Sigue el aterrizaje “suave” del crédito hipotecario en España, aunque se mantiene en niveles históricos por la evolución al alza del precio de la vivienda (ha subido un 150% desde 1995). Los últimos datos del Banco de España constatan que el volumen de dinero prestado para hipotecas en enero de este año creció un 19,3%, cinco puntos menos que hace un año y el ascenso más moderado desde 2003. La culpa la tienen la desaceleración del precio de la vivienda y el aumento de los tipos de interés. Pero los créditos al consumo parecen tomar el relevo con un importante aumento del 17%, también cinco puntos más que en 2006.
Ese incremento sostenido de los tipos de interés que modera el crecimiento de las hipotecas ha hecho que muchos bancos hayan empezado a restringir la concesión de créditos: exigen muchas más condiciones para prestar bastante menos dinero que unos meses atrás. La consigna es que hay que cerrar el grifo. Algunos hogares –entre el 10 y el 15% del total, según los analistas– empiezan a tener problemas para hacer frente a sus pagos y la previsión es que cada vez haya más. Los datos así lo avalan: los préstamos hipotecarios «dudosos» aumentaron en 2006 un 31,4%, según la Asociación Hipotecaria Española y el Banco de España. Una parte de este crecimiento de los créditos de difícil cobro está provocada por la explosión del mercado hipotecario –aumentó alrededor del 20% en un año– pero el resto se debe a la creciente morosidad provocada por el alza sostenida del euríbor.
Y las cosas no pueden más que ir a peor, porque el índice de referencia de la mayoría de nuestras hipotecas seguirá creciendo en los próximos meses. Con este panorama ya hay algunas entidades financieras que empiezan a recomendar a sus clientes que cambien del tipo de interés variable al fijo y parece que les están haciendo caso. Otras proponen fórmulas imaginativas como préstamos progresivos con cuotas más bajas al principio y que van creciendo con el paso del tiempo.
Pero lo más preocupante es que una proporción cada vez mayor de las deudas de las familias está en los llamados préstamos al consumo –para financiar la compra del coche, un viaje o incluso operaciones de cirugía estética– que tienen un índice de morosidad hasta cinco veces más elevado que los créditos hipotecarios. Las familias pagan primero la cuota de su hipoteca, porque se juegan la casa, y si les queda dinero la del coche o la de la tarjeta de crédito.
No es extraño que cada vez sean más los que recurran a las empresas de reunificación de crédito, un negocio que ha florecido sin control al calor de ese endeudamiento creciente y que rechaza someterse a la disciplina que regula el resto de las entidades financieras. No se entiende que si, como aseguran las propias compañías, se trata de una actividad tan cumplidora de sus compromisos con los usuarios y escrupulosa de la observancia de la ley, se opongan a ser controladas como el resto del mercado. Es cierto que ellas no prestan dinero, sólo seleccionan las mejores «ofertas» para sus clientes, pero éstos acaban pagando sus cuotas en función de ese asesoramiento.