iba a morir. Y sigo vivo para contarlo. Por fin, me atrevo a contarlo.

Esta es una historia de periodistas y políticos, de empresarios y trabajadores, que trata de describir, a veces explicar, cómo se gestó la Transición pacífica en España. Una rara historia de éxito. Algunos jóvenes piensan ahora, quizás con razón, que nos quedamos cortos al optar por la reforma política y no por la ruptura total con el pasado. Posiblemente, no saben que tuvimos miedo, mucho miedo. Miedo legítimo al ruido de sables y a la represión policial.

A medida que el dictador se acercaba a su fin, los franquistas, vencedores de la guerra civil, también tuvieron miedo a la eventual revancha de los vencidos. El miedo mutuo, una pizca de generosidad y la desconocida debilidad de ambas partes, nos hizo demócratas. Por eso nació la Constitución del 78, la más larga, y la única en paz, de la historia de España. Por fin, le quitamos la razón al gran poeta Ángel González. Decía que la historia da España era como la morcilla de su pueblo: “se hace con sangre y se repite”. Pues, no. Esta vez no fue así. Se hizo sin sangre y, pese al intento de Golpe de Estado del 23-F de 1981, no se repite.

Aunque no lo parezca, mi generación lo tuvo fácil. Cuando, por razones también biológicas, saltó el tapón generacional de los ex combatientes, incrustados en la prensa de la Dictadura, los jóvenes periodistas, ansiosos de libertad, ocupamos su lugar. Gran oportunidad. Teníamos un presente oscuro y un futuro brillante. Mi compañero de mesa en el diario franquista Arriba nos hablaba de sus batallas en la División Azul que luchó a favor de Hitler. En el despacho de al lado, Antonio Izquierdo solía poner su pistola junto a su máquina de escribir. Cerca de mi mesa había dos redactores próximos al Partido Comunista. Fascistas abiertos y comunistas y demócratas clandestinos convivíamos en la misma redacción. Los primeros, en declive; los segundos, en alza. En la muerte de Franco, la curva descendente de los franquistas se cruzó con la curva ascendente de los demócratas. Eso también ayudó la Transición pacífica.

La Iglesia católica, con el cardenal Tarancón al frente (“Tarancón, al paredón”, gritaban los fascistas del bunker) fue evolucionando lentamente del rígido nacional catolicismo, que bendecía al dictador bajo palio en sus templos, hacia posiciones mas abiertas y dialogantes. Algo parecido ocurrió con el Ejército. Ante la muerte cercana de Franco ya no era una piña. Surgieron los oficiales y jefes de la UMD (la Unión Militar Democrática) que envidiaban a sus colegas portugueses que, con claveles en sus fusiles, nos precedieron en la transición en paz de la Dictadura a la Democracia.

Y la prensa ayudó lo que pudo. Lo contaba como podía. Denunciaba la corrupción generalizada del franquismo y su incapacidad para homologarnos con Europa. Queríamos ser ciudadanos libres, como nuestros vecinos del norte, y no súbditos oprimidos por un tirano que venció en la guerra civil con la ayuda de Hitler y Mussolini.

Muerto Franco, Adolfo Suárez y otros franquistas, convertidos en demócratas de toda la vida, contribuyeron a desarmar las instituciones de la Dictadura, mediante la Ley de Reforma Política, y legalizaron a los sindicatos y partidos clandestinos, incluido el Partido Comunista. Los extremistas o inmovilistas del bunker franquistas se refugiaron durante décadas en sus cuevas. (Solo ahora enseñan su patita con las siglas de VOX). Los demás firmaron los Pactos de la Moncloa y acordaron la Constitución de 1978, la única aprobada sin ruptura con el pasado. Surgieron líderes extraordinarios (Suárez, Abril Martorell, González, Guerra, Carrillo, Fraga, etc.), propiciados por una situación de alto riesgo también extraordinaria. Fue una transición bastante ejemplar, con sus luces y sombras, que ha servido de ejemplo para otros países.

