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«Valoramos la libertad, como el oxígeno, cuando nos falta»

Hoy me siento alguien. The Objective publica el texto de una entrevista grabada sobre mi vida y milagros. La transcripción escrita de lo que dije ante la cámara puede inducir a error. Quienes me conocen saben lo presumido que soy. Por eso puede sorprenderles que yo haya dicho que «en lo que más destaco es en la modestia, como sabes. Soy muy humilde». En cámara podréis notar la sonrisa y el gesto que acompaña a mi ironía, ya que de humilde no tengo nada. Pero una frase escrita, desprovista de la imagen, resulta ingrata por incompleta. Pido disculpas por haber hecho el payaso ante la cámara. Ahí va la transcripción de la entrevista y el enlace a la grabación, que recomiendo. Gracias, Javier, por acordarte de los viejos rockeros… y por haber leído mi libro de memorias «La prensa libre no fue un regalo».
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J.A. Martínez Soler: «La libertad, como el oxígeno, sólo la valoramos cuando nos falta»

El periodista almeriense ha fundado y cerrado periódicos. En consecuencia, ha vuelto a empezar muchas veces

J.A. Martínez Soler: «La libertad, como el oxígeno, sólo la valoramos cuando nos falta»
José Antonio Martínez Soler. | Carmen Suárez

Su hija Andrea tiene la culpa de que en plena pandemia de la covid comenzara a escribir sus memorias pensando en sus nietos, dejándole un libro en blanco en la puerta de casa. José Antonio Martínez Soler –también conocido como JAMS– ha vivido a salto de mata, con muchos sobresaltos, la profesión de periodista. El 2 de marzo de 1976, siendo director de la revista Doblón, fue secuestrado al salir de su casa en Las Matas (Madrid) para ser torturado e interrogado después, en la Sierra de Guadarrama, por un grupo de individuos –según todos los indicios, guardias civiles franquistas–, empeñados en saber la identidad de sus fuentes de información.

Conociéndole, este dramático episodio y otros más felices se los habría contado igual a sus nietos de palabra, pero escribir sobre su vida podría ser una buena terapia para combatir el confinamiento. Así nació La prensa libre no fue un regalo (Editorial Marcial Pons), un libro de más de quinientas páginas en las que cuenta en primera persona su dilatada trayectoria profesional, con algún ajuste de cuentas y muchas anécdotas, pero «sin acritud», como diría su buen amigo Felipe González.

De familia humilde, Martínez Soler nació en un barrio obrero de Almería en enero de 1947. Su padre, admirador de Nicolás Salmerón, presidente de la Primera República, le inculcó ideas socialdemócratas que todavía defiende. Como también defiende la Transición democrática, que ahora algunos tanto cuestionan.  «El miedo en ambas partes –afirma en sus memorias– nos hizo demócratas».

Reconoce el sacrificio y la generosidad de los líderes de entonces, pero critica las actuales posiciones de Felipe González y Alfonso Guerra, contrarios a las concesiones de Sánchez a los partidos independentistas.  «Creo que Felipe y Guerra están envejeciendo mal… Pedro Sánchez tenía que haber cautivado a estos dos viejos monstruos del socialismo para que no se pusieran en su contra», explica. En definitiva, darles algo más de cariño.

Casado con la periodista estadounidense Ana Westley (natural de Boston), Martínez Soler cuenta en esta entrevista de Fuera de micrófono que dejó los estudios de Arquitectura al no aprobar el dibujo, y que esa circunstancia le abocó a tener que buscarse la vida escribiendo donde podía. El periodista almeriense recuerda sus idas y venidas por el diario El País y su participación en la fundación de periódicos, revistas y programas de televisión. «Iba de fundación en fundación, como Santa Teresa de Jesús», afirma divertido. Aunque confiesa: «nunca he estado en ningún partido político y no lo estaré jamás, mientras sea periodista»; tampoco esconde sus afinidades y simpatías socialdemócratas.

PREGUNTA.- En tu libro de memorias, La prensa libre no fue un regalo, resumes una vida dedicada al periodismo. ¿Qué te llevó a escribir sobre tu pasado?

RESPUESTA.- Nunca pensé escribir mis memorias, porque yo en lo que más destaco es en la modestia, como sabes. Soy muy humilde. Me pilló por medio la covid, estaba en casa encerrado, con mi mujer, y mi hija nos traía la comida a la puerta. Durante el confinamiento, para no aburrirme, me puse a escribir para mi nieto. Mi hija, que es muy lista, me regaló un libro con las páginas en blanco y me dijo: escribe ahí tu vida para que la conozca tu nieto, porque creo que él debe conocer cómo fueron tus raíces. Empecé a escribir a mano sobre mi infancia, hasta que me cansé y me puse en el ordenador. Me salieron mil páginas. Mi mujer me dijo: «¡Estás loco! Quién va a querer leer mil páginas sobre tu vida». Así que le dije que las editara ella. Cogió un lápiz rojo, empezó a cortar y dejó el libro en quinientas.

P.- Que «la prensa libre no fue un regalo» lo sabes bien, porque lo sufriste en tus propias carnes.

R.- Es cierto, pero también lo sufrieron muchos más. No sólo yo. Algunos lo pagaron con su vida. Yo tuve mala suerte. Tras la muerte de Franco, en noviembre de 1975, yo estaba investigando la purga de mandos moderados en la Guardia Civil. En febrero de 1976 publiqué cuatro o cinco casos sueltos, gota a gota, en los que contaba que el general Campano, nombrado por Franco antes de morir, iba destinando a provincias, y sin mando, a guardias civiles importantes que eran demócratas moderados. A sospechosos de no ser franquistas. Aquello provocó una reacción que no me esperaba. Me cruzaron un coche al salir de mi casa, en Las Matas (Madrid), me sacaron del vehículo con metralletas y me llevaron a la sierra de Guadarrama. Me quemaron la cara y me estuvieron interrogando desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche. Luego supe que era un comando de la Guardia Civil especializado en este tipo de interrogatorios. Eran muy profesionales y todas las preguntas iban dirigidas a que confesara quién me había filtrado la información. Les dije que no lo sabía porque me llamaban por teléfono sin darme el nombre. A pesar de ello, me hicieron firmar un documento acusando al general Sáinz de Santamaría de haberme dado esa información. Le dije que no era verdad, pero con una metralleta en la espalda yo firmo todo lo que me digan.

«El poder se toma la revancha, como hizo Aznar conmigo»

P.- Las memorias sirven a veces para ajustar cuentas y justificar errores. En tus memorias ajustas cuentas con Aznar.

R.- Yo a los malos no los respeto para nada. Pero no tengo enemigos. Como dijo Narváez, el espadón de Loja (Granada), cuando el cura le preguntó, antes de morir, si perdonaba a sus enemigos. «Padre, yo no tengo enemigos: a unos los fusilé y a otros los ahorqué». En ese ten con ten se había quedado sin enemigos. Cuando criticas al poder, el poder se toma la revancha, como hizo Aznar conmigo, echándome de TVE después de entrevistarle como candidato a las elecciones de 1996. Ganó las elecciones por menos votos de los que él pensaba y me despidió de la tele. Estaba yo de corresponsal de TVE en Estados Unidos y no era un cargo político, sino laboral. Me sentó muy mal. Me dio la impresión de que era un hombre rencoroso. Le puse un pleito a la televisión del Gobierno, lo gané, y con el dinero de la indemnización pude comprarme un BMW grande, de segunda mano. Mis tres hijos me decían: «Este cochazo es de la época de Aznar«. Lo tomamos con sentido del humor. Yo creo que no he ajustado cuentas con nadie. Critico un poco a Juan Tomás de Salas porque me despidió de Cambio 16 de mala manera, con un poco de mala fe. Cuento sus luces y sombras. Y no tengo más enemigos… Bueno, otro que quiso quitarme el trabajo fue Miguel Boyer, el pobre, que le pidió a Jesús Polanco mi cabeza. Acabé yéndome de El País por tercera o cuarta vez.

José Antonio Martínez Soler. | Carmen Suárez

P.- Volviendo a tus inicios, hay que recordar que empezaste Arquitectura y, al no aprobar la asignatura de dibujo de primero, te buscaste la vida en el periodismo.

R.- La suerte me acompaña. Soy cobardica, pero tengo mucha suerte. Eso me ha permitido fundar muchas revistas, muchos periódicos y muchos programas de televisión. Me he divertido mucho. De alguna forma, yo tenía las espaldas cubiertas. Era un mantenido porque mi mujer, que nació en Boston, era corresponsal del New York Times y cobraba en dólares. Entonces, yo podía arriesgarme. Me iba de los sitios porque tenía a mi mujer detrás que mantenía a los niños. No soy ningún valiente, Javier, aunque he tenido mucha suerte.

José Antonio Martínez Soler, cuando dirigía y presentaba Buenos días, año 1986| Foto: Javier del Castillo.

P.- En las memorias cuentas que fuiste «de fundación en fundación, como Santa Teresa de Jesús».

R.- En lugar de conventos, fundaba medios de comunicación. Yo empecé en TVE haciendo de figurante, porque había hecho cine en Almería como extra. Entonces, conocí a Amestoy. Me pidió un artículo para la revista Don Quijote y después me contrataron. Hacía el ajuste de páginas, mientras estudiaba Periodismo. Estuve seis meses, pero sólo cobré el primero. Después, fui uno de los fundadores del periódico Nivel. Me contrató Manuel Martín Ferrand y conocí allí a gente muy buena. A Martín Ferrand le quise mucho. Era un tipo sensacional. Él era conservador y yo socialdemócrata, así que chocábamos de vez en cuando. No he estado en ningún partido, ni lo estaré jamás, mientras sea periodista. Aquel periódico sólo se publicó un día. Así que de ahí me fui a trabajar de documentalista a un programa de TVE que se llamó España siglo XX, cuyos guiones firmaba José María Pemán, el poeta de Franco. Era el negro de Pemán. Él corregía algunas cositas y ponía su nombre en letras grandes. Debajo, en letras pequeñitas, aparecía: Investigación y documentación, José Antonio Martínez Soler. Y yo tan orgulloso.

«No he sido nunca felipista, guerrista, ni maoísta del Niño Jesús»

P.- Lo primero que hiciste en TVE fue presentar un programa escolar, gracias a una recomendación de Adolfo Suárez.

R.- Era una especie de videoclub que se ofrecía a los colegios de los pueblos, y que se llamaba Televisión escolar. Era una prueba, que duró un año.  Yo había conocido a las secretarias de Adolfo Suárez, entonces uno de los jefes de producción en la Primera Cadena de TVE. Ellas me dijeron que estaban buscando una cara para presentar aquel programa y Suárez me dio una tarjeta para que se la entregaran a quienes hacían las pruebas. Hice la prueba con gente de más experiencia y, al finalizar, el realizador me dice: «¿Te habrás dado cuenta de que eres el peor de todos?». Me puse colorao y le dije que el problema era que estaba acostumbrado a las cámaras de cine, más pequeñas. Al final, me dijo que si en quince días perdía el acento de Almería el trabajo sería mío. Lo conseguí y fui presentador de Televisión escolar con 20 años.

P.- Volviste muchos años después a TVE, en los años 80, para hacer Telediarios y el programa matinal en TVE, Buenos días.  

