La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Pájaros, huevos, flores, carne de ternera, tortugas, pollerías, gatos y perros…

Tánger es ese misterio que crece día a día, alimentando sus mitos, mientras engorda el libro de sus sueños inventando nuevas palabras. Decadente, maldita, trasgresora, cosmopolita, internacional, integradora de culturas, alegre, vividora… son adjetivos gastados que ya no le sirven a Tánger. Ahora toca inventarse algún otro vocablo para definir qué es esta ciudad o qué va a ser en el futuro. Mientras se afana en construir el mayor puerto de África, autopistas, un nuevo ferrocarril y carreteras de circunvalación, amplia su aeropuerto o devora sus costas con espíritu depredador, se inventa para sí misma calificativos tan curiosos como “megaciudad”, “megápolis” o “ciudad supermoderna”. Pero sus calles, zocos y mercados siguen aferrados al pasado como la garrapata a la piel y nos muestran su belleza más decadente y lo viejo del mundo.

El antiguo Mercado de Fez, en la calle del mismo nombre, en el corazón de la ciudad moderna, es un retrato fidedigno de lo que comento. Siempre que me acerco hasta a él me viene a la memoria la película de sus puestos pulcros y surtidos de productos de la mejor calidad, compitiendo en novedades y precios con aquellos que entonces eran famosos mercados en París, Londres, Madrid, Roma… Pero… eso ocurría hace 50 años. Hoy… Hoy ya lo ven; las fotos que les ofrezco son elocuentes. La belleza está ahí; agazapada en el tiempo, sin perder un ápice de su intensidad. Pero la realidad es un caos de puestos de flores, pollerías, tiendas de ultramarinos, fruterías, pajarerías y bakalitos de venta de complejos vitamínicos para deportistas y de piensos concentrados para animales… El Mercado de Fez, como toda la ciudad, es ahora un tótum revolútum que nos lleva más allá de los sueños… A ver qué pasa con Tánger; el futuro ya está ahí.

Morir en Marruecos

De vez en cuando salta la noticia de la muerte de algún extranjero en Marruecos. Lo que choca es que suelen ser hombres “solos” los asesinados y, no pocas veces, mueren por arma blanca. Ahora mismo me viene a la mente la muerte, en la última década, de varios profesores (españoles, franceses, ingleses…) que trabajaban en Tánger, Rabat, Fez, Casablanca… Todos murieron en extrañas circunstancias y casi nunca su muerte se aclaró del todo. El periodista José Luís Percebal, corresponsal de la COPE en Rabat, también falleció en febrero de 2002 en circunstancias extrañas, aunque la versión oficial aseguró que el móvil había sido el robo y, consecuentemente, después de detenidos, fueron juzgados y condenados los culpables.

La última muerte de estas características ocurrió el pasado jueves. La víctimas ha sido José Luis Pérez Hinojosa, de 67 años, soltero, vecino de Vélez-Málaga, y muy conocido en el pueblo cercano de Torre del Mar, donde había regentado o trabajado en la cocina de diversos establecimientos hosteleros. El fallecido fue encontrado por el amigo con el que compartía la casa alquilada, a última hora de la tarde, en medio de un charco de sangre. Había recibido 7 puñaladas. Junto a él estaba el marroquí Mohamed Bugard, de 33 años, que presentaba un corte mortal en el cuello. La familia Pérez Hinojosa cree, como suele pensarse en estos casos, que el móvil ha sido el robo.

Pero, sea lo que fuere, como se podrá imaginar, los rumores se extienden como la pólvora en esta provinciana ciudad del Estrecho. Los comentarios que llegan hablan de “ajuste de cuentas” de “asunto de drogas” o que “todo tiene que ver con el mundo homosexual”. La gente habla; eso es normal; así ocurre siempre. La población necesita entretenerse. A la gente le gusta imaginar truculencias y escenas escabrosas… Más, independientemente de lo que cada cual se imagine, hay algunas constantes que se repiten y dan qué pensar: son hombres solos; en no pocos casos, homosexuales; el móvil siempre se despacha con el robo, y, la muerte, es por arma blanca… No son pocos los casos de este tipo en los que la charlatanería popular mete los celos en medio de una tormentosa relación homosexual. ¿Quién sabe más, quién puede inventar, sugerir, escenificar más detalles? De vez en cuando se cuenta que la muerte de alguna de esas personas se ha debido a experiencias sexuales extremas o a extraños rituales… Efebos despechados u honorarios no satisfechos. Amores, pasiones, deseos… En fin, como la vida misma. Lo que ocurre es que morir en Tánger, Fez, Casablanca, Marrakech o en Rabat… como que tiene más halo y misterio. ¿O no?