Algunas palabras sobre Cúbit de Vicente Luis Mora (Galaxia Gutenberg, 2024)

Historias 16, Vicente Luis Mora (revisión 0a) presenta Cúbit, editado por Galaxia Gutenberg. Un libro, Cúbit, exigente, como una radio sin sintonizar, que mezcla la belleza de las voces, perfecto, con el encuentro del ajeno, la estructura social (sentimientos vs lenguaje). Para adelantados en el tiempo, lustros y décadas, que queremos ser partícipes de muchos restos, símbolos que no son más que lo que queda al despejar una incógnita. Encontramos permanencia en los libros, en los periódicos, en los alimentos… huimos del pavor de lo intangible. Antes de empezar voy a volver a la distopía más profunda de Chile. La encontré por casualidad. No es Zona Cero de Gilberto Villarrol ni es la película de Netflix con Pinochet vampiro, “El conde” de Pablo Larraín. Hay que ir más hasta el fondo, hacia Santiago, casi más allá que la versión de The Office con acento de chileno, más allá de Gustavo Cerati escribiendo y grabando las demos de Amor amarillo, enamorado de Cecilia Amenábar, esperando el nacimiento de su primer hijo. Es una novela dramática, una radio digital que pelea con una analógica. Un problema sencillo de oposición para profesor de secundaria. En qué base quieres vivir, ¿volver al 10? Qué aburrido, estamos tan cerca del final que, en realidad parece un comienzo. Diez dedos de las manos, diez de los pies, ¿base 20?.

Vamos al siguiente paso, Vicente, porque ya todo el mundo ha cantado las excelencias de tu libro. Yo, ya lo digo aquí, me ha encantado. Pero, lo sabes, me gusta ir más allá, me gusta estar cerca, continuar, buscar, sentirme parte. Así que escribo sobre Cybersyn, «sinergia cibernética» (del inglés Cybernetic Synergy), o Synco. Synco, la primera internet desarrollada en el Chile de los setenta, con palancas y teclados duros, tarjetas perforadas. Sé que sabes de qué estoy hablando. Sé que es parte de Cúbit aunque no se nombre en ningún momento en tu novela. Y todavía hay más, lo sabes, es 2010 y el director Nicolás López presenta el teaser de una película basada en la novela de Jorge Baradit. El 11 de septiembre de 1973 Pinochet defiende La Casa de la Moneda del ataque de los militares para mantener en el poder a Allende. Aquí la portada del día después.

«Es como esos vídeos de Youtube, en los que la I.A realiza tráileres de los cincuenta, sesenta, setenta, de las grandes películas de éxito. Podría ser lo anterior una manera de elaborar Cúbit por una I.A ambientado en los setenta. ¿Cuándo empiezas a hablar de mi libro, Octavio? Ahora, ahora mismo, lo prometo».

Alcio es gordo e inteligente. Cúbit y Nadia. Tania y los Itrios. Y si nos han engañador y Cúbit es una novela sobre padres e hijos, sobre la relación paterno-filial. Y si los Itrios son hijos de los Sapiens y las I.A hijas de los hombres. Estuve en Atapuerca cuando mi hijo estaba en el vientre de su madre, estuve en Altamira con mi padre recién salido de una operación, mi hijo, agotado, lo sostuve para que viera la imitación de la cueva. Cúbit, con su español práctico, anglosajón, robótico, un español en sistema binario, de base 12. Siempre está la duda, el diez o el doce. Con el diez están las manos y los pies de nuestra parte, pero tiene pocos divisores, el doce nos ofrece el dos, el tres, el cuatro, el seis… sero, sere, todoe es presente, sin irregularidades. Pero, creo que Vicente lo sabe, de esas pequeñas máculas se consigue la humanidad, no hay que ver más que los personajes sintéticos de las películas de los ochenta. Hasta un androide puede llorar, como la Visión (y la Bruja Escarlata). Todo es presente, el pasado se olvida y el futuro lo estamos definiendo. Me doy cuenta de que la narrativa temporal de Vicente Luis Mora en Cúbit sigue la estructura de construcción del cuerpo de los números reales, a partir de la convergencia de sucesiones, a través de las Cortaduras de Dedekind.

Un momento, el del “Cero absoluto” (Cero en conducta, cero en gimnasia, como cantaba Antonio Luque), cuando se produce la detención molecular y atómica, cuando no hay muerte, pero tampoco vida porque cualquier función está parada. Una recta que te dice dónde la puedes encontrar exactamente, allí donde los superconductores reducen la gran falla de la transmisión eléctrica, la energía libre y eficiente la puedes encontrar cuando ya no queda nada, cuando, directamente, no puedes realizar ninguna actividad. Universalidad y criogenia atrapada por principios básicos de entropía, la señal de STOP que puso DIOS o los Ingenieros como aviso.

Ibris vs. Cúbit, la posibilidad de un millón de neuronas, de las potencias de diez elevadas a cifras que capaces imponerse a los campos eléctricos que definen el ser humano. Cuestión de números, de estructurar en serie o en paralelo, como las resistencias de los problemas de física que hacíamos en BUP. Itrios sin consciencia propia, son todos emisarios, frente al control de la Reina Madre, los aliens contra los que peleaba Ripley, los droides de la Federación de Comercio, panal, entomología Deux Ex Machina para salvar la narrativa de la mala ciencia ficción setentera. ¿Aquí dudas, Octavio? Un poco. Es una estructura social fallida, lastrada, se ha demostrado en los libros de sociología ucrónica, distópica, anticipativa, que la colmena no mola. ¿Has escrito que “no mola”? Sí, lo individual es la mejor garantía de la supervivencia.

Me fascina, como siempre, momentos de Vicente Luis Mora, me deja KO, la escritura y la reescritura en tiempo real, por estilo y por presión mediática, esa sería la última, la penúltima frontera. Entonces, Ibris funciona bien en red, pero Itrios tiene que separarla y aislarla. En la página 43 vuelve la entropía (nunca se marcha, es una cuestión de definición) para general canales de afección, entrelazamientos cuánticos, pero temo que también se aburrió.

Vicente Luis Mora 0b. Los líderes falsos son los mejores. Se pueden permitir errores y deserciones. El Mago de Oz cibernético, el enemigo perfecto, contra él vivíamos mejor. Al final todo resulta ser una cuestión de tiempo, espacio y energía. Ibris como una escalada de la propia Internet. Una nube, una red, un theremin emocional, un campo magnético girando que genera corriente eléctrica. Pero al final, al final, tenemos que tener una gran casa/edificio/local donde depositar los servidores. Una caja negra, una entrada y una salida, un soporte físico. ¿Dónde está la música? ¿En los cables?

Homínidos de la cueva del Ciervo Rojo (Altamira) y Klarion (habitante de una comunidad subterránea conocida como Limbo Town, habitada por las brujas puritanas descendientes de la población perdida de Roanoke. Limbo Town se encuentra en realidad debajo del sistema de metro de la ciudad de Nueva York) de los Siete Soldados de la Victoria de Grant Morrison. El Yeti, el Sasquatch, los peludos y bellos, los atlantes, lemurianos, descendientes de Hyperbórea, rocas erosionadas que son, en realidad Land Art (espera que se lo cuente a mi mujer), estructuras jerárquicas verticales y horizontales.

 

La noche antes de la muerte de Évariste Galois, escribiendo, frenético, como un beatnik pasado de anfetaminas, todas sus teorías y su conocimiento matemático, recuerdo el poema, un poema que no fue, como casi todos, a ningún sitio. Los medios de comunicación son los electrones de valencia el giro del átomo, el spin, lanzar un fotón, moverlo, no saber la posición y la velocidad a la vez. Toda la vida hablando de intercambio, cesión, catión, anión, nube de electrones, enlaces covalentes… para acabar en una especie de gran bolsa cuántica, una estructura amniótica, donde los electrones están, pero es imposible saber dónde, solo tenemos una distribución de probabilidad que nos ofrece cifras, cifras que reflejan las opciones mayores o menores de encontrar nuestros amigos reticulares. Una vida entera de estudio, una EGB, un BUP, un COU, para que lo analógico se convierta en digital (o parecido).

Y buscamos el rastro de Tunguska. Y recuerdo la banda de spoken word que monté con el grupo de pop pánico Domador y con Javier de Copiloto. Tunguska Experience. Revisamos otra vez la serie Monarchy. Ahí encontramos cómo se puede respirar de nuevo. Estoy confundiendo Chernobyl con Tunguska. Tunguska aparece en la nueva novela de Emilio Bueso (pronto le haremos sitio en Motel Margot a su “Naturaleza muerta” y sus misterios del gusano), ahí sí, ahí encontramos otra probabilidad, otra dimensión alternativa. Los árboles caídos no se descomponen, porque la radiación arrasó con toda la vida microscópica. La radiación es el antídoto contra la entropía. Podríamos usar a Godzilla. No sé si funcionaría. Bacterias desaparecidas, como en esos procesos de esterilización de las películas de ciencia ficción, gases y frío, que nunca funciona, porque siempre accede algo, “es el mercado”, es la nanotecnología, hermano.

