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Presidente: Quédate, merece la pena

Hace años que no me siento tan emocionado, como hoy, dentro de un grupo de miles de demócratas que gritan «¡Merece la pena!» y piden al presidente del Gobierno que no dimita, que se quede, que no se rinda ante la última gota de la campaña de acoso a su familia que comenzó el PP hace 10 años con dinero público, su policía política y el golfo comisario Villarejo.

Pancarta en la concentración de Ferraz

Vista aérea de la concentración en la puerta de la sede del PSOE. Unos dicen 12.000 asistentes y otros 20.000

Hoy asisto a una concentración especial, pues va de defender no solo a Pedro Sánchez sino a la mismísima Democracia. Me gusta que demos un golpe en la mesa, como ha hecho Pedro Sánchez para reflexionar y tomar impulso, y dejemos de estar a la defensiva frente a los bárbaros de VOX y algunos otros aún emboscados en el PP.

Cartel original hecho en casa de un socialista. Al fondo, una bandera republicana, como la de mi padre.

Creo que el lunes marcará un antes y un después en la defensa de la Democracia en España.

El paraguas de 20 minutos me salvó del chaparrón que, afortunadamente, duró poco.

Poco antes del empezar el Comité Federal del PSOE, huérfano de Pedro Sánchez. Luego, salió el Sol.

Ofrezco al presidente Sánchez un regalo que me ha hecho hoy una amiga: la «cordialidad proactiva». Frente al acoso violento, al discurso del odio, a la xenofobia, al machismo, a los bulos y mentiras de la extrema derecha propongo responderle, como ha dicho hoy Zapatero, con respeto, educación y tolerancia. La cordialidad mata a los bárbaros. Me consta que hay muchos demócratas en el PP (alejados de Trump, Jiménez Losantos, Ayuso y su Rasputín) que comparten conmigo este mensaje. Lo veo cada día en la pista de tenis o en mis clases de talla de madera. Somos de todos los colores y, cordialmente, nos llevamos bien.

Me crucé con caras conocidas, pero ésta de mi colega Marta Pérez, cofundadora de 20 minutos, es inolvidable.

No perdemos nada con ser más cordiales con nuestros adversarios, no enemigos. Prueba y error. Como en el progreso científico. No te vayas, Pedro. Sin caer en la ingenuidad, prueba esta receta cordial para desbaratar la miserable espiral de violencia de la extrema derecha. Seremos más felices y mantendremos enterrada, otro medio siglo, el hacha fratricida.

¡Campeón! Otra alegría más.

Luego, por la tarde, nuestro héroe Rafa Nadal nos ha dado una alegría con su victoria contra el joven australiano Minaur. Al atardecer, un paseo por el campo con mi chica (ya sin muletas). Un día completo. ¿Qué más puedo pedir?
….
¡Ah! Os recomiendo que leáis esta carta de Ignacio Escolar que, sin su permiso, abusando de la amistad que nos une, copio y pego a continuación:
Carta de Ignacio Escolar
27 de abril de 2024 08:41h Actualizado el 27/04/2024 13:38h

“¿Merece la pena todo esto?”. La pregunta que se hace Pedro Sánchez es pertinente y sincera. No conozco a ninguna persona honesta que esté o haya pasado por la política y que no se lo haya planteado. Tampoco a nadie, ni siquiera a las personas más fuertes, que no haya dudado más de una vez. Que no hayan tenido la tentación de rendirse, de tirar la toalla, de salir corriendo de allí.

¿Merece la pena pasar por un proceso judicial, acusada falsamente de encubrir un delito de abuso sexual, como sufrió Mónica Oltra? ¿Merece la pena que tus hijas adolescentes sean insultadas y ridiculizadas públicamente, como le ocurrió a Zapatero? ¿Merece la pena padecer durante meses un acoso constante y permanente en la puerta de tu casa, como hicieron con Pablo Iglesias e Irene Montero? ¿Merece la pena que te intenten meter en prisión con pruebas falsas –a ti y a tu pareja–, como soportó Victoria Rosell? ¿Merece la pena pasar por injustas persecuciones judiciales por “terrorismo” como las que sufren algunos de los políticos independentistas?

Hay una expresión que detesto y que estos días no paro de escuchar: “A la política se viene llorado de casa”. Me parece abominable por una doble razón. La primera, esta idea tóxica de que tener sentimientos es algo a exterminar, cuando es al contrario: ojalá más personas con empatía, capaces de sufrir y de llorar; nada hay más humano que esa emoción. La segunda, esta regla odiosa de que en política vale todo y hay que soportarlo todo sin siquiera mostrar la más mínima aflicción. Que hay una suerte de nuevo derecho constitucional, el derecho al acoso con insultos, mentiras y denuncias falsas, que se extiende no solo a los políticos sino a todo su entorno personal.

No, no creo que ser familiar de un político te otorgue una bula especial. Claro que la prensa debe fiscalizar al poder y son muchas las ocasiones en que resulta imprescindible entrar ahí. Claro que es pertinente informar sobre el fraude y las comisiones millonarias de la pareja de Isabel Díaz Ayuso, la persona que paga la casa de lujo donde vive la presidenta de Madrid; igual que lo fue, décadas atrás, publicar los tejemanejes del hermano de Alfonso Guerra –que también fue condenado por un delito de fraude fiscal–. No seré yo quien no defienda el derecho constitucional a la información. Pero subrayo esa palabra: información. Que no es lo mismo que los bulos, las mentiras y las medias verdades que tanto abundan hoy.

Se ha abusado tanto del victimismo en política que es inevitable desconfiar. No conozco a ningún corrupto que, pillado in fraganti, no proclame sufrir una persecución mediática y judicial. Empezando por el propio Donald Trump, que es quien más ha utilizado esa vía para eludir cualquier responsabilidad, y ha creado, para toda la extrema derecha del mundo, un manual.

