Algunas palabras sobre EL ESTILO DE LOS ELEMENTOS de Rodrigo Fresán (Random House,2024) segunda parte

Poseidón es uno de los Colosos de la Lucha, de los Titanes del Ring, el disco perdido de Pipo y Charly. Cerebrus. La lucha libre argentina, la de la Galavisión, Hellboy recorriendo México y cazando vampiros con tres hermanos, bootlegs del Santo. Todos aquellos muñecos, los clicks de famóvil. Durante la redacción de esta reseña-río cerraron la última fábrica de famobil-playmobil que quedaba en Valencia-España. Colosos de la lucha, la pipa mortal, The elements of style, Fresán y su estirpe negada para las matemáticas. Pero tiene una obsesión por Fibonacci. Preparé el número Phi en mi oposición. Raíz cuadrada de cinco. Más menos. La máquina Enigma, la canción de Turing, de Hidrogenesse, aquel beso. Un tren, más que un tren, el principio del viaje, como un túnel.

 

Personajes no jugables que recorren el libro, un libro que es una enorme sandbox, un videojuego de la vida, puedes explorar todo, eso prometen, pero, luego, no es tan sencillo, siempre hay lugares y personas con las que no puedes interactuar. Las dejas pasar frente a ti. Estoy atrapado en el recuerdo, en el sonido de mis gafas rompiéndose, las piso, estoy en la zona, en Interzone, allí donde se juntan Ian Curtis con William Burroughs, cuando en realidad es The Twilight Zone. Resulta complicado unir realidad con La Dimensión Desconocida. The Nome Zone.

Y sus padres y sus amigos vamos a «Ir a buscarlo al aeropuerto», buscan a «El primer trabajador», son como muertos vivientes, inmunes a los tiros, cuando los peronistas disparan sobre los peronistas. Brujería de Rega, los cuerpos adiestrados de las mujeres del primer trabajador, Isabel y Eva, Isabelita y Evita. Aún se memorizaban los números telefónicos. Y desde su llegada hasta su muerte no pasa tiempo mensurable, es un suspiro. Un parpadeo. Perón llegó cadáver y nadie se dio cuenta. «Pero los cadáveres por venir serían, desaparecidos y, seguro, no sonreían y, sin quererlo y mucho menos desearlo, darían sombría luz a todo un nuevo linaje».

César X Drill, una serie de variaciones sobre el mismo tema, Gould y sus permutaciones. La combinatoria, la rama más hambrienta de las matemáticas, un monstruo menor dentro de las grandes abominaciones del análisis o el álgebra, pero ahí, sobre los dedos de Gould, la permutación, la combinación, la variación se convierten en lo más parecido a una máquina tocadiscos infinita. Y Land no toma nota. Land no escucha. Land no escribe. Así habló César X Drill (y así escuchó Land): «Los que venden, los que son unos genios». Y repite, como una frase promocional de un reputado escritor, yendo de un lugar a otro: «No se trata del temor a la página en blanco, se trata del temor a leer, a la mañana siguiente, la negra página escrita la noche anterior»

La edición completa de Drácula, como una Biblia, sin componente más divino que la completud, sistemas matemáticos completos, ediciones que no admiten más añadidos, descubrir que La Biblia y Drácula son ejemplos de novelas experimentales: fragmentarias, con distintas voces, estilos y métodos en sus páginas. Y, quizá, un evangelio gnóstico, el de H.P. Lovecraft, recopilado entre sus cartas más oscuras y sus relatos extraídos de sueños ajenos: «Nada constituye una parte tan íntima de un hombre como su biblioteca».

Volvemos a las variaciones, al piano de Glenn Gould, las teclas como teclas, del piano a la computadora, como Ludwig Wittgenstein, de filósofo a matemático, lógica transitiva al servicio de la razón. Los dos, Gould y Wittgenstein, intercambiando ideas con Kurt Vonnegut para futuros videojuegos: banda sonora, historia, lenguaje en código máquina. Mataderos de sirenas, una mixtape con canciones para extraterrestres. Llamar a Bowie, escribir a Eno. Buscar a Cerati, llevar un revox a Melero. Libro sobre extraterrestres escrito por un terrestre, extraterrestres que escriben, símbolos separados por estrellas, libro que, como deberían ser las vidas, no son más que fragmentos atómicos y cambiantes, es decir, una vida que no se limita a una sola trama, una vida que es más cercana a un libro de cuentos que a una novela.

