La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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La irresponsabilidad de un empresario causa más de 60 muertos

El “accidente laboral” ocurrido el pasado sábado en Casablanca, en la fábrica de colchones Rosamor, en el que fallecieron más de 60 trabajadores según algunas fuentes (aún no se conoce la cifra exacta), no debería caer en el olvido tan pronto. Hasta mí están llegando estos días datos e informaciones que ponen los pelos de punta:

1. No había puertas de emergencia. Y la única existente, la de acceso a la fábrica, estaba cerrada para evitar cualquier tentación de llevarse material.

2. Los productos que se usan en este tipo de industrias son muy tóxicos y altamente inflamables. Eso quiere decir que al menor descuido pueden convertirse en una bomba; en una trampa mortal, como así ha sucedido. Pues bien, con todo y eso, los trabajadores de Rosamor no contaban con ninguna protección contra ellos.

3. Los extintores estaban vacíos, me dicen; las ventanas, con rejas. Y a la maquinaria no se hacía el mantenimiento adecuado… Y, encima, las medidas de seguridad brillaban por su ausencia, como digo.

4. Sólo 30 de los aproximadamente 400 empleados que tenía la empresa, estaban dados de alta en la Seguridad Social.

5. Y de los salarios mejor no hablar. En el mejor de los casos ganaban 150 € al mes, aunque la mayoría —me aseguran— apenas pasaba de los 100 € mensuales.

6. Y, según comentan algunos… —esta información la pongo en duda— durante las tres horas que duró el incendio, los principales esfuerzos se hicieron para salvar la producción, mientras, los empleados, refugiados en los pisos superiores, se asfixiaban envueltos en humo tóxico, esperando un rescate que no llegó nunca.

Si esto fuera cierto, es un delito. No quiero creer que sea verdad. Creo sinceramente que se hizo todo lo que se pudo para salvar a estar personas. Porque, si alguien obró de tal forma, es un delincuente y merece vérselas con la Ley. No, no puede pensarse que la vileza humana pueda ir tan lejos.

Si podemos reflexionar, en cambio, sobre el mundo empresarial marroquí que parece que tiene un desprecio evidente por la vida y la salud de los trabajadores. Porque… imaginamos… el beneficio, el crecimiento económico, la productividad, el libre comercio y la competencia les interesan más que la vida de sus empleados (no a todos, claro); una vida a la que en muchos casos tratan como mera mercancía.

Marruecos: algo se mueve

A la huelga de los pescadores de bajura —casi tres semanas llevan ya, aunque parece que hay un principio de acuerdo—, hay que añadir la de los trabajadores de la función pública ahora, y las movilizaciones periódicas de otros funcionarios, como los profesores, que están prácticamente en reivindicación permanente desde hace tiempo. La industria, por el momento, se queda fuera de este marco reivindicativo; aunque no se sabe hasta cuando.

¿Están hartándose ya los marroquíes de la corrupción política y económica y del inmovilismo democrático en el que vive el país? Acaso piensen… —con buen criterio, creo yo—, que no es nada justo que de esos cientos de miles, de millones, que el capital extranjero está invirtiendo aquí no revierta algo a ellos. “Aunque sea una parte pequeña en forma de salario”, piensan y dicen algunos.

Quizá estén poniéndose al día en conciencia política y de una vez los marroquíes. Mas, sea como fuere, en Marruecos algo se mueve, aunque no se sapa cómo ni en qué dirección. Pero la gente no para de quejarse de la carestía de la vida y de lo menguado de sus salarios mientras observa cómo unos pocos son cada día más ricos. No hay más que fijarse en el parque automovilístico; la última estadística de matriculación, la de 2006, señala que el sector que más incremento experimentó fue el de los coches de lujo, cerca de un 30%.

En fin, no hay que extrañarse, pues. Ahora lo que llama la atención es que algunos colectivos están empezando a moverse. Los 400.000 pescadores que han estado estas tres semanas en huelga —en menos de un año la tonelada de gasoil ha pasado de costarles 3.300 dirhams (300 euros) a más de 7.000—, pueden ser sólo la punta del iceberg. Pero, claro, éste, en Marruecos, es un viaje de largo recorrido: aquí todavía se lucha por el reconocimiento de la libertad sindical.