El placer de columpiarse

A mí, os confieso, aún me gusta columpiarme. La sensación de vaivén, de alcanzar aunque sea brevemente el cielo, obliga,aunque sea internamente, a la sonrisa.

Para mi hijo, con doce años recién cumplidos y autismo, el columpio es una de sus ocupaciones favoritas. De las pocas actividades que disfruta, junto con la piscina o escuchar música. El autismo va ligado con frecuencia a intereses restringidos.

En verano, los fines de semana, salimos prontito de casa, paseamos a nuestras perras hasta un parque que siempre está vacío y le observo ser feliz al vaivén un ratito.

Doce años recién cumplidos. Una edad que hace que con frecuencia ya no sea bien recibido en los columpios. Es un niño demasiado mayor, ocupando un entretenimiento infantil. Algunos parques incluso vetan su acceso por edad, por mucho que el columpio soporte de sobra su peso.

Por eso buscamos columpios solitarios. Pero a veces, paseando, encuentra en el camino un columpio vacío esperando para hacerle volar. ¿Cómo negárselo?

En breve será más difícil. Será un hombre. O casi un hombre. El placer de columpiarse será el mismo, pero su presencia en los parques infantiles será más complicada de gestionar.

Estoy convencida de que hay muchas personas como mi hijo. Hombres y mujeres con distinto tipo de discapacidad enamorados de esa sensación de volar.

Si alguna vez nos veis en un columpio, a mi adolescente dorado o a algún otro, no nos miréis mal, no juzguéis sin saber.

No siempre tienen que ser gamberros apropiándose de los rincones de juego infantiles.

2 comentarios

  1. Dice ser Begoña

    En nuestro barrio hay un chico de unos 25 años con autismo. Hace 7 años, cuando nació nuestro hijo, salía a columpiarse también a horas en las que no había niños en el parque, pero parece que poco a poco a la gente ha dejado de extrañarle ver a un chico tan mayor en el columpio, así es que baja a las horas a las que hay niños en el parque. Ya no se ven miradas extrañas.
    A veces, cuando los niños son pequeños se sorprenden porque se ríe muy alto mientras se columpia, pero no les da miedo ni rechazo.

    22 agosto 2018 | 09:11

  2. Dice ser Crecrec

    Yo de peque tenía un columpio en la puerta de una habitación, en casa de la abu que tenía los techos muy altos y no veas las velocidades que me pillaba y de lado para no chocar con la esquina de un armario. Ahora yo tengo mi propio columpio en casa en el pasillo: viga de acero encajada en agujeros que taladré. Ahí dejo la idea 🙂

    30 agosto 2018 | 02:21

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