«Los campamentos, mayoritariamente, no están preparados para tener niños con discapacidad»

Mi hijo, que tiene autismo y está severamente afectado, va a un campamento urbano durante todo el mes de julio. El mismo desde hace muchos años, organizado por el equipo de ocio y respiro familiar del colegio especial, especializado en niños con TEA, al que acudía hasta hace cuatro años.

Está allí de 8 de la mañana a 16 de la tarde, va a la piscina, y es feliz. No habla, pero lo sabemos porque cada año, cuando se ve por primera vez en la puerta, entra encantado. Y cada día se sucede de la misma manera. Para él es una fiesta.

Es un campamento al que solo van niños como él, gestionado por profesionales formados y empáticos. No es barato, en absoluto, pero no nos planteamos no llevarle. No solo porque para conciliar es inevitable (no podemos dejarles solo en casa o al cuidado de otras personas), también porque es beneficioso para él, que se ejercita y estimula, y porque le gusta.

Muchos niños como mi hijo, en mi entorno, acuden a campamentos similares. No todos. Otros se quedan en casa, con cuidadores o familiares. Algunos tienen localizados otros campamentos que también están especializados en personas con discapacidad, una mayoría prolongaciones del colegio. Conozco un caso en concreto, de una niña adolescente, que va a uno de una asociación en el que todos sus compañeros son adultos. No pasa nada, está bien atendida, feliz.

Campamentos más caros, para los que hay menos plazas, no necesariamente cerca de casa, especializados, en los que todos sus participantes tienen discapacidad.

El problema viene cuando una familia con un niño con discapacidad quiere que su hijo acuda a otro tipo de campamento, uno en el que esté incluido, al que tal vez vaya su hermano o su primo, que puede que responda a los intereses del niño.

Hay todo un universo de campamentos así en los que te la juegas, dependes de las personas con las que te encuentres, de los ratios que manejen, de la pura suerte.

Es un universo complejo al que nos asoma hoy mi compañera Lorena Gamarra con un reportaje que quiero recomendaros desde aquí: Niños con discapacidad en los campamentos de verano: «No te dejan ser, te dejan estar».

Ha hablado con niños, con familias, con expertos. La declaración que titula este post es de uno de ellos. No os lo perdáis.

Ya a principios de mes hablé de este mismo tema, porque se están sucediendo las noticias de niños con discapacidad que se encuentran con problemas en distintos tipos de campamento que trascienden a los medios.

Entonces os contaba que los niños con dificultades especiales, las que sean, tienen todo el derecho a integrarse en todo tipo de campamentos que les motiven o beneficien. Es algo que les puede beneficiar de muchas maneras. También es bueno para los demás niños, para que sean conscientes de la sociedad diversa en la que vivimos. Es una relación que puede ser muy enriquecedora para ambas partes, si los adultos la sabemos gestionar.

Necesitamos muchos más campamentos que apuesten por la inclusión, que abran sus puertas a otras realidades, que sean valientes y les dediquen plazas y recursos. Lo necesitamos imperiosamente y en muchos sentidos.

Pero un campamento jamás debería asumir la responsabilidad de atender a uno de estos niños si no tienen la seguridad de poder manejarlo bien. No es un reto que puedan tomarse a la ligera. Si no tienen la seguridad de poder hacerlo es mejor que lo expongan desde el primer momento.

No se puede ser valiente a secas, hay que serlo respaldado por la capacidad y el conocimiento. No se puede jugar a la prueba y el error con los niños.

Así, tal vez, evitemos un sufrimiento innecesario a muchos niños.

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