LOS APUNTES DE ECONOMÍA PRÁCTICA Y FAMILIAR de Joan F. Domene

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Obscenidades bancarias

Con la que está cayendo, los dos principales bancos españoles han anunciado que cerraron 2008 con beneficios multimillonarios. En plena crisis galopante, el Santander ganó más de 8.000 millones de euros; el BBVA, más de 5.000. Lo cierto que sus beneficios bajan respecto al año anterior (faltaría más), pero siguen embolsándose una bonita cantidad de dinero a costa de nuestras comisiones y nuestras hipotecas.

Si los datos ya resultan indignantes para miles de autónomos o de pequeños y medianos empresarios, que en estos días no consiguen ni un pequeño crédito para poder mantener sus negocios, que ese anuncio coincida con la confirmación de que España está, efectivamente, en recesión (dos trimestres de crecimiento negativo) resulta indiscutiblemente obsceno.

En la Moncloa hace días que se temían ese momento porque, por mucho que Zapatero se esfuerce en intentar convencernos de que el Gobierno no «da» dinero a los bancos, sino que les «compra activos» y por tanto no es un «regalo», sino una inversión.

Son muy conscientes del impacto que esos beneficios de la banca provocan en los ciudadanos, pero especialmente en el tejido empresarial. Porque siguen ganando dinero pese al aumento de reservas que han destinado a prevenir la morosidad creciente o a fiascos atípicos como el caso Madoff.

Los comerciantes, los industriales y los autónomos escuchan mensajes gubernamentales, y de los propios bancos, sobre los supuestos ríos de crédito que fluyen por el sistema financiero español. Aquí una prueba:

Pero llegan a su oficina bancaria y, cuando piden un crédito mínimo para mantener su actividad todo son problemas y condiciones imposibles. Eso cuando no reciben directamente una rotunda negativa por respuesta.

¿Dónde están los créditos?

El sistema financiero mundial se hunde y los gobiernos han ido al rescate de su banca, comprando activos de buena calidad, para darles liquidez -o sea, para que tengan dinero en sus cuentas- y evitar el desastre que podría representar la parálisis total del sistema.

España no ha sido una excepción, pese a la supuesta solvencia a prueba de bombas de nuestras entidades financieras. La condición repetida hasta la saciedad por los responsables gubernamentales es que esa «ayuda» tiene como objetivo que el dinero que el Estado pone en manos de los bancos tiene que llegar a los ciudadanos y a las empresas, cosa que parece no está sucediendo.

El caso es especialmente grave en el caso de la pequeñas y medianas empresas que necesitan una cantidad mínima de dinero para mantener su actividad durante el tiempo que pasa entre que compran un bien o servicio y lo venden a sus clientes. ¿Cómo hacen frente a sus costes fijos (sueldos, gastos generales, impuestos,…) sin ese llamado «activo circulante»? Pues con mucha dificultad si no pueden disponer de crédito.

Y si las empresas no pueden hacer frente a la mecánica diaria del negocio el resultado más probable es el cierre y el aumento del paro. De ahí la insistencia por conseguir que bancos y cajas sean sensibles y hagan circular el dinero que les llega. El mismo presidente del BCE, Jean Claude Trichet, les amenazó ayer con no bajar más los tipos de interés si no se ponen a la tarea inmediatamente.

O sea, que esperamos que los 2.115 millones que adquirió el Gobierno en la primera subasta de compra de activos financieros, el 20 de noviembre pasasdo, empiecen a regar las cuentas de familias y empresas para engrasar la maquinaria económica y acelerar la salida de la crisis (o evitar que la que hay se haga más profunda). De todas formas, según los expertos, no parece que el resultado fuera demasiado positivo.

Por cierto, mañana se adjudicarán otros 7.885 millones (los 5.000 previstos más los 2.885 que sobraron en la primera subasta) que esperemos sirvan para algo más que maquillar las cuentas y que se traduzcan en una inyección de energía en la economía real.

Créditos con muy poco crédito

Si está pagando una hipoteca y uno o varios préstamos, quizá haya pensado en la posibilidad de reunificar esas deudas en un sólo crédito con una única cuota mensual que puede llegar a ser, según la publicidad de algunos intermediarios financieros especializados en este tipo de operaciones, la mitad de la cantidad total que paga ahora. La música suena bien, pero la letra pequeña es el problema.

El sector de la reunificación de deudas está bajo sospecha ante la proliferación indiscriminada de empresas –aunque se desconoce cuántas existen, se calcula que hay un centenar de marcas que operan en unas 8.000 oficinas– que escapan a los controles que existen para el resto del sector financiero. Lo han advertido el Defensor del Pueblo, el Ministerio de Economía, el Banco de España, la patronal hipotecaria y las organizaciones de consumidores.

Estas gestoras de crédito, intermediarias (brokers) entre entidades financieras y los clientes agobiados por la acumulación de préstamos, se han multiplicado al calor del excesivo endeudamiento familiar (que está en el 110% de la renta disponible) agravado por el aumento de los tipos de interés (el euríbor ha superado ya la barrera del 4% y no para de subir). Además, el 57% de las familias tiene problemas para llegar a final de mes y el 41% tiran de la tarjeta de crédito para conseguirlo con lo que España es un paraíso para este tipo de compañías. Especialmente si le añadimos la falta de controles previos de la administración pese a que de hecho actúan como un banco o una caja de ahorros.

La única salida para los clientes que se consideren agraviados es quejarse a las autoridades de Consumo si son engañados o les imponen cláusulas abusivas. Si recordamos que esta fue la semilla del mal que engendró la estafa de Afinsa y Forum Filatélico no se puede decir que tengamos motivos para estar tranquilos. Por cierto, que el Defensor del Pueblo le tiró ayer de las orejas al Gobierno por esta cuestión porque considera que la «inactividad» de los poderes públicos en su labor de control sobre «un problema que conocía» aumentó los efectos negativos de la actuación irregular de esas empresas. Y además cree que la falta de una regulación legal específica –como ocurre en el caso de las gestoras de crédito– les permitió actuar al margen del control de las autoridades financieras.

La regulación de esta actividad se ha hecho tan necesaria ante la magnitud de las deudas que manejan que ya se han dado los primeros pasos para establecer una normativa. De ella dependerá la tranquilidad económica de un buen número de familias y pequeñas empresas que ahora están en sus manos. Las primeras consecuencias, según las propias fuentes del sector, pueden ser la desaparición de más de la mitad de estas empresas especializadas en la reunificación de créditos.

Lo que debemos saber mientras llega esa norma que nos proteja es que juntar todos nuestros créditos en uno sólo puede encarecernos la deuda un 30% porque si conseguimos pagar menos cada mes es a costa de alargar los plazos y estar pagando más tiempo. Además no olvidemos que a la comisión que cobra el intermediario (alrededor de un 7%), hay que añadirle el coste de las cancelaciones de los créditos que teníamos y los impuestos. Los expertos recomiendan que intentemos negociar con nuestro propio banco unas condiciones más soportables para huir de los agobios de final de mes.