No sé si Pedro Sánchez dimitirá. Hoy creo que no, pero solo él lo sabe con certeza. Sí estoy plenamente convencido de que la denuncia contra Begoña Gómez, más tarde o más temprano, se archivará. Porque a pesar de la pulsión reaccionaria que late en algunos juzgados –imprescindible para explicar buena parte de las cacerías contra políticos de izquierda– me niego a creer que una acusación tan endeble pueda prosperar.

Pero volvamos a la pregunta inicial de esta carta. ¿Merece la pena? La terrible respuesta es que no, que no sale a cuenta. Que hace mucho que no merece la pena, si solo se mide desde el punto de vista personal.

¿Merece la pena que llamen “Begoño” a tu mujer?, ¿que la arrastren de los pelos por el barro de los juzgados con una denuncia basada en bulos?, ¿que acosen a tu hermano, a tu padre o a tu suegro con mentiras y falsedades? ¿Merece la pena que machaquen a las personas que quieres?

Un ejemplo: ¿cuántas veces has escuchado lo de “la sauna del suegro de Pedro Sánchez”?

Este miércoles, Ester Muñoz, diputada y vicesecretaria del PP, insistía en esa misma acusación: “Tenemos los escándalos que rodean al presidente del Gobierno, ahí tenemos a su suegro que se enriquece con esas saunas, todos sabemos a qué tipo de saunas me refiero”.

Al día siguiente, la periodista Silvia Intxaurrondo preguntó a esta dirigente del PP qué pruebas tenía para sus acusaciones. “Están publicados en los medios y que todo el mundo… Es que yo no he acusado absolutamente de nada a nadie. He dicho cosas que están publicadas en los medios”, respondió.

Hoy en elDiario.es explicamos el origen de una de estas “cosas que están publicadas en los medios”. El Gobierno de Rajoy encargó al comisario Villarejo espiar al padre de Begoña Gómez. Según el entonces número dos del Ministerio del Interior, Francisco Martínez, serviría para “matar políticamente a Sánchez”. “Esto lo revienta”, decía también.

¿La verdad de la historia? Que las famosas saunas ni siquiera eran del suegro de Sánchez. Son de sus hermanos. Pero decir que “los hermanos del padre de la mujer de Pedro Sánchez” tienen una sauna quedaba peor en el titular.

Todo esto pasó hace ya diez años, en 2014. A los pocos meses de que Pedro Sánchez llegara por primera vez a la secretaría general del PSOE. Tras este encargo del Gobierno de Rajoy a Villarejo, la historia de la sauna del suegro de Pedro Sánchez se multiplicó por varios medios de comunicación. Tal vez algún día también descubramos el origen de las mentiras que se publican hoy. Aunque para entonces será como con este bulo de la sauna: una calumnia cuyo daño será imposible de reparar.

¿Es humano tener la tentación de rendirse, para proteger a los que más quieres? Claro que lo es. Por duro que seas. Por fuerte que te creas. Supongo que a mí me cuesta algo menos empatizar con lo que pasa por la cabeza de Pedro Sánchez porque, a una escala mucho menor, también he sufrido episodios similares. Titulares infectos de medios aún más deleznables contra quien entonces era mi pareja. O acoso e insultos en redes sociales contra mi actual mujer. Me he tirado más de un año imputado por el delito de “revelación de secretos”, por informar del máster fraudulento de Cristina Cifuentes. Me toca pasar por los juzgados casi cada mes, para defenderme de demandas injustas contra elDiario.es. Y hay barrios de Madrid –esos en los que arrasa Vox– por los que prefiero no ir, porque no es plato de gusto que te insulten cuando paseas con tu mujer y tus hijos, como me ha ocurrido en demasiadas ocasiones.

Cualquier persona de izquierdas mínimamente conocida sabe de qué hablo porque todos lo sufrimos, especialmente las mujeres. Son problemas de país rico, me suelo consolar –en otros lugares del mundo, los periodistas incómodos acaban muertos, en el exilio o en prisión–. Pero es un desgaste constante, agotador, que impacta en tu vida y te cambia el humor. Hubo una temporada que me daba miedo salir a comer o a cenar en sitios públicos porque casi siempre terminaba mal.

El acoso contra la izquierda siempre ha existido. Pero en los últimos años ha ido a peor. La derecha ha logrado convertir la vida pública en un lodazal, una estrategia deliberada para igualar la reputación de todos: la gente honesta y la que no lo es. Y que en demasiadas ocasiones cuenta con la imprescindible colaboración de algunos jueces afines. Y de muchos medios de comunicación.

¿Todos los políticos son iguales? ¿En serio? ¿Por qué entonces el gobierno de Zapatero no tuvo ningún gran caso de corrupción y el de Aznar ha acabado con tres de sus ministros en prisión?

¿Qué dirían, qué escribirían, si Begoña Gómez se hubiera llevado 234.000 euros de comisión de una adjudicación del Gobierno, como hizo el hermano de Ayuso? ¿Dónde estaría hoy Pedro Sánchez si su pareja hubiera defraudado 350.000 euros a Hacienda tras cobrar un pelotazo de dos millones, como ha pasado con la presidenta de Madrid?

Es la misma derecha que, hace veinte años, alimentó una teoría de la conspiración sobre los muertos del peor atentado terrorista de la historia de España. La misma que, hace diez años, utilizó los fondos reservados y la cloaca policial para destrozar a sus rivales políticos. Los mismos que ahora han convertido el “que te vote Txapote” en un lema electoral. Los mismos que llaman “hijo de puta” al presidente del Gobierno y, en vez de disculparse por el exabrupto, lo convierten en una chanza más. Los mismos que se jactan de controlar la Justicia “desde detrás” y que por eso mantienen secuestrada desde hace más de un lustro la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

¿La izquierda ha contribuido a que el espacio público se haya deteriorado tanto? Creo honestamente que sí, que una parte de la izquierda cometió el error, años atrás, de validar los escraches, que nunca se debieron producir. Esa agresividad le volvió a la izquierda multiplicada por mil. El famoso escrache a Soraya Sáenz de Santamaría en la puerta de su casa fue pacífico, duró 20 minutos y pasó una sola vez. No hay punto posible de comparación con lo que Iglesias y Montero padecieron durante meses. Y la manifestación frente a la sede de Génova también ha pasado apenas una vez, y no es equiparable a lo que ocurre desde hace meses en Ferraz y otras sedes de partidos de izquierdas por toda España. Hace mucho tiempo que es la derecha, no la izquierda, quien ha cruzado todos los límites y está fuera de sí.