R.- He tenido mucha suerte. Un día, cuando yo era director del TD1, estaba yo preparando las preguntas para una entrevista al ministro de Obras Pública, Julián Campo, sobre la Ley de Aguas, y me llamaron al control para decirme que el ministro no iba a llegar a tiempo. ¿Qué hacemos? Me bajé al estudio, me maquillaron corriendo y Manuel Campo Vidal Concha García Campoy me hicieron a mí las preguntas que había preparado para el ministro. Esa misma tarde, Ramón Colom me dijo que dónde había aprendido a hablar en televisión con tanta naturalidad. Le conté que había estado un año presentando Televisión escolar. Al poco tiempo, me llamó José María Calviño, el gran jefe, y me dijo si podría hacer el Buenos días, en la televisión matinal. Me fui una semana a Nueva York a copiar los matinales que se habían en EEUU. y los adapté al gusto español. Y el 13 de enero de 1986 había nacido una estrella.

P.- Recuerdo que dabas los buenos días en los cuatro idiomas que tenemos en España.

R.- Es verdad. Ahora me copian en el Parlamento. Yo saludaba todas las mañanas diciendo Buenos días, Bon dia, Bos días y Egun on. Excepto un día en que cambié el saludo. Me llamó a las dos de la mañana nuestro corresponsal en Ámsterdam anunciándome que se iniciaban relaciones diplomáticas de España con Israel. Cambié todo el programa y abrí el Buenos días diciendo Shalom, shalom, IsraelUn saludo, recordé, que se remontaba a hace quinientos años. Yo oí decir entonces: Buenos días, ShefaradEra emocionante. Se te ponían los pelos de punta. Dimos la exclusiva.

P.- TVE era la única cadena de televisión y esa circunstancia permitía alcanzar grandes audiencias, pero también incrementaba las presiones políticas.

R.- Yo he dirigido telediarios en el año 1985 y en los años 1993 y 1994. En dos etapas distintas. Los políticos siempre quieren manejar el monigote que sale en la tele. Es normal. Y el periodista tiene que oponerse y tratar de equilibrar esas presiones. Lo que se publica o se emite es la resultante de todas las presiones que llegan: del jefe, del amigo, del cuñado, del vecino, del político o del anunciante. Nosotros tratamos de hacer la resultante de todas esas presiones. Yo recibía llamadas del ministro portavoz o del líder de la oposición continuamente. Pero en el Buenos días ¿quién me iba a llamar a mí a las cuatro o a las cinco de la mañana? Todos estaban durmiendo. Yo era libre y hacía lo que me daba la gana. A posteriori, podían criticarme, pero ya daba igual. Era maravilloso. Éramos los más libres de España porque los jefes estaban durmiendo.

P.- ¿Por qué se cargaron el programa matinal, nada más llegar a la dirección general de RTVE Pilar Miró?

R.- Hay cosas que no se pueden contar. Yo no he sido nunca ni felipista, ni guerrista. Ni maoísta del Niño Jesús. He sido siempre independiente. Soy de centro izquierda porque mi padre era republicano salmeroniano. Fíjate, yo soy de Salmerón, de la Primera República. Y también de Indalecio Prieto, si quieres, socialista a fuer de liberal. Pero nunca he estado en ningún partido político, ni lo voy a estar. Porque me interesa ser libre. Mi corazón está un poco en el centro izquierda. ¿Qué ocurre? Pues que inmediatamente tratan de ponerte una etiqueta. Cuando Calviño me llamó para dirigir un Telediario, la gente decía: si le ha llamado Calviño, es que este es guerrista. Yo ni conocía a Guerra. No lo había visto en mi vida. Bueno, le conocí indirectamente cuando fui ayudante de Fernando Abril Martorell, vicepresidente del Gobierno con Suárez, y ellos dos negociaban la Constitución. Los padres de la Constitución de verdad son Alfonso Guerra y Fernando Abril Martorell. Ellos negociaban de madrugada y luego le decían a Felipe y a Suárez lo que habían aprobado. Las matronas de la Constitución fueron Abril Martorell y Guerra. Me decían que era guerrista, pero de guerrista nada.

P.- Te llevabas bien con Felipe González… Te mandó una carta cuando te secuestraron.

R.- Es verdad. La primera foto de Felipe González la publiqué yo en la revista Doblón. Le tapamos los ojos, porque era todavía ilegal. Cuando me secuestraron y torturaron, me mandó una carta muy cariñosa, firmando ya con el nombre de Felipe González. También me mandó otra carta Nicolás Franco, sobrino del dictador. Yo soy amigo de Nicolás Franco porque me salvó la revista. El día que murió el caudillo nos la secuestró la policía. La portada era un sello de correos, con la cara de Franco ampliada y un titular que decía Ha muerto. Nada más. Luego me enteré que el secuestro se debió a que habíamos ofendido a la viuda, Doña Carmen Polo de Franco, por decir que era «inteligente para los negocios». No pagaba los collares en las joyerías. Lo tengo confirmado. Le hicimos llegar una carta al entonces todavía príncipe Don Juan Carlos y por la tarde nos dieron permiso para repartir la revista. Yo le estaré siempre agradecido al rey Juan Carlos y a Nicolás Franco. Aunque el rey Juan Carlos nos salió luego un poco rana, hizo mucho por la democracia y salvó mi revista.

José Antonio Martínez Soler en un momento de la entrevista. | Carmen Suárez

P.- Después de tan larga trayectoria, ¿somos ahora más libres o menos libres que hace cuarenta años?

R.- Es una reflexión difícil. Depende. Está claro que España es un país democrático. Somos libres. La mayor libertad que yo he tenido, como periodista, fue desde la muerte de Franco hasta la aprobación de la Constitución, años 76, 77 y 78. Me sentía más libre porque los poderes antiguos de la dictadura no acababan de morir y los poderes nuevos de la democracia no acababan de nacer. No había unos poderes claros. Yo era entonces director de Doblón y publicábamos cosas increíbles. La clave de la Transición fue que los demócratas no sabían la fuerza que tenían los franquistas y viceversa. Y tenían miedo a volver a las andadas. En aquellos tres años he sido más libre que nunca. Nadie es objetivo; somos sujetos, no objetos.

«Los españoles perdonamos los pecados del amor, pero no los de robar»

P.- En la Transición conociste bien a Felipe González y a Alfonso Guerra. ¿Qué te parecen sus críticas a lo que está haciendo Pedro Sánchez?

R.- El Rey emérito, con el que he tenido una relación de afecto y de agradecimiento, ha envejecido mal. Constitucionalmente, lo ha hecho bien, pero la bragueta le fue mal y la cartera también. Los españoles perdonamos siempre los pecados de amor, pero los de robar no. Aunque no se ha probado todavía, todo el mundo sabe que ha habido un comportamiento no ejemplar del Rey emérito. ¿Qué pasa con Felipe y Guerra? Yo quiero a los dos, y les he votado muchas veces. Para mí, Felipe es un hombre imprescindible en la historia de España. Ha sido fundamental, como lo fue Suárez, como lo fue Carrillo, como lo fue incluso Fraga, Guerra o Abril Martorell.  Pero, cuando pierdes el poder -por vejez o porque te retiras-, no te acostumbras a que los guardias no se cuadren y den el taconazo, ni a que el coche oficial no te esté esperando en la puerta. No se acostumbran a que las nuevas generaciones no les pregunten. Felipe y Guerra están dolidos por eso. Pedro Sánchez tenía que haber cautivado a estos dos viejos monstruos del socialismo para que no se pusieran en contra. Tanto Guerra como Felipe están envejeciendo un poco mal. Han hecho mucho bueno por la democracia, pero ahora es tiempo de los jóvenes.

«Felipe González, Alfonso Guerra y el rey Juan Carlos I están envejeciendo mal»

P.- Pero ¿no crees que se están haciendo demasiadas concesiones por parte del presidente en funciones?

R.- Pero, ¿cuándo no se han hecho?

P.- Tendrá que haber algún límite.

R.- El que marque la ley. Yo soy demócrata y republicano. Por ese orden. Acepto la Constitución y apoyo al Rey, aunque soy republicano. Y la princesa Leonor me parece encantadora. El Rey es soberano, no como Franco que era caudillo por la gracia de Dios. Felipe VI es rey constitucional de España, por designio del pueblo. Envejecer es muy difícil. Yo me he buscado otra vida para no molestar a los jóvenes. Hay gente que envejece mal. Y creo que Felipe, Guerra y el rey Juan Carlos I están envejeciendo mal.

P.- En el libro dices que el miedo de unos y de otros nos hizo demócratas. ¿Qué está pasando ahora?

R.- Efectivamente. El miedo nos hizo demócratas porque, como te decía antes, ninguno bando sabía la fuerza del otro bando. El miedo fue fundamental, pero también la generosidad. Hubo un punto de generosidad. Miedo a no volver a las andadas y generosidad para perdonar a los asesinos del lado franquista y a los asesinos del lado republicano. En la guerra civil hubo asesinos en los dos lados, pero en la posguerra los asesinos estaban todos en el mismo lado: en el lado de la represión franquista y policial. Creo que la izquierda perdonó más, pero ambos perdonaron. Los jóvenes han nacido en libertad y la libertad, como el oxígeno, sólo la valoras cuando te falta. A mí me faltó durante muchos años y la valoro; que ahora no me la quiten. La libertad no fue un regalo, ni lo es ahora. Hay que estar alerta defendiendo permanentemente la libertad, porque un país libre siempre es un país mejor.

¿Soy anti español si voto al PSOE? ¡Sosegaos!

¿Soy anti español si voto al PSOE?

El eslogan maquiavélico y perverso “Sanchismo o España” de Feijóo, el derogador, (“que le vote el del bote”, digo yo) es enemigo de la España que construimos entre todos con la Constitución del 78. Dudo que alguien de la derecha me gane a patriotismo. Sin embargo, por sentirme socialista a fuer de liberal, la derecha dura me coloca en la anti España, junto a los heterodoxos de Menéndez Pelayo. Desentierran el hacha de la dos Españas. Ya veo por qué. Todo le vale y el fin justifica los medios. A algunos les resulta rentable la tierra quemada con tal de alcanzar el poder. A mí no. Y a muchos amigos y conocidos de derechas, tampoco. ¿Qué hacer?

Lo primero, escuchar a los que no piensan o juegan como yo. Si pierdo al tenis es porque he jugado peor que mi adversario. ¿Qué hice mal y qué hizo bien el vencedor?

Mensaje de Manuel Saco que hago mío.

El coste de pacificar la parte sediciosa de Cataluña, de arreglar los platos rotos por los separadores Rajoy y Aznar, antes de la declaración de independencia de los separatistas del Parlament, ha sido muy alto. Quizás no había alternativa, pero en el resto de España el acercamiento de Sánchez a ERC (quitar la sedición, reducir la malversación, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto en municipales y autonómicas. Lo entiendo. No hay mal que por bien no venga. Cataluña se separa hoy de España mucho menos que en tiempos de Rajoy.

No digamos el gran error de la Ley del “sí es sí” y el empecinamiento de Podemos para no remediar inmediatamente el desaguisado. Ahí creo que murió la coalición PSOE-Podemos. El PP tuvo el acierto genial de votar con el PSOE contra Ione Bellara e Irene Montero, dos nombres quemados y que serán disuasorios en cualquier lista electoral. Con el “sí es sí” acertó el PP y erró el PSOE.

