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Pedro nos manda al rincón de pensar… y se va

Mi primera reacción a la carta de Pedro Sánchez fue egoísta («Si te rindes, ganan los malos»). La segunda fue de miedo a los restos del franquismo que están saliendo envalentonados de la cueva donde se escondieron, por temor a la revancha que no hubo, tras la muerte del tirano.

Con la bandera de Franco. Miedo me dio.

Ahora, desde el rincón de pensar, al que Pedro mandó por cinco días a toda España, comprendo que, por pura depresión y hartazgo, no quiera seguir al frente de un país tan cainita. La situación es grave, aunque no desesperada.

Los sindicatos piden hoy a los ciudadanos que defiendan la Democracia.

El presidente Sánchez no sería el primero en dimitir por hartazgo. Ya lo hizo Adolfo Suárez en favor de Calvo Sotelo, justo antes del golpe militar fallido del 23F. No quería que la flamante y frágil Democracia española fuera un paréntesis… Y, antes que él, Figueras, presidente de I República, dimitió y se fue a Francia. Se le atribuye una declaración muy expresiva de su escapada: «Estoy hasta los cojones de todos nosotros».

En la puerta del PSOE

Por eso, mi tercera reacción es hoy de comprensión y agradecimiento hacia Pedro Sánchez por el aguante heroico, casi inhumano, que ha mostrado en estos años de pandemia mundial, guerra en Europa, conflicto catalán, calumnias, bulos y hasta volcán en La Palma. Si mañana decide dimitir, le seguiré queriendo igual, ya que le considero el menos malo y el más limpio de todos los líderes políticos españoles actuales. Aunque no es consuelo, otras democracias, como la de Estados Unidos, están peor que la nuestra.

El presidente Sánchez nos ha hecho parar y pensar durante cinco días… seguidos. Gracias él, España será mañana un país muy distinto, y creo que mejor, al de hoy. ¿Quién dijo miedo? Por el bien del país, para los sucesores eventuales de Pedro Sánchez (y del pobre Feijóo) sigo recomendando la «cordialidad proactiva» de mi amiga Montse Ventosa.

El martes volverá a salir el Sol. Le deseo al presidente Sánchez lo mejor para él y su familia.

Fantasmas del pasado: Federico Jíménez Losantos, José María Aznar y Pedro J. Ramírez.

La crisis actual comenzó el 11-M de 2004. Estos tres psicópatas lanzaron la siniestra teoría de la conspiración de ETA en la masacre de Atocha y deslegitimaron la victoria electoral de Zapatero. Desde entonces, no aceptan la alternancia, base de la Democracia. De aquellos polvos, estos lodos…

 

Presidente: Quédate, merece la pena

Hace años que no me siento tan emocionado, como hoy, dentro de un grupo de miles de demócratas que gritan «¡Merece la pena!» y piden al presidente del Gobierno que no dimita, que se quede, que no se rinda ante la última gota de la campaña de acoso a su familia que comenzó el PP hace 10 años con dinero público, su policía política y el golfo comisario Villarejo.

Pancarta en la concentración de Ferraz

Vista aérea de la concentración en la puerta de la sede del PSOE. Unos dicen 12.000 asistentes y otros 20.000

Hoy asisto a una concentración especial, pues va de defender no solo a Pedro Sánchez sino a la mismísima Democracia. Me gusta que demos un golpe en la mesa, como ha hecho Pedro Sánchez para reflexionar y tomar impulso, y dejemos de estar a la defensiva frente a los bárbaros de VOX y algunos otros aún emboscados en el PP.

Cartel original hecho en casa de un socialista. Al fondo, una bandera republicana, como la de mi padre.

Creo que el lunes marcará un antes y un después en la defensa de la Democracia en España.

El paraguas de 20 minutos me salvó del chaparrón que, afortunadamente, duró poco.

Poco antes del empezar el Comité Federal del PSOE, huérfano de Pedro Sánchez. Luego, salió el Sol.