¿Merece la pena? No. A nadie le sale a cuenta vivir así. Y de eso se trata. Este envenenamiento constante y sistemático tiene un objetivo deliberado: destrozar a cualquiera que asome la cabeza, para que sea insoportable estar ahí.

No merece la pena. Pero hay que resistir. Para lograr, entre todos, un debate público menos tóxico, y que nunca más vuelva a ser necesario enfrentarse a un dilema así. Estoy seguro de que Pedro Sánchez y su familia serían más felices si dejan La Moncloa. Pero también espero que no dimita, porque las consecuencias para España y nuestra democracia serían nefastas.

En un país donde nadie dimite y nunca pasa nada, sería terrible que cayera por estos motivos un presidente del Gobierno elegido por el Parlamento hace menos de un año y que representa a la mayoría de este país. Sería una pésima noticia para cualquier demócrata, vote lo que vote. Porque validará y normalizará una vía tóxica e infecta de lograr el poder.

Lo dejo aquí por hoy. Gracias por leerme. Si eres socio/a de elDiario.es, gracias por tu ayuda: es imprescindible para que nosotros también podamos resistir. Y si no lo eres, apóyanos.

Gracias, Ignacio.

20-N: Hoy hace 48 años que se fue el caimán

Dos semanas de violencia callejera ante la sede del PSOE, aderezada con el «Cara al Sol», brazos en alto, vivas a Franco y a Primo de Rivera y ataques a la Policía de la Democracia, todo ello acompañado de arengas de Esperanza Aguirre, lideresa rabiosa del PP  (línea Aznar/Ayuso) y de los líderes de VOX, me han recordado que hoy mismo, 20-N, hace 48 años que murió el tirano, el dictador felón, Francisco Franco.

Portada del 20-N-1975 del semanario Doblón secuestrado por la Policía de Franco.

Diseñando la muerte del tirano…

Desde que publique el año pasado mis memorias, casi me había olvidado de este general genocida, que tanto reivindican ahora los bárbaros de extrema derecha y algunos militares jubilados. Son los mismos oficiales que, el año pasado, publicaron en su chat que había que fusilar a 26 millones de españoles para arreglar los problemas de «su patria». Y no les pasó nada. Ya sabemos que «esa patria» es el último refugio de los canallas.

La actriz Anabel Alonso ha descrito muy bien lo que significa para estos fachas el amor a su patria:

Anabel Alonso lo explica muy bien.

Las imágenes de la violencia callejera en Ferraz y los gritos «vintage» de estos bárbaros me han llevado a recordar cómo vivimos los abuelos demócratas de hoy aquel 20 de noviembre de 1975, dos meses después de los últimos fusilamientos de Franco. Tal como vivió, el dictador murió matando.

Copio y pego a continuación los recuerdos de aquella muerte, tan esperada, que recogí en mi libro «La prensa libre no fue un regalo» (Ed. Macial Pons)

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Perdonar, siempre. Olvidar, nunca.

¿Por qué caen, uno tras otro, los líderes del PP?

Berna (ex compañera mía en El Sol) nos da la respuesta en su articulo de El País de hoy: alianzas contra natura, mentiras, corrupción y traición. Con su permiso y los de El País y 2ominutos.es, no puedo evitar copiarlo y pegarlo en mi blog. Lo recomiendo. No se puede explicar mejor con menos palabras. Luego están los chistes que inundan las redes y abundan en razones semejantes.

Por qué caen los líderes del PP

Si Feijóo analiza por qué fracasan los presidentes de su partido encontrará una paleta corta: alianzas contra natura, mentiras, corrupción y traición

Alberto Núñez Feijóo acataba el jueves la Constitución, durante la sesión constitutiva de la XV Legislatura.
Alberto Núñez Feijóo acataba el jueves la Constitución, durante la sesión constitutiva de la XV Legislatura.JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

Es posible que Pablo Casado acumulara grandes errores, pero el que ha cometido el PP bajo el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo es histórico, único y se ha producido en su primer disparo en la política nacional cuando ni siquiera sabía si había más balas en la recámara. Su inmenso error, pactar con un partido tóxico como Vox mientras convertía las elecciones en plebiscito contra Pedro Sánchez, está a la altura de la alianza contra natura que Aznar forjó en apoyo a la guerra de Irak en contra de la mayoría de los españoles. Veamos qué circunstancias han provocado los sucesivos tropiezos del PP.

El PP cayó con estrépito en la transición entre Aznar y Rajoy en 2004, cuando el atentado del 11-M movilizó a los españoles en contra de un Gobierno que había participado en las mentiras sobre Sadam Husein que condujeron a esa guerra. Cuando todo parecía listo para que la derecha renovara su mayoría sin sobresaltos, se produjo la tragedia, aderezada además con las mentiras sobre un atentado que el Gobierno atribuyó contra viento y marea a ETA para esconder sus vergüenzas. Y ahí se le fueron siete años.

Cuando el PP logró regresar, en 2011, fue a lomos de una recesión que quemó al socialista Zapatero como había quemado a otros dirigentes europeos sacudidos por la economía. Después de siete años al mando, Rajoy cayó por la corrupción acumulada con el caso Gürtel, que alineó a las fuerzas suficientes como para que triunfara por primera vez una moción de censura, que situó a Pedro Sánchez al frente. Fue en 2018.

Seguimos. Tras la marcha de Rajoy llegó Pablo Casado, que cayó en 2022 después de cuestionar la honorabilidad de Isabel Díaz Ayuso por las contratas de su hermano durante la pandemia. Su pulso se desvaneció en el aire ante el chasquido de dedos de la líder madrileña y los demás barones que se unieron para derrocarle. Y así llegó Núñez Feijóo.

Más allá de la excepción de Aznar, que tuvo el acierto de retirarse por voluntad propia, si Feijóo analiza hoy por qué han caído los siguientes presidentes del PP encontrará una paleta muy corta de sabores. Solo cuatro: alianzas contra natura, mentiras, corrupción y traición. No hay más. Él acaba de probar el primero y ya se ha indigestado: los pactos con Vox. Ha coqueteado con el segundo al insinuar un pucherazo en el voto por correo. Dejando de lado el tercero, quién sabe si, tras descarrilar su intento de investidura como todo parece indicar, podrá evitar la hiel del cuarto: la traición.

SOBRE LA FIRMA

Berna González Harbour

Escribe en Cultura, es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’, además de responsable de la newsletter EL PAÍS de la mañana. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora al frente de varias secciones. Premio Dashiell Hammett por ‘El sueño de la razón’, su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

El Gobierno Drácula (PP/VOX) no tiene futuro

Sin éxito, por ahora, Feijóo pretende arañar votos que son incompatibles con VOX. El PNV ya le ha dado con la puerta en las narices y entre los suyos hay división de opiniones acerca de su futuro como líder de la derecha. Ayuso, con la boca pequeña, ha dicho que le apoya. La Voz de Almería (antes Yugo), donde vi por primera vez mi nombre en letra impresa, me ha pedido opinión. Ahí va:

Mi artículo publicado hoy en el diario La Voz de Almería

Copio y pego, a continuación, el mismo texto en Word:

Frankenstein vence a Drácula

J.A. Martínez Soler

Al terminar el recuento de las elecciones generales del domingo, que dieron una victoria amarga al PP y una derrota dulce al PSOE, pudimos contemplar una estampa inolvidable y, seguramente, irrepetible. En el balcón del PP en la calle Génova de Madrid, Alberto Núñez Feijóo, el líder vencedor en los comicios (en votos y escaños), inició, entre aplausos, su discurso triunfal. Apareció acompañado por los miembros de su núcleo duro, todos ellos vestidos, como él, de colores claros, blancos y celestes. Pero entre ellos destacaba y brillaba (¡Ay!) con color propio (el rojo vivo), el vestido disidente de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

El público, concentrado en la calle Génova, que había recibido a Feijóo con gritos de “¡presidente, presidente!”, pronto se dejó llevar por un grupo de clac (espontáneo o no) que gritaba con fuerza “¡Ayuso, Ayuso, Ayuso!”. Aquel ruido ensordecer obligó a Feijóo a callar, durante una pausa larga… y dolorosa. No sé si perdió la hebra o no supo cómo reaccionar. Solo se le ocurrió decir “¡gracias, presidenta!”. Con poco ánimo y rostro cariacontecido, el líder venido de Galicia con la idea prematura de ocupar La Moncloa continuó, algo tristón, su discurso de vencedor de las elecciones. Pude ampliar la foto del balcón. ¡Qué expresiva sonrisa maléfica (“espejito, espejito”) mostraba la lideresa de Madrid vestida de rojo!

Los concentrados en Génova sabían muy bien que, contra todo pronóstico (salvo Tezanos, el jefe del CIS, y 40dB que acertaron), España había derrotado el domingo a la extrema derecha. Los gobiernos Drácula (PP-VOX) en Valencia, Extremadura y Castilla y León habían asustado a más de la mitad de los españoles y habían impedido la victoria de la derecha junto con la extrema derecha para formar el Gobierno de España. Otra vez será.

Para el centro izquierda del PSOE y la izquierda de Sumar el resultado fue un alivio. El Gobierno Frankenstein de PSOE/Sumar era más probable que el Gobierno Drácula de PP/VOX. Anteayer perdieron el machismo, la homofobia, la xenofobia, la LGTBIfobia y el retroceso fatal hacia el centralismo y la censura franquista de VOX, con la complicidad de un PP silente y acomplejado.

Ahora es probable que, si el precio que pide Puigdemont para apoyar al PSOE/Sumar es muy alto, un renacido Pedro Sánchez opte por la repetición electoral cerca de Navidad. ¡Quién dijo miedo a este superviviente de mil batallas! Están abiertas las dos opciones: Gobierno Frankenstein o repetición electoral. Si yo fuera Sánchez repetiría las elecciones. Si yo fuera Feijóo, me retiraría a Galicia (ya se lo están pidiendo algunos correligionarios sin disimulo) y dejaría paso libre a Isabel Díaz Ayuso (IDA) como líder nacional del PP. Los militantes madrileños concentrados en la puerta del PP lo tuvieron muy claro: “¡Ayuso, Ayuso!”. Nadie gritó «¡Feijóo, Feijóo!».

Después de la escena del balcón, me llegaron por las redes sociales chistes variados. Uno de ellos, muy ingenioso y malvado, recordaba la última cena de Jesús con sus apóstoles. “Uno de entre vosotros me traicionará”. “¿Seré, yo, maestro?”, dijo un apóstol que iba de blanco. “¿Y yo, maestro?”, preguntó otro con tono azulado. Entonces, se oyó una voz: “¡Va de rojo!”.

Me relajé con los resultados finales del domingo y con los chistes. Más de media España durmió la noche del domingo aliviada y relajada. Como yo. España es más diversa, rica, compleja y sabia de lo que piensan PP y VOX. Tomen buena nota. Los pactos de la vergüenza PP/VOX le han pasado una gran factura al centro derecha. Una pena. Tengo amigos del PP que lo temían.

Me pregunto qué es lo que MAR (Miguel Ángel Rodríguez), Esperanza Aguirre o José María Aznar le estarán susurrando ahora al oído de Ayuso, su pupila triunfante. Me dio pena Feijóo, el vencedor en votos y escaños. Mientras tanto, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, eufóricos, recibían aplausos y recuperados gritos antifranquistas de “No pasarán”. ¡Madre mía! Desde luego, hay victorias que matan y derrotas que resucitan.

Los encuestadores (salvo el CIS y 40dB, que acertaron y publicaron las tripas de sus encuestas sin cocina) se tiran de los pelos. Hicieron un gran ridículo por dar a sus resultados un sesgo muy favorable a quien les paga la encuesta. Michavilla, que cojea de la pierna derecha, dio tantas alas a Feijóo que pudo contribuir a desmovilizar a sus votantes. Dieron por segura la victoria de su líder y pudieron quedarse en casa.

Michavilla, un gurú de la derecha, se pasó de frenada.

Los chistes, chismes y bulos interesados ha inundado las redes sociales. El mejor a mi juicio: la ultima cena.

La última cena. ¿Seré yo, maestro?

Sin comentarios

¿Quién será el o la siguiente?

Fakejóo ni se inmuta: «Miente que algo queda»

Las mismas técnicas de las teorías de la conspiración de Trump, Bolsonaro, etc. (miente y calumnia, que algo queda) se están asentando en España.

MAR y Fakejóo, aprendiendo de Goebbels

Primero, de la mano de Miguel Ángel Rodríguez (MAR). Este asesor astuto y cínico, prestado por Aznar, que mueve la cuna de Ayuso y le consigue mayoría absoluta en Madrid. Algo bueno ofrecerá Ayuso a los madrileños para que la voten. Los alemanes también votaron a Hitler y ganó unas elecciones libres (las últimas, hasta después de la guerra mundial).

Respuesta de izquierdas en las redes al «Que te vote Txapote» de la derecha.

Albert Camus reconoce que «puedes tener razón y perder la guerra». Busco una explicación racional y no la encuentro. «Son las emociones», me dicen. ¿No serán acaso las vísceras, donde se archivan la rabia, la envidia, la venganza y el odio? El pueblo no se equivoca ni siquiera cuando vota con sus vísceras. «Algo tendrá el agua cuando la bendicen», me dicen otros. Ahora es Feijóo («Fakejóo), movido por el MAR de Goebbels, quien copia a Ayuso, a Trump y a Bolsonaro. Las teorías de la conspiración tienen una gran ventaja: son verosímiles, fáciles de tragar sin esfuerzo mental. Pero (¡ay!) tienen una terrible desventaja: suelen ser falsas y te acaban quitando la libertad. Pero, para descubrir su falsedad, hay que pensar. Y pensar cuesta. Ya lo creo. Y, a veces, incluso duele.

«El cuento de la criada», una novela espléndida y tenebrosa de Margaret Atwood.

Hoy me gustó leer la crónica de Ignacio Escolar desde su pueblo (Torresandino, Burgos). Con su permiso (y el de la directora de 20 minutos) la copio y pego aquí, en mi blog «Se nos vio el plumero». Es una buena crónica que os recomiendo. Conozco su pueblo porque allí enterramos a su abuela, cuando su padre y yo trabajábamos juntos en 20 minutos. Os la recomiendo.

Hola, José Antonio

Te escribo desde mi pueblo: Torresandino de Esgueva, Burgos. Son las fiestas patronales, las de la Virgen del Carmen; habrá orquesta, castillos hinchables, churros, tómbolas y todas esas cosas que, de niño, me hicieron tan feliz. Llegué el viernes por la tarde y me quedaré hasta el domingo, para reencontrarme con los amigos y ver a mi familia. A mis tíos, a mis primos y a mi abuelo José (93 años), que siguen viviendo aquí.

Siempre digo que yo soy de pueblo, pero no como lo somos casi todos en Madrid. Torresandino no es solo el lugar donde nacieron mis padres y donde después veraneé. Yo también me crie aquí, hasta que mi familia tuvo que emigrar a Madrid en busca de futuro, como tantas otras. De niño, en el pueblo me conocían como el nieto del lechero –por mi abuelo José, que tuvo vacas hasta que se jubiló–. O como el hijo de la cartera. Porque mi madre trabajó muchos años en Correos y, en ocasiones, la acompañaba a repartir las cartas y los certificados por las calles de Torresandino y por las del pueblo de al lado donde también repartía, Villatuelda.

Mi madre recuerda bien lo duras que son las campañas electorales para los carteros. ¡Lo que pesa la propaganda de los partidos! Era en unos años –principios de los 80– cuando aún usaban valijas, unas plúmbeas carteras de cuero que se colgaban al hombro para desgracia de las cervicales de los pobres carteros. Más tarde, cuando nos mudamos a Madrid, mi madre y otras compañeras de Correos (en el distrito de Moratalaz, donde vivíamos entonces) abandonaron esa tortura y empezaron a utilizar un carro de la compra, soportando las bromas de algunos de sus compañeros. Usaban entonces el que tenían en casa, que se pagaban de su bolsillo, hasta que la empresa entró en razón y empezó a repartir esos carros amarillos que hoy usan casi todos los carteros. También esos hombres que, en un primer momento, despreciaban los carros como un accesorio femenino y preferían destrozarse la columna. Ya sabes, hay quien cree que un verdadero hombre solo puede usar algo con ruedas si corre mucho y contamina –y esto no solo cuenta para las bicis o los carros de la compra, también para los carros de bebé–.

Recuerdo todo esto porque conozco bien a ese cuerpo de funcionarios, a los sufridos carteros. Casi te diría que me crié allí. Y tal vez por eso me han indignado tanto estas palabras de Alberto Núñez Feijóo. Especialmente viniendo de alguien como él, que fue presidente de Correos. Que conoce esa casa mejor que yo. Y sabe perfectamente que sus gravísimas insinuaciones sobre una manipulación del voto por correo son una pura invención.

  • “Les pido a los carteros de España que trabajen al máximo, mañana, tarde y noche. Y que aunque no tengan los refuerzos suficientes, que sepan que custodian algo que es sagrado de los españoles, que es su voto. Y por eso les pido a esos carteros, con independencia de sus jefes, que repartan todos los votos antes de que venza el plazo.”

El diablo está en los detalles y, en este caso, en las palabras que pongo en negrita: “Con independencia de sus jefes”. Y no hay que ser muy suspicaz para interpretar cuál es el mensaje que Feijóo está dando a entender. Un discurso envenenado que no solo manda él y que por eso no es casual. Porque conecta con una extendida teoría de la conspiración que, desde hace tiempo, difunden varios medios y políticos de la derecha y la extrema derecha. Esa idea tóxica para la convivencia: que el pérfido Gobierno de coalición, el malvado Sanchismo, estará dispuesto a todo con tal de conservar el poder. Incluso un pucherazo electoral.

No es siquiera la primera vez que azuzan esta teoría de la conspiración. Pasó lo mismo en las anteriores elecciones, en las municipales y autonómicas. Donde el Partido Popular cerró su campaña electoral con un mitin en el que Isabel Díaz Ayuso acusó abiertamente al Gobierno de amañar las elecciones (“Sánchez se irá como llegó: con un intento de pucherazo”, fue la frase literal). Una brutal acusación sin base alguna, que hermana al PP con Bolsonaro y Trump. Una enorme barbaridad que Feijóo, que estaba allí presente, no cuestionó.

Luego pasaron aquellas elecciones. Y más tarde descubrimos lo que cualquier persona informada ya sabía: que ese tipo de pequeños escándalos de compra de votos por correo en algunos pueblos han ocurrido siempre, que son normalmente irrelevantes y que no forman parte de ningún plan organizado a gran escala. También supimos que en Mojácar –epicentro de la supuesta corrupción electoral del PSOE porque allí veranean Pedro Sánchez y Félix Bolaños– el único detenido por comprar votos que terminó encerrado en prisión era un apoderado del PP. Pero nadie ofreció disculpas desde la derecha. Ni tampoco les ha temblado la mano para volver a usar otra vez esta misma treta indecente.

Es un mensaje tóxico para la convivencia democrática. Otro más. Porque sea cual sea el resultado, estas elecciones serán recordadas por varias tácticas sucias de manual: las infundadas acusaciones de pucherazo y ese lema oficioso de la derecha y la extrema derecha que debería avergonzar a cualquier demócrata: “Que te vote Txapote”. Que ya ha llegado a los Sanfermines, o incluso a las bodas.

Lo expliqué en otro artículo que publiqué esta semana:

  • Los líderes políticos tienen una importante responsabilidad: marcan los márgenes de lo aceptable en el debate público y guían a los demás. Son límites importantes, porque cuando los políticos estiran el discurso hacia el odio alguien puede llegar más allá. ¿Es un marco aceptable la deshumanización del rival político y de quienes no piensan como tú? ¿Hay alguna deshumanización mayor que equiparar al otro con un asesino? ¿O es que todo vale?

Las preguntas finales son retóricas. Porque la realidad es que sí, que todo vale. Y es evidente también por qué el Partido Popular lanza estos infundios o hace suyo este discurso de odio. Son tres razones.

  1.  Porque sirven para movilizar el voto de la derecha.
  2. Porque sirven para que una parte del voto de izquierda se quede en casa.
  3. Porque sirven para desviar la atención.

Y por eso no es tampoco casualidad que Feijóo alentara esta teoría de la conspiración sobre el voto por correo los mismos días en los que el PP y Vox, en Extremadura y en la Comunitat Valenciana, culminaban su pacto para alcanzar el poder. En el caso de María Guardiola, con el oprobio de traicionar esos mismos principios, esa misma palabra, que la presidenta de Extremadura hace muy pocos días defendió.

Hay una cuarta razón, una que siempre está ahí. Feijóo lo hace porque puede. Porque le sale gratis. Porque cuenta con la complicidad y la colaboración de la inmensa mayoría de los medios de comunicación. Por eso, en la política española, aplica una teoría del embudo, donde la derecha siempre tiene el lado ancho y la izquierda el estrecho.

Es lo mismo que pasó en el debate electoral del pasado lunes, el famoso cara a cara. Usar la mentira para descolocar al oponente y desviar la atención. Para más tarde, todo serio, proclamar:

  • Alberto Núñez Feijóo: “El activo más importante que tiene un político es decir la verdad. Y la verdad nos acompañará en todas y cada una de nuestras decisiones. Con la verdad vamos a ganar las elecciones. La verdad siempre le gana a la mentira”.

La verdad siempre le gana a la mentira, dice Feijóo. Y de todas las mentiras del líder del PP, esta es sin duda la más cínica de todas.

Me despido por hoy. Pero antes, una buena noticia: el éxito de un equipo de investigadores españoles que han dado un importante paso para lograr resucitar a la primera mariposa que se extinguió por culpa de los humanos.

Que tengas un buen fin de semana. Ojalá lo pases tan bien como un niño en una verbena de pueblo. Ojalá regresen las mariposas extintas. Ojalá triunfé siempre la verdad.

Un abrazo, José Antonio. Y gracias por tu apoyo a elDiario.es. Nuestra voz es posible porque nos apoyan personas honestas como tú.

Ignacio Escolar

Gracias, Ina, por tu crónica… de pueblo.

Yo pensaba que Feijóo era un conservador moderado…

Fui un ingenuo. Pensaba que Feijóo era un conservador moderado, no un VOX con piel de cordero.

MAR, el Rasputin de Aznar y Ayuso, asesora a Feijóo. ¡Qué miedo!

Las 9 grandes mentiras flagrantes del cara a cara con Sánchez (sin citar la fuente) y su presunción, ruin y miserable, del pucherazo en Correos («que trabajen los carteros, con independencia de sus jefes») me han hecho cambiar de opinión.

Como hizo Trump, Feijóo maltrata a una institución pública como Correos con el fantasma del fraude…

Si no gana, Feijóo ya tiene un fantasma para deslegitimar al vencedor en las urnas. No son verdaderos demócratas. No aceptan la alternancia, base de la Democracia. Ya lo hizo Aznar con Zapatero («presidente por accidente») cuando, el 14-M de 2004, el PP perdió las elecciones tras su mentiras de ETA y no Al Qaeda en la masacre del 11-M.

La mentira tiene las patas cortas… pero, a corto plazo, puede emocionar a sus partidarios.

Miguel Ángel Rodríguez (MAR, prestado por Aznar y Ayuso) le ha convertido en un franco-trumpista de tomo y lomo. Seguí de cerca las dos campañas sucias que hizo Trump del brazo de Bannon (su MAR particular) y me asusté.

Conozco a MAR. Sé de lo que es capaz. Una inteligencia astuta al servicio del mal.

Pensé que eso no podrían pasar nunca en España. Me equivoqué. Ahora recuerdo a Albert Camus sobre la guerra civil española: «Puedes tener razón y perder la guerra».

No se les cae la cara de vergüenza al manosear y dividir a las víctimas de ETA (que no mata desde hace años) para ensuciar la campaña electoral.

Pues eso, Pedro Sánchez. No te confíes. No vayas tan sobrado. Feijóo lleva una herradura en su guante. Tómatelo en serio.  Yo me estoy asustando mucho por el túnel oscuro y tenebroso que se avecina para mi patria.

«El cuento de la criada», de Margaret Atwood, siempre me dio miedo. Ahora, mucho más.

Por eso, animo a todo el mundo a votar. Más vale prevenir que lamentar. Más vale votar que llorar.

En Alemania estaría prohibido cantar un himno de Hitler. Algo como el «Cara al Sol, el himno de la Falange, no se podría cantar por estar ligado a una dictadura cruel como fue la de Franco, el dictador felón.

Como respuesta a «Que te vote Chapote», contra Sánchez, en las redes ha surgido este otro contra del pacto PP-VOX

Mensaje en clave de oculista.

 

¿Soy anti español si voto al PSOE? ¡Sosegaos!

¿Soy anti español si voto al PSOE?

El eslogan maquiavélico y perverso “Sanchismo o España” de Feijóo, el derogador, (“que le vote el del bote”, digo yo) es enemigo de la España que construimos entre todos con la Constitución del 78. Dudo que alguien de la derecha me gane a patriotismo. Sin embargo, por sentirme socialista a fuer de liberal, la derecha dura me coloca en la anti España, junto a los heterodoxos de Menéndez Pelayo. Desentierran el hacha de la dos Españas. Ya veo por qué. Todo le vale y el fin justifica los medios. A algunos les resulta rentable la tierra quemada con tal de alcanzar el poder. A mí no. Y a muchos amigos y conocidos de derechas, tampoco. ¿Qué hacer?

Lo primero, escuchar a los que no piensan o juegan como yo. Si pierdo al tenis es porque he jugado peor que mi adversario. ¿Qué hice mal y qué hizo bien el vencedor?

Mensaje de Manuel Saco que hago mío.

El coste de pacificar la parte sediciosa de Cataluña, de arreglar los platos rotos por los separadores Rajoy y Aznar, antes de la declaración de independencia de los separatistas del Parlament, ha sido muy alto. Quizás no había alternativa, pero en el resto de España el acercamiento de Sánchez a ERC (quitar la sedición, reducir la malversación, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto en municipales y autonómicas. Lo entiendo. No hay mal que por bien no venga. Cataluña se separa hoy de España mucho menos que en tiempos de Rajoy.

No digamos el gran error de la Ley del “sí es sí” y el empecinamiento de Podemos para no remediar inmediatamente el desaguisado. Ahí creo que murió la coalición PSOE-Podemos. El PP tuvo el acierto genial de votar con el PSOE contra Ione Bellara e Irene Montero, dos nombres quemados y que serán disuasorios en cualquier lista electoral. Con el “sí es sí” acertó el PP y erró el PSOE.

A mi juicio, acierta el PSOE cuando vota con el PNV para cerrar el paso a Bildu en Álava, por ejemplo. Aunque el eslogan le fue muy rentable, a fuer de hipócrita, se equivocó el PP con eso de “que te vote Chapote”. Iba dirigido, con mala fe, a las tripas, no al cerebro ni al corazón de los españoles. Las emociones (y las tripas) son traicioneras. ¿Acaso no negoció Aznar con ETA a la que definió como Movimiento Vasco de Liberación y autorizó cientos de traslados de etarras al País Vasco? ¿A qué viene ahora eso de “que te vote Chapote” contra el partido que acabó, de verdad, con el terrorismo de ETA?

El PSOE acertó con sus medidas de fondo de carácter social (subida del salario mínimo, pensiones, reforma laboral, etc.). Muy oportuno el artículo sobre “¿Qué hicieron los romanos por nosotros?” Se equivocó al vender chuches de última hora (cine más barato, inter rail para jóvenes, etc.). Ir del brazo del populismo de Podemos (que critica a los empresarios con nombres y apellidos, que se emperra en dividir al feminismo con minucias de la ley Trans, etc.) ha tenido un coste electoral muy alto para el PSOE. Dime con quien andas y te diré quien eres.

Para mí el error más gordo del PSOE es no haber sumado a los socialistas liberales que, aunque ya van rozando la ancianidad, adelantaron la civilización y cambiaron España durante 14 años: Felipe González no puede faltar en la foto con Pedro Sánchez. Y algo habrá que hacer para que Alfonso Guerra, artífice principal en la sombra de la Constitución del 78, junto con mi amigo y maestro Fernando Abril Martorell, no vuelva a recomendar nunca más que votemos en blanco.

Muchos vecinos de mi pueblo (Villanueva de la Cañada) nos seguimos queriendo después de votar al centro derecha o al centro izquierda, y me pregunto ¿qué les pasa a nuestros dos grandes líderes políticos emperrados en radicalizar y tirar de nosotros hacia los extremos?

Ni Feijóo es un narco ni Sánchez un etarra. ¿A qué esperamos para luchar decentemente por el centro? Y que gane el mejor. Tengo envidia por las grandes coaliciones derecha/izquierda que los alemanes hacen en caso de apuro. Imaginemos un debate en televisión sobre el futuro de la economía española entre las dos cabezas más singulares del PP y del PSOE, Luis Garicano (ex Ciudadanos) y Nadia Calviño (nº 2 del PSOE en el Gobierno). Sus márgenes de maniobra serían pequeños y sus discrepancias no tendrían nada que ver con las “gamarradas” de Cuca, la rabiosa monja alférez del PP, o los golpes bajos que MAR (Miguel Ángel Rodríguez, el Rasputín de Aznar y Ayuso) dirige, sin pudor, a las tripas de los españoles más ignorantes o apáticos.»¿Comunismo o libertad?» ¡Vamos, hombre!

Falta alguien como Adolfo Suárez, Felipe González, Fraga Iribarne o, incluso, Santiago Carrillo (padres de la Democracia) que les diga a los suyos, a voz en grito: ¡Sosegaos!

Amén.

 

 

Un torniquete para frenar la hemorragia… y ¡otra vez, a ganar!

Ayer me desperté triste. La victoria electoral de la derecha y la extrema derecha me quitaba el sueño.

Ayuso y Almeida celebran sus victorias en la sede del PP. Desde el balcón Ayuso grita: «En libertad». ¿Acaso no hay libertad en España? Me dio repelús.

Pensaba en una frase de Albert Camus sobre la guerra civil española:

-«Se puede tener la razón y perder la guerra».

No soy analista político ni profeta… por ahora. Solo un periodista jubilado. Si embargo, nada más levantarme, tuve un presentimiento. Así se lo conté a Ana Westley, mi esposa (awestley.com):

-«Si yo fuera Pedro Sánchez, disolvería las Cortes y convocaría elecciones generales inmediatamente».

Pedro Sánchez anunció ayer, por sorpresa, la convocatoria de elecciones generales para el 23 de julio. Muy pocos lo sabían.

Al cabo de un rato, el presidente me dio la razón. Por eso, no me sorprendió. Me recordó la audacia de Felipe Gonzalez cuando renunció al marxismo… y los socialistas, despavoridos, se unieron rápidamente a él como una piña. Y ganó las elecciones muchas veces. También me recordó una frase que yo atribuí erróneamente a  Cicerón (un error, pues es de Virgilio, copiada de un griego):

-«La fortuna favorece a los audaces»

¡Olé! Pedro Sánchez puede ganar, con Nadia Calviño de número 2 y sin comunistas, independentistas ni populistas en sus listas. Solo en coalición, si hace falta.

Pedro Sánchez y Nadia Calvino. ¿Números 1 y 2 de la lista ganadora del PSOE?

¡Ánimo, presidente! Ya tienes mi voto.

Camaradería de la vicepresidenta Nadia Calviño con Olav Scholz, el canciller de Alemania. Nadia se mueve muy bien por la Unión Europea. Ayuso y Feijóo se pierden por Bruselas.

¿Qué fue de mi Vargas Llosa?

No gana uno para sobresaltos. Ahora resulta que mi admirado Varas Llosa, el de Conversaciones en la Catedral o La fiesta del Chivo, se ha convertido en un carcamal de la extrema derecha que pone en duda el resultado de las elecciones libres. Ha dicho esta barbaridad: «Lo importante no es que haya libertad sino votar bien».

Vargas Llosa ya no es lo que era. ¡Vaya por Dios!

¿Será cosa de la edad, que no perdona, de sus deudas a Hacienda, que tampoco perdona, o de su proximidad Isabel Preysler, quien hizo carca a Julio Iglesias, al marqués de Griñón y al ex socialista Boyer en un santiamén? O será que últimamente se junta mucho con José María Aznar, con Ayuso o quizás con Vox. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños ha puesto un poco de sal en la herida. Ha acusado a Vargas Llosa de «no reconocer el resultado electoral».

Aznar lee la cartilla a Casado en la convención del PP.

¡Pobre Casado! Tampoco él -entre el PP de Feijó/Rajoy y el de Ayuso/Aznar- gana para sobresaltos. Desde luego, el lenguaje paternalista, soberbio, ruin y barrio bajero de Aznar (dice que «ni la madre que le parió») no le ayuda mucho a llegar al centro que su partido lleva tantos años buscando… sin éxito.

Imposible olvidar una pregunta, ya clásica, de «Conversaciones en la Catedral» que hizo fortuna: «¿Cuándo se jodió el Perú? Pues eso me pregunto yo ahora: ¿Cuándo se jodió Vargas Llosa? Peor aún: ¿Cuándo se jodió el PP?

Para colmo, Aznar, Ayuso y Casado, más papistas que el Papa, se meten ahora con Francisco, su Sumo Pontífice, por sus declaraciones a favor de pedir perdón por los excesos en la conquista de América. Vivir para ver. La derecha ataca al Papa y la izquierda le defiende. Claro que también hay incluso cardenales que no son muy devotos del Papa. Que me perdonen los creyentes y quienes sufren por los efectos terribles del volcán de La Palma ya que las comparaciones son odiosas. Se trata de esta foto espectacular que circula por las redes.

El cardenal Cañizares entra en erupción con su Capa Magna que algunos llaman ahora «Caspa Magma»

El cardenal Cañizares, uno de ellos, entra en erupción. La lava amenaza con engullir nuestra inteligencia. Un amigo me ilustra: la lava del volcán Cañizares se llama «Capa Magna» y  ya solo la usan los clérigos ultramontanos. Como el más querido por Cañizares, el cardenal enemigo del papa Francisco, Raymond Leo Burke, que llamó a los católicos a la insumisión por negarse a dar la comunión a los católicos divorciados. Es también anti vacunas, propagador de que las vacunas tienen un chip para controlarnos. Hace unos meses enfermó gravemente de COVID. Otro amigo matiza:  la «Capa Magna» es ahora «Caspa Magma».