A mi juicio, acierta el PSOE cuando vota con el PNV para cerrar el paso a Bildu en Álava, por ejemplo. Aunque el eslogan le fue muy rentable, a fuer de hipócrita, se equivocó el PP con eso de “que te vote Chapote”. Iba dirigido, con mala fe, a las tripas, no al cerebro ni al corazón de los españoles. Las emociones (y las tripas) son traicioneras. ¿Acaso no negoció Aznar con ETA a la que definió como Movimiento Vasco de Liberación y autorizó cientos de traslados de etarras al País Vasco? ¿A qué viene ahora eso de “que te vote Chapote” contra el partido que acabó, de verdad, con el terrorismo de ETA?

El PSOE acertó con sus medidas de fondo de carácter social (subida del salario mínimo, pensiones, reforma laboral, etc.). Muy oportuno el artículo sobre “¿Qué hicieron los romanos por nosotros?” Se equivocó al vender chuches de última hora (cine más barato, inter rail para jóvenes, etc.). Ir del brazo del populismo de Podemos (que critica a los empresarios con nombres y apellidos, que se emperra en dividir al feminismo con minucias de la ley Trans, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto para el PSOE. Dime con quien andas y te diré quien eres.

Para mí el error más gordo del PSOE es no haber sumado a los socialistas liberales que, aunque ya van rozando la ancianidad, adelantaron la civilización y cambiaron España durante 14 años: Felipe González no puede faltar en la foto con Pedro Sánchez. Y algo habrá que hacer para que Alfonso Guerra, artífice principal en la sombra de la Constitución del 78, junto con mi amigo y maestro Fernando Abril Martorell, no vuelva a recomendar nunca más que votemos en blanco.

Muchos vecinos de mi pueblo (Villanueva de la Cañada) nos seguimos queriendo después de votar al centro derecha o al centro izquierda, y me pregunto ¿qué les pasa a nuestros dos grandes líderes políticos emperrados en radicalizar y tirar de nosotros hacia los extremos?

Ni Feijóo es un narco ni Sánchez un etarra. ¿A qué esperamos para luchar decentemente por el centro? Y que gane el mejor. Tengo envidia por las grandes coaliciones derecha/izquierda que los alemanes hacen en caso de apuro. Imaginemos un debate en televisión sobre el futuro de la economía española entre las dos cabezas más singulares del PP y del PSOE, Luis Garicano (ex Ciudadanos) y Nadia Calviño (nº 2 del PSOE en el Gobierno). Sus márgenes de maniobra serían pequeños y sus discrepancias no tendrían nada que ver con las “gamarradas” de Cuca, la rabiosa monja alférez del PP, o los golpes bajos que MAR (Miguel Ángel Rodríguez, el Rasputín de Aznar y Ayuso) dirige, sin pudor, a las tripas de los españoles más ignorantes o apáticos.»¿Comunismo o libertad?» ¡Vamos, hombre!

Falta alguien como Adolfo Suárez, Felipe González, Fraga Iribarne o, incluso, Santiago Carrillo (padres de la Democracia) que les diga a los suyos, a voz en grito: ¡Sosegaos!

Amén.

 

 

Abril-Leal: Camelot en Castellana,3

El libro del ex ministro de Economía, José Luis Leal, («Hacia a libertad») me ha abierto los ojos y me ha iluminado zonas claves de nuestra transición de la Dictadura a la Democracia. ¡Enhorabuena y gracias, José Luis!

Cubierta del libro de Leal

Si estoy convencido de que, a pesar de los pesares, hay nobleza y generosidad en la acción política es porque compartí (1978-1980) el sueño de Camelot en el palacete de Castellana, 3. Servir a los intereses generales de España, a las órdenes directas del ministro José Luis Leal e indirectas del vicepresidente Fernando Abril Martorell, marcó mi admiración y lealtad por aquel equipo reducido y eficaz que promovió y cumplió los Pactos de la Moncloa, imprescindibles para poder aprobar, con estabilidad socio económica, la Constitución más larga y provechosa de nuestra historia. Los demócratas le debemos mucho a esa pareja de patriotas.

José Luis Leal con su esposa Joseline y Fernando Abril Martorell.

Yo ganaba allí muy poco dinero, comparado con el sueldo anterior y posterior de redactor jefe de El País, pero nunca gané tanta felicidad por la satisfacción del deber cumplido al servicio de la Democracia. Era como hacer otra vez la «mili», pero de verdad. Una de las mejores etapas de mi vida.

En la planta baja de Castellana, 3, despachaba yo cada día con José Luis Leal, ministro de Economía, condiscípulo juvenil del rey emérito, luchador anti franquista, exiliado, doctor por la Sorbona, sabio entre los sabios y, sobre todo, poeta.

Leal estudió con el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón.

En ocasiones, también me tocaba asistir al vicepresidente Abril Martorell, que trabajaba, a cualquier hora del día o de la noche, en el primer piso, al que se accedía a trompicones por un viejo ascensor barroco que llamábamos «la bombonera». El primer día, me sorprendió que el despacho del ministro fuera más del doble de grande que el del vicepresidente, un político que valoraba más el contenido que el envoltorio de los muchos problemas que se echaba a sus anchas espaldas.

En el equipo de Abril-Leal había muy pocos funcionarios y procedían de todos los colores políticos. A nadie se le preguntó por su origen o sus afinidades ideológicas. Importaba la entrega a los ideales básicos de consolidar la Democracia y construir un país más justo y próspero. Esto que digo, en favor aquellos dirigentes generosos, eficaces y honestos, les parecerá cuento chino a muchos desencantados por la polarización y la corrupción política de nuestros días. La verdad, en ocasiones, parece increíble. Pero, lo crean o no, esa es mi verdad, vivida en primera persona y contaba con toda la honestidad de que soy capaz.

Al cabo de más de medio siglo de ejercicio del Periodismo, también he llegado a la conclusión de que, en situaciones graves y extraordinarias, la sociedad produce líderes extraordinarios. Lo queramos o no. Por eso, emergieron entonces personajes excepcionales, quizás irrepetibles, como Fernando Abril Martorell, José Luis Leal, Adolfo Suárez, Felipe González, Alfonso Guerra, Manuel Fraga, Santiago Carrillo, el teniente general Gutiérrez Mellado, el cardenal Tarancón y, naturalmente, sé por qué lo digo, el teniente general Andres Cassinello, el creador del CNI de Suárez. Fueron hombres capaces de actuar y llegar a acuerdos patrióticos cuando estábamos al borde del abismo. La izquierda y la derecha desconocían la fuerza del contrario y tenían miedo. Los vencedores de la guerra civil temían a la revancha violenta de los vencidos y los perdedores, a una nueva dictadura de los franquistas sin Franco. El miedo compartido (y algo de generosidad, no digo que no) nos hizo demócratas.

Ahora estoy disfrutando mucho con la lectura de las memorias de mi antiguo jefe, José Luis Leal, una figura demasiado modesta y que fue clave para llevar a buen puerto la Transición española. Aunque estuve en aquel Camelot, como el último de los becarios, desde el otoño del 78 al invierno del 80, el libro me aclara ahora muchos secretos, usos y costumbres de aquellos tiempos que yo solo sospechaba. El objetivo era no volver a las andadas de otra guerra civil. Quitar la razón al gran poeta Ángel González que nos decía: «La historia de España es como la morcilla de mi pueblo: se hace con sangre y se repite». Gracias a gigantes políticos, como los que he nombrado en el párrafo anterior, se equivocó el poeta. También se equivocaron mis colegas de la prensa extranjera que, al morir el tirano, volaron hacia España en busca de otra guerra fratricida. Era costumbre. Decepcionados, tuvieron que marcharse con sus plumas a otra parte.

El libro de José Luis Leal, editado por Turner, será presentado mañana lunes, 12 de diciembre, a las 19:00 h. en la Fundación Carlos de Amberes, calle Claudio Coello, 99, Madrid. No te lo pierdas.

En Claudio Coello, 99, a las 19:00 h del lunes 12 de diciembre, con Leguina y García Vargas, dos viejos amigos.

En mi libro de memorias, «La prensa libre no fue un regalo», he intentado describir y, a veces, explicar, torpe y brevemente, lo que hacíamos desde aquel antiguo palacete, algo versallesco y nada funcional, que había sido ocupado antes por Azaña, Carrero Blanco y Suárez.

Copio y peo, a continuación, algunas páginas de mi libro en las que me refiero, de pasada, a los trabajos de aquella Corte del rey Arturo en la que respirabamos el sueño de una España mejor, más libre y más justa que la que no deparó el tirano Francisco Franco durante su ominosa y cruel Dictadura de vencedores contra vencidos.

Abril-Leal. Pag. 354

Abril-Leal. Pag. 355

Abril-Leal. Pag 356

Abril-Leal. Pag. 357

Abril-Leal. Pag. 358

Abril-Leal. Pag. 359

Abril-Leal. Pag. 360

 

 

Mi libro en El Siglo de Europa. Gracias, Pepe

Mi amigo y colega Pepe García Abad (a quien vi el martes 27 en la primera fila del venerable salón de Actos del Ateneo) fue subdirector del semanario Doblón y director en funciones, mientras yo me recuperaba de las heridas provocadas por las torturas de mis secuestradores. Es un periodista y escritor brillante, clave en la Transición y más allá, con quien he compartido grandes aventuras profesionales y muchas risas. Y hasta la construcción de nuestras casas en el mismo barrio. Me ha pedido que le escriba una reflexión sobre mi libro para la revista elsiglodeeuropa.es que él fundó.

Mi artículo en elsiglodeeuropa.es

Lo hago de mil amores y lo comparto también con mis lectores de 20minutos.es. Todo aprovecha para el convento. Gracias, Pepe.

La prensa libre no fue un regalo

 José A. Martínez Soler

Mi último libro (“La prensa libre no fue un regalo”) trata de la forja de un periodista que transitó de la Dictadura a la Democracia, sin querer volver a las andadas de otra guerra civil tras la muerte de tirano. Fue una lucha larga y arriesgada de los periodistas, pero, sobre todo, de la sociedad española entera a la que el traje, rígido y opresor, impuesto por el dictador se le rompía por las costuras.

Ahí cuento como peleábamos por la libertad de expresión palabra a palabra. Nos procesaban en distintos tribunales especiales, ordinarios o militares, por delitos de prensa o de orden público, la censura nos prohibía el reparto de ejemplares, la policía nos perseguía, nos detenían… Yo mismo fui secuestrado, torturado y sometido a un fusilamiento simulado por haber publicado un artículo sobre la purga de mandos moderados en la Guardia Civil. Con una pistola a dos palmos de mi frente ensangrentada, pensé que iba a morir. Y sigo vivo para contarlo. Por fin, me atrevo a contarlo.

Esta es una historia de periodistas y políticos, de empresarios y trabajadores, que trata de describir, a veces explicar, cómo se gestó la Transición pacífica en España. Una rara historia de éxito. Algunos jóvenes piensan ahora, quizás con razón, que nos quedamos cortos al optar por la reforma política y no por la ruptura total con el pasado. Posiblemente, no saben que tuvimos miedo, mucho miedo. Miedo legítimo al ruido de sables y a la represión policial.