Creo que toda la sociedad española debe felicitarse por ello y animar a los jóvenes para que no se duerman en la defensa de la libertad. “Por ella, Sancho, se puede y se debe aventurar la vida”, dijo don Quijote. La libertad, como el oxígeno, se valora más cuando te falta. Y ésta no nos tocó en una tómbola. Ojalá nunca les falte a los jóvenes de hoy, mejor formados que nosotros. Este no es un libro de texto para futuros periodistas, pero puede ayudarles a construir y consolidar su futuro en libertad conociendo mejor el pasado de su padres y abuelos. Así sea. Y a los de mi generación puede provocarles un ataque de nostalgia (“La sonrisa al trasluz” que decía Gómez de la Serna) y, ¿por qué no?, un chute de amor a España. Amén.

Aquí van algunas páginas del libro en las que cito a Pepe García Abad.

Pag 203

Pag. 208

Pag 241

Pag 305

Pag. 390

Por ahí va Pepe entre los abrazos cruzados en el Ateneo. Siempre estaré en deuda con mi querido Pepe García Abad y, cómo no, con su chica Carmen Arredondo.

 

Suárez rompió los cordones sanitarios contra el PCE, CC.OO., UGT y USO

En 1977, tal día como hoy, 28 de abril, el presidente Suárez rompió todos los «cordones sanitarios» contra los sindicatos ilegales Comisiones Obreras, UGT y USO. Unas semanas antes, el 9 de abril, sábado santo, había cortado también el cordón sanitario que el franquismo había impuesto contra el PCE durante 40 años.

Legalización de los sindicatos CC.OO., UGT y USO

La decisión de Suárez, apoyada en un informe confidencial de suma importancia, realizado por mi paisano Andrés Cassinello, su jefe de Información (embrión del CESID), fue la primera piedra imprescindible para poder construir la Democracia y enterrar la Dictadura. El rechazo a la violencia por parte de Santiago Carrillo, líder de los comunistas, y el consenso de las demás fuerzas políticas (salvo las franquistas) permitieron la recuperación de las libertades.

Adolfo Suárez, el presidente del Gobierno que rompió col «cordón sanitario» contra el PCE y los sindicatos ilegales.

He tenido el privilegio de leer ese informe secreto que el teniente general Cassinello ha incluido en sus memorias (aún inéditas). Es un texto contundente, muy bien razonado, capaz de convencer entonces al pres¡dente Adolfo Suárez de la conveniencia y la utilidad de legalizar al Partido Comunista para poder consolidar la Democracia. La ausencia de violencia era un compromiso fundamental para poder dar ese paso histórico que permitiría la alternancia en el Poder decidida por la soberanía popular.

Charla animada con el teniente general Cassinello (centro derecha, en la foto) y otros dos almerienses.

Ahora se habla mucho de establecer o no un cordón sanitario contra VOX, el partido de extrema derecha populista que no condena claramente las balas de CETME (un arma militar) que han recibido por correo varios políticos españoles como aviso o amenaza de muerte. Bildu es un partido legal porque renunció al uso de la violencia. Los herederos de los terroristas de ETA cambiaron las balas por los votos y están hoy pacíficamente en las instituciones públicas. No hay lugar para cordón sanitario contra Bildu. Tampoco puede haberlo contra VOX siempre que condene explícitamente el uso de la violencia. Frente a las amenazas de muerte recibidas por el ministro del Interior, la directora de la Guardia Civil y el candidato Pablo Iglesias, la candidata de VOX, Rocío Monasterio, ha renunciado claramente a condenarlas. Peor aún, ha hecho burla y mofa de ellas. Supongo que rectificará y condenará explícita y claramente todo uso de la violencia en Democracia. Si no lo hace, VOX se expone no solo a un cordón sanitario, que impida pactar con ellos, sino a ser declarado ilegal por la Justicia.

La base de la Democracia es la alternancia en el poder en ausencia de violencia. Si VOX no acepta esta base esencial, deberá ser prohibido como partido político. Cordón sanitario es una expresión equívoca que no me gusta. La Democracia es el imperio de la Ley igual para todos. Si VOX se coloca fuera de la Ley, al no condenar la violencia, desaparecerá como partido político y se convertirá en una partida de la porra. Creo que es pronto para llamar fascistas a los miembros y votantes de VOX. El fascismo se basa en dos pilares: el uso de la violencia y el cambio de un sistema democrático por otro totalitario. Los de VOX aún no han llegado a eso por mucho que se les vea el plumero. Por eso, sería bueno no llamarles fascistas sino atraerles al campo democrático... si se dejan.