Puy du Fou de Toledo, el parque temático del que los niños salen preguntando por ‘Fuenteovejuna’ y el ‘Cantar del mío Cid’

El Puy du Fou francés es verde y agua, el de Toledo es pardo y cielo, terrones abiertos, polvo y promesas. Paisajes y emociones diferentes, ni mejores ni peores. El galo, inaugurado hace más de cuarenta años, está en la flor de la vida, fuerte y orgulloso, un parque que para su disfrute requiere de varios días, tiene hoteles temáticos al pie, acumula premios y visitantes satisfechos que repiten. El castellano, que acumula cinco años de preparativos, es un niño que empieza a caminar; un pequeño saludable, divertido y prometedor, que tendrá que aprender de sus errores y de la experiencia de su hermano mayor, al tiempo que sigue creciendo.

Arrancó hace dos años con un espectáculo nocturno, un anticipo que ya han disfrutado más de 120.000 personas. Hace exactamente dos semanas abrió oficialmente sus puertas con cuatro espectáculos, los primeros que invitan a pasar allí el día. Y allí estuvimos, en familia, para conocerlos y contarlo, y con el bagaje que nos da haber disfrutado ya en cuatro ocasiones del Puy du Fou (pidifú) francés.

Ambos comparten el concepto de dar espectáculo, sin las clásicas atracciones de otros parques; igual que tienen el objetivo común de despertar el interés por la Historia de la región que ocupan. Un acercamiento poco académico, aunque haya académicos asesorando sus creaciones. Como bien apuntó en la inauguración el consejero delegado del parque español, Erwan de la Villéon, «no pretendemos acercar la Historia de una manera intelectual, sino de una manera emocionante. Nuestro mayor anhelo es que nuestros visitantes salgan de los espectáculos frotándose los ojos por haber soñado en vivo».

Con nosotros lo consiguieron sin duda alguna ya desde el primer espectáculo en el que entramo: La pluma y la espada. Se inspira en Lope de Vega y en su obra Fuenteovejuna para encandilarnos durante casi media hora con bailes, luchas de espada, piruetas, níveos caballos españoles y espectaculares cambios de escenario. Emulando con tino y bajo techo (en Toledo el sol puede apretar, y mucho) la fórmula perfeccionada en Francia, comparte el espíritu de aquellas películas de aventuras de la primera mitad del siglo pasado, como Robin de los bosques de Errol Flynn, El halcón y la flecha de Burt Lancaster o Scaramouche de Stewart Granger.Los adultos nos sentimos niños de nuevo al presenciarlo; los niños quedan atrapados en su vistosa sucesión de sorpresas. Nuestro favorito, sin duda, de las cuatro apuestas (todas ellas con una preparación de entre dos y tres años) con las que arranca esta nueva fase del parque.

Allende la mar oceána es un recorrido muy disfrutable, muy bien pensado y llevado a término (con un hermano mellizo de distinta temática en el Puy du Fou francés), que comienza con Cristóbal Colón consiguiendo el apoyo de la reina Isabel de Castilla y termina con la llegada a playas americanas. Conviene recorrerlo sin prisa, fijándose bien en todos los detalles, porque están cuidados al extremo; escuchando atentos los audios que narran el viaje de exploración y atendiendo al trabajo de los actores que iremos encontrando durante nuestro paseo por la Historia. Dos veces estuvimos, y en cada uno de los recorridos descubrimos nuevos elementos. En la segunda visita nos encontramos con trabajadores del parque metiendo prisa a los visitantes. No deberían, por mucho que quieran aligerar las colas y la afluencia de personas y aunque lo hagan con sonrisa y educación, porque caminarlo apresurado reduce el disfrute.

El último cantar, también techado y basado en las andanzas de El cantar del mío Cid, es otra experiencia única que a nosotros tal vez nos impactó algo menos porque, tras visitar el parque francés, nos perdimos el factor sorpresa de su impresionante escenario giratorio; tal vez también influyó que en la puesta en escena se podrían restar paseos de los actores protagonistas (Jimena hace kilómetros con cada día de función) y a añadir algo más de miga a la historia, a la que le falta un je ne sais pas. Me temo que cuando estás acostumbrado a tener siempre sobresalientes, el notable alto sabe a poco.

El último espectáculo, el único al aire libre por razones obvias, es Cetrería de Reyes. Probablemente el que menos sorprenda en general, pese al esfuerzo por crear una conversación entre dos mandatarios de la España enfrentada durante la reconquista. Un agradable rato con rapaces sobrevolándonos, de los más originales que se pueden presenciar y en el que el serpentario es, sin duda alguna, la estrella que más brilla. Estoy convencida de que irá mejorando con el tiempo y el entrenamiento de las aves.

¿Qué más para hacer en Puy du fou? Pues comer, por supuesto. Hay diferentes opciones y es posible alimentarse bien y también a precios razonables, aunque no en todos los establecimientos estos conceptos coinciden. Tenemos desde mesones en los que darse un festín de comida manchega a una jaima con comida árabe, pasando también por puestos con opciones veganas, vegetarianas y para celíacos (deliciosas las pastas sin gluten de la tienda de comida gourmet).

Podemos pasear por los talleres que hay en las zonas de tiendas y restauración en los que distintos artesanos nos muestran cómo trabajan el hierro, el esparto, la pluma o la cerámica.

Y conocer a los animales que alberga, especies ganaderas que merecen especial protección y que en el Puy du Fou quieren contribuir a salvaguardar.

¿Merece la pena la visita en familia al Puy du Fou de Toledo? Por supuesto. Es divertido, sorprende y además es, potencialmente, una experiencia educativa, una sacudida a la curiosidad. Os aseguro que puede aprovecharse para que nuestros niños, para que también los adultos, nos fijemos en nuestra Historia y nuestros clásicos. Con nuestra hija de doce años recién cumplidos estuvimos hablando, tras cada espectáculo, de quién era Lope de Vega, de lo que cuenta Fuenteovejuna, de todo lo que hay en el anónimo Cantar del mío Cid. Y si tuvimos esas conversaciones, fue porque ella nos preguntó según se bajó (figuradamente) el telón de cada una de las funciones.

Probablemente los niños pueden disfrutar del parque a partir de unos seis o siete años. Antes de esa edad, es poco probable que le saquen todo el partido. Las personas con discapacidad también cuentan con facilidades, para moverse, para ver los espectáculos desde sitios preferentes y para no tener que hacer colas. De hecho, que los impulsores del Puy de Fou tienen a las personas con especiales dificultades presentes se evidenció el día de la inauguración, porque el encargado de abrir las puertas, el invitado de honor, fue Carlos, un niño en silla de ruedas.

Una  sugerencia para los dueños del parque relacionada con el público infantil sería incluir zonas de juegos tematizadas cercanas a los lugares de cola. Esperar pudiendo correr, trepar y saltar facilitará las esperas tanto a pequeños como a mayores. Imagino que entra en sus planes, porque el parque francés las tiene. Igual que otras ofertas de entretenimiento para los niños como laberintos inspirados en cuentos clásicos o teatros de guiñoles.

Nosotros volveremos, probablemente acompañados de otras familias amigas con niños. Dado que tenemos el parque a menos de una hora de Madrid, probablemente dedicaremos un día a la visita diurna, viendo dos de los espectáculos por la mañana y los otros dos tras la comida (importantísimo al entrar estudiar bien los horarios antes de nada para planificar la jornada). Y otro día iremos al espectáculo nocturno. Si nos pillara más lejos lo haríamos todo en una única visita, pero planteado así puede acabar siendo agotador, sobre todo para los más pequeños.

Las entradas permiten hacer esa visita dividida, ya que se venden por separado: 27 euros la diurna y 24 euros el nocturno El Sueño de Toledo (del que ya os habló con todo lujo de detalles mi compañero David Yagüe en su blog sobre libros e Historia). A mi parecer merece además la pena pagar por el pase que permite ahorrarse las colas, que son doce euros más. Sobre todo si la visita se produce en esos días tórridos castellanos que todos sabemos que experimentará en cantidad abundante el parque.

Ese, el calor, va a ser el mayor reto del Puy du fou de Toledo. En Toledo hace mucho, muchísimo calor, durante gran parte de los meses que el parque estará abierto. Recomiendo desde ya a los visitantes procurar visitarlo los días que el sol no apriete y aplaste. Y si la cosa está caliente, ir bien surtidos de agua y gorras o paraguas que les puedan ayudar a tener sombra en las colas. Si no cambian las cosas, quitando el interior de los tres espectáculos techados, tiendas y restaurantes, apenas hay dónde huir del sol. La vegetación plantada aún no ha crecido (Filomena tampoco ayudó) y en cualquier caso no tiene pinta de que vaya a ser de la que da ningún cobijo. Espero que los gestores del parque se planteen buscar alguna forma de procurar sombra a los visitantes e incluso sistemas de agua vaporizada para refrescarse.

El otro enemigo, la pandemia causada por la covid-19 que les ha obligado a realizar un inversión importante en sistemas de renovación de aire, limitar aforos al 30% y trabajar en evitar aglomeraciones, acabará pasando. Además de imponer cierres perimetrales que obliga a esperar a que las cosas mejores para muchos visitantes de otras Comunidades Autónomas. Al menos eso de que la situación pandémica mejore en un plazo razonable esperamos todos. Lo cierto es que se puede visitar el parque de manera segura. El aforo está limitado, tanto el de acceso general al parque como a los espectáculos. Y gran parte de la visita transcurre al aire libre, dónde abundan los geles hidroalcólicos y el mantener la distancia con los no convivientes es algo que compete a la responsabilidad individual.

Cuando hace siete años visitamos por vez primera el Puy du Fou francés y salimos maravillados tras pasar allí dos días que nos supieron a poco, recuerdo que fantaseábamos con lo estupendo que sería contar con algo así en España. La especulación tenía sentido, porque tuve la oportunidad de hablar brevemente con Nicolas de Villiers, entonces director artístico del parque, que me estuvo confirmando la expansión de este concepto de parque temático por Holanda, Inglaterra y Rusia y su probable desembarco también en el sur de España, siempre adaptándolo a la historia local.

Al confirmarse hace cuatro años que el proyecto y que su ubicación sería en Toledo, todos los que en mi familia hemos estado en el parque francés recibimos la noticia como un niño la mañana de Reyes. Este año, al fin, pese a la pandemia, pese a todo, por fin pisamos el despertar de aquello con lo que soñamos. Puy du Fou puede crecer, convertirse en un lugar mucho más grande, tan lleno de espectáculos inspirados en la Historia que tres días no basten para verlos todos y que active la economía y la vida de la zona en la que se encuentra. Para lograrlo, para crecer, necesita nuestro apoyo. Yo creo, sinceramente, que lo merece.

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