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La novela de Nativel Preciado, «una pasión controlada»

Anoche bajé a Madrid y me junté con toda la tribu para aplaudir la última novela de Nativel Preciado. Al regresar a casa me puse a leerla. Sus palabras sabias y cargadas de sensibilidad y humanidad, me emocionaron. Citó a Bertrand Russel: «El amor es sabio y el odio estúpido». Recomiendo vivamente su lectura. ¡Qué buen ojo tuvimos al ficharla en 1974, casi una niña, como redactora fundadora del semanario Doblón! ¡Enhorabuena, Nativel! No cambies.

Con Nativel Preciado, en el edificio que albergó al segundo diario El Sol, el de Ortega y Gasset.

El leonés Julio Llamazares presentó la obra de Nativel en la Fundación Diario Madrid.

Manuel Vicent, mi bálsamo dominical en El Pais, celebró la novela en el marca libros de Espasa.

Contra cubierta de «Palabras para Olivia».

Dedicatoria de Nativel. Gracias. Amor compartido.

Hubo una larga cola de fans para conseguir la dedicatoria de la autora. Mi chica (awestley.com), que tanto quiere a Nativel, no pudo acudir por su rehabilitación de rodilla. Nunca olvida que, en la presentación que Nativel hizo de mis memorias en el Ateneo de Madrid («La prensa libre no fue un regalo»), le dio públicamente a la Westley el mérito de haberme «civilizado y convertido al feminismo». Siempre me gustó contratar a mujeres para fundar diarios, semanarios o programas de televisión. Son superiores (y muy rentables) en muchos aspectos. Desde luego, Nativel lo fue.

Entre los fans de Nativel estaban Joaquín Almunia y Mila, casi almerienses por ser vecinos de Nativel en Vera, Amalia Sánchez Sampedro, otra vecina de Vera, y Miguel Ángel Aguilar, maestro de ceremonias.

Cubierta de la novela de Nativel Preciado. No te la pierdas.

 

Mi talla, por San Valentín, en el salón de mi casa

Este ha sido el mejor regalo de mi chica (awestley.com) para celebrar el Día de los Enamorados. Me ha concedido el honor de que mi última talla («Quema de libros por la Inquisición») se codee temporalmente con sus óleos, junto a la tele, en el salón de casa.  No es poca cosa. Aun con sus defectos (disimulados con la lija), estoy orgulloso de mi obra de jubilado inspirada en Juan de Juni.

Mil última talla, en el salón de mi casa. Nada menos. Las anteriores siguen en el sótano.

El óleo «Encrucijada» (sobre mi talla) fue catalogado en el Salón de Otoño de la AEPE.

La comencé en tallasmadera.com antes de la pandemia del Covid. Algunos colegas escultores pensaron, seguramente con razón, que estaba loco. Incluso mi gran maestra, Sandra Krysiak, tuvo dudas razonables de que pudiera acabarla algún día. No saben lo cabezón que soy cuando decido iniciar algún proyecto por loco que parezca. Basta con repasar mi libro de memorias («La prensa libre no fue un regalo») para conocer lo pertinaz que soy. No sabía que era… imposible. Varias veces perdí los dedos de algunos inquisidores y los pegué con cola blanca. Ni se nota. «Tengo mis huesos hechos…» al fracaso. A mi provecta, estoy bastante curado de espanto. Por eso, el curso pasado retomé la talla, inspirada en una que me impresionó, en un viaje inolvidable, en el Museo de León.

Lijando la «Quema de libros»

Un poco de tinte para disimular fallos…

Así dejé mi talla cuando me contagié del Covid.

Estoy muy agradecido a mi maestra por su enseñanzas… y por su paciencia conmigo. Gracias a su magisterio la AEPE seleccionó y catalogó la primera obra que presenté al Salón de Otoño del 2023. Y celebro haber elegido madera de cerezo, bastante noble, para la Quema de libros.