A medida que el dictador se acercaba a su fin, los franquistas, vencedores de la guerra civil, también tuvieron miedo a la eventual revancha de los vencidos. El miedo mutuo, una pizca de generosidad y la desconocida debilidad de ambas partes, nos hizo demócratas. Por eso nació la Constitución del 78, la más larga, y la única en paz, de la historia de España. Por fin, le quitamos la razón al gran poeta Ángel González. Decía que la historia da España era como la morcilla de su pueblo: “se hace con sangre y se repite”. Pues, no. Esta vez no fue así. Se hizo sin sangre y, pese al intento de Golpe de Estado del 23-F de 1981, no se repite.

Aunque no lo parezca, mi generación lo tuvo fácil. Cuando, por razones también biológicas, saltó el tapón generacional de los ex combatientes, incrustados en la prensa de la Dictadura, los jóvenes periodistas, ansiosos de libertad, ocupamos su lugar. Gran oportunidad. Teníamos un presente oscuro y un futuro brillante. Mi compañero de mesa en el diario franquista Arriba nos hablaba de sus batallas en la División Azul que luchó a favor de Hitler. En el despacho de al lado, Antonio Izquierdo solía poner su pistola junto a su máquina de escribir. Cerca de mi mesa había dos redactores próximos al Partido Comunista. Fascistas abiertos y comunistas y demócratas clandestinos convivíamos en la misma redacción. Los primeros, en declive; los segundos, en alza. En la muerte de Franco, la curva descendente de los franquistas se cruzó con la curva ascendente de los demócratas. Eso también ayudó la Transición pacífica.

La Iglesia católica, con el cardenal Tarancón al frente (“Tarancón, al paredón”, gritaban los fascistas del bunker) fue evolucionando lentamente del rígido nacional catolicismo, que bendecía al dictador bajo palio en sus templos, hacia posiciones mas abiertas y dialogantes. Algo parecido ocurrió con el Ejército. Ante la muerte cercana de Franco ya no era una piña. Surgieron los oficiales y jefes de la UMD (la Unión Militar Democrática) que envidiaban a sus colegas portugueses que, con claveles en sus fusiles, nos precedieron en la transición en paz de la Dictadura a la Democracia.

Y la prensa ayudó lo que pudo. Lo contaba como podía. Denunciaba la corrupción generalizada del franquismo y su incapacidad para homologarnos con Europa. Queríamos ser ciudadanos libres, como nuestros vecinos del norte, y no súbditos oprimidos por un tirano que venció en la guerra civil con la ayuda de Hitler y Mussolini.

Muerto Franco, Adolfo Suárez y otros franquistas, convertidos en demócratas de toda la vida, contribuyeron a desarmar las instituciones de la Dictadura, mediante la Ley de Reforma Política, y legalizaron a los sindicatos y partidos clandestinos, incluido el Partido Comunista. Los extremistas o inmovilistas del bunker franquistas se refugiaron durante décadas en sus cuevas. (Solo ahora enseñan su patita con las siglas de VOX). Los demás firmaron los Pactos de la Moncloa y acordaron la Constitución de 1978, la única aprobada sin ruptura con el pasado. Surgieron líderes extraordinarios (Suárez, Abril Martorell, González, Guerra, Carrillo, Fraga, etc.), propiciados por una situación de alto riesgo también extraordinaria. Fue una transición bastante ejemplar, con sus luces y sombras, que ha servido de ejemplo para otros países.

Creo que toda la sociedad española debe felicitarse por ello y animar a los jóvenes para que no se duerman en la defensa de la libertad. “Por ella, Sancho, se puede y se debe aventurar la vida”, dijo don Quijote. La libertad, como el oxígeno, se valora más cuando te falta. Y ésta no nos tocó en una tómbola. Ojalá nunca les falte a los jóvenes de hoy, mejor formados que nosotros. Este no es un libro de texto para futuros periodistas, pero puede ayudarles a construir y consolidar su futuro en libertad conociendo mejor el pasado de su padres y abuelos. Así sea. Y a los de mi generación puede provocarles un ataque de nostalgia (“La sonrisa al trasluz” que decía Gómez de la Serna) y, ¿por qué no?, un chute de amor a España. Amén.

Aquí van algunas páginas del libro en las que cito a Pepe García Abad.

Pag 203

Pag. 208

Pag 241

Pag 305

Pag. 390

Por ahí va Pepe entre los abrazos cruzados en el Ateneo. Siempre estaré en deuda con mi querido Pepe García Abad y, cómo no, con su chica Carmen Arredondo.

 

¿Por qué voté NO a la OTAN en 1986?

Llevo varios días perturbado con la OTAN, sí; OTAN, no.  Y no es solo por el follón del trafico en Madrid, sino por mi propia conciencia, retorcida por aquel polémico referendum de 1986 sobre la OTAN. Por primera vez en mi vida, he revelado ahora en mi libro «La prensa libre no fue un regalo» que voté No a la OTAN. Luego comprobé que me había equivocado, puesto que yo estaba a favor de que España siguiera en la OTAN. ¿Por qué voté que NO? Felipe González tensó demasiado la cuerda. Se equivocó. No se somete a referendum una alianza militar. Eso se incluye en el programa electoral. Pasados los años, lo trato de explicar, no sin dolor, en este capítulo de mi libro que copio y pego. Hoy, naturalmente, votaría Sí a la OTAN.

OTAN Pag. 412 de mi libro «La prensa libre no fue un regalo».

OTAN Pag 413 de mi libro «La prensa libre no fue un regalo»

OTAN. Pag 414 de mi libro «La prensa libre no fue un regalo»

OTAN Pag. 415 de mi libro «La prensa libre no fue un regalo»

Con Felipe Gonzalez. Entrevista preelectoral 1986. jpg

Portada de TP. Martínez Soler, director-presentador del informativo Buenos Días de TVE.

Para quienes tengan dificultad para leer la letra pequeña de las páginas impresas,  copio y pego a continuación el mismo texto correspondiente al manuscrito (no solicitado) que envié a Marcial Pons.

 << ¡OTAN, no! ¡Bases, fuera!>>

  44

Un día soleado de primavera de 1985 llegué andando a la casa de mi infancia, en Almería. Algunos vecinos avisaron a otros. De pronto, mi calle se llenó de gente, y yo me llené de besos y abrazos antes de cruzar mi portal. Oí voces:

– << ¡Isabel, Isabel! ¡Sal, mujer, que ha venido tu hijo!>>

 Unos días antes de visitar a mis padres en Almería, escuché la señal de alarma del teletipo de la Agencia EFE. Era un flash muy breve. Algo así como <<Explosión en un restaurante de la carretera de Barajas. Se desconoce el número de víctimas>>. En cuestión de segundos, desde mi despacho de director del Telediario en el Pirulí, escuché la sirena de las ambulancias y/o de la policía o los bomberos, circulando a toda pastilla por la M-30. A esas horas de la noche quedaban pocos reporteros en la redacción. Llamé a un cámara, y ambos salimos pitando hacia la carretera de Barcelona.Fue una experiencia terrible. De pronto, me vi retirando cascotes, piedras, vigas, y avisando a los bomberos cuando veía algún resto humano. Así, hasta el amanecer. Dieciocho muertos y más de cien heridos en la explosión producida en el Restaurante El Descanso de Madrid. Felipe Mellizo, que dirigía el Telediario del día siguiente (fin de semana), me pidió que le contara, en directo, desde el lugar de los hechos, lo que yo había visto durante la noche. (1)

Esa crónica improvisada, cargada de la emoción del momento, fue la que debieron de ver los vecinos de mi barrio en el Telediario de Televisión Española, el 13 de abril de 1985. Habían pasado 17 años desde que dejé de presentar el programa matinal de Televisión Escolar para niños. Nadie lo recordaba. En cambio, salir en el Telediario de los mayores ya era otra cosa.

Si sales en la tele, aunque no hayas hecho nada de interés en tu vida, como muchos famosos de moda o parientes de famosos, que nunca han destacado por algo relevante, ya eres un personaje público. O sea, del público. Te toman por uno de su pueblo, de su familia. Esto merece una reflexión más reposada. Por ahora, debo recordar cómo y por qué acabé de nuevo en Televisión Española al cabo de tantos años.

<<Polanco te dio la puntilla>>

La verdad es que no pude evitarlo. La misma noche del verano del 84 cuando Polanco me dijo que sus amigos le habían pedido mi cabeza se lo comenté a mi vecino Pepe García Abad, ex subdirector y cofundador de Doblón. Agudo, como siempre, me dijo:

– <<Polanco te ha dado la puntilla>>.

A primeros de septiembre recibí la llamada de Enrique Vázquez, director de Informativos de TVE. Fue mi jefe en el Arriba, el diario oficial de Franco, cuando yo aún estaba haciendo la mili en el ministerio del Ejército. Jefe y amigo. También fue colaborador mío en Cambio 16 desde el primer día. Siempre le profesé afecto y admiración. Me dijo:

– <<Lo sé todo. Quiero invitarte a unas cañas esta tarde>>.

 Nos vimos en La Dolores, cerca del Congreso. Me convocó para la mañana siguiente a una reunión en el bar del Hotel Palace con él, con José María Calviño, director general de RTVE, y con Ramón Colom, subdirector de Informativos. Asistirían también José Luis Martínez (alias Flavio) y Joaquín Estefanía. Me pilló un poco descolocado. Tendría que hablar urgentemente con Flavio y con Joaquín. Claro que, en las condiciones en que me encontraba, ni lo dudé. Acepté encantado.

Por tercera vez, me fui de El País

En una mesa apartada, en un rincón del bar del Palace, nos reunimos los tres amigos (Flavio, Joaquín y yo) con los tres jefes de TVE (Calviño, Vázquez y Colom). Flavio (de la Vanguardia) y yo lo teníamos claro desde el primer momento. Hay trenes que solo pasan una vez en la vida. Joaquín tenía que pensárselo un poco más. Aunque le apetecía probar suerte con nosotros, le gustaba mucho lo que hacía en Economía de El País.

Poco antes de concluir nuestra reunión, se acercó a nuestra mesa un personaje sonriente, muy conocido por todos nosotros, y muy querido por mí: Paco Fernández Ordóñez. Se nos acercó dando voces:

– <<Os he pillado en plena conspiración. ¡Ja, ja, ja!>>

Una cosa teníamos clara todos los asistentes a aquella reunión casi secreta: ya no sería secreta. Entre risas nerviosas, Joaquín Estefanía se preocupó, y creo que, en su caso, aquella aparición, tan inoportuna, pudo haber inclinado su balanza a seguir en El País. Yo dije que sí a todo. Flavio prometió incorporarse en breve al proyecto de <<dar la vuelta a los telediarios>>. Así nos lo había resumido Calviño:

– <<Queremos que los telediarios cuenten lo que los periódicos publicarán al día siguiente, y no al revés. La televisión no puede informar de lo que ya ha publicado la prensa por la mañana. Tiene que adelantarse. La radio lo hace desde hace tiempo. Y debemos hacer pronto este cambio antes de que nazcan las cadenas privadas>>.

Un tipo listo este Calviño. Mirada rápida, escrutadora, con los ojos entornados, listos para disparar. Mirada desconfiada. Quizás solo al principio, mientras nos conocíamos. Luego, nunca me falló.