La monstruosidad artificial, las momias que no son, esa saga de Al Ewing para Hulk. Inmortal, la muerte de Lord Byron. El moderno Prometeo. Di simplemente no al círculo de la vida, ir y volver, compost. Saltamos al Conde-Duque, a Olivares: descubriendo el futuro. Fuerteventura, Tindaya, donde todos podemos hacernos fuertes, aquel cráneo braquicéfalo, mi hijo en Atapuerca, el súcubo e íncubo convertido en uno solo, sin órganos hermafroditas, ser distinto a la realidad, volver, mi ángel, a aquel experimento audiovisual ligeramente fallido que fue “El fin del mundo en 35mm” de Carpenter (que tenía alguna de las mejores ideas de las últimas décadas, vuelvo, una y otra vez a ella, a mi deuvedé). Evitaremos lo cuántico volviendo al VHS. Evitaremos la inteligencia artificial con cinta magnética. No habrá infestación.

Seguimos en la parte 0c. Porque terminé y volví hacia atrás. Del apartado uno y ahora apartado cero. Pero no quiero que se superponga. Celsio, llega Cúbit, llega el momento álgido de la narrativa, esta novela tiene ese instante mágico donde entronca la actualidad con la trascendencia. Encontrar a una presidenta de España, volver a la Sonda Voyager, oro y canciones de Chuck Berry. Es todo tan de finales de los setenta, tan del Libro Gordo de Petete, tanto de Esperanto. La Agencia Aeroespacial Española (pienso en el ministro Urtasun descolonizando el espacio, antes de ser conquistado, siendo prudente, políticamente correcto frente a los xenomorfos y los terminators). Ser un izquierdista de larga trayectoria cada vez menos utópico. ¿Cuestiones de justicia social más importantes? Vicente se atreve. Y la sonda, la sonda con Láser-Disc, hay que impedir que esa abominación reductora de la diversidad con lo humano provoque una respuesta o una reacción errónea para nuestros amigos de UVE, lagartos, venimos en son de paz.

Estamos frente a Última Thule, literatura, trama, como siempre, el profesor y los alumnos. Nos hace dudar. ¿Y si Ibris escribiera esa novela? ¿Y si la novela que leemos la ha escrito Ibris? Y, de pronto, la falsa bandera hace su aparición. Nos hace pensar, la novela, que en el futuro solo serían necesarios un puñado de páginas manuscritas para derrotar a la I.A. Gran Relato de la Aparición vs. Derrota. Una Cinta de Moebius, la novela dentro de la novela, la novela como un personaje más de la propia historia. Una de esas historias que se quedan en la Biblioteca de los Libros Imposibles de Jorge Luis Borges. Los mejores, los soñados, los empezados. Y luego Rosa, como un icono, como un tótem, la rebeldía de este libro de máquinas, Rosa desbrozadora de cables.

Imagino las levísimas variaciones de grados Celsius (que podrían ser centígrados, al final es una cuestión de referencia, de origen de coordenadas) como método morse llevado al extremo. Imagino volver a explicar el problema de la medida a mis alumnos, entre un termómetro de sobaco y otro industrial, uno de precisión y otro callejero, de los que se estropean en los días de canícula. Entre medio, el calentamiento de la pantalla, la idea del ordenador zombi, el hijo con anginas, el gasto energético, millones de datos humanos acumulados en cajas, en cubos, en usb… la noticia que salta durante la lectura de este libro, cuando los alumnos escapan en los recreos del instituto para vender la información de su iris a una multinacional. Prohibir, decir sí a todo, quién quiere, aceptar y seguir navegando, galletas que no engordan, las masas entregan sus valiosos textos para ser reelaborados. Como un puzzle universal, angosto y previsible. Como fabricar supermáquinas a partir de pequeños componentes. Tecnofacturadas, piezas de aviones, de muñecos de colección, imitaciones de consolas analógicas, de revisiones miniaturizadas. Nunca mayor que un remolque. Mira cómo acumulan el pedido desde China en una sola bolsa, cómo al abrirlo parece recuerda el vuelo de una bacteria nueva y desconocida. Como una explosión de nanorobots autorreplicantes directos a la nariz. Trozos mínimos, encaje de bolillos, una versión del Tetris para logística avanzada, una ranchera, sigue siendo el REY: terminar en Bucarest (ahorrarse los vigilantes nocturnos, nadie va a salir a la calle con tantos vampiros). Un sistema automatizado. Los conductores no sabían nada, no conocían lo que estaba sucediendo.