Ofrezco al presidente Sánchez un regalo que me ha hecho hoy una amiga: la «cordialidad proactiva». Frente al acoso violento, al discurso del odio, a la xenofobia, al machismo, a los bulos y mentiras de la extrema derecha propongo responderle, como ha dicho hoy Zapatero, con respeto, educación y tolerancia. La cordialidad mata a los bárbaros. Me consta que hay muchos demócratas en el PP (alejados de Trump, Jiménez Losantos, Ayuso y su Rasputín) que comparten conmigo este mensaje. Lo veo cada día en la pista de tenis o en mis clases de talla de madera. Somos de todos los colores y, cordialmente, nos llevamos bien.

Me crucé con caras conocidas, pero ésta de mi colega Marta Pérez, cofundadora de 20 minutos, es inolvidable.

No perdemos nada con ser más cordiales con nuestros adversarios, no enemigos. Prueba y error. Como en el progreso científico. No te vayas, Pedro. Sin caer en la ingenuidad, prueba esta receta cordial para desbaratar la miserable espiral de violencia de la extrema derecha. Seremos más felices y mantendremos enterrada, otro medio siglo, el hacha fratricida.

¡Campeón! Otra alegría más.

Luego, por la tarde, nuestro héroe Rafa Nadal nos ha dado una alegría con su victoria contra el joven australiano Minaur. Al atardecer, un paseo por el campo con mi chica (ya sin muletas). Un día completo. ¿Qué más puedo pedir?
….
¡Ah! Os recomiendo que leáis esta carta de Ignacio Escolar que, sin su permiso, abusando de la amistad que nos une, copio y pego a continuación:
Carta de Ignacio Escolar
27 de abril de 2024 08:41h Actualizado el 27/04/2024 13:38h

“¿Merece la pena todo esto?”. La pregunta que se hace Pedro Sánchez es pertinente y sincera. No conozco a ninguna persona honesta que esté o haya pasado por la política y que no se lo haya planteado. Tampoco a nadie, ni siquiera a las personas más fuertes, que no haya dudado más de una vez. Que no hayan tenido la tentación de rendirse, de tirar la toalla, de salir corriendo de allí.

¿Merece la pena pasar por un proceso judicial, acusada falsamente de encubrir un delito de abuso sexual, como sufrió Mónica Oltra? ¿Merece la pena que tus hijas adolescentes sean insultadas y ridiculizadas públicamente, como le ocurrió a Zapatero? ¿Merece la pena padecer durante meses un acoso constante y permanente en la puerta de tu casa, como hicieron con Pablo Iglesias e Irene Montero? ¿Merece la pena que te intenten meter en prisión con pruebas falsas –a ti y a tu pareja–, como soportó Victoria Rosell? ¿Merece la pena pasar por injustas persecuciones judiciales por “terrorismo” como las que sufren algunos de los políticos independentistas?

Hay una expresión que detesto y que estos días no paro de escuchar: “A la política se viene llorado de casa”. Me parece abominable por una doble razón. La primera, esta idea tóxica de que tener sentimientos es algo a exterminar, cuando es al contrario: ojalá más personas con empatía, capaces de sufrir y de llorar; nada hay más humano que esa emoción. La segunda, esta regla odiosa de que en política vale todo y hay que soportarlo todo sin siquiera mostrar la más mínima aflicción. Que hay una suerte de nuevo derecho constitucional, el derecho al acoso con insultos, mentiras y denuncias falsas, que se extiende no solo a los políticos sino a todo su entorno personal.

No, no creo que ser familiar de un político te otorgue una bula especial. Claro que la prensa debe fiscalizar al poder y son muchas las ocasiones en que resulta imprescindible entrar ahí. Claro que es pertinente informar sobre el fraude y las comisiones millonarias de la pareja de Isabel Díaz Ayuso, la persona que paga la casa de lujo donde vive la presidenta de Madrid; igual que lo fue, décadas atrás, publicar los tejemanejes del hermano de Alfonso Guerra –que también fue condenado por un delito de fraude fiscal–. No seré yo quien no defienda el derecho constitucional a la información. Pero subrayo esa palabra: información. Que no es lo mismo que los bulos, las mentiras y las medias verdades que tanto abundan hoy.

Se ha abusado tanto del victimismo en política que es inevitable desconfiar. No conozco a ningún corrupto que, pillado in fraganti, no proclame sufrir una persecución mediática y judicial. Empezando por el propio Donald Trump, que es quien más ha utilizado esa vía para eludir cualquier responsabilidad, y ha creado, para toda la extrema derecha del mundo, un manual.