Por tercera vez, me fui voluntariamente de Prisa, editora de El País. Todo un récord. El director del periódico, Juan Luis Cebrián, se enfadó. No le gustó mi dimisión ni se creyó las razones que le di para irme a la Televisión. Le hablé de mi curiosidad por experimentar la información en otro medio de comunicación distinto, y del atractivo que podría tener la imagen. No le dije nada sobre mi incomodidad a la hora de escribir de asuntos económicos que afectaran a los amigos de Polanco que habían pedido mi cabeza. Eso era un asunto privado entre el jefe máximo de PRISA y yo. Nunca lo conté hasta ahora.

Habían pasado casi cinco años desde que Cebrián me contrató en su piso de divorciado de la calle Cervantes. Cinco años espléndidos desde el punto de vista personal y profesional. Allí pasé días felices que recuerdo con cariño. En su despacho, siempre oscuro, con las cortinas cerradas y la luz de su flexo de mesa encendida, Cebrián me dijo, otra vez:

– <<Tienes que saber que El País no es un tren del que te puedes bajar en una estación y subirte en otra cuando tu quieras. Si te vas ahora, ya no volverás nunca más. Te lo advierto. Piénsatelo>>.

Traté de cerrar aquella despedida con algo de humor, para quitar hierro a la situación. Le repliqué:

– <<Menos mal que estamos tú y yo solos en este despacho, sin testigos. Si hubieras dicho esto mismo en público podrías quedar fatal, puesto que, tarde o temprano, volverás a contratarme. Por cuarta vez. Ya lo verás>>.

Al menos, le provoqué una sonrisa, y su despedida final fue algo más amistosa:

– <<Anda, JAMS, lárgate ya de una puta vez. Contigo, no se puede… No tienes remedio. Que tengas suerte>>.

Colom: <<Concha es la bomba>>

Diecisiete años en la evolución tecnológica de la televisión son muchos años. Cambié los estudios primitivos de Televisión Escolar, en la ribera del Manzanares, o los del No-Do de la serie filmada España Siglo XX, por los nuevos e inmensos de Torrespaña (o sea, el Pirulí, para entendernos). En esos diecisiete años habían cambiado muchas cosas. Las máquinas (cámaras, moviolas, montajes, sonido, comunicaciones, unidades móviles, controles, realización, etc.) y los sistemas de organización del trabajo eran muy distintos. Afortunadamente, las personas seguían siendo personas, y sus intenciones, por mucho que cambiara la técnica, eran las mismas. Yo creía conocer esas intenciones: la solidaridad, la envidia, la venganza, la cooperación, el afecto, la confrontación, el amor o el odio… Eso me ayudó a sobrevivir en un mundo nuevo y, en principio, algo hostil.

Lo primero que hice, como me ocurrió con Joaquín Estefanía en El País, fue pedir a mi jefe que me permitiera contratar a alguien de mi total confianza para poder dormir tranquilo. El mejor era mi amigo Manuel Saco, fundador de Cambio 16 y director de la revista Ciudadano de defensa del consumidor. Aceptó el puesto de jefe del área de Economía del Telediario, la más delicada, y luego se pasó a dirigir la de Sociedad, la más divertida. Poco a poco, fuimos haciendo un equipo de periodistas contratados de primera categoría. (2)

Para esta nueva etapa, no queríamos locutores sino periodistas presentadores capaces de escribir sus propias entradillas. Sus gestos, al contar lo que ellos habían escrito o corregido, eran más creíbles para el espectador que si leían como papagayos lo escrito por los redactores o por el director. Hicimos un concurso, y seleccionamos a Concha García Campoy y Manuel Campo Vidal para el TD 1, a Ángeles Caso y Paco Lobatón para el TD 2, y a la indiscutible Rosa María Mateo (que llegó a jefa máxima de RTVE) para el TD 3. La audiencia de los telediarios y su prestigio e influencia empezaron a crecer. También, -cómo no- nuestros enemigos de dentro y de fuera de la casa.

Inolvidable la prueba de cámara que hicimos a Concha García Campoy, una joven grandullona procedente de Ibiza, con pinta de pueblerina, que había llegado esa misma mañana de sábado a la estación de Atocha. Entró en el Estudio con su maletín de viaje. Vestía una rebeca como las de mi madre. En cuanto Concha miró intrigada a la cámara que tenía el piloto rojo encendido, Ramón Colom, sentado a mi lado, me dio un codazo:

– <<Esa chica es la bomba. Llena la pantalla>>.

No hubo más que hablar. La suerte estaba echada. Terminamos las pruebas poco antes de las 2 de la tarde. Subía yo con mi Peugeot 205 la cuesta del Pirulí hacia la calle Doctor Esquerdo cuando vi caminar por la acera a Concha García Campoy con su maletín de viaje. Paré el coche y la invité a subir para llevarla a alguna estación de Metro o cerca de su destino. Me dijo que no sabía adonde ir. Apenas conocía Madrid, había llegado esa misma mañana en tren, y aún no tenía pensión. Le dije que podía venir a mi casa a comer con un grupo de amigos. Me miró desconcertada. Desconfiada.

– <<Mi mujer, aunque es yanqui, está preparando una buena paella para muchos amigos. Donde comen 9 comen 10>>, le dije.

Al oír que mi mujer estaría cocinando, me miró más relajada. Sonrió y aceptó. No se trataba de ninguna encerrona de gente aprovechada de la capital. Durante años, ambos hemos recordado con cariño la primera entrada de Concha en mi casa. La presenté a mis amigos como una futura gran estrella de la televisión española. Nadie la conocía. Hoy, fallecida tan prematuramente (en junio de 2013), nadie la olvida. Fue, en efecto, una gran estrella del periodismo en radio y televisión. Joaquín Estefanía, Emilio Ontiveros, Iñaki Santillana y otros amigos, que compartieron aquella primera paella con Concha, siempre la recordaron como una chica de pueblo con grandes ojos capaces de asombrarse y asombrarnos con todo lo nuevo.

Dos trincheras: fijos y contratados

Las guerras entre familias políticas tenían su reflejo en Televisión Española. Buena o mala, era la única tele. Cuando, a finales de los años sesenta, empecé a colaborar con TVE en Prado del Rey, en el Manzanares o en NO-DO, pude comprobar que había estratos de personal fijo fácilmente identificables con las distintas etapas políticas de la Dictadura. Según su edad y sus tendencias ideológicas, en distintas capas superpuestas, podías ver a quienes entraron a trabajar allí de la mano de la Falange, del Movimiento Nacional, de los tecnócratas del Opus Dei, de la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez, del Partido Socialista, etc. Los nuevos sustituían a los viejos, y éstos se quedaban incrustados en capas superpuestas dentro del organigrama.

Desde que nació, la tele era un lugar nuevo e idóneo donde colocar a los amigos o a los políticamente leales. Cuando se producía un cambio en la cúpula de RTVE, solo eran despedidos los grandes jefes. Los demás de la tropa, presuntamente enchufados, quedaban abrazados a la nómica de personal fijo de por vida. Las oposiciones se hacían en oleadas para hacer fijos a los eventuales de cada etapa. Había chistes al respecto:

– <<No llaméis a los bomberos, si hay un fuego en la tele, porque los hacen fijos>>.

Fruto de esos ajustes políticos, Enrique Vázquez, presuntamente guerrista como Calviño, fue sustituido al frente de los Informativos por Enric Sopena, presuntamente felipista. Me pareció ver una operación de equilibrismo político entre Felipe González y Alfonso Guerra. Uno mío, uno tuyo, en cremallera. Algo así había ocurrido en el superministerio de Economía y Hacienda. El ministro, Miguel Boyer Salvador, era próximo a Felipe González, y el viceministro, José Víctor Sevilla Segura, era más cercano a hombres de Alfonso Guerra, como su ayudante Francisco Fernández Marugán, mi viejo amigo del SUT (Servicio Universitario del Trabajo). También en distintas áreas de la Administración del Estado y empresas públicas podíamos observar esos difíciles equilibrios políticos entre el personal contratado a dedo y los funcionarios fijos por oposición que tenían un destino de por vida. ¡Qué palabra tan fuerte, el destino, para referirnos a un empleo!

La verdad es que me llevé una sorpresa en cuanto al personal de redacción. Llegué convencido de que en TVE sobraba gente a porrillo. Pura leyenda urbana. Para dar información antes que los diarios, hacía falta más personal de redacción, de montaje y de realización. Acostumbrados al ordeno y mando de los gobernantes de turno, noté que no solo faltaban profesionales sino también organización del trabajo y criterio periodístico parar ganar credibilidad y audiencia. Poco a poco, Calviño fue componiendo un equipo nuevo de redactores y directivos, bastante compacto, para conseguir que la tele diera las noticias antes que los diarios del día siguiente. Naturalmente, con el sesgo casi inevitable del Gobierno de turno.

La costumbre, quizás heredada del franquismo, era fabricar los titulares de los telediarios en base a las primeras páginas de los periódicos de la mañana. Noticias viejas. Nadie quería decidir. Teníamos que cambiar esa tradición y asumir los riesgos de elegir las prioridades informativas por nuestra cuenta. No teníamos por qué esperar a conocer las opciones elegidas por los diarios para titular su primera página. Teníamos nuestro propio criterio para decidir los titulares del Telediario y el orden de prioridades en el minutado. Nos costó trabajo y no pocos roces internos. Pero pienso que lo conseguimos. Así pudimos influir, incluso, en la selección de noticias para las portadas de la prensa del día siguiente. En cierto modo, le dimos la vuelta a la tortilla.

El roce entre los distintos estratos, casi geológicos, afincados en RTVE era el pan nuestro de cada día. No sin costes, y con un derroche de buen humor (y de halagos), aprendí a hacer compromisos para sumar voluntades al nuevo proyecto que yo pretendía, sin mucho éxito, que fuera más profesional que político.

Calviñistas descalzos

 Tradicionalmente, los sindicatos defienden a los empleados fijos y se olvidan de los parados y de los contratados eventuales, a quienes tratan como intrusos sin derechos. O, peor aún, como una amenaza, un ejército de reserva al acecho para quitar el empleo a los fijos. Claro que de todo había en la viña del señor Calviño. A los nuevos contratados eventuales, como yo mismo, les llamé <<calviñistas descalzos>>. Los fijos, faltaría más, eran <<calviñistas calzados>>.

Entre bromas y veras, fuimos limando asperezas y generamos equipos magníficos de fijos y contratados que colaboraban de maravilla. La presión sobre los contratados, que podían perder su empleo con un soplo del jefe, era mayor que sobre los fijos, que disfrutaban de seguridad en el empleo. En consecuencia, al principio, tuve la impresión de que se esforzaban más los eventuales que los fijos. Como la seguridad en el empleo tiene un precio, los contratados eventuales solíamos ganar algo más que los de plantilla. Eso fue un agravio comparativo para quien no supiera entenderlo.

Por la forma de caminar por los pasillos del Pirulí, creíamos poder distinguir a los fijos de los contratados. Era como si unos tuvieran una <<F>> grabada en la frente, y los otros, una <<C>>.  Diluir esas trincheras y unir a casi todos en la misión común de mejorar la información en TVE, para sobrevivir al impacto inminente de las privadas, fue un proyecto ambicioso por el que valió la pena luchar. Defendíamos la televisión de todos, de los sin voz. Pronto me sentí orgulloso del equipo de redactores, realizadores, cámaras y técnicos con el que nos preparábamos para hacer frente a la llegada de la competencia. Las televisiones privadas hacían cola ya para establecerse en España. La pública corría peligro.

