Premios, castigos y amenazas

Hace poco leí una extensa entrevista que Belén Juan hizo a Carlos González en Ser Padres por la publicación de su nuevo libro. Por si no os suena, es un pediatra conocido por sus conocimientos y defensa de la lactancia materna que tiene también libros en los que habla de otros aspectos de la crianza siempre desde el respeto a los ritmos y necesidades del niño.

La entrevista es larga y os la recomiendo, pero he traído aquí únicamente dos preguntas y respuestas:

Desmontas la utilidad de los premios y los castigos en la educación de los niños. ¿Cuál es el plan B?

No hace falta plan B. No necesitamos un plan de incentivos o un código penal doméstico para controlar a nuestros hijos, lo mismo que no necesitamos premiar o castigar a nuestro marido o nuestra esposa. Las cosas, simplemente, se dicen.

Muchos educadores sustituyen la palabra “castigo” por la de “consecuencia”: no se trata tanto de castigar al niño como de que vea que sus actos tienen consecuencias. ¿Cómo lo ves?
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En muchas ocasiones, esas “consecuencias” no son más que un castigo con el nombre cambiado. “Como has sacado malas notas, castigado sin salir” o “como has sacado malas notas, tendrás que quedarte a estudiar y no podrás salir”.

Las verdaderas consecuencias serían dejar que juegue con el cuchillo y ya verá cómo se corta, o dejar que no estudie en todo el año y ya verá como repite curso. Pero eso es demasiado peligroso, no vamos a permitir que nuestro hijo sufra esas consecuencias, ¿verdad? Lo que queremos es prevenirlas, intervenir antes para que no se produzcan.

En otras ocasiones, son los padres los que deberían comprobar las consecuencias de sus actos. En vez de ponerle el abrigo a la fuerza aunque llore, en vez de reñirle mil veces para que se siente derecho, para que no se toque la nariz, para que no pise los charcos, para que no toque las paredes… deja que lo haga y que experimente las consecuencias de sus actos. ¡Oh, sorpresa, no hay ninguna consecuencia! ¿Pues a qué venía tanto escándalo?

Bueno, pues en un plano teórico estoy completamente de acuerdo con Carlos González. No me gustan los castigos ni los premios como estrategia educativa, creo que lo ideal es alabar los buenos comportamientos cuando se producen y reprender aquellos que no son apropiados, procurando explicar y dialogar siempre en función de la edad y capacidad de comprensión del niño. Siempre teniendo en cuenta que mi hijo no es mío para hacer con él lo que me dé la gana, que tiene su voz, sus gustos y su derecho a ser escuchado.

En un plano teórico decía, porque tengo que confesar que aunque no me gusten los premios, castigos y amenazas, a veces premio, castigo y amenazo a Julia.

Es una niña fácil de llevar, no es retadora, escucha y se suele poder dialogar con ella, pero aún así es una niña de seis años y a veces no atiende a razones, nos hace perder la paciencia porque no se comporta como creemos que es correcto o debería y acabamos tirando de amenazas, premios y castigos.

Poca cosa, también es verdad, pero lo hacemos.

Premios uso muy ocasionalmente, castigos tampoco hay muchos, amenazas sí que hay más y suelen funcionar porque Julia sabe que siempre cumplo lo que prometo, para bien y para mal.

Otra confesión: no me gusta la madre que soy cuando amenazo, castigo o premio. Puede ser que resulte efectivo, sí, pero no debería llegarse a eso.

Muchas veces aquello que tanto nos molesta tiene mas que ver con nuestra poca flexibilidad, con usos sociales que tampoco son vitales o con que los planes de los adultos no se cumplan como queríamos.

No deberían ser necesarios, y tengo la prueba en casa.

Con Jaime, que tiene ocho años y autismo, no hay premios, castigos y amenazas. No los hay porque no sirven de nada. No los entiende, son inútiles, no aprende con ellos. Y os aseguro que Julia es mucho más fácil de llevar que su hermano, que aún tiene a veces rabietas y puede ser impredecible. Con Jaime solo sirve que seamos flexibles, comprensivos, que le tratemos con cariños y nos anticipemos a sus necesidades, procurando no forzarle a hacer aquello que le disturba.

Si con un niño con discapacidad lo tenemos tan claro, vemos que somos nosotros los que debemos trabajar nuestra paciencia, nuestra capacidad de sobreponernos a la frustraciones, dar la importancia justa a según qué cosas y tener más cintura, con una niña inteligente, capaz de entender nuestros razonamientos y explicarse, no debería ser diferente. ¿No es cierto?

Obedecer por afán de agradar, por que confías en la persona que te está hablando, sobre todo porque comprendes el motivo que hay detrás. Así sí. Obedecer por miedo al castigo o por el deseo de una recompensa tiene mucho menos sentido.

Hacerlo por el miedo al castigo físico debería ser algo superado.

 

* foto: GTRES

4 comentarios

  1. Dice ser Cris

    No puedo estar más de acuerdo contigo. Aunque a veces, como madre, a mí también me salen de vez en cuando esas amenazas o castigos. Y tampoco me gusto con ese comportamiento porque soy plenamente consciente (incluso en el mismo momento) de que no llevan a ninguna parte, pero lidiar con las propias frustraciones y con la falta de paciencia de una misma es complicado, especialmente al final del día. Creo que lo importante es darse cuenta e intentar anticiparse a ello para no caer en el error y convertirlo en algo habitual.
    Procuro hablar y razonar todo lo que puedo con mis hijos (de 7 y 3 años), adecuándolo todo a su vocabulario y comprensión. Porque aunque creamos que no, ellos lo entienden todo y hay que dejarles meterse en los charcos para que tanto ellos como nosotros comprobemos las consecuencias.

    10 agosto 2015 | 12:40

  2. Dice ser Anny

    Nosotros en la vida tenemos consecuencias por nuestros actos ( si no trabajamos bien nos echan, si no ponemos gasolina no anda el coche, si no hacemos la compra no hay comida); por supuesto no hablo de pegar ni nada por el estilo, pero si los niños no tienen consecuencias por sus actos, cuando las tengan (porque a vida es asi) cómo se enfrentarán a ellas? No creo que haya que andar con amenazas, pero sí explicar lo que ocurrirá según sus actos. ellos deciden qué hacer y qué recibirán según su comportamiento.

    11 agosto 2015 | 09:53

  3. como siempre, nos gusta leerte. sabes a casa. honesta, como todo lo que hay del otro lado de la puerta de mi casa o la de cualquiera. creo que hasta esta generación de padres (aún), muchos hemos sido educado con premios y castigos… en todas sus variedades 🙁 (algunos casos horrorosos otros muy inofensivos) y eso trae como «consecuencia» no ir a fondo en ellos. A mi lo que mejor me define estos conceptos de premio y castigo es la religión. Tengo fe religiosa y fui educada en sus principios, hoy día no practico por encontrarme con muchas diferencias y una de ellas es eso de ser merecedor o no de lo-que-sea. Con lo que nuestra base es no hablar de premios y castigos… las palabras tienen una repercusión muy fuerte en las personas y estas están utilizadas socialmente de formas muy diversas, que nos gustan y que no, asi que fuera!
    Estamos absolutamente de acuerdo en eliminar los premios y los castigos (y nos encanta el sentido común de Carlos Gonzalez) e intentamos practicarlo cada día: el otro día, pleno verano a 32º, la peti quiso salir con pantalones y manga larga…. después de casi una hora de intentar convencerla, salimos asi y le dijimos «cuando tengas calor en la calle, entenderás por qué estamos insistiendo tanto mamá y papá ahora»… jajaja, al bolso manga corta y bañador! claro, la gente te mira con ojos de por-favor pero no nos importa. Asi con los zapatos que le hacen daño. O con sus bebés+complementos que quiere sacar… o la comida que no quiere comer en casa… o mil cosas que van sucediendo en las que si podemos hacerles comprender consecuencia. Incluso el no querer dormir! Claro, no es un trabajo de educación rápida, es más lenta que la tortuga… pero creemos que está aprendiendo, lo vemos! aclaración: para nosotros la consecuencia no se trata de «ahora no hay solución», siempre tenemos la solución en la manga cuando ella se da cuenta ya acepta que debía habernos escuchado porque teníamos razón, y por más que se repita la misma situación mil veces, esos momentos en los que reflexiona no tienen pérdida.
    Y respecto al premio. Nuestra base es «no quieres, te cuesta?» Fem algo: tu te esfuerzas por algo que a mi me gustaría y yo por algo que ti te gustaría, al final del día vemos cómo ha ido, y es sorprendente porque cuando no responde bien (muy poco habitual) lo admite y volvemos a dar oportunidad hasta que lo consigue al día siguiente!!! el secreto es: mi esfuerzo es a-mi-no-me-gusta-comprar…….. hoy puedo hacer un esfuerzo por comprar la muñeca que estaba en la lista de cosas que te gustan…… no sé si lo lograré… lo intento. Ya sabemos que esto también es una forma de premio, pero lo cierto es que nos gusta cómo se está desarrollando esa educación de esforzarse por algo que tenías en lista de espera sin basarla en la palabra premio sino en un trabajo familiar y conjunto. Obviamente, no sé uds. pero para nosotros no surgen más de una situación al mes asi o ni eso.
    Bue. Rollazo. Feliz domingo y gracias x estar ahi. Un beso!

    16 agosto 2015 | 10:54

  4. Dice ser ...

    no soy en absoluto seguidora de Carlos Álvarez, no entiendo que equipare castigos con consecuencias y que el criterio para educar sea dejar hacer a los críos lo que quieran ( me da igual que lo llames respetar sus tiempos o de cualquier otra forma guay), porque las cosas que hacemos o dejamos de hacer, nos guste o no, tienen consecuencias.
    Es evidente que lo mas adecuado es hablar y razonar, pero seamos realistas, cuando esa vía se ha agotado no hacer nada no ayuda en absoluto a nuestros hijos.
    Creo que nos estamos pasando por el otro lado, y la consecuencia es la sobreabundancia de niños absolutamente malcriados, pequeños tiranos acostumbrados a que su palabra es ley y no conciben que no se haga inmediatamente su santa voluntad.
    Cada uno es muy libre de criar a sus hijos según su criterio, pero conozco varios casos de niños criados por madres megafans de Carlos Álvarez y no me gusta nada el resultado.
    Nosotros somos unos padres razonables, escuchamos, conversamos, llegamos a acuerdos, pero llegado el caso hay cosas que no son negociables y ahí es donde desde mi punto de vista falla estrepitosamente la teoría de Carlos Álvarez, parte del supuesto de que los niños y adolescente responden de manera razonable y eso no es cierto, ni siquiera los adultos lo hacemos. Y ya que le gusta tanto comparar los comportamientos que tenemos con nuestros hijos con los que tenemos con otras personas adultas, no sé si el señor Álvarez se ha dado cuenta de que si yo no vengo a trabajar, porque no tengo ganas y que lo que me apetece es irme a la playa, mi jefe NO me va a pagar el sueldo y me va a despedir, lo que según su teoría hace que mi jefe no esté respetando mis tiempos y me está castigando.
    No sería mejor utilizar el sentido común en vez de seguir a ciegas las recomendaciones del gurú de turno?

    26 agosto 2015 | 10:46

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