Lo hice porque «no sabía que era imposible»

Anteayer presumí de haber acabado mi última talla «Quema de libros»(inspirada en Juan de Juni). Lo celebré con el núcleo duro de tallasmadera.com en Guadarrama (Madrid). Gracias, colegas, por vuestros piropos. Dicen que «el halago debilita», pero ya sabéis que a mí me da alas. La maestra Sandra Krysiak (mano de  hierro en guante de seda) me felicitó. [9/1, 23:01] Sandra Krysiak: «Jose, quiero ver ese relieve expuesto en Casa de Vacas. Te lo merecés por tanto esfuerzo, dedicación y por el resultado final. ¡Te quedó espectacular!» [9/1, 23:42] José A. Martínez Soler: «Gracias, maestra. Sin tu magisterio hubiera sido imposible terminarlo». Os parecerá una minucia presumir de una talla en madera, pero esta obra me ha hecho más feliz que los miles de artículos publicados en el último medio siglo dedicado a la prensa. Y me quedo corto.

Con mis colegas y la maestra en el taller de tallasmadera.com-

«Quema de libros por la Inquisición», relieve inspirado en la obra de Juan de Juni

Mi afición por las obras de Juan de Juni (muy abundantes en León) viene de lejos. Recién casados, a principios de los años 70, mi esposa (awestley.com) y yo visitamos una exposición en la Catedral de Salamanca. Allí vimos, por primera vez, la gran talla de Juan de Juni. «Qué estampa tan española», exclamé. Los visitantes me miraron de una manera rara, poco amistosa.

Quema de libros por la Inquisición, de Pedro Berruguete

Hace unos años, poco antes de la pandemia, me enfrenté de nuevo a las tallas de Juni en un viaje inolvidable a León. Recién jubilado y entregado al tenis y a la talla de madera, me prometí tallar una quema de libros por la Inquisición inspirada en Juan de Juni. No es una copia, sino una interpretación en la que he eliminado los detalles más difíciles (algunas manos y gestos) de la obra gran maestro.

Con Antonio López y Sandra Krysiak, mi maestra, en Bellas Artes Coronado.

Estoy contento por haberle dado, por fin, la cera Luis XIII que me recomendaron en Bellas Artes Coronado, donde coincidimos algunas veces con un cliente ilustrísimo: Antonio López, que compra allí sus pinturas.

Empecé mi talla en madera de cerezo justo antes de la pandemia del Covid. Ante la dificultad de su perspectiva y profundidad, me asusté, pero no me rendí.

La dejé por un tiempo en mi sótano («silenciosa y cubierta de polvo») para mejorar mi técnica con otras obras menores. El año pasado, valiente o soberbio, retomé la Quema de libros. Y el día de mi cumple le di la ultima mano de cera. ¡Y ahí está! El mayor piropo ha venido de mi chica. La Westley me ha prometido retirar uno de sus óleos del salón de casa para que yo pueda presumir de mi talla en un lugar preferente… por un tiempo.

Primera lija, antes del tapaporos.

Tengo la intención de grabar en los márgenes de la talla una frase del poeta romántico judío alemán H. Heine (17797-1856) que me impresionó al visitar con mis hijos el Museo del Holocausto en Washington:

«Allí donde empiezan quemando libros, acaban quemando personas».

Lo escribió un siglo antes de que Adolf Hitler mandara a sus bárbaros a quemar los libros que consideraban contrarios a la ideología nazi. Fue premonitorio: después de quemar los libros, asesinaron a 6 millones de judíos.

«451 fahrenheit», la temperatura a la que arde el papel. Gran obra de Ray Bradbury.

El padre de Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, que aplica ahora sus técnicas genocidas contra los palestinos de Gaza, escribió sobre la influencia de la Inquisición española en el genocidio de los nazis contra los judíos europeos.

La Inquisición aprendió la quema de libros de nuestra herencia árabe. De hecho, la frase de Heine se refiere a la quema de libros en el Califato de Cordoba ordenada por el caudillo Almanzor. El cardenal Cisneros superó a Almanzor al quemar miles de libros tras la toma de Granada por los Reyes Católicos. ¡Qué manía tienen los poderosos contra los libros! No les falta razón. Los libros nos hacen pensar …y desear ser libres. A los poderosos no les conviene.

Mirad al propio general Franco, el tirano felón, que mandó hacer hogueras por toda España para quemar los libros que consideró prohibidos, en especial los del Índice de la Iglesia contrarios al nacional catolicismo.

Quema de libros por el cura, el barbero y el ama de don Quijote (José Segre)

Uno de los capítulos más interesantes de El Quijote es precisamente el de la quema de los libros del ingenioso hidalgo por parte del cura y el barbero. Su ama los odiaba: «Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros». Siempre lo recomiendo.

