Ontiveros y el modesto «Círculo de Rascafría»

El profesor Emilio Ontiveros me enseñó, como Bernard Shaw, que la Economía es una ciencia que sirve para sacarle el mayor provecho posible a la vida. Nuestro Emilio también nos decía que servía para entender el comportamiento humano y para que fuéramos más felices, más prósperos. Y ahora, Joaquín Estefanía titula así su obituario en El País: Economía como si la gente importase. No podía haber elegido mi compadre un titular más acertado ya que Emilio amaba la Economía porque amaba a la gente.

Joaquín Estefanía en memoria de Emilio Ontiveros en El País

Joaquín Estefanía en memoria de Emilio Ontiveros en El País

Llevo varios días de luto por la muerte, tan prematura, de nuestro amigo y maestro. Y no paro de leer reflexiones magníficas, largas y breves, de derechas y de  izquierdas, sobre su vida y su obra. Ya sea en las redes sociales o en los diarios de postín de varios colores (El País, La Vanguardia, ABC, etc.) todos celebran la excelencia personal y científica del profesor Ontiveros.

Sus compañeros de AFI (Analistas Financieros Internacionales, que él fundó) destacan su carácter emprendedor. Lorenzo Bernaldo de Quirós le describe en ABC como «maestro de Economía, sabio de la vida».  Nuestro Xavi Vidal Folch titula su obituario en El País: Emilio Ontiveros, un economista sabio y sobrio. Y el profesor Rafa Myro, de su círculo académico más íntimo, que nos acompañó muchos años en el Consejo de la Revista Economistas que dirigía Emilio, dedica su blog a la memoria de Emilio Ontiveros. No caben aquí los elogios que, merecidamente, recibe Ontiveros en la prensa, la radio y la televisión. Lo que la letra impresa no transmite es el vacío que nos produce su ausencia. Dice Joaquín Estefanía que aún no la hemos digerido. Un papel escrito siempre es ingrato por incompleto. Más aún si es que escribimos, como hago yo ahora, en una fría pantalla. Una lágrima deja huella sobre el papel. Corre la tinta. Aquí, no. Lástima.

El «círculo» de la Tía Carlota

Y ahora, un recuerdo. En el último tercio del siglo XX, un grupo de amigos, economistas y periodistas en su mayoría, ligados a los montes y valles de Rascafría (Madrid) y a Los Calizos, hicimos muchas bromas sobre lo que entonces llamamos, con éxito inesperado, la «beautiful people», un grupo de economistas y empresarios, mayores que nosotros, que nació al calor del «círculo » de la Tía Carlota (los Bustelo, los Boyer Salvador, los Rubio, los Calvo Sotelo, los Salas, los del Pino, etc.). Ellos se consideraban, seguramente sin razón, los herederos de la burguesía ilustrada de la Restauración y la II República. O sea, que si no hubiera sido por el Golpe de Estado del general Franco, la guerra civil y la Dictadura, ellos deberían haber sido la élite política e intelectual encargada, por herencia, de gobernar España.

Algunos engatusaron a Felipe González y formaron parte de sus gobiernos. Otros prefirieron hacerse ricos. Algunos de nuestra pandilla llegamos a apuntar (¡qué error!) que aquellos «beautiful» pretendían emular entonces al prestigioso «Círculo de Bloomsbury» (John M. Keynes, Bertrand Russel, Gerald Brenan, Viginia Wolf, E. T. Eliot, etc.), que tanto influyó en Gran Bretaña en el primer tercio del siglo XX.

Cuando Miguel Boyer Salvador, nieto de Amós Salvador, ministro de Alfonso XIII, cayó en desgracia ante el presidente González y ante los jueces que investigaron su feo asunto de Ibercorp y Sistemas Financieros, se apagó su estrella. Su socio Mariano Rubio Jiménez (ex gobernador del Banco de España, que firmaba los billetes del banco emisor como Mariano Rubio y sus estafas como Mariano R. Jiménez) acabó en la cárcel. Miguel Boyer Salvador (ex superministro de Economía y Hacienda, que firmaba los decretos como Miguel Boyer y sus estafas como Miguel B. Salvador) se libró de ir a cárcel. Firmaban como gobernantes, por parte de padre, y estafadores, por parte de madre. ¡Qué escándalo! Luego, Boyer solo brilló en las revistas del corazón de la mano de Isabel Preysler, ex condesa consorte de Griñón. La «beautiful people» se desvaneció.

En el modesto «Círculo de Rascafría» (Emilio Ontiveros, Joaquín Estefanía, Lorenzo Ruiz, las tres Anas (Ramírez Cañil, Kuntz y Westley) Iñaki y María Santillana, Xavi Vidal Folch, Andreu Misé, Rafa Myro, José Luis García Delgado, Paco Ros, Clemen Millán, Marijé Orbegozo, José Luis Martínez, alias Flavio en la clandestinidad, etc.) nos producía risa (y tristeza, ¿por qué no?) la historia de aquella «gente guapa». Nosotros éramos más de pueblo y nos definíamos por todo lo contrario de lo que representó la «beautifull». Aunque algunos no ocultaban sus pecados de juventud (Partido del Trabajo, Bandera Roja, etc.) nos movíamos entre el liberalismo progresista y la socialdemocracia. Y siempre nos unía una gran amistad. Así como los de Bloomsbury estaban unidos contra la hipócrita moral victoriana, los de Rascafría éramos y somos claramente laicos y demócratas anti franquistas.

Un amigo francés me decía que cada pueblo tiene sus preferencias a la hora de comer castañas. En Francia hacían «marrón glacé» y en España, «castañas pilongas».  Los del Círculo de la Tía Carlota eran de «marron glacé». En el de Rascafría éramos y somos de «castañas pilongas». Estudiamos y escribimos de Economía, querido Joaquín, «como si importase la gente». Eso nos enseñó el maestro Ontiveros. Gracias, maestro y amigo. DEP.

 

 

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