La entrevista del cambio, no solo de peinado

En el verano de 1985, Felipe Mellizo dejó de dirigir y presentar los telediarios de fin de semana. Enric Sopena me pidió que me hiciera cargo de la dirección de los mismos para probar fortuna en la modalidad de telediarios de autor que Mellizo, recurriendo a ciertas excentricidades, había creado con éxito. Elegimos a Luis Carandell, brillante cronista parlamentario y escritor consagrado con su Celtiberia Show, como presentador de los telediarios de sábado y domingo.

Al poco tiempo de hacerme cargo, como director, de los cuatro telediarios de fin de semana, el 15 de septiembre de 1985 por la tarde, recibí la llamada de Javier Solana, a la sazón ministro de Cultura y portavoz del gobierno socialista, con quien siempre mantuve una buena relación personal. Nada más saludarme, me preguntó quién mandaba en ese momento en los Servicios informativos de TVE. Esta fue, más o menos, nuestra conversación telefónica tal como la recuerdo:

– <<Me temo, ministro, que a estas horas soy la máxima autoridad de los informativos. Estoy preparando el telediario de las 9. ¿Tienes alguna noticia para nosotros?>>

– <<Bueno, quizás pueda solucionarlo contigo. Como sabes, el presidente acaba de aterrizar en Madrid después de su viaje a China. Podemos grabar una entrevista con él a partir de las 7. Pero tienes que tener clara una cosa. Al presidente solo le puedes preguntar por todo lo relacionado con el viaje a China. Nada de la OTAN ni de otros asuntos nacionales de actualidad. ¿Me entiendes lo que te digo?>>.

– <<Te entiendo demasiado bien, señor ministro. ¿Queréis que el presidente haga el ridículo esta noche y, de paso, deje también en ridículo a todos los que trabajamos en Televisión Española? ¿Crees posible una entrevista en la que no se le pregunte por el debate sobre OTAN sí, OTAN no, que está tan caliente en la opinión pública y en las calles, o sobre las protestas de la patronal CEOE y de los sindicatos durante los 15 días de ausencia de Felipe González, o tantas otras cuestiones de actualidad de estas dos semanas?>>.

– <<Lo que te digo, JAMS, solo le puedes preguntar por China>>.

– <<En ese caso, se trata de un comunicado o mensaje oficial del presidente sobre su viaje a China. Entonces, si no hay preguntas, yo no tengo por qué estar presente. Os envío una cámara al Palacio de la Moncloa y grabamos lo que diga el presidente. Está en su derecho. Profesionalmente, con el paripé de una entrevista limitada y amañada, yo no puedo perjudicar mi nombre como periodista ni el de Felipe González como un viejo defensor de la libertad de expresión. Conociéndote, estoy seguro de que me comprendes. En esas condiciones, yo no hago esa entrevista. Llama a mis jefes y que manden a otro. No luchamos tú y yo contra Franco para esto, Javier>>.

Hubo un corto silencio que a mí me pareció eterno. Su respuesta fue lacónica, como si estuviera enfadado. Simplemente, dijo algo así como <<ya veremos>>. Y colgó. Ya he dicho y repetido que no soy valiente. Más bien miedoso. Sin embargo, en ocasiones, tengo reacciones raras, chulescas e impulsivas impropias en una persona como yo. Inmediatamente me arrepiento. Pienso que me pasé de listo. Pocas veces acierto. Esta fue una de ellas.

Antes de una hora, Javier Solana volvió a llamarme. Escuetamente, me dijo:

– <<El presidente se ha despertado de la siesta y está dispuesto, como no podía ser de otra forma, a responder a todas tus preguntas, incluso a las de la OTAN. Te esperamos a las 7 en Moncloa. Hasta luego, JAMS>>.

Respiré aliviado. Por ahora, nadie iba a despedirme de un empleo que me gustaba. Estaba contento. No solo por mi pequeña victoria sino por comprobar que, al frente del gobierno de mi país, había alguien con sentido común. Entonces pensé que había hecho bien al votarle.

Gato blanco, gato negro

 Para algunos colegas de la tele fue conocida como <<la entrevista del peinado>>. Me sorprendió comprobar que, después de 15 días por el Lejano Oriente, el presidente se había hecho un nuevo peinado. A todos nos llamó la atención su new look, su nueva imagen. Sencillamente, se cambió la raya de sitio. Mi comentario, medio en broma, no hubiera tenido ninguna importancia a no ser por su respuesta. Le dije:

– <<Ha pasado usted 15 días fuera de España y ahora le vemos regresar de China con esta nueva imagen para empezar el nuevo curso político. ¿Por alguna razón, o alguna moda china, ha decidido cambiar de sitio la raya de su peinado habitual?>>

Me interrumpió inmediatamente. Mientras negaba con sus palabras que se hubiera cambiado la raya al lado contrario (<<No, no, no>>, insistió), sus manos nos confirmaron instintivamente el cambio. Con sus dedos en forma de peine improvisado se peinó, atropelladamente, de la forma antigua. Así quedó despeinado hasta su última respuesta. Aquella pequeña broma marcó el resto de la entrevista. Estuvo más alerta y un tanto desconfiado.

 Para la mayoría de los telespectadores, el cambio de peinado pudo pasar inadvertido. Apenas una broma en busca de una cierta distensión. Lo que sí marcó aquella entrevista fue, sin duda, la cita que hizo, por primera vez, del líder chino Deng Xiaoping y que Felipe González celebró y asumió como propia aquella tarde en la Moncloa y en sucesivas intervenciones públicas. A mí me dejó de una pieza. Pensé <<éste no es mi Felipe, me lo han cambiado>>. Pero no dije ni pío. La cita vino a ser un punto de inflexión en el pensamiento y en la práctica política del líder socialista español. En un arrebato de pragmatismo, nuestro presidente repitió, con fervor, lo que le había dicho el autor de las reformas económicas que permitieron instalar el <<capitalismo comunista>> en la China que hoy conocemos:

– <<Gato blanco, gato negro, poco importa si caza ratones>>.

Ahí queda eso. Y se quedó tan pancho. Más adelante, en varias ocasiones, hemos comentado esa frase. Le pregunté si, como atribuyen a los jesuitas, estaba de acuerdo con que <<el fin justifica los medios>>. <<Yo nunca he dicho eso>>, me replicó.

 Cuando celebramos esta entrevista para TVE, algunos pacifistas habían completado el eslogan OTAN. De entrada, no, que favoreció la victoria del PSOE en 1982, con este otro, no exento de ironía:

OTAN. De entrada, no. De salida, tampoco.

Guerra, anti OTAN. Boyer, pro OTAN

 En mayo de 1982, los partidos políticos, los sindicatos y otras muchas instituciones seguían escondidos debajo de la cama, por efecto del reciente Golpe de Estado fallido del 23-F del año anterior. Fue entonces cuando UCD ganó la votación en el Congreso, y el presidente Calvo Sotelo, deprisa y corriendo, metió a España en la OTAN. Se vendió como un antídoto contra futuros golpes de Estado de los militares. La OTAN nos protegería de futuras dictaduras. Felipe González desmontó tal argumento (Grecia, Turquía y Portugal habían sido dictaduras dentro de la OTAN). Él votó en contra porque suponía <<menor seguridad>> para nuestro país y <<mayor riesgo de nuclearización>>. El País daba entonces un 18% de los encuestados a favor de la OTAN, y un 52% en contra. En eso, principalmente, basó el PSOE la campaña electoral que, cinco meses después, le dio la mayoría absoluta. Se puso de moda el grito OTAN no, referéndum sí. La UCD perdió 5 millones de votos y el PSOE los ganó.

Al año siguiente, en mayo de 1983, se recogieron más de un millón de firmas para que saliéramos de la Alianza Atlántica. El vicepresidente Alfonso Guerra mantuvo el tipo, y dijo que <<España debe salir de la OTAN>>. Añadió:

– <<Si alguien no está de acuerdo, que lo diga>>.

Precisamente, había dos miembros del Gobierno que opinaban abiertamente que España debía seguir en la OTAN. Eran Narcís Serra, de Defensa, y, mira por dónde, el antiguerrista Miguel Boyer, de Economía y Hacienda. Al año siguiente, 1984, cientos de miles de personas llenaron las calles de Madrid y Barcelona y de otras capitales con pancartas contra la OTAN. Fue entonces cuando, por primera vez, Felipe González habló a favor de la permanencia. Dijo que la OTAN era un club de países democráticos y desarrollados (se olvidó de Grecia y Turquía) donde nos convenía estar, y que su campaña del <<No>> fue un error. Se armó la marimorena.

En su entrevista conmigo, Felipe estuvo decididamente a favor de permanecer dentro de la Alianza Atlántica. Esta era su cantinela:

– <<En la Alianza están los países que tienen mayor ejercicio de la soberanía popular del mundo, mayor nivel de desarrollo económico, de democracia, de libertades y de respeto a los derechos humanos, y mayor nivel de paz>>.

Ese mismo año, Carlos Cano había cantado Las murgas de Emilio el Moro:

<<A ver quién me aclara a mí este rebujar: / Que si dentro, que si fuera, tú dirás / Que si bases, que si OTAN, que si Morón, / que si Rota y el Peñón de Gibraltar (…) Ay! Felipe, el de la OTAN, / cataflota verigües…/ llegará a ser gran torero / como Velázquez y Gregory Peck>>.

Carlos Cano estuvo sin actuar en Andalucía, en la lista negra de las autoridades socialistas, hasta que, según declaró él mismo, Alfonso Guerra le levantó el castigo.

  • https://www.rtve.es/play/videos/fue-noticia-en-el-archivo-de-rtve/atentado-restaurante-descanso/719690/

(2) También sumamos a favor a la crema de los realizadores: Juan Peña Encabo, Pedro Ricote, Isabel Malpica, Eugenio Calderón, Laura Díaz, y Jaime Garrido.

(3) La entrevista a Felipe González está en los archivos de RTVE. La emitimos el 15 de septiembre de 1985, a continuación del telediario de las 9, en un programa especial que teníamos para estas ocasiones, llamado <<Punto y aparte>>.

(…)

– <<En estos momentos, sale una unidad móvil de TVE hacia el lugar del atentado, que no está lejos de Torrespaña, para informarles en directo de lo ocurrido y ayudar a las víctimas, si las hay, en lo que sea posible>>.

No conocíamos ningún detalle cuando dije <<si las hay>>. ¡Madre mía! En cuestión de minutos, nos llegó la señal de la unidad móvil con las primeras imágenes terribles de la masacre terrorista que estábamos emitiendo en directo. No sabía qué decir. A tiempo, pude ahogar en mi garganta un grito salvaje de << ¡hijos de puta!>> y << ¡asesinos!>> que me salía del alma.

Las estampas de sangre y muerte hablaban por sí solas. Cuerpos destrozados de jóvenes estudiantes de la Guardia Civil de Tráfico eran extraídos por los bomberos de un autobús convertido en chatarra por los 50 kilos de <<goma 2>> de ETA. Al final, hubo 12 estudiantes muertos y sesenta heridos, todos ellos entre los 18 y los 25 años de edad. Lo cubrí, estremecido, desde el Estudio, a través de la señal que emitía la unidad móvil. Fue el segundo atentado con mayor número de víctimas en España. El primero fue el que, un año antes, destruyó el restaurante El Descanso, atribuido a un grupo yihadista, y que me tocó cubrir personalmente, después de retirar cascotes y escombros, desesperadamente, para ayudar a los bomberos a rescatar dieciocho cadáveres.

