Horror y fascinación: 55 años de ‘Los pájaros’ de Hitchcock

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Un estilizado vestido de lana verde, chaqueta del mismo color y falda de tubo. Cinturón para resaltar la figura, zapatos de color claro, bolso a la última moda (la de inicios de los 60) y un lujoso collar de perlas. El que lucía Melanie Daniels (Tippi Hedren) es uno de los vestidos más glamurosos y preciosos del cine. Destacaba además la elegancia, sin estridencia, y la buena posición económica del personaje, hija de un magnate de la prensa, en Los pájaros (The Birds) de Hitchcock.

Con el modelito puesto, una creación de la gran Edith Head, Tippi Hedren se pasaba la mayor parte de la película. Le valía para todo, fuera consentido o imprevisto, para ir detrás del hombre del que se había encaprichado, el abogado Mitch Brenner (Rod Taylor), fiestas de cumpleaños o pasearse por las calles de Bodega Bay. Solo exhibía un vestido más, en las escenas iniciales en la pajarería de San Francisco, además de un simple pijama no exento de atractivo. La rubia Tippi Hedren y el citado conjunto verde eran una inmejorable muestra del encanto, más divino que humano, con el que las lujosas producciones de Hollywood intentaban seducir y ganarse el favor del público. Pero este es uno de los ejemplos en que el glamur no era solo superficial. La película tenía mucha más tela que cortar.

Los pájaros (The Birds, 1963

( ©Universal / Sony )

Llegó a los cines norteamericanos hace 55 años, el 29 de marzo de 1963 (y a nuestras pantallas en octubre). «En ‘Los pájaros’ lo que tratamos es de dar una visión sobre nuestra despreocupación por la naturaleza. Nadie se preocupa por los pájaros, hasta que un día, deciden vengarse. Los disparamos, los enjaulamos, nos lo comemos… Han sufrido por culpa de los humanos. Ahora les toca a ellos. Nuestro héroe se ve indefenso al tener que luchar contra un ejército entero. Tiene que hacer frente a un colectivo. Por eso la primera parte muestra nuestras frivolidades para mostrar el hecho de que damos muchas cosas por sentadas». Estas son palabras del mismo Hitchcock.

El apocalipsis originado por una de las clases de animales más bellos e inofensivos del planeta, y que son billones. Aunque su argumento, basado en un relato de Daphne Du Marier (al igual que Rebeca) es, digamos, «esencialmente una historia de amor», la de Melanie y Mitch; pero también la de la madre de este (Jessica Tandy) preocupada por si su hijo la abandona por una esposa; la de la maestra de la escuela (Suzanne Pleshette) que un día fue la amante de Mitch; o la hermana pequeña de Mitch, Cathy (Veronica Cartwright), «enamorada» de la pareja de periquitos (así lo quiso el doblaje español de la época, buscando una especie que fuera más reconocible para el público, cuando en realidad eran agapornis o «pájaros del amor») que le ha regalado Melanie.

Pero sobre todo es «una historia de amor»… para enamorarse del cine, del montaje que idearon George Tomasini y Hitch, de la efectividad de los espeluznantes graznidos y aleteos de pájaros y cuervos, también de los silencios, en una película sin banda sonora musical (aunque el compositor Bernard Herrmann fue, en esta ocasión, uno de los supervisores de sonido), de las atmosféricas y contundentes escenas de ataque de las aves (especialmente el de la escuela), o de una de las mejores fotografías de la historia del cine (obra de Robert Bucks, el director de fotografía predilecto de Hitch).

Los pájaros (The Birds, 1963

( ©Universal / Sony )

El particular humor negro (tirando a macabro) del cineasta británico le hacía disfrutar inquietando, desde la pantalla, al espectador. Ahora el mundo estaba al revés, con los humanos encerrados en sus jaulas (casas, bares o la cabina de teléfono en la que, en una escena, Melanie entra desesperada para realizar una llamada de ayuda).

También gozaba amedrentando detrás de las cámaras. En su debut en el cine, y como protagonista, Tippi lo pasó mal (por ejemplo, Hitch ordenó lanzarle pájaros vivos en el set, quizá por aquello de que sintiera mejor la sensación de terror que debía transmitir), o preso de su obsesión por rubias inalcanzables, le regaló a la hija de ella, la pequeña Melanie Griffith, un ataúd que guardaba en el interior una muñeca con la imagen de su madre. Al año siguiente, Tippi repetiría con el director en Marnie, la ladrona.

Y después llega otro terror, una vez finalizada la película (en la que Hitch decidió no incluir las habituales letras de «The End»), de los que se agarra al subconsciente. De la misma manera que uno no podía estar tranquilo duchándose después de ver la famosa escena de Psicosis, contemplar un dulce pajarillo posado en cables eléctricos o tejados deja de ser lo mismo. Se hace imposible mirarlos sin algo de recelo después de haber visto esta obra maestra.

3 comentarios

  1. Dice ser Sociólogo Astral

    Habia miles de pájaros sobre sus cabezas pero no les cagó ninguno. la magia de Hichcock.

    30 marzo 2018 | 10:34

  2. Dice ser Lola

    Hola, es una de las películas de Hitchcock que más me gusta, e inquieta. Aunque mi preferida sigue siendo Náufragos.
    Y hablando del vestido, Edith Head, tras esa apariencia tan monástica que tenía, sabía dar un toque elegante y sensual a cada una de sus creaciones.
    Saludos.

    30 marzo 2018 | 11:04

  3. Dice ser ja

    Buen artículo sobre una de las obras maestras de Hitchcock. Yo hace tiempo hice un artículo sobre esta película con curiosidades sobre ella. Lo dejo por aquí como información adicional del film.

    http://www.flipada.com/6-fascinantes-cosas-los-pajaros-alfred-hitchcock/

    31 marzo 2018 | 09:07

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