No sé si Pedro Sánchez dimitirá. Hoy creo que no, pero solo él lo sabe con certeza. Sí estoy plenamente convencido de que la denuncia contra Begoña Gómez, más tarde o más temprano, se archivará. Porque a pesar de la pulsión reaccionaria que late en algunos juzgados –imprescindible para explicar buena parte de las cacerías contra políticos de izquierda– me niego a creer que una acusación tan endeble pueda prosperar.

Pero volvamos a la pregunta inicial de esta carta. ¿Merece la pena? La terrible respuesta es que no, que no sale a cuenta. Que hace mucho que no merece la pena, si solo se mide desde el punto de vista personal.

¿Merece la pena que llamen “Begoño” a tu mujer?, ¿que la arrastren de los pelos por el barro de los juzgados con una denuncia basada en bulos?, ¿que acosen a tu hermano, a tu padre o a tu suegro con mentiras y falsedades? ¿Merece la pena que machaquen a las personas que quieres?

Un ejemplo: ¿cuántas veces has escuchado lo de “la sauna del suegro de Pedro Sánchez”?

Este miércoles, Ester Muñoz, diputada y vicesecretaria del PP, insistía en esa misma acusación: “Tenemos los escándalos que rodean al presidente del Gobierno, ahí tenemos a su suegro que se enriquece con esas saunas, todos sabemos a qué tipo de saunas me refiero”.

Al día siguiente, la periodista Silvia Intxaurrondo preguntó a esta dirigente del PP qué pruebas tenía para sus acusaciones. “Están publicados en los medios y que todo el mundo… Es que yo no he acusado absolutamente de nada a nadie. He dicho cosas que están publicadas en los medios”, respondió.

Hoy en elDiario.es explicamos el origen de una de estas “cosas que están publicadas en los medios”. El Gobierno de Rajoy encargó al comisario Villarejo espiar al padre de Begoña Gómez. Según el entonces número dos del Ministerio del Interior, Francisco Martínez, serviría para “matar políticamente a Sánchez”. “Esto lo revienta”, decía también.

¿La verdad de la historia? Que las famosas saunas ni siquiera eran del suegro de Sánchez. Son de sus hermanos. Pero decir que “los hermanos del padre de la mujer de Pedro Sánchez” tienen una sauna quedaba peor en el titular.

Todo esto pasó hace ya diez años, en 2014. A los pocos meses de que Pedro Sánchez llegara por primera vez a la secretaría general del PSOE. Tras este encargo del Gobierno de Rajoy a Villarejo, la historia de la sauna del suegro de Pedro Sánchez se multiplicó por varios medios de comunicación. Tal vez algún día también descubramos el origen de las mentiras que se publican hoy. Aunque para entonces será como con este bulo de la sauna: una calumnia cuyo daño será imposible de reparar.

¿Es humano tener la tentación de rendirse, para proteger a los que más quieres? Claro que lo es. Por duro que seas. Por fuerte que te creas. Supongo que a mí me cuesta algo menos empatizar con lo que pasa por la cabeza de Pedro Sánchez porque, a una escala mucho menor, también he sufrido episodios similares. Titulares infectos de medios aún más deleznables contra quien entonces era mi pareja. O acoso e insultos en redes sociales contra mi actual mujer. Me he tirado más de un año imputado por el delito de “revelación de secretos”, por informar del máster fraudulento de Cristina Cifuentes. Me toca pasar por los juzgados casi cada mes, para defenderme de demandas injustas contra elDiario.es. Y hay barrios de Madrid –esos en los que arrasa Vox– por los que prefiero no ir, porque no es plato de gusto que te insulten cuando paseas con tu mujer y tus hijos, como me ha ocurrido en demasiadas ocasiones.

Cualquier persona de izquierdas mínimamente conocida sabe de qué hablo porque todos lo sufrimos, especialmente las mujeres. Son problemas de país rico, me suelo consolar –en otros lugares del mundo, los periodistas incómodos acaban muertos, en el exilio o en prisión–. Pero es un desgaste constante, agotador, que impacta en tu vida y te cambia el humor. Hubo una temporada que me daba miedo salir a comer o a cenar en sitios públicos porque casi siempre terminaba mal.

El acoso contra la izquierda siempre ha existido. Pero en los últimos años ha ido a peor. La derecha ha logrado convertir la vida pública en un lodazal, una estrategia deliberada para igualar la reputación de todos: la gente honesta y la que no lo es. Y que en demasiadas ocasiones cuenta con la imprescindible colaboración de algunos jueces afines. Y de muchos medios de comunicación.

¿Todos los políticos son iguales? ¿En serio? ¿Por qué entonces el gobierno de Zapatero no tuvo ningún gran caso de corrupción y el de Aznar ha acabado con tres de sus ministros en prisión?

¿Qué dirían, qué escribirían, si Begoña Gómez se hubiera llevado 234.000 euros de comisión de una adjudicación del Gobierno, como hizo el hermano de Ayuso? ¿Dónde estaría hoy Pedro Sánchez si su pareja hubiera defraudado 350.000 euros a Hacienda tras cobrar un pelotazo de dos millones, como ha pasado con la presidenta de Madrid?

Es la misma derecha que, hace veinte años, alimentó una teoría de la conspiración sobre los muertos del peor atentado terrorista de la historia de España. La misma que, hace diez años, utilizó los fondos reservados y la cloaca policial para destrozar a sus rivales políticos. Los mismos que ahora han convertido el “que te vote Txapote” en un lema electoral. Los mismos que llaman “hijo de puta” al presidente del Gobierno y, en vez de disculparse por el exabrupto, lo convierten en una chanza más. Los mismos que se jactan de controlar la Justicia “desde detrás” y que por eso mantienen secuestrada desde hace más de un lustro la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

¿La izquierda ha contribuido a que el espacio público se haya deteriorado tanto? Creo honestamente que sí, que una parte de la izquierda cometió el error, años atrás, de validar los escraches, que nunca se debieron producir. Esa agresividad le volvió a la izquierda multiplicada por mil. El famoso escrache a Soraya Sáenz de Santamaría en la puerta de su casa fue pacífico, duró 20 minutos y pasó una sola vez. No hay punto posible de comparación con lo que Iglesias y Montero padecieron durante meses. Y la manifestación frente a la sede de Génova también ha pasado apenas una vez, y no es equiparable a lo que ocurre desde hace meses en Ferraz y otras sedes de partidos de izquierdas por toda España. Hace mucho tiempo que es la derecha, no la izquierda, quien ha cruzado todos los límites y está fuera de sí.

¿Merece la pena? No. A nadie le sale a cuenta vivir así. Y de eso se trata. Este envenenamiento constante y sistemático tiene un objetivo deliberado: destrozar a cualquiera que asome la cabeza, para que sea insoportable estar ahí.

No merece la pena. Pero hay que resistir. Para lograr, entre todos, un debate público menos tóxico, y que nunca más vuelva a ser necesario enfrentarse a un dilema así. Estoy seguro de que Pedro Sánchez y su familia serían más felices si dejan La Moncloa. Pero también espero que no dimita, porque las consecuencias para España y nuestra democracia serían nefastas.

En un país donde nadie dimite y nunca pasa nada, sería terrible que cayera por estos motivos un presidente del Gobierno elegido por el Parlamento hace menos de un año y que representa a la mayoría de este país. Sería una pésima noticia para cualquier demócrata, vote lo que vote. Porque validará y normalizará una vía tóxica e infecta de lograr el poder.

Lo dejo aquí por hoy. Gracias por leerme. Si eres socio/a de elDiario.es, gracias por tu ayuda: es imprescindible para que nosotros también podamos resistir. Y si no lo eres, apóyanos.

Gracias, Ignacio.

MAR, el Rasputín de Ayuso, en la cumbre de la vileza

Miguel Ángel Rodríguez (MAR), el ex Rasputín de Aznar y ahora de Ayuso, es un bravucón astuto, tramposo y, por tanto, peligroso. Esto no es ningún secreto para quienes lo hemos sufrido de cerca. Miente, amenaza y ejecuta sus amenazas sin que le tiemble el pulso. Carece de empatía y golpea con una herradura escondida en su guante. Es un psicópata del tipo Pedro J. o Federico Jiménez Losantos, «dos viejos amigos» que recuperó Aznar para su gran mentira del 11M. Haría bien la señora Ayuso en devolvérselo rápidamente a Aznar antes de que la enfangue demasiado con los delitos fiscales de su novio. Le sirvió en su ascenso al populismo, estilo Bannon, pero dudo mucho que le sirva ahora de ayuda en su caída. Ni siquiera estando sobrio.

 

MAR, con su compañero inseparable.

Miguel Ángel Rodríguez insultó y amenazó a una redactora de elDiario.es que había publicado exclusivas verficadas de los delitos fiscales del novio de su jefa. Estas fueron sus palabras escritas en un mensaje:

“Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Que os den. Idiotas”. 

La receptora de los mensajes preguntó al jefe de gabinete de Ayuso: “¿Es una amenaza?”

“Es un anuncio”, respondió Miguel Ángel Rodríguez, quien todavía increpó a la integrante de la redacción de elDiario.es con algunos insultos más. 

 

El abrazo de MAR a Ayuso.

La actitud bravucona de MAR contra un diario no me ha sorprendido. Tengo grabado el recuerdo de la campaña de calumnias que dirigió contra el doctor Montes. Antonio Muñoz Molina tampoco lo ha olvidado y así lo recordó en su columna espléndida «La era de la vileza» en El País (15 de julio de 2023):

«Un rasgo de la edad de la vileza es la repetición metódica del abuso, la injuria y la mentira. Al volverse habituales no pierden su veneno, pero cada vez provocan menos escándalo. Es posible que los primeros sedimentos de esta nueva época fueran sembrados por este personaje público, siempre más o menos en la sombra, Miguel Ángel Rodríguez, que según dicen asesoró a Feijóo antes del debate, y que hace 15 años usó por primera vez en público, en programas de televisión, a sabiendas de que lo hacía, la calumnia contra una persona del todo honorable. Los residuos de vilezas pasadas los olvida todo el mundo, salvo los que las sufrieron. En 2008, en plena campaña derechista para desacreditar la sanidad pública en Madrid, Miguel Ángel Rodríguez llamó reiteradamente nazi en varias tertulias de la televisión al doctor Luis Montes, antiguo coordinador de Urgencias del hospital de Leganés, acusándolo de haber abusado de las sedaciones de enfermos graves para acelerarles la muerte. El embustero sabe que a partir de un cierto grado la mentira tiene un efecto paralizador, como lo tiene siempre un acto de violencia súbita, un grito, una bofetada. Las mentiras de Miguel Ángel Rodríguez trastornaron la vida y la carrera de un hombre íntegro, que ya había sido objeto de una sostenida persecución política. Los tribunales confirmaron la inocencia del doctor Montes, y condenaron por un delito de injurias a Rodríguez. Ya no importaba nada. El daño estaba hecho. Había enfermos que se negaban a ser atendidos por el médico injuriado. Y el mentiroso y condenado por la justicia convirtió su indecencia en un mérito para su currículum, que ha vuelto a situarlo en lo más alto de la influencia política en España. (..)

En el registro sedimentario de la era de la vileza resaltarán dos fechas aún más fundacionales, dos mentiras tan desvergonzadas como las de Miguel Ángel Rodríguez, pero de mucha mayor resonancia: en 2003, la mentira sobre las supuestas armas de destrucción masiva almacenadas en Irak por Sadam Husein; en 2004, la mentira del Gobierno de José María Aznar sobre los atentados del 11 de marzo en la estación de Atocha.»

Con el candidato Aznar en TVE.

Después de ser despedido de la TVE de Aznar, tras la entrevista preelectoral que le hice en 1996, puse un pleito contra la TV del nuevo Gobierno por despido improcedente. Gané el juicio, pero no pude volver a la prensa. Me refugié en la Universidad hasta que, años más tarde, fundé 20minutos. Tuve fuentes solventes que apuntaban a MAR como el mensajero de la Moncloa que amenazó a los grupos de prensa para que no me dieran empleo. Se le da muy bien amenazar… y ejecutar. No te confíes, querido Ignacio Escolar. No soportan el éxito de elDiario.es. Recuerda que MAR esconde herradura en su guante.

Solo por eso, comprenderéis que este Rasputín no sea santo de mi devoción. Por prevención, en mis memorias («La prensa libre no fue un regalo») no quise darle a MAR el triste crédito por sus amenazas a los medios. Su mensaje fue, más o menos, que «si me daban trabajo lo considerarían con un acto de hostilidad hacia el nuevo Gobierno». ¡Madre mía! Nunca me había sentido tan importante… pero, por si acaso, salí huyendo hacia Almería, la tierra refugio donde nací.

Esto fue lo que, en plena pandemia, escribí en mis memorias:

 

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Aznar pierde otra oportunidad para pedir perdón

Soy un ingenuo. Llegué a pensar (¡pobre de mí!) que, al cabo de 20 años de infamia y vileza, José María Aznar, Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos (trío de psicópatas) pedirían perdón, por fin, aunque fuera con la boca pequeña, a las víctimas del 11M y a los demócratas españoles por el daño que han causado con sus mentiras. Aznar y su Gobierno mintieron a sabiendas para ganar las elecciones del 14M y, tras su derrota, deslegitimaron la alternancia en el Poder y quebrantaron el espíritu de la Transición y el imperio de la Ley, que es la base del Estado de Derecho. De aquellos polvos, estos lodos. Rompieron la Democracia.

Los pseudoperiodistas Pedro Jeta Ramírez y Federico Jiménez Losantos sembraron El Mundo y la COPE (pecaminosa radio de los obispos) de falsedades, calumnias y odio al servicio de Aznar, del crecimiento de sus audiencias crédulas y de sus cuentas de resultados. Por intereses espurios, por dinero, por soberbia, por pura maldad y… porque podían. ¡Vergüenza para los tres conspiranoicos, incapaces de pedir perdón por tanto daño causado!

Homenaje a las víctimas del 11M ayer en Atocha

Mi hijo Erik Martínez Westley, Rodolfo Ruíz, ex comisario de Vallecas, y yo depositamos unos claveles en Memorial del 11M en Atocha. Un encuentro emocionante con mi amigo Rodolfo.

TV3 emitió anoche un reportaje espléndido sobre el 11M. No pude hablar en catalán. La meva pronuciació no és bona.

Los 3 psicópatas del 11-M, incapaces de pedir perdón

El 11-M se quebró la Democracia en España. Anoche asistí en el Ateneo de Madrid a un acto emocionante. Victor Sampedro presentó su libro «Voces del 11-M. Víctimas de la mentira» (Planeta), en el que recoge 8 testimonios sobre el mayor atentado terrorista de Europa (193 muertos y casi 2.000 heridos) y el dolor que causó… y sigue causando al cabo de 20 años.

Con Angeles Aguilera, Sindo Lafuente, Víctor Sampedro y Virginia Pérez Alonso.

Los tres promotores de la teoría de conspiración (Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos y Jose María Aznar), que mintieron a sabiendas al atribuir la tragedia a ETA y no a Al Qaeda, siguen en sus trece. No han rectificado. Aquella gran mentira, y la consiguiente deslegitimación de la alternancia en el Poder, base de la Democracia, fue el parteaguas de la Transición. Marcó un antes y un después en el espíritu de concordia consagrado el 6 de diciembre del 78.  Y la herida sigue abierta. De aquellos polvos, estos lodos. Los tres psicópatas sin empatía, que iniciaron lo que Muñoz Molina llama «La era de la vileza», han sido incapaces de pedir perdón a las víctimas del 11M y a los demócratas españoles por el daño que han causado… y siguen causando.

20 minutos fue el único diario de España que el día 14M (elecciones generales) tituló así: «11-M: fue Al Qaeda». Aznar no nos mintió como a los demás diarios. No nos llamó.

Con Eulogio Paz, ex presidente de la Asociación «11-M: Afectados por el terrorismo». Su hijo fue asesinado en 11-M.

Asistieron, entre otros, Juan Jesús Sánchez Manzano, ex comisario jefe de los TEDAX, que descubrieron la pista clave en la mochila de Vallecas, Olga Sánchez, fiscal del 11-M, Eulogio Paz, ex presidente de «11-M: Afectados por el terrorismo», Fernando Reinares, historiador especialista en terrorismo islámico.