Ya sé que son gajes del oficio. Sin embargo, en ocasiones, ¡dios!, pienso que debí haber seguido mis cursos de Arquitectura.

El año 1986 marcó un punto de inflexión importante en la conciencia política de muchos españoles, incluida, cómo no, la mía: fue el año de la <<OTAN sí>> o la <<OTAN no>>. Por ello, fue el año en el que muchos de nosotros perdimos nuestra presunta coherencia, que es como perder nuestra virginidad en lo que se refiere a nuestros principios éticos juveniles.

 Cuatro bombas atómicas cerca de mi casa

En enero de 1986, entrevisté en Buenos Días a Antonia Flores, de 26 años, alcaldesa de Palomares, una pedanía de Cuevas de Almanzora (Almería). Hablamos del aniversario del mayor accidente aéreo, con pérdida de cabezas nucleares, ocurrido en la Historia. En su pueblo, a 10 kilómetros de mi casa de la infancia en La Rumina (Mojácar), habían caído cuatro bombas termonucleares de 1,5 megatones cada una. Eran 65 veces más destructivas que las de Hiroshima. El accidente se produjo al colisionar en el aire dos aeronaves norteamericanas: un superbombardero B-52, del operativo estratégico de la OTAN, con la misión de sobrevolar la frontera ruso-turca, y un avión nodriza.

El 31 de enero, dos semanas después de mi entrevista con la alcaldesa de Palomares, el Gobierno convocó el referéndum sobre la OTAN, al que se había comprometido tres años antes, en la campaña electoral que le dio la victoria. La novedad consistía en que, como ya he comentado antes, en 1982 el PSOE prometió un referéndum para sacar a España de la OTAN, y ahora defendía todo lo contrario. Los Presupuestos del Estado tenían reservados 300 millones para los gastos del referéndum. El Partido Socialista necesitaba dinero, y se arriesgó a buscar nuevas vías, que luego resultaron de dudosa legalidad, para financiar su campaña a favor de la OTAN.

En esas circunstancias, la conmemoración del 20 aniversario de las bombas de la OTAN caídas en Palomares no ayudaba a las tesis del Gobierno. Claro que el Buenos Días lo hacíamos de madrugada. Los jefes dormían y confiaban en nosotros. Trabajábamos como si fuéramos libres. Hasta cierto punto.

Para mí, ese referéndum era una prueba de fuego. Quiero decir que me quemaba. A la mayoría de los periodistas de la tele nos planteó un gran dilema. Durante tres años, TVE era partidaria de salir de la OTAN. Ya no. Los empleados, y no digamos los directivos, debíamos lealtad a la línea informativa y editorial que marcaban nuestros jefes (o sea, los nombrados por el Gobierno de turno). Que nadie se sorprenda. Lo mismo ocurre en todos los medios de comunicación del mundo, públicos o privados. Los periodistas deben cierta lealtad a la cultura corporativa de su empresa.

Por tanto, estábamos obligados a ser exquisitos con la información sobre el sí y el no a la OTAN. No obstante, en enero de 1986, el sesgo inevitable era favorable a las tesis del Gobierno. En muchos casos, el desgarro interior estaba garantizado. Conviene sintonizar nuestra conciencia con la emisora o la publicación para la que trabajamos. Cuando chirría demasiado, y el ruido se hace insoportable, es mejor cambiar de emisora o de periódico antes que de conciencia. No siempre se puede. No todos pueden.

En público, hablábamos a favor de seguir en la OTAN. Faltaría más. Teníamos argumentos sólidos. Desde el 1 de enero, éramos miembros de pleno derecho de la CEE (Comunidad Económica Europea), un viejo sueño de todos los demócratas que identificábamos a Europa con Democracia. Eso era una garantía, una vacuna contra las veleidades golpistas de algunos militares franquistas. La sociedad española aún arrastraba, desde las guerras de Cuba y Marruecos y una larga dictadura militar, un cierto pacifismo y antimilitarismo. Era casi seguro que, dentro de la OTAN, nuestros oficiales aprenderían inglés y modales democráticos. La OTAN también podría obrar el milagro de adelantar las negociaciones con Gran Bretaña sobre la recuperación del Peñón de Gibraltar. El no va más. Por último, y no lo menos importante, creíamos que nuestros socios de la OTAN nos ayudarían a luchar contra ETA y a acabar con su santuario en el sur de Francia.

Entre el cerebro y el corazón

Todo eso, y más, lo decíamos en público. Incluso, llegamos a creérnoslo. Sin embargo, en privado, y en nuestros corazones, sufríamos la violencia de nuestras propias contradicciones entre el ser y el deber ser, entre lo que siente y lo que se hace, entre lo que manda el cerebro y lo que sufre el corazón.

La campaña del referéndum fue traumática… y fulera. Llena de artimañas, chantajes sectarios y preguntas sesgadas, propias de trileros. De entrada, o sea, de momento, nadie sabía si su resultado sería vinculante o no para el Gobierno. Lo que supimos todos es que Felipe González echó el resto. Por tanto, votar contra la OTAN se había convertido ya en votar contra el PSOE y contra Felipe. Votar por el caos.

Hubo gran confusión. El diario franquista El Alcázar y el comunista Mundo Obrero coincidían en su voto anti OTAN. ¡Menuda pinza! La Alianza Popular de Fraga, incomprensiblemente, promovió la abstención. Felipe González llamó a Adolfo Suárez para que pidiera públicamente el voto por el sí. No lo hizo y, según él, a los pocos días le visitaron los inspectores de Hacienda. El ambiente se fue enrareciendo y tensando al acercarnos al 12 de marzo, día de la votación.

Durante toda la Transición, nos pasamos media vida firmando manifiestos, asistiendo a concentraciones y marchas, repartiendo octavillas, gritando eslóganes (muchos en verso) y pintando pancartas. En esta ocasión, no íbamos a ser menos. Hubo firmas de famosos a favor y en contra. Las de rigor. Otras me chocaron. Mis admirados escritores Juan Marsé, el inventor del Pijoaparte, y Rafael Sánchez Ferlosio, el de Alfanhuí, firmaron a favor de la OTAN. Ya no sabía hacia dónde mirar, qué brújula seguir. Sánchez Ferlosio dijo luego que <<perdió el honor e hizo el imbécil para nada>>.

Pasado el susto, el propio Felipe González, ya vencedor, reconoció que convocar ese referéndum fue <<un error serio, serio>>. Dijo que había sido uno de los peores momentos de su vida. Así lo aclaró:

<<A los ciudadanos no se les debe consultar si quieren o no estar en un pacto militar, eso se debe llevar en los programas, y se decide en las elecciones>>.

Demasiado tarde. El daño moral, indeleble, ya estaba hecho. Con una participación del 60%, el resultado fue del 56,8 a favor de la OTAN y el 43,1 en contra.

El vértigo del referéndum

Han pasado muchos años, pero nunca podré olvidar el vértigo que sentí ante la urna del 12 de marzo de 1986. Después de haber defendido en público, y en mi trabajo, primero el <<no>> y luego el <<sí>> a la OTAN, me enfrenté a la papeleta definitiva con el corazón partido.

Sentí una cierta rabia histórica, embalsada desde el desastre el 98, causada por los ataques yanquis a la armada española en Cuba y Filipinas. Ahí nació el sentimiento antinorteamericano de muchos españoles, mucho antes que en la guerra del Vietnam. Luego, me vino a la mente la foto del abrazo entre el presidente Eisenhower y el dictador Francisco Franco en Barajas, lo que nos trajo las bases nucleares y las bombas de Palomares.

¿Por qué tendría yo que recordar, en aquel momento, la frase famosa del capitán Méndez Núñez frente al Callao?:

– <<Mas vale honra sin barcos que barcos sin honra>>.

Nunca lo he dicho en público hasta hoy. Entonces, tomé la papeleta, con decisión, y voté No a la OTAN. Ya había perdido, obviamente, la virginidad política y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Me lo debía.

También lo fue para el ministro Javier Solana, el más feroz anti OTAN del PSOE antes del 82. En cambio, en 1985, Solana no quería que yo preguntara al presidente del Gobierno por las manifestaciones anti OTAN, mientras Felipe pasaba dos semanas en Extremo Oriente aprendiendo lo de <<gato blanco, gato negro>>.

Diez años más tarde, en 1995, cubría yo las negociaciones de paz para la antigua Yugoslavia, en el aeropuerto de Dayton (Ohio, EE.UU.).  En una conversación informal con Richard Holbrooke, el mediador norteamericano, no me dio el nombre, pero me dijo que estuviera atento a la noticia:

– <<Pronto habrá un español al frente de la OTAN>>.

Lo supe unos días después. Vivir para ver. Javier Solana, más converso que yo, fue nombrado jefe máximo de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte. Entonces, ya reconocía yo haberme equivocado al votar no a la OTAN.

A pesar de todas mis contradicciones, recibí la victoria del <<sí>> a la OTAN con alivio. Otra vez, coincidí con el cordobés Ibn Hazm (994-1063) cuando escribió:

– <<… mi oriente es el occidente>>.       

                                          <<Yo estuve allí>>, decimos los del Buenos Días

                                                               46

El día que dije adiós al informativo diario Buenos Días de Televisión Española brotaron algunas lágrimas compartidas con miembros de mi equipo. Hubo motivos para ello. Pasar todas las noches juntos, sin dormir, (…)

Chuletas ricas, entre la tumba de Franco y El Pardo

No lo puedo negar. Conducir hoy desde la puerta del Palacio de El Pardo, donde impunemente vivió el dictador, hasta la tumba donde finalmente reposan sus restos, en el cementerio de Mingorrubio, me dio un poco de yu-yu.

La tumba del dictador, a pocos metros de mis chuletas de cordero.

¿Inquietante, al cabo de tantos años? La tapia larga con sus garitas vacías, a un lado, y los pinares sin ciervos, al otro. Aflojé la marcha. Me dio por recordar. Mira por dónde.

Confeccionando las páginas del semanario Doblón el día que «se fue el caimán»

Entre el Palacio y el cementerio, paré a compartir chuletas con un buen amigo en la terraza de Flora, con vista a los montes de El Pardo. Al primer bocado, desapareció el yu-yu. «Las penas con pan son menos», decía mi abuela. ¡Qué ricas!

Chuletas de cordero, entre el palacio de El Pardo y la tumba de Franco.

A pesar de los pesares, recomiendo pasear por El Pardo. ¿Perdonar? Casi siempre. ¿Olvidar? Nunca.

El Palacio del tirano.

Hablamos, como no, de «Nacho de noche», el ex ministro (brevísimo) de Suárez, que dijo anteayer, ante Pablo Casado, que Franco no dio un golpe de Estado en 1936. Al morir el «caudillo de España por la gracia de Dios» (lo dicen sus monedas), algunos franquistas del «búnker» se escondieron y otros se convirtieron en demócratas. Tenían sus razones.

Portada del semanario Doblón que yo dirigía cuando murió el tirano. Aprovechamos un sello de 2 pesetas (ampliado).

Los reformistas de UCD tomaron el relevo y ayudaron a los anti franquistas a parir la Constitución. El joven José María Aznar estuvo en contra. De 1978 a 1996 se fortaleció la Democracia. Fracasado el golpe de Estado el 23-F de 1981, el miedo volvió a habitar entre nosotros y hubo alternancia pacífica en el Poder. Lo nunca visto desde la rebelión militar de Franco en 1936. España, en Europa, dio un salto de gigante. Cuando Aznar sustituyó a Felipe González, en 1996, los restos franquistas empezaron a salir de su búnker y a enseñar su patita. Ser envalentonaron. Algunos, pocos, desenterraron el hacha fratricida. Entonces fue cuando, poco a poco, entre una derecha intolerante, a veces ruin, y una izquierda acomplejada y miedica, se empezó a joder la Democracia en España.

Luego vino el 11-M de 2004, la matanza yihadista de Atocha por la guerra de Irak. La derecha moderada no pudo o no supo separarse de las mentiras y el rencor de José María Aznar, «el hombrecillo insufrible» (según Helmut Kohl). Desaparecido Rubalcaba, la izquierda tampoco tuvo suerte con sus líderes.  Y en esas estamos… caminando hacia los extremos, sobre todo por VOX a la extrema derecha del PP y los otros nacionalistas, vascos y catalanes, a su aire. Me gustaría ver hoy juntos a Fernando Abril Martorell y a Alfonso Guerra, parteros de la Constitución, buscando salidas pacificadoras como en 1978. Un sueño imposible.

En 1978, con una buena mezcla de nobleza y miedo, fuimos capaces de llegar acuerdos constituyentes para no volver a las andadas, y de hacer la Transición de la Concordia, cuando las diferencias entre izquierda y derecha eran abismales. ¿Por qué son ahora tan imposibles los acuerdos de Estado entre la derecha y la izquierda si las diferencias son mucho menores que antes?

Regresaré a El Pardo en busca de respuestas… y de ricas chuletas. (Continuará)

Los indultos no me gustan, pero…

Los indultos a los presos independentistas catalanes, condenados por el delito de sedición, no me gustan nada. En realidad, tampoco me gustan los nacionalistas fanáticos, ya sean catalanistas de derechas como Jordi Pujol o españolistas de derechas como el dictador Francisco Franco. Claro que yo no asumo ningún coste con esta opinión. Me sale gratis. Felipe González y Alfonso Guerra, jubilados, también están en contra… y gratis. La oposición de derechas (Ciudadanos, PP y Vox) apenas asumen coste alguno por oponerse a los indultos que pretende aprobar el Gobierno. Muy al contrario, las derechas creen que obtienen un gran beneficio.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno

En cambio, Pedro Sánchez asume un alto riesgo al ser partidario de los indultos. Puede romper el PSOE y perder las próximas elecciones. No es un «autoindulto» pues no necesita ganar votos de los independentistas del Congreso para acabar la legislatura. No le hacen falta ya que puede prorrogar los Presupuestos. ¿Por qué asume ese alto riesgo?

Equivocado o no, Sánchez (no olvidemos que es un superviviente de mil crisis) toma una decisión difícil, muy valiente, casi temeraria, pero en el caso de que sirva para aliviar algo la crisis de convivencia entre catalanes y la de Cataluña con el resto de España podría obtener un beneficio histórico.

En todo caso, si los indultos no le sirven para aliviar la actual crisis separatista, estará armado de razón, y más que legitimado, para responder con la máxima dureza a los eventuales retos anticonstitucionales de los supremacistas catalanes. Y no me refiero a las razones del conde duque de Olivares…

Donde no hay riesgo no hay beneficio. Ojalá acierte.

Me permito compartir con vosotros dos artículos me han llamado la atención: uno es de analytiks y el otro, de El País

 

Cambio, difícil de explicar, al frente de Indra

El presidente de Indra, Fernando Abril Martorell, será sustituido por alguien más próximo al Gobierno de turno. Y nadie sabe como ha sido.

Articulo de José Luis Leal, ex ministro de Economía, en El País.

Indra ha pasado en los años de Abril-Martorell de 34.000 a 50.000 empleados. José Luis Leal, ex ministro de Economía, da algunas claves:  «En el anuncio de sustitución no se mencionó la causa, lo que permite conjeturar. (…) El perfil del nuevo presidente propuesto por el Gobierno, sin desmerecer su currículo técnico, prima la cercanía ideológica sobre la experiencia en la gestión». Por eso, este cambio me huele a chamusquina. Antes que nada, para que no se me vea mucho el plumero, debo decir que soy amigo de Fernando Abril-Martorell, como lo fui de su padre y maestro Fernando Abril Martorell, vicepresidente del Gobierno de Adolfo Suárez y principal artífice de la Constitución del 78 junto con Alfonso Guerra.

Noticia publicada por El País.

Carlos Herranz , en El Confidencial, añade nuevos detalles sobre el cambio en Indra.

IBEX INSIDER

Raúl Blanco, la crisis de Indra y las prisas por españolizar ITP

Carlos Hernanz

EL Confidencial

El secretario general de Industria, Raúl Blanco trasladó a la cúpula comandada por Fernando Abril-Martorell el deseo del Gobierno de que valorase la compra de ITP Fernando Abril-Martorell. (EC) Por 24/05/2021 – 05:00 L a caja de los truenos de Indra se abrió hace 10 días, pero la tormenta eléctrica venía cargando voltaje hace semanas. El secretario general de Industria, Raúl Blanco, a la sazón el hombre del Ejecutivo para los temas de industria pública, trasladó a la cúpula comandada por Fernando Abril-Martorell el deseo del Gobierno, primer accionista de la compañía (18%) y a su vez primer cliente, de que valorase la compra de ITP, el fabricante de turbopropulsores aeroespaciales controlado por la británica Rolls-Royce, aunque en origen y por su equipo gestor es una compañía española, fundada hace décadas bajo el paraguas de la SEPI. Una vez lanzado el proceso de venta, por el que Rolls-Royce se ha comprometido ante los inversores a obtener 1.500 millones de euros, la terna de interesados quedó compuesta solo por fondos de capital riesgo. De hecho, a finales de mayo se hace corte entre Towerbrook, KKR, Bain Capital y Cinven. Fue entonces cuando el Ejecutivo reparó en el papel estratégico de ITP, tal vez por la insistencia del Gobierno vasco y el peso del PNV en Madrid, lo que provocó un plan de urgencia para encontrar un comprador que garantice o, al menos, ayude a visualizar la españolidad de la compañía con sede en Zamudio. Y ahí es donde aparecieron Blanco e Indra. Hace dos años, Indra tuvo en sus manos la compra de ITP. Había acuerdo de precio con Rolls-Royce y 700 millones de financiación listos Carlos Hernanz Qué necesitas llevar al examen de selectividad (EBAU): mascarilla, calculadora… El representante italiano de Eurovisión da negativo en la prueba de drogas Guste o no, el bitcoin se dispara o se hunde al ritmo de los tuits de Elon Musk Quabit deja de cotizar en bolsa tras su absorción por Neinor Homes ¿Cambio de ciclo o bache coyuntural? Incógnitas del futuro de la vivienda en España Piedras conocidas en el camino de la recuperación de Indra Indra desata las dudas de los analistas por un nombramiento con tintes políticos Últimas noticias Ver más Mercados Raúl Blanco, la crisis de Indra y las prisas por españolizar ITP Menú jmaldo mar Invitar Airbus: Raúl Blanco, la crisis de Indra y las prisas por españolizar ITP 25/5/21 11:07 https://www.elconfidencial.com/mercados/ibex-insider/2021-05-24/indra-abril-martorell-itp-raul-blanco-sepi_3094871/ Página 2 de 4 Abril-Martorell trasladó al consejo la consigna, pero para el actual equipo era ya una operación olvidada. Indra estaba a otras cosas estos meses atrás. En concreto, en la oportunidad de hacerse con el 25% de la alemana Hensoldt, antigua filial de radares y electrónica de Airbus, por la que KKR pedía más de 400 millones. Sin embargo, al final el comprador fue el grupo italiano Leonardo, después de que la también alemana MTU, socia de ITP en el proyecto del FCAS, no fuera aceptada para participar en la compra del fabricante español, pese a las gestiones gubernamentales realizadas con Moncloa y con Vitoria, según fuentes informadas del proceso. ¿Vetos cruzados? Fue hace dos años cuando Indra tuvo en sus manos la compra de ITP. Había acuerdo de precio con Rolls-Royce y 700 millones de financiación listos para el desembolso. Sin embargo, la entrada en acción de otros actores, con Airbus entre bambalinas (entonces era consejero Josep Piqué, que dejó el cargo para presidir luego ITP), anuló la capacidad política de Raúl Blanco para remar a favor de la operación liderada por Abril-Martorell e Ignacio Mataix, antiguo primer ejecutivo del fabricante de turbopropulsores y desde comienzos de 2018 enrolado en Indra como consejero ejecutivo. Aquel gatillazo dejó claro cómo estaban repartidas las cartas. El pasado 14 de mayo, la SEPI comunicó al presidente de Indra su intención de proponer a otra persona para el cargo en la próxima junta de accionistas, a pesar de estar aún humeante su apoyo al nuevo plan estratégico de AbrilMartorell. Más allá de la figura del primer ejecutivo, el consejo de administración, donde los independientes son mayoría (siete de 13), consideró poco estéticas las formas empleadas, por legítima que sea la decisión del Gobierno. No en vano, hicieron falta dos días para redactar el hecho relevante publicado el viernes 21 por la tarde, con más diplomacia entre líneas de lo que puede interpretarse a simple vista. Sede de Indra en Madrid. (Indra) Airbus: Raúl Blanco, la crisis de Indra y las prisas por españolizar ITP 25/5/21 11:07 https://www.elconfidencial.com/mercados/ibex-insider/2021-05-24/indra-abril-martorell-itp-raul-blanco-sepi_3094871/ Página 3 de 4 Teniendo en cuenta el perfil del saliente, el consejo de administración de Indra dejó claro a los representantes de SEPI que no aceptará cualquier candidato. Solo así se explica que tras una semana de aguas revueltas, con el plantón de Abril-Martorell a continuar como pato cojo, no haya todavía sustituto. Mientras tanto, la compañía se dejó un 8% en bolsa en solo dos horas y vio cómo algunos brókeres rebajaban la recomendación de inversión ante las “malas noticias” asociadas a la “inesperada” salida del presidente, cuyo “very good job” había devuelto la credibilidad a Indra. Si el listón está alto, las prisas por ITP se lo ponen más difícil al peón de Blanco. Tras barajar diferentes nombres, como Ignasi Nieto (Ineco), el elegido ha sido Marc Murtra, un nombre poco conocido en los predios del Ibex hasta su reciente promoción este año como patrono de la Fundacion Bancaria La Caixa. Como siempre, el ojo de Isidro Fainé llegó antes que el resto. Columnista político ocasional de los diarios ‘Ara’ y ‘La Vanguardia’, atesora bagaje profesional en el sector privado, ha sido consultor tecnológico y asesor financiero (ahora dirige Closa Capital), pero sobre todo en el sector público, desde el Ayuntamiento de Barcelona al Ministerio de Industria (2006-11), además de director general de Red.es, gracias a su vinculación al PSC.