Me recuerda a la escena (y perdón por el guiño fácil) de la serie para televisión de los setenta, la de Salem´s Lot, cuando dos colegas recogen el ataúd del vampiro y lo llevan hasta la casa. No pueden transportar nada que tenga que ver con inteligencia artificial y vampirismo si se hace sobre agua: todo por tierra o aire. ¿Es Cúbit una novela sobre logística? No habías dicho que se trataba de una historia de padres e hijos, lo había dicho, sí, cualquiera se puede equivocar. Lo mejor, una vez que has hecho un porte, es no mirar qué hay en el interior del hangar. Sea cual sea la situación. Porque las máquinas (y los vampiros) no necesitan luz y en la penumbra se ahorra energía. Y parte de esa energía se podría utilizar para construir y/o reformar el hangar o el almacén o los guardamuebles de las series americanas que aparecen en los más profundos de los canales de la televisión en abierto. Desde dentro, se crece aritméticamente. En el móvil queda el OK de la entrega. No hay mano que dé la mano a otra mano. Tres manos cuando solo hay una y un ítem. El ítem digital, de la empresa digital, de la artificial base binaria.

Porque las máquinas no vencerán al opositor de matemáticas. Porque el opositor de matemáticas sabe calcular si un número es divisible entre siete expresados en base 13. No estás muy seguro de si importa, Vicente, pero quizá sí, quizá sí que lo sospeches. Leíste a Von Daniken. Leíste a Ripley, la teniente, no Dennis Hopper o Alain Delon. Ripley, la teniente, del Nostromo. Con aquellos hombres sintéticos, con su sangre blanca, con sus juegos de cuchillos. Seguro que pensaste un poco en ellos, me quito las gafas, te miro fijamente, niégamelo. Tiempos de cajas de frutas en la puerta de las casas. Con el nombre de los destinatarios. Su DNI debajo. Entrega premium. No hace falta contacto humano. No había nadie en casa. El paquete no aparece. A dónde van esos regalos. Tú lo firmaste. Yo no lo firmé. Quién lo firmó.

Estamos jugando con la Navaja de Ockham. Es la parte cinco. Burlar el análisis informático. Digamos que puede pasar el Test de Turing. Digamos que es dura y que cierra, que es listo, que es tan listo que es capaz de hacerse pasar por tonto. ¿Quién está detrás de lo que leemos en este tiempo de pantallas? ¿Estás tú, Vicente? ¿Vicente, eres de verdad? ¿Sigues escribiendo el libro? No este. No este libro. Ya sabes a qué me refiero. Estuve en el neocaos de mi ciudad. Se extendía, era como falange, el enemigo de Excalibur. Espero que sepas quién era la Alianza Falange.

«Cúbit. Archinarrador. Suprausurario. Programador de Ibris. Uso del inconsciente colectivo para leer. Para leer y escribir. Empezar a dudar de los métodos no orgánicos para la introducción de información en nuestro interior. NADIA B. Autoficción. ¿Qué más autoficción que escribir una reseña en vez de una novela? Y decirlo en alto. Alcio, luchadores, el autor es el mismo del informe. El autor es Vicente Luis Mora. O Julio Iglesias. O Pablo Motos. O el ALEPH enamorado. Ya nos ha puesto sobre la pista usando la Navaja de Ockam. Y si el autor soy yo. El autor soy Octavio Gómez Milián, que al final soy el que está escribiendo esto».

Marco variables, cifras, combinaciones. Odio la combinatoria. Dataísta que crea una vida, crea trajes a medida, borra lo que no se puede escribir: así que solo quedan fallos que hagan más coherente el BIG DATA. Diseño de la nada, como esos MOC de imitación de Lego. Como esas construcciones de diseños que no existen: alimentas al programa con una foto y unas vistas y te devuelve las piezas exactas de Lego que necesitas para construir el vehículo con el que los marines descendían sobre la colonia en Aliens, el regreso. Diseño de una nave, plástico y arcillas, nada de los metales y la pez de Julio Verne y su imaginería pre-Steam Punk. Hay tierra bajo mis pies, absenta. Sobreabundancia de tierra en la nave. Presencia que altera la sensibilidad del tripulante, no habituado al terruño, que prefiere la imitación, el conglomerado, el polímero. Lo aséptico de todo eso. La tierra es vida, la vida es algo descompensado, la entropía es destrucción, pero también el espacio es ausencia de todo ello, de entropía y destrucción. Si es infinito y se expande continuamente, cómo puede llevarnos a la muerte. Tomaré un orfidal para poder seguir. El Universo que no termina, la serpiente que ingiere un cervatillo, el piloto que se pierde en el desierto, la arena de la playa como metáfora del cuerpo de los reales. (Acabará, devorará, muelle, dentro): La medición del tiempo hace que todo eso no me preocupe.

