Entradas etiquetadas como ‘verano’

Un desayuno excepcional

(GTRES)

No hay mejor manera de celebrar un nuevo día que ofreciéndole al cuerpo un delicioso y nutritivo desayuno necesario para afrontar la jornada, después de una noche de ayuno.

Es real que mis desayunos son lentos y casi sagrados. Muchas veces me habéis preguntado en qué consisten mis comidas más tempranas, así que aquí está la respuesta.

PRIMERA OPCIÓN:

Base: preparad un antioxidante té verde y mezclarlo con un vaso (250 ml) de bebida vegetal de almendras, avellanas (mi favorita) o arroz, en un bol. Como veis, evito tomar leche.

A éste le añadís:

  • 100 gramos de frutos rojos (frambuesas, arándanos, moras)
  • 25/30 gramos de trigo sarraceno (si no eres celíaco, la avena también es una gran aliada)
  • 1 cucharadita de lino
  • 1 cucharadita de sésamo tostado (o crudo machacado) y chía
  • 1 cucharilla de pipas de girasol o calabaza
  • 1 cucharada de frutos secos crudos (nueces, almendras y avellanas)
  • 1 cucharilla de coco ecológico deshidratado
  • 1/2 cucharadita de cúrcuma y un pizca de pimienta (para asimilar la primera). Una maravilla como antioxidante, pero tened cuidado si estáis embarazadas o estáis dando el pecho.

Truco: si algún día tenéis prisa, podéis batirlo y tomarlo como si fuera una riquísima papilla.

SEGUNDA OPCIÓN:

Preparamos nuestra la base anterior y le echamos:

  • 100 gramos de manzana (con piel, si es ecológica) o 2 orejones de albaricoque
  • 25/30 gramos de quinoa, arroz integral o amaranto cocido
  • 1 cucharadita de lino
  • 1 cucharadita de sésamo tostado (o crudo machacado) y chía
  • 1 cucharilla de pipas de girasol o calabaza
  • 1 cucharada de nueces, almendras y avellanas crudas
  • una cucharilla de aceite de coco ecológico
  • 1/2 cucharadita de canela (regula los niveles de azúcar, sube las defensas, rejuvenece y aumenta la libido)

A qué esperáis para mimaros. Sed. Cada día.

(GTRES)

Avec tout mon amour,

AA

Septiembre y la Teoría de las 5P

adriana-sonrisa

Hace tiempo que confirmé mi “Teoría de las 5P” con la que demuestro que, tras el portazo de agosto, se van al garete el Peso, la Piel, los Pies, el Pelo y las Parejas.

No quiero ser aguafiestas, pero septiembre es cosa seria y los días largos nos dicen adiós con la manita triste desde la ventanilla de un autobús que se aleja demasiado decidido.

Atrás quedaron las playas diáfanas de los más afortunados del verano y también las de toda la vida de sombrillas, codazos y fiambreras. Con mirada glaciar, observo la calle que siempre me ha parecido que huele a escuela en estas fechas y me quito con agua fría y restregando con la toalla más áspera el recuerdo de la arena de playa.

  • PESO

No consigo descifrar por qué todos los veranos se multiplican como los panes y los peces los baches del cuerpo, si las calorías de una cosita tan pequeña como un brownie de chocolate no pueden ir a otro sitio que no sea al cielo.

De cualquier manera, si habéis decidido tomar cartas en el asunto, es menester comenzar septiembre ofreciendo nuestra sangre a esas sanguijuelas que son los enfermeros y dos dedos de tibia orina (algunos una litrona) para que nos confirmen que estamos dentro de los parámetros y no acumulamos asteriscos (léase con humor). Tan fácil como comprobar el aire de las ruedas del coche, pero un poco más doloroso si te toca el más torpe del hospital. No olvidemos mirar la vitamina D, siempre andamos escasos pese a habernos bebido el sol de todo julio y agosto o la tiroides, a la que a veces se le para la cuerda sin avisar o se pasa de frenada.

Respecto al gimnasio, los que nos conocen no confiarán en nuestra capacidad y voluntad de cambio, pero sólo por darles con la puerta en las narices merecerá la pena darse un paseo por ahí para engrasar bien las bisagras y, de paso, colgar alguna que otra foto en las redes sociales en la que nuestro cuerpo no parezca el de un cabaret en quiebra, aunque sepamos a ciencia cierta que somos unos topos perezosos a los que nos gusta que nos hagan el hoyo.

  • PIEL

Cuando al rascaros sentís que dejáis un rastro de confeti, hay que tomar cartas en el asunto. Es hora de dejar de repartir el ADN por la ciudad, como si fueran tarjetas de visita, y llenar el baño y nuestra mesilla del cuarto de karité, aceites, urea y regeneradores varios hasta resbalar.

  • PIES

Cortar las pieles sobrantes, “a viruta, por favor”, es preciso, así como embalsamarlos de mimos. Tanto andar con las sandalias de moda y asumir un rol hippie que olvidamos en los meses esquimales, son incalculables los estragos que se presentan en nuestros pequeños maceteros, los encargados de sostener nuestras esperanzas (y nuestro peso) hasta el siguiente verano. No descartéis usar plantillas para corregir la pisada.

  • PELO

El pelo es otro punto de partida a tener en cuenta, sobre todo en las rubias: lo que antes era oro, ahora es esmeralda, una joya a tener en cuenta para que en próximas inmersiones sepamos que el cloro de las maravillosas piscinas es veneno para nuestro cabello. Aunque os echéis mascarilla y un vaso de argán en el pelo, va a ser casi imposible no recortar puntas, un dedo, que en la jerga de los peluqueros es un antebrazo. Ojo cuidao.

  • PAREJAS

La convivencia hace mella en la salud conyugal y pasamos muchas horas ociosas chocando con nuestra media naranja. Lo que no mata hace más fuerte, pero aquí hay cadáveres a cascoporro.

 ¡Buena rentrée y ánimo, el verano ya casi es pan de ayer!

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Avec tout mon amour,

AA

 

 

 

Nebulizadores de agua en las terrazas de verano, el anticlímax

(EFE)

Cuando me citaron para comer en un restaurante al que soy asidua, no imaginaba que íbamos a sentarnos en la terraza precisamente el día que había sacado de la funda la plancha y había dejado mi cabello más liso que una peluca de plástico.

Valiente, con mis tacones convertidos en chanclas, me introduje en ese escenario amazónico que son las terrazas en las que hay nebulizadores de agua, al mismo tiempo que retiraba las gafas de mis ojos segundos antes de que el vaho ya no me dejara ver la carta, arrugada como los dedos de aquellos comensales.

Con semejantes chismes apuntándote como un ejército, una se siente hasta intimidada. Nadie debería estar en estas terrazas si no sabe nadar.

A mi lado, unas elegantísimas mujeres que hablaban un perfecto francés con sus camisas blancas, parecían sacadas de un concurso de Miss camiseta mojada, aunque yo sólo pensaba en cómo iba a mutar mi pelo en cosa de un cuarto de hora. Mientras, los aparatos escupían de manera intermitente a mis ojos, como sapos venenosos, poniendo a prueba mