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Algunas palabras sobre Cúbit de Vicente Luis Mora (Galaxia Gutenberg, 2024)

Historias 16, Vicente Luis Mora (revisión 0a) presenta Cúbit, editado por Galaxia Gutenberg. Un libro, Cúbit, exigente, como una radio sin sintonizar, que mezcla la belleza de las voces, perfecto, con el encuentro del ajeno, la estructura social (sentimientos vs lenguaje). Para adelantados en el tiempo, lustros y décadas, que queremos ser partícipes de muchos restos, símbolos que no son más que lo que queda al despejar una incógnita. Encontramos permanencia en los libros, en los periódicos, en los alimentos… huimos del pavor de lo intangible. Antes de empezar voy a volver a la distopía más profunda de Chile. La encontré por casualidad. No es Zona Cero de Gilberto Villarrol ni es la película de Netflix con Pinochet vampiro, “El conde” de Pablo Larraín. Hay que ir más hasta el fondo, hacia Santiago, casi más allá que la versión de The Office con acento de chileno, más allá de Gustavo Cerati escribiendo y grabando las demos de Amor amarillo, enamorado de Cecilia Amenábar, esperando el nacimiento de su primer hijo. Es una novela dramática, una radio digital que pelea con una analógica. Un problema sencillo de oposición para profesor de secundaria. En qué base quieres vivir, ¿volver al 10? Qué aburrido, estamos tan cerca del final que, en realidad parece un comienzo. Diez dedos de las manos, diez de los pies, ¿base 20?.

Vamos al siguiente paso, Vicente, porque ya todo el mundo ha cantado las excelencias de tu libro. Yo, ya lo digo aquí, me ha encantado. Pero, lo sabes, me gusta ir más allá, me gusta estar cerca, continuar, buscar, sentirme parte. Así que escribo sobre Cybersyn, «sinergia cibernética» (del inglés Cybernetic Synergy), o Synco. Synco, la primera internet desarrollada en el Chile de los setenta, con palancas y teclados duros, tarjetas perforadas. Sé que sabes de qué estoy hablando. Sé que es parte de Cúbit aunque no se nombre en ningún momento en tu novela. Y todavía hay más, lo sabes, es 2010 y el director Nicolás López presenta el teaser de una película basada en la novela de Jorge Baradit. El 11 de septiembre de 1973 Pinochet defiende La Casa de la Moneda del ataque de los militares para mantener en el poder a Allende. Aquí la portada del día después.

«Es como esos vídeos de Youtube, en los que la I.A realiza tráileres de los cincuenta, sesenta, setenta, de las grandes películas de éxito. Podría ser lo anterior una manera de elaborar Cúbit por una I.A ambientado en los setenta. ¿Cuándo empiezas a hablar de mi libro, Octavio? Ahora, ahora mismo, lo prometo».

Alcio es gordo e inteligente. Cúbit y Nadia. Tania y los Itrios. Y si nos han engañador y Cúbit es una novela sobre padres e hijos, sobre la relación paterno-filial. Y si los Itrios son hijos de los Sapiens y las I.A hijas de los hombres. Estuve en Atapuerca cuando mi hijo estaba en el vientre de su madre, estuve en Altamira con mi padre recién salido de una operación, mi hijo, agotado, lo sostuve para que viera la imitación de la cueva. Cúbit, con su español práctico, anglosajón, robótico, un español en sistema binario, de base 12. Siempre está la duda, el diez o el doce. Con el diez están las manos y los pies de nuestra parte, pero tiene pocos divisores, el doce nos ofrece el dos, el tres, el cuatro, el seis… sero, sere, todoe es presente, sin irregularidades. Pero, creo que Vicente lo sabe, de esas pequeñas máculas se consigue la humanidad, no hay que ver más que los personajes sintéticos de las películas de los ochenta. Hasta un androide puede llorar, como la Visión (y la Bruja Escarlata). Todo es presente, el pasado se olvida y el futuro lo estamos definiendo. Me doy cuenta de que la narrativa temporal de Vicente Luis Mora en Cúbit sigue la estructura de construcción del cuerpo de los números reales, a partir de la convergencia de sucesiones, a través de las Cortaduras de Dedekind.

Un momento, el del “Cero absoluto” (Cero en conducta, cero en gimnasia, como cantaba Antonio Luque), cuando se produce la detención molecular y atómica, cuando no hay muerte, pero tampoco vida porque cualquier función está parada. Una recta que te dice dónde la puedes encontrar exactamente, allí donde los superconductores reducen la gran falla de la transmisión eléctrica, la energía libre y eficiente la puedes encontrar cuando ya no queda nada, cuando, directamente, no puedes realizar ninguna actividad. Universalidad y criogenia atrapada por principios básicos de entropía, la señal de STOP que puso DIOS o los Ingenieros como aviso.

Ibris vs. Cúbit, la posibilidad de un millón de neuronas, de las potencias de diez elevadas a cifras que capaces imponerse a los campos eléctricos que definen el ser humano. Cuestión de números, de estructurar en serie o en paralelo, como las resistencias de los problemas de física que hacíamos en BUP. Itrios sin consciencia propia, son todos emisarios, frente al control de la Reina Madre, los aliens contra los que peleaba Ripley, los droides de la Federación de Comercio, panal, entomología Deux Ex Machina para salvar la narrativa de la mala ciencia ficción setentera. ¿Aquí dudas, Octavio? Un poco. Es una estructura social fallida, lastrada, se ha demostrado en los libros de sociología ucrónica, distópica, anticipativa, que la colmena no mola. ¿Has escrito que “no mola”? Sí, lo individual es la mejor garantía de la supervivencia.

Me fascina, como siempre, momentos de Vicente Luis Mora, me deja KO, la escritura y la reescritura en tiempo real, por estilo y por presión mediática, esa sería la última, la penúltima frontera. Entonces, Ibris funciona bien en red, pero Itrios tiene que separarla y aislarla. En la página 43 vuelve la entropía (nunca se marcha, es una cuestión de definición) para general canales de afección, entrelazamientos cuánticos, pero temo que también se aburrió.

Vicente Luis Mora 0b. Los líderes falsos son los mejores. Se pueden permitir errores y deserciones. El Mago de Oz cibernético, el enemigo perfecto, contra él vivíamos mejor. Al final todo resulta ser una cuestión de tiempo, espacio y energía. Ibris como una escalada de la propia Internet. Una nube, una red, un theremin emocional, un campo magnético girando que genera corriente eléctrica. Pero al final, al final, tenemos que tener una gran casa/edificio/local donde depositar los servidores. Una caja negra, una entrada y una salida, un soporte físico. ¿Dónde está la música? ¿En los cables?

Homínidos de la cueva del Ciervo Rojo (Altamira) y Klarion (habitante de una comunidad subterránea conocida como Limbo Town, habitada por las brujas puritanas descendientes de la población perdida de Roanoke. Limbo Town se encuentra en realidad debajo del sistema de metro de la ciudad de Nueva York) de los Siete Soldados de la Victoria de Grant Morrison. El Yeti, el Sasquatch, los peludos y bellos, los atlantes, lemurianos, descendientes de Hyperbórea, rocas erosionadas que son, en realidad Land Art (espera que se lo cuente a mi mujer), estructuras jerárquicas verticales y horizontales.

 

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