¿Qué será lo siguiente? La máquina orgánica de escritura automática, el contacto eléctrico con los espíritus, con los restos de código de programa que queda sin compilar en las esquinas de la red, a principios de siglo (es más fácil quitarlo que encontrar el error), escribir sobre la tierra no es lo mismo que escribir sobre la Tierra, una es posición, la otra temática. Zona de mínima alteración geológica que serán así, la penúltima iteración en busca de superar la vida útil del papel: de lo más rápido, del estómago de la oveja, la tablilla, la arcilla, el papiro, el disco de 5 y ¼ , el más compacto de 3 y ½, el USB, el disco duro externo y, finalmente NUBE/CLOUD. Mandarte a ti mismo un correo electrónico con un word de tu última novela con copia a tu madre. Tendríamos que realizar un doble blanco o, al menos, que la novela contenida en el soporte fuera la misma. Tú sabes bien, Vicente, que hay libros más tóxicos que otros.

Me pregunto si Irene Vallejo está preparada para esta gran aventura que le puede ocupar la mitad de su vida. Una carta a mano. Una ópera. La expresión última de la atención, del amor, de las tristezas es la carta manuscrita. No digas que ya no lo recuerdas, es posible que nunca lo utilizaras. En la cuartilla hay restos de proyectos, ADN y ARN, sentirse infinitamente mejor por el esfuerzo realizado. En Cúbit actúa el grupo único, una manera como otra cualquiera de referirse al individuo.

 

En aquella epilepsia hay un reguero, un recuerdo de Egas Moniz y Monos como Becky. Y la canción de Polanski y el ardor (y la versión que hizo El niño gusano), “Las venas de mi amigo están ardiendo”. Un pentium, pentium como medida olvidada, arrobas de pentium, aquellas respuestas que se obtenían en un organismo muerto cuando se estimulaban ciertas partes expuestas del cerebro: ¿si a la persona adecuada se le estimula el cerebro? Sus visiones serán de futuros posibles, cuánto habrá de realidad si lo que hacemos es tratar de que las visiones se conviertan en realidad. No tanto las soluciones previas como las soluciones son las que nos librarán.

En aquella asignatura de Matemática Discreta, en el verano de 2015, estudiando combinatoria, los grafos, el comienzo, el verdadero comienzo de la Inteligencia Artificial. A vosotros, lectores, os lo han dado todo hecho, yo tuve que acudir hasta los puentes de Konigsberg y saber que el aumento del dolor, la adicción al tramadol, todo se solucionaría cuando profundizas en lo esotérico del campo de los reales, casi como el primer rasguño al montar piezas del TENTE. Es matemática de los ángeles frente a la ingeniería de Noé. Los criterios de divisibilidad de los que hablaba antes, en base 13, la última parte módulo, mod, los restos, el crecimiento de las redes neuronales, qué os pasa a todos, ahora me queréis explicar la historia de las matemáticas y de la física, viendo los bongos de Richard Feynman, el destructor de mundos, Maniac, la teoría divina y mi admirado Agustín Fernández-Mallo buscando a Fernando Alfaro en una gasolinera de Albacete para conseguir que regrese. Agustín que vuelve a los pezones y el Tractatus. O Rodrigo Fresán, inabarcable, apasionante, apasionado, Wittgenstein, inalcanzable, me tiene atado, bien atado.