 

Recuerdo en año 2012, sí sería por ahí, una clase, penúltima fila. Viernes tarde. Viernes noche. Preparando oposiciones, mi amiga Esther en la tarima. Hablamos de Fibonacci. El nautilus, especie, costra, voz de Jules Verne en mi cabeza, número Phi, otra vez, la proporción áurea, el logaritmo neperiano, Neper, detrás, en la última fila, dos compañeros me hablan de un método para memorizar los temas, los folios, la sucesión de textos, fragmentos, fórmulas, definiciones, axiomas y teoremas. Hablaban de un monasterio, de celdas, de sacerdotes en habitaciones y salones, en sus muebles y detalles. La construcción de los castillos de la memoria, eso es, LAND, estoy tan cerca de ti, en tus recuerdos, en tu aparato memorístico, eres mi fantasma, yo soy el hacha, tú mi árbol caído: «Los fantasmas le tienen miedo a los niños que duermen con las luces encendidas».

Rodrigo F. O Land, Land en el Fresanverse, convive Ray Milland, en su doble papel: como protagonista de película de serie B, El hombre con rayos X en los ojos» y como impulsor/musa de la mayor agrupación laudística y pre-woke de la música pop argentina. En la Ray Milland Band estaban todos. Puedo haber estado LAND o pudo haber estado Rodrigo F o alguno de los hermanos Arizona. Estuvo Andrés, tecnoAndrés, darkCalamaro, y estuvo, claro, Pipo. Pipo en la Ray Milland Band, en los Twists, hijo de policía, amigo de Charly, vampiro y padre de gemelos. Pipo, sobre todo, con el cable de los noventa, muy acelerado, comprando los derechos de los Titantes en el Ring.

No es casualidad, Titanes y Ray Milland, en el medio Pipo. La televisión como el instrumento musical más afinado y potente: los niños españoles viendo capítulos del oso Yogui, el oso yogui como un yonqui robando emparedados a los visitantes de Yellowstone. Los niños españoles viendo, como sacados de un canal extraño, díscolo, variable, un episodio de los Sónicos, antes o después de los Hanna Barbera clásicos. Un español viajando a Buenos Aires y acabando en un concierto de Babásonicos, un español cruzándose con Adrián Dárgelos en un garito de Palermo Hollywood, saliendo o entrando de un baño. Tienda de víveres, emparedados, el doblaje aséptico, el castellano artificial, puro, sin inflexiones. Un castellano que permite construir un país. Una idea que da para cuento: «Otro país de habla hispana, fuera de las fronteras que solo produce dibujos animados». Que es como esos pueblos fantasmas en mitad de la antigua URSS, donde preparaban a los agentes que se infiltrarían en USA durante la Guerra Fría. Agentes que crecen con acento perfecto, con tarta de manzana e instituto, faldas y helado, anclados en los cincuenta, en la paranoia, en mitad de Kazajistán, mil kilómetros al este de Moscú. Un pueblo abandonado tras la caída del Muro. Un pueblo dos veces olvidado. Alto secreto es igual a alto olvido.

Fuiste, Rodrigo, a la radio, con mi maestra Ana y ella te puso Autos jets aviones de Serú Girán. Se está yendo todo el mundo. Desde el primero BAIRES, ciudad1 a la Ciudad 2. Allí se construirá una segunda parte de la vida. Una segunda parte es una secuela. O la secuela exige nuevos personajes. O el mismo con una actitud distinta frente al mundo. Diez años, veinte años, un parpadeo, aquello que sea una vida tranquila no encuentra respuestas, es un disco de Serú, ellos en Buzos, tú en MantraCity, la iteración primera de Canciones Tristes (no hables si no sabes): MOVIMIENTO SEGUNDO.