Mis parientes de Tabernas (Almería), el pueblo de mi padre, también quemaban libros, pero sin odio. Eran pobres e ignorantes. Lo hacían en su chimenea para luchar contra el frío. Mi padre y yo salvamos de la hoguera varios sacos de libros que estaban en capilla.

Al tallar este relieve, una terapia que os recomiendo, me vinieron todos estos asuntos a la mente. Ellos guiaron mis gubias.  Tallar la «Quema de libros» ha sido una gran experiencia reparadora y un maravilloso recuerdo de mi viaje a León que no nunca olvidaré.

Aplicando el viejo truco del tinte y cera para destacar las luces sobre las sombras.

El año pasado, los Reyes Magos me trajeron una taza. Este año, cera Luis XIII. ¡Qué lujo!

Un chute de autoestima en el 90 Salón de Otoño

Un día emocionante. Creedme. Por muchos artículos, reportajes, conferencias, semanarios, diarios o libros que he publicado o fundado en los últimos 50 años de periodista o profesor titular de Universidad, la obra que más satisfacción me ha dado ha sido esta sencilla escultura («Sol y sombra juvenil»), tallada con mis manos de abuelo jubilado en madera de ukola. Ha sido seleccionada y catalogada por el Jurado para el 90 Salón de Otoño de la AEPE. Ayer abrió la exposición en la Casa de Vacas de El Retiro de Madrid. Allí estaba mi modesta obra codeándose con las de grandes artistas de toda España ya consagrados. Me sentí alguien. Tengo fotos.

Acompañado por mi esposa (awestley.com), mi hijo Erik, mi maestra y colegas de mucha talla, en la Expo del 90 Salón de Otoño que estará abierta durante un mes en la Casa de Vacas del Retiro.

Héctor Molina, el último escultor por la derecha en la foto, se comprometió ayer a repetir el asado argentino en primavera que no sé si podrá superar al de fin de curso.

Con Sandra Krysiak (mi maestra en tallasmadera.com) y mi hijo Erik.

Mi obra, incluida en libro/catálogo del 90 Salón de Otoño.

Mi nombre aparece, por primera vez, al pie de una escultura. ¡Qué nervios!¡Ay, la vanidad de los artistas! El pecado favorito del diablo.

La importancia de la Expo, que inauguró el alcalde de Madrid, quedó marcada por la calidad del jamón ibérico, el vino y la tarta. Vestigios de un pasado ilustre que los artistas devoramos con fruición.

«Sol y sombra juvenil», bien colocada en un lugar de honor.

Nunca me hubiera atrevido a presentar mi obra de aficionado de no ser porque mi maestra me insistió. Empecé a tallar el día que me jubilé como director general del diario 20minutos. Gracias, maestra. Gran sorpresa.  Me gustaría incluir la foto de mi escultura en la segunda edición de mis memorias («La prensa libre no fue un regalo»). Preguntaré a los de Marcial Pons.

Cubierta de mis memorias

 

El óleo de Carmen de Burgos ya está en su barrio

Acabo de recibir una foto del óleo de Carmen de Burgos, Colombine, que su autora, Ana Westley (awestley.com), ha donado al Hotel Catedral para que estuviera cerca de la casa de la Calle Mariana, donde nació la almeriense más relevante del siglo XX. Pronto acudiré allí, en peregrinación, a rendir pleitesía a la mayor defensora de los derechos de la mujer en la historia reciente de España. Contra el negacionismo machista y rampante de VOX yo reivindico a nuestra Colombine. El cuadro está situado en la subida a la espléndida terraza con vistas a la Alcazaba y a la Catedral. De día goza de una iluminación privilegiada procedente del antiguo patio de luces.

El óleo de Colombine en la subida a la terraza del Hotel Catedral.

Este óleo y la obra magna de Asunción Valdés («Revivir, la nueva Carmen de Burgos») fueron presentados a la vez en Almería, en el aljibe árabe del emir Jayrán (siglo XI), en el Hotel Catedral. Un acto emocionante e inolvidable.

 

Asunción Valdés y Ana Westley en el aljibe de Jayrán del Hotel Catedral de Almería.

El óleo es espectacular. Claro que no soy objetivo. Ana Westley es almeriense consorte y lleva casada conmigo más de 53 años. Dejó el periodismo (ex New York Times, ex Wall Street Journal, etc) para dedicar su tiempo a la pintura. Gracias, Ana, por este homenaje pictórico a mi paisana más ilustre.

Artículo publicado en La Voz de Almería.

Tras la incineración del cuerpo de nuestro querido Ramón Lobo, Nieves Concostrina dirigió la procesión cívica por el Cementerio Civi de Madrid. Seguíamos el itinerario que Ramón había dejado detallado en sus instrucciones. Entre las tumbas que debíamos visitar y adornar con flores de sus coronas estaba la de Carmen de Burgos.

Oleo de Carmen de Burgos, por Ana Westley (awestley.com)

Ante la Tumba de Colombine hace años… Hoy apenas se puede leer su nombre tallado en granito.

La tumba de Carmen de Burgos, Colombine, cuyo nombre, tallado en el granito, apenas se puede leer. Prometo ir con acrílico negro para restaurar el nombre de mi paisana, la primera periodista en nómina de España.

 

La resurrección de Carmen de Burgos, en Almería

Un retrato al óleo y un libro sobre Carmen de Burgos (1867-1932), la principal defensora de la mujer en el siglo XX, serán presentados el viernes, 19 de mayo a las 12:00h. en el Hotel Catedral de Almería. Con este motivo, ayer publiqué en La Voz de Almería este artículo:

Mi artículo en La Voz de Almería, 14 de mayo 2023, sobre Carmen de Burgos

Ya que algunos jubilados, como yo, pueden tener problemas para leer la página del diario, copio y pego a continuación el mismo texto en Word.

Retrato al óleo sobre madera de Carmen de Burgos obra de Ana Westley (awestley.com)

Almería, quién te viera… (28)

J.A. Martínez Soler

Carmen de Burgos (libro y óleo) en el barrio donde nació

Nuestra paisana, Carmen de Burgos, principal defensora de la mujer en el siglo XX, nació en la calle Mariana, con vistas a la Plaza Vieja. Por eso, Asunción Valdés y Ana Westley (awestley.com) le rendirán homenaje, con un libro y un retrato al óleo, respectivamente, el próximo viernes, 19 de mayo a las 12.00 horas, en el aljibe árabe del hotel Catedral, muy cerca de donde nació “la divorciadora”, la mujer más odiada y perseguida por el dictador Francisco Franco.

Carmen de Burgos, Colombine, primera española redactora en nómina, primera corresponsal de guerra, pionera del feminismo moderado, defensora de la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, contraria a la pena de muerte, pragmática, posibilista y testaruda, fue una adelantada a su época. Todos los defensores de los derechos de la mujer estamos en deuda con ella.

Para saldar en parte esa deuda, dos mujeres excepcionales le rendirán honores en su tierra. Mi colega y amiga Asunción Valdés (ex directora del Telediario y ex jefa de prensa del rey Juan Carlos I) lo hará presentando su ópera prima (que para mí ya es su “obra magna”) dividida en dos tomos: “Revivir. La nueva Carmen de Burgos”.

Asunción Valdés, con su obra, acompañada, de pie, por Ana Westley, autora del retrato de Carmen de Burgos.

En 1916, preguntaron a Colombine cual sería su legado póstumo. Proféticamente, ella respondió: “Mi resurrección”. Asunción le da la razón. Ana Westley (mi esposa, almeriense consorte desde hace 54 años y mi maestra en feminismo), también pone sus pinceles al servicio de su resurrección, dándole un porte elegante y maduro, segura de sí misma.

Carmen murió, republicana, en 1932, y al terminar la guerra civil, en 1939, Franco incluyó su nombre (la única mujer) en la lista de autores prohibidos y mandó quemar todas sus obras, más de 250. La condenó a la danmatio memoriae, un castigo fatal inventado por los romanos para borrar la memoria de sus adversarios más temidos. Fue perseguida por subversiva por el general Saliquet, almeriense consorte de triste memoria, siete años después de muerta. La única fallecida encausada. Sus libros fueron quemados en la desembocadura del río Andarax. La Dictadura decretó el eclipse total de una de las mujeres más importantes del siglo XX. Hasta que murió el tirano. Un año después, en 1976, comenzó su resurrección. La librería/editorial Cajal publicó entonces “Carmen de Burgos, defensora de la mujer”, avance de la tesis doctoral de Elizabeth Starčervić.

Los almerienses, incluso los más interesados en la defensa de la mujer, no sabíamos quien era Colombine. Como ella, yo soy almeriense, periodista, feminista, laico, ateneísta y de corazón republicano… y no tenía ni idea de quien era Carmen de Burgos. De joven, descubrí la figura de esta paisana mía por puro azar. Con 21 años, trabajé en TVE para investigar y documentar el programa “España, Siglo XX”.  En la hemeroteca se me apareció, por primera vez, Carmen de Burgos con sus “Notas femeninas”. En ellas, colaba con disimulo sus ideas europeas y modernas en una sociedad atrasada, intolerante, anclada en el pasado. Ella quería “adelantar la civilización en España”, el sueño de Azaña.

El segundo flash de Colombine lo recibí cuando, hace 14 años, mis colegas almerienses Miguel Naveros y Federico Utrera (coautor de “La voz silenciada. Memorias de Colombine”) y la escritora Marijé Orbegozo me llevaron un día al Cementerio Civil de Madrid. Fue en octubre de 2009. Asistí allí a un emotivo homenaje. Hubo música de Bach y Casals y poemas de José Hierro, Pablo Neruda y Miguel Hernández, flores tricolor y discursos de María Soriano y Concha Núñez, ante la tumba recién restaurada de Carmen de Burgos. Está muy cerca del mausoleo de Nicolás Salmerón.

Con Marijé Orbegozo, Federico Utrera y Miguel Naveros, pariente de Carmen de Burgos, entre otros, en el Cementerio Civil de Madrid en octubre de 2009 ante la tumba de Colombine.

Aquella conmemoración íntima de la muerte de Carmen de Burgos (ocurrida hace ahora 91 años) despertó definitivamente mi interés y el de mis colegas por rescatar la memoria, verdaderamente democrática, de nuestra paisana. Muy pronto, al conocer parte de su obra (La rampa, Puñal de claveles, El arte de ser mujer, etc.) la fuimos descubriendo como una “figura descomunal y universal”, tal como como la define Concha Núñez, su gran biógrafa. (Por cierto, publicó su “Puñal de Claveles” en 1931, un año antes de que Federico García Lorca publicara su “Bodas de sangre” sobre el mismo crimen de Níjar (Almería). Carmen había crecido en Rodalquilar, muy cerca del lugar del trágico suceso y Federico había vivido en Almería donde conoció los hechos que relató la prensa).

Desde que empezamos a conocer su obra, pregonamos, con éxito desigual, las excelencias de Carmen de Burgos. Triunfó en La Sorbona y en otras universidades europeas y americanas. Como pionera, se anticipaba a sus colegas. De ella dice Wikipedia que “defendía la libertad y el goce de vivir”. La dulzura de vivir… ¿Cómo no admirarla y, por tanto, quererla?  Lástima que, hasta que recuperamos la libertad en España, haya sido tan desconocida para nosotros.

«Revivir. La nueva Carmen de Burgos», obra de Asunción Valdés.

El 2 de mayo de 1939, el diario Arriba publicó un comentario, titulado “Letras de humo”, celebrando la quema de libros: “Con esta quema de libros también contribuimos al edificio de la España, Una, Grande y Libre. (…) En España los hombres jóvenes tienen el valor de quemar vuestros libros y, sobre todo, de quemarlos sin un gesto de aflicción”.

Siguieron la línea de la España intolerante del inquisidor Torquemada quien, en el siglo XV, mandó quemar todos los libros no cristianos. Antes de que los nazis y Franco le dieran la razón, el poeta alemán Heine, del siglo XIX, lo tuvo muy claro:

 – “Allí donde queman libros, acaban quemando personas”.

Colombine, como diría Machado, era una de esas personas «universales del corazón». Carmen luchó toda su vida contra la injusticia y la ignorancia. Por eso, quienes creemos en la igualdad entre el hombre y la mujer, y la tenemos como modelo ético y profesional, estamos en deuda con ella. Con actos como éste del libro de Asunción Valdés y el óleo de Ana Westley me consta que ambas quieren rescatar la memoria democrática de esta creadora genial, cuya vida y obra nos reconcilia con la condición humana.

“Lleva quien deja y vive el que ha vivido”, escribió Antonio Machado. Carmen de Burgos viajó y vivió apasionada e intensamente, hizo muchas preguntas para conocer lo diferente y, con sus obras salvadas de la hoguera por sus admiradores, nos ha dejado mucho. Por eso, ni siquiera Franco, con todo su poder y su odio, consiguió borrarla del mapa. La damnatio memoriae no le funciono al tirano. Carmen de Burgos resucita cada día en nuestra memoria. El próximo viernes lo hará de nuevo en su barrio. Así sea.

Mas información en awestley.com

Más información en martinezsoler.com

 

Hace 54 años me casé con una hippy, lista y guapa

Hoy, 11 de mayo, hace 54 años que me casé con esta chica (awestley.com). Era un poco hippy, lista y guapa. Lo celebraremos en Sigüenza. Cuento el viaje de novios (¡a Las Hurdes!) en mis memorias (La prensa libre no fue un regalo) que os recomiendo. No te lo pierdas. Fue una boda guay. ¡Happy aniversary, my love!

Foto de la boda, celebrada bajo los pinos de Canillas (Madrid)

Así era mi chica (awestley.com) cuando nos casamos

En mi libro de memorias, («La prensa libre no fue un regalo») cuento mi boda. No te la pierdas.Ahí van unas páginas…

¿Viaje de novios? A Las Hurdes…Pag.107 de mis memorias («La prensa libre no fue un regalo»).

«Con usted será más feliz…» Pag 108

Ninguna boda como a mía… Pag. 109

La bula del Papa… Pag. 110.

«Tu pueblo será mi pueblo». Pag 111

Tortilla nupcial… de patatas. Y curas obreros. Pag 112

«Oiga, don Pedro, ¿esto vale? Pag 113

Otro día os puedo amenazar con contaros la mili… ¡Menuda mili! El que avisa no es traidor.

¿Tomates verdes fritos? ¡Valgame Dios!

Mi madre hubiera pensado ayer que estábamos en la ruina. «¿Tomates verdes fritos? Válgame Dios?». Esa habría sido, sin duda, su reacción al verme cocinar los últimos restos de tomates raff, duros, verdes y feísimos, de mi huerta. Mi chica me animó a probar lo que en Nueva Inglaterra era comida habitual en otoño.

Tomates raff en su tomatera

Tomates raff en su tomatera. Con el frío nunca se pondrán rojos.

En Boston pasan del verano al invierno en un par de días. En septiembre, los tomates se quedan verdes sin remedio hasta que la nieve prematura los destroza. En mi primera visita a Estados Unidos me dijeron que «lo mejor de Nueva Inglaterra era la primavera y el otoño, ambos días».

Ultima cosecha de otoño

En 1970, mi suegra me sorprendió con un primer plato exquisito de lo que yo creí que eran berenjenas rebozadas al estilo almeriense de mi madre. ¡Qué va! Eran tomates verdes fritos. ¡No me lo podía creer! A los pocos días comprobé que, a la orilla de las carreteras locales, vendían tomates verdes. Los comían como si se tratara de un majar. Ha pasado medio siglo que aquella experiencia y ayer, al retirar los restos semi congelados de mi huerta, recordé la receta de mi suegra. Su hija, Ana Westley (awestley.com), me animó a repetir la receta de mi madre con las berenjenas rebozadas pero… sin berenjenas.

Todo preparado para repetir la receta (de Boston o de Dakota) de mi suegra

Me recordó que nuestras pensiones de jubilados se estaban resintiendo por las tarifas del gas y de la electricidad y que debíamos ahorrar en lo que fuera posible. Me convenció. Manos a la obra. Coseché una buena cesta de tomates raff, verdes y durísimos. En lugar de tirarlos a la basura, como hacía todos los años, antes de esta crisis energética, los llevé a la cocina.

Los tomates verdes sueltan más agua que las berenjenas. Por eso, puse el aceite de oliva al 9 y luego lo bajé al 6.

Como no recordaba la receta de mi suegra (de Boston o, quizás, de Dakota) apliqué la de mi madre con las berenjenas. Rebocé las lonchas de tomates verdes con huevo batido y luego con harina se trigo y las eché a la sartén con aceite de oliva muy caliente.  Un par de vueltas y bajé la temperatura de la placa del 9 al 6. Mi nieto Leo me dijo un día que, en su casa, el agua hierve a 9 grados.

Parecen berenjenas rebozadas, pero sin berenjenas. Nos chupamos los dedos.

El resultado ha sido espléndido. Rodajas fritas de tomates verdes rebozadas con huevo y harina… exquisitas. Os lo recomiendo. Solo me faltó ponerles un poco de miel. No era necesario, pues resultaron más dulces que las berenjenas. Hemos recuperado una tradición de la familia Westley que ya habíamos perdido. Y hemos ahorrado unos euros. Ya no volveré a tirar a la basura los tomates verdes de fin de temporada que nunca van a madurar.

Todo aprovecha para el convento.

 

 

 

¿Está la prensa mejor o peor que antes?

Tres generaciones de periodistas del frondoso árbol «Guindal» se juntaron ayer en torno a mi paella «ilustrada», que tantas veces hemos compartido con colegas durante la Transición. Carlota Guindal (La Vanguardia), hija de mi amigo Mariano (el de la famosa pregunta «¿Qué hay de Rumasa, señor Boyer?), metió el dedo en la llaga de nuestra profesión que, se diga lo que se diga es la segunda más antigua y la más hermosa del mundo.

Con Carlota Guindal (de La Vanguardia) y ¡con mi libro! Le agradecí el detalle con más carabineros en su plato.

La joven redactora de Tribunales cree que la prensa está peor que antes. No me extraña que lo piense si se dedica a cubrir (¡Ay!) la Justicia en España, ya que lo que pienso que está verdaderamente mal, y peor que la Prensa, es el sistema judicial que arrastramos desde el franquismo. En cambio, la Prensa está, a mi juicio, mejor que nunca. Lo sostengo. Apasionante debate que quedó en tablas. Estoy dispuesto a repetir la paella y continuar con esta tertulia que me recordó la que tuvimos el jueves en Segovia con Bernardo Pérez y un montón de maestros del periodismo.

Mariano, la Westley  (awestley.com) y yo, jubilados. Carlota y Mar Diaz Varela, activas, y Santiago Guindal, estudiando Periodismo, discutimos con ardor. Incluso con argumentos.

Carlota dijo que ella estaba bien en La Vanguardia, pero que la prensa estaba muy mal, en declive, casi en peligro de extinción.  Mariano y yo, que nos dedicamos muchos años al periodismo económico, le recordamos que, al hablar con empresarios, era habitual que nos dijeran, individualmente, que iban muy bien, pero que, en cambio, su sector estaba fatal y necesitaba ayudas. La suma de todos los que individualmente iban bien no podía darnos un resultado tan fatal para el sector. Lo mismo pienso para la Prensa.

La vieja prensa no acaba de morir y la nueva (con su ola digital, incluida, y sus abundantes fake news) no acaba de nacer. Comprendo que esa transición hacia el futuro genere ansiedad e incertidumbre en los jóvenes. Nosotros también tuvimos, no sin dolor, nuestra propia transición de la prensa sometida por el dictador hacia la prensa libre, que conquistamos palabra a palabra. Tuvimos que aprender a caminar con naturalidad sobre la incertidumbre… y el miedo. Ahora les toca a los jóvenes. Más les vale prevenir que lamentar.

No soy masoquista, pero estoy leyendo, a la vez y no sin estupor, un libro sobre Pedro J. Ramírez y las memorias de José María Aznar, dos tipos peligrosos para la salud de la Prensa. Menos mal que los rodeamos con dos libros que cuentan la vida de Mariano y la mía, dos hombres con buena suerte.

 

En general, suelo discrepar de quienes, en cualquier sector o aspecto de la vida, caen en un pesimismo paralizante al afirmar que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Con los datos en la mano, no suele ser cierto que el pasado fuera mejor que el presente. Era mejor, si se quiere, simplemente porque éramos mas jóvenes y solíamos hacer muchas cosas muy placenteras (y con más frecuencia) que en la jubilación.  Si lo sabré yo…

Es cierto que las técnicas (incluso las de matar) cambian y progresan. Sin embargo, la historia (siempre escrita por los vencedores) nos muestra que, aunque las técnicas cambien, las intenciones del ser humano permanecen. Al final, brindamos con una frase que repetimos mucho en nuestra familia: «Cuando todo falla, los principios importan».

Pues eso. ¡Ánimo, jóvenes periodistas! La verdad absoluta solo existe para los teólogos. Claro que si queremos acercarnos a la realidad (ya sean molinos o gigantes, según se mire, amigo Sancho) es recomendable que lo hagamos recurriendo, por los menos, a dos fuentes de información solventes. (Yo estoy suscrito a El País y a La Vanguardia).

Mariano me corrigió: «¡A tres!»

Amén, Mariano.

 

 

 

 

 

Ha muerto Güero Duclaud, mi amigo mexicano

Horas antes de la muerte, a los 70 años, de Javier Marías, que seguirá viviendo en sus obras, me entero que ayer murió Alfredo (Güero) Duclaud, mi amigo, el hombre que me enseñó a amar a Mexico.

Con mi amigo Alfredo en Toledo luciendo la gorra de su empresa MMM (Medios Masivos Mexicanos) que representa a 130 diarios.

He disfrutado mucho con las novelas, ensayos y artículos del casi premio Nobel español y lamento su pérdida. Pero la ausencia definitiva del amigo Alfredo, de 53 años, ha sido un golpe mucho más duro que la de un escritor favorito y bastante mas difícil de digerir. No pienso en otra cosa. Era un gran deportista y, de estar vivo, seguramente estaría ahora esperando la final del US Open con Carlitos Alcaraz a punto ser ser el número uno más joven del mundo. Lo comentaríamos por whats app.  Entre tanto, con permiso, desahogo mi tristeza volcando algunos recuerdos en este blog.

Con Alfredo en Ávila

Hace casi 20 años, fui invitado a un Congreso Internacional de Prensa en Buenos Aires. Llegué un día antes y me apunté a un tour en micro bus por la capital argentina. A mi lado se sentó Alfredo Duclaud, otro turista desconocido con un gracioso acento mexicano. Compartimos muchas risas y muchas ideas sobre la condición humana y el «ego» argentino que no tiene nada que envidiar al mío. Fue amistad a primera vista. Terminó el tour y nos despedimos seguramente para siempre. Lamenté no haberle pedido sus datos de contacto. Era un gran tipo, listo, rápido, generoso y dulce, un joven empresario que soñaba con un futuro mejor para su familia y su país. Adiós y hasta nunca.

Con Alfredos Duclaud y su esposa Tita Gerrero en Segovia

A la mañana siguiente, con traje y corbata, subí al estrado desde donde debía dar mi conferencia sobre la crisis mundial de la prensa de pago y el éxito de la prensa gratuita como el del diario 20 minutos. Desde mi atril, antes de comenzar, en la primera fila de la sala, reconocí la sonrisa y la sorpresa de mi compañero del tour. A partir de ese momento no hemos perdido el contacto, ya fuera personalmente en Mexico o en España o por mensajes escritos o llamadas telefónicas. Le adopté, junto a su esposa Tita, a sus hijas Alexa y Andrea y sus hermana Odette y Paula, como mi familia favorita mexicana. Alfredo me llevó un día hasta Cuernavaca para que pudiera dar mi último abrazo a Juan Marichal, mi maestro y mentor en Harvard, que murió poco después. Hace poco, le faltó tiempo para felicitarme por el ascenso del Almería a la División de Honor del futbol español que él seguía con devoción. Gran deportista y corredor de maratones.

Toda la prensa mexicana se hace eco de su muerte tan temprana.

No sé cuanto tardaré en acostumbrarme a la ausencia del Güero (el rubio, su alias para los amigos). En el caso reciente de Emilio Ontiveros aún no lo consigo. Hace un par de meses, el Güero y yo comimos con su hija Andrea en La Cantina del Ateneo de Madrid y celebramos su finde carrera y mi último libro recién publicado. Quedamos para vernos pronto. Ya ves. Nunca más. Ayer le falló el corazón. Lo siento muchísimo, familia. La señora Anita (awestley.com) y yo os mandamos un fuerte abrazo y todo nuestro amor. Esta sigue siendo vuestra casa en España.

Alfredo Duclaud y su hija Andrea en el Ateneo de Madrid en Junio de 2022.