Basada en la saga literaria homónima de C. S. Lewis, en 2005 llegaba a la gran pantalla Las crónicas de Narnia. Aquella película, El león, la bruja y el armario, fue la primera la serie que llevarían después al cine y que completarían con El príncipe Caspian y La travesía del viajero del alba.
Hay quien quiere ver enfrentamiento entre los fans acérrimos de Harry Potter y los de Narnia. Pero esto es fantasía, y en fantasía la gente no es tan beligerante como en ciencia ficción, donde una guerra trekkies contra warsies puede durar cincuenta años. En fantasía cabe todo.
Como sea, en 2005 pusimos rostro y acción a los cuatro protagonistas: Edmund, Susan, Peter y Lucy Pevensie. Y hoy vamos a hablar de Lucy, a quien daba vida la joven actriz Georgie Henley.
La última de las películas de Las crónicas de Narnia se estrenó en 2010 y, tras eso, la vida de la actriz cambió por completo y es que en 2013, recién estrenada la mayoría de edad y la universidad, un problema de salud agitó su cuerpo: contrajo una fascitis necrotizante que ha marcado su vida desde entonces.
La hemos podido ver, aun así, en un puñado de títulos. Recientemente ha estado en las series La diplomática y La princesa de España, en la que interpretó, entre 2019 y 2020, a Meg Tudor, la famosa princesa Margarita, reina de los escoceses.
A sus 28 años, tiene todo su empeño puesto en labrarse, ahora que parece que lo peor ha pasado, una buena y firme carrera en el mundo de la interpretación.
El año pasado, a través de su cuenta de Instagram, contó su historia:
Cuando tenía dieciocho años y estaba en mi sexta semana de universidad, contraje fascitis necrotizante, una infección rara y dolorosa que casi me quita la vida y causó estragos en todo mi cuerpo. Para evitar la amputación de mi mano y brazo izquierdos, me sometí a una agotadora cirugía invasiva y luego a una extensa cirugía reconstructiva que resultó en una serie de injertos de piel y cicatrices.
Me ha llevado mucho tiempo sanarme tanto física como mentalmente pero esperaba que algún día llegara el momento adecuado para hablar de lo sucedido. Hoy es un comienzo.
Habla, en un escrito largo, de los nueve años durante los cuales se sometió a diferentes cirugías con distintos propósitos, de sus cicatrices, de la aceptación en lo personal pero de cómo le ha costado mostrarse tal cual en su faceta profesional. Habla también de supervivencia y orgullo, y termina diciendo:
Mis cicatrices no son algo de lo que deba avergonzarme. Son un mapa del dolor que ha soportado mi cuerpo y, lo más importante, un recordatorio de mi supervivencia. No afectan mi capacidad como actriz y estoy orgullosa de ser una persona que tiene cicatrices visibles en esta industria.
(…) Estoy segura de que hablaré más sobre mis experiencias en el futuro, pero hoy estoy feliz de sentirme, por primera vez en mucho tiempo, finalmente libre.