Tres cuerpos, Lucybell haciendo un cover de Soda Stéreo, las tres especies, el salto entre Neanderthal y Sapiens. La especie intermedia, la especie perdida. Y la que habrá entre nosotros y los seres sintéticos alimentados por la IA. OJO, TE LO ADVIERTO, OCTAVIO, SI NOMBRAS TERMINATOR TE DEJO DE HABLAR AHORA MISMO. ¿y las secuelas, las que obvian la continuidad? Son poderosas, son nutricias. Dime algo nuevo, te hablo de tejidos sintéticos (cubren el rostro de los marines espaciales cuando los baña el ácido en Alien). Pienso en la sangre del alien y la sangre de los sintéticos, blanca como la leche. Pienso, claro, en las teorías que aseguran que el universo de Blade Runner y el de Alien están conectados (como el de Freddy y Jason). ¿Está tu mundo y el mío conectados, es el mismo Universo, Vicente? Pienso en las granjas asiáticas donde no solo se hace minería de criptomonedas, donde también se busca, en lo más profundo de Bangladés, el gran suministro de armas y riquezas para jugar al LOL o al WOW.

Sabíamos que la primera dificultad tecnológica de los holocines podían ser los sentidos menos amables, el olor, el hedor, pero también el sexo: tiempo que te cuesta encontrar una aplicación pornográfica a cualquier avance científico, incluyendo el tiempo medio en el que consigues dibujar un falo en un mundo abierto, en un sandbox, en un videojuego… mi padre tiene un cuerpo extraño dentro de él, un desfibrilador, ahora pelea con el rechazo, con la posibilidad de ser considerado un cyborg.

Todas las criaturas Cúbit se han construido con formas organoides que facilitan su ocultación en el entorno. Hablan, digo hablan porque no es el lugar ni el momento, de la estructura básica de la vida, de la anatomía más bien, del número de brazos potenciales que cualquier especie inteligente debe poseer, de la simetría, ojos, caparazón y corazones. De que los gigantes se derrumban por su propio peso y que el miniaturismo es un concepto bello, pero de poca aplicación a menos que se conjuren el número suficiente de nanorganismos como para conseguir una estructura de pensamiento realmente efectiva.

Piensa en la serie El silo, en la valentía de la belleza frente a la sapiencia, piensa en el último libro de George Saunders y en sus anteriores obras, su obsesión por los Parques de Atracciones temáticos, desde Guerracivilandia pasando por la imitación de los círculos infernales. Maravilloso. Piensa en el azar frente al arco de los pares posibles, cómo el continuo pone en marcha sus gases y energías: escapar de los libros sin confesar ninguna adhesión. Es divino el cientifismo del tiempo: ¿hasta dónde puede llegar la tecnología? Entre lo divino (la religión) y el cientifismo (adelantos a velocidad menor), nadie puede saber cuándo se producirá el salto cualitativo. Y, de todos modos, ¿hasta dónde puede llegar la tecnología? Nunca será suficiente, y lo sabes, mientras no nos asegure la inmortalidad o, al menos, conservar los recuerdos de esta vida.

Por eso salimos al espacio, pero nunca llegaremos, lo dejo por escrito Jorge Luis Borges en el Libro de la Arena, cuantificar los granos de arena, el compendio de los reales, antes de salir por la puerta hay que recorrer la mitad del pasillo y, antes, la mitad de la mitad, y antes la mitad de la mitad de la mitad del pasillo. En las hojas del libro, escondido en lo más profundo de la Biblioteca de Buenos Aires, como el Arca de la Alianza en el final de Indiana Jones.

Llegamos al final, Vicente, el sistema cosmológico ha aceptado la caducidad de las formas: se resisten a la extinción, sean hombres, máquinas inteligentes o especies derivadas de la nuestra. ¿Lo planteas, Vicente, aún en el contexto literal de un mundo creado? ¿Qué humano entre todos los humanos de hoy, de siempre, resistirá a un intento más? Inteligencia de la IA, esta vez sí que saldrá bien, seguro. Olvidarlo, prohibirlo, todas las narrativas sabemos que abocan a la misma pregunta: ¿y si las máquinas fueran, en realidad, envidados por los Primigenios? Los que estaban antes, los que duermen en un sueño bajo el mar… sería coherente con tu relato. Desde que se han liberado los derechos de Lovecraft, asoman como Hongos de Yuggoth, y, al final, todo proceso de invasión comienza a través de los sueños, del contacto: material, onda/corpúsculo. Empiezo a pensar que De Broglie tenía un ejemplar del Necronomicón. Solo es cuestión de una descarga eléctrica.

Final del submarino, la estupidez del encierro, la muerte dulce del monóxido de carbono en el garaje, una planta en tu habitación te da vida con el sol y te ahoga de noche. Marcho para volver. ¿Para qué una terraformación más allá de las estrellas, cuando, la que de verdad la necesita, es la propia Tierra?

Si quieres leer sobre el anterior libro de Vicente Luis Mora, aquí.

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