 

Leer para sobrevivir, robar solo lo necesario: pan y un cuaderno. Un cuaderno que se quede vacío. No cometer el pecado de ser escritor. Leer en la biblioteca pública. Todos los libros se te antojan imprescindibles para vivir, para sobrevivir. No es leer, es POSEER. Pienso en el Tractatus y un libro de Agustín Fernández-Mallo. (YO SIEMPRE REGRESO A LOS PEZONES Y AL PUNTO 7 DEL TRACTATUS) Nadie más. En el pezón. No hay pezones ni agustines en esta historia. No todavía. Dale tiempo a LAND para que crezca, para que note el calor y olvide la tinta. Los números son nuevos cuando se ordenan en extrañas operaciones. Los campeones de la justicia son diferentes, pasan a Novaro, Bruguera, Vértice o Surco. Imagina, Tierra 1, Tierra 2, todas existiendo en el mismo espacio pero vibrando a distintas frecuencias. Positivo y negativo. Luthor acudiendo a Superman para que se enfrente a la Sociedad de la Injusticia. Pensar en los años anteriores a las CRISIS; sobre todo a las Crisis en Tierras Infinitas. Todo era más sencillo. No había muerte, Jason Todd era un niño inocente, como LAND. Lex Luthor es la resistencia y Eric Stolz protagoniza Regreso al futuro, como en aquellos maravillosos episodios de Fringe (serie que LAND no sabe que acabará llegando pero que RodrigoF sí, quizá sí): mismo lugar, distintos herzios, al mismo tiempo.

«I read the news today…» que de los cuatro Nomes de Liverpool, pero también es una frase sacada al aire por David Bowie, una «intertextualización» en la letra de Young americans. Eso lo leí, eso lo descubrí mientras me acomodaba entre los volcanes de la CIUDAD2 (salgo del libro, salgo del Motel y de la reseña, salgo del hoy y acabo en un recuerdo, algo que podría no haber sucedido nunca: Sergio Algora, Félix Romeo y Rodrigo Fresán en el Bacharach, RodrigoF se abre la camisa y muestra un volcán en su pecho y Algora, dueño y señor, se abre su propia camisa y enseña una cicatriz que va desde el cuello hasta la ingle. El fuego compartido con mi padre. Un banqueta en el Bacharach. Ahora, hoy, demasiados muertos se acumulan). La ciudad de los volcanes donde todo está rodeado por un anillo del desierto, todos los volcanes hablando al mismo tiempo.

 

Imagina cambiar del tú al vos, del vos al tú. Seguir sin poder usar el verbo coger. Agarrar el colectivo, agarrar una figurilla en el tianguis. Tienes que estar atento o te dirán que has desaparecido cuando tú solo has salido volando, sin fecha inmediata. Y en ese momento, por alguna razón, pienso en Pasajera en trance pero en la versión del MTV desenchufado de Charly. Vaina, el amor de verdad solo existe en los aeropuertos. Big Vaina: «Antes que ya fue y no volverá, de un después que aún no ha llegado». En la ciudad II se propaga, Vaina mediante, la suplantación de cuerpos e identidad. Unos desaparecen en ciudad I y otros se transforman en ciudad II.

Las múltiples versiones de La invasión de los ladrones de cuerpos definen las generaciones, las décadas. De pequeño, en blanco y negro, recuerdo la escena en la que el serio padre de familia vuelve al hogar, convertido, sin un zapato. Eso es lo que más asusta a su esposa: que la falte calzado. O el grito sordo de Sutherland. O la radio final. Las anfetaminas por intravenosa de los tiempos lúdicos al inmundo refresco de cafeína de la última apropiación (con una actriz que parece moldeada en sabia y celulosa antes de la película). No hay preocupación en el padre de familia. Disfruta de una forma alternativa de felicidad. La ausencia de sentimientos es, también, una ausencia de preocupaciones. «El Nome» del escritor ciego, el «Nome» en la biblioteca, dictando, un Aleph, un juicio por reload, lectura y revisión. Vaina es respuesta, es comodín, es sustituto. Pero Vaina, está claro, no es suficiente, pues carece de nutrientes.

La ciudad 2 es una ciudad incompleta, una urbe monstruosa a la que, a pesar de todo, le faltan piezas, lo que lo hace todavía más inquietante para el extraño. Capas y capas que se superponen sin un orden racional, nada euclídeo. La ciudad 2 sería una de las primeras novelas experimentales por su estructura narrativa. Si fuera una novela en vez de una ciudad. O uno de esos compactos de Denis Johnson que pululan a escondidas por algunas estanterías. Puentes que se alzan a toda velocidad durante una noche (nadie los ve, son como la paradoja de los árboles que caen en un bosque y el sonido que producen cuando no existe persona alrededor para escuchar el golpe). Casas sobre calles arenosas, como figuras, como palas y cubos que van a la playa y nunca vuelven, juguetes que el niño extraña después de una ducha, una comida pesada, una siesta de estío. No hay nombres, no hay apellidos, no hay NOMES. Escuchar a la virgen, no a la virgencita, saber que Ciudad I es propiedad de la Santa Marya del Buen Ayre. La única información veraz (y perdonen por esta extravagancia) es la que ofrecen los periódicos sensacionalistas, llenos de niños vampiros, avistamientos de Elvis, promesas de nuevos discos de Plastilina Mosh, muñequitos de los tianguis, traídos del otro lado de la frontera, quintacolumnistas y bootlegs, estraperlo, contrabando y, por fin, Lili Ledy, que acabará convirtiendo sus figuras de la Guerra de las Galaxias (la guerra de las estrellas, la guerra del padre contra el hijo, como este libro, en realidad, la herencia negada, la herencia frustrada) en valores de mercado más poderosos que el oro.

Residencias Homeland. La casa con plantas trepando por los flancos, la parte inventada está aquí. Es parte del Fresanverso. Imagino volver a Michel Nieva. Las calles, los edificios, unidos por tablas de metal barato como puentes, como venas, como grafos en una especie de ciudades-estado postapocalípticas. Igual que confundo las historias en las que aparece la muerte de Perón (entre las de Ernesto Mallo, la de la muchacha de las afueras, Mercedes se llama, la de la lectura de los comandos revolucionarios en Nosotros dos en la tormenta de Eduardo Sacheri).Desde Ciudad 1 hasta Ciudad 2, López-Rega envía sus hechizos, la fuerza de una magia de sangre.

Hablamos una y otra vez, la cacería de los mercadillos, de los tianguis, la fayuca, lo bueno, el plástico de calidad, cerca de la frontera de los USA, donde los tebeos se traducen de las maneras más salvajes. Piensa en el beisbol y en Charlie Brown. En la página 323, descubro que no se trata de traducir, es más bien de reescribir y adaptar, convertir «el bocadillo», adecuar esas alteraciones, no ya de inglés a español, sino de español rojizo a español europeo, el latino (latino de latín, latino de LATALM). Calles customizadas, arregladas a tu gusto, la Ciudad 2 es un gran sismo, ¿Antes o después del Mundial de México? Antes o después de que ELDIEGO despidiera a su primer representante. Desastre inminente, un terremoto para detener a ELDIEGO. Preocupan las dictaduras (facto, hecho), preocupar los terremotos (hecho, facto). Encontrar debajo de las ruinas algunas revistas importadas, con viñetas que se escapan, siempre fuera de lugar. Pensar que las oujias son juguetes, años después las veríamos en las casas, finales de los ochenta, comienzos de los noventa, un folio, arrugado y triste. En los recreos. Tan sencillo. Una ginebra con cocacola. Terror familiar, como un libro de matemáticas. Una especie de Necronomicón, llenos de problemas, ejercicios, derivadas y operaciones combinadas. En las viñetas las onomatopeyas se recortan y se colocan sobre las voces mudas de los ausentes. BUMBAMBUM

El amor adolescente supera a la literatura, el amor es un impulso hacia delante, así sin más, cuando flojeas muchos de los deseos y las pasiones del primer adolescente. Cuando existe un momento de duda: «Y la patria de LAND está donde esté ella». GRAN CIUDAD donde no se muere, donde no se vive, pudriéndose a escondidas como el retrato de Dorian NOME. Volver a la invasión de los ladrones de cuerpos, volver al padre de familia, el hombre serio, que regresa a casa sin zapato, con un solo zapato. «A primera vista todo está igual que siempre». Cerrar los ojos/dormirse. «Seréis más felices sin sentimientos». Pensar en Honestidad Brutal, ojos abiertos, soñar y dormir (revisar) Ladrones de cuerpo, ¿Seremos más felices con seguridad pero sin libertad? En la historia, volver, otra vez, en la lista de la época, al Mercedes Halfón y el falcon de su padre. «Antes de ser un aparecido tiene que ser un desaparecido»

Volver, una y otra vez, a la idea del calor en Navidad, al frío en julio, a las playas de invierno/verano, volver a la presentación de Ferro de Charly en 1982, con ese traje rosa, en diciembre, la destrucción del escenario en el final de no bombardeen Buenos Aires. Aquí empieza la Edad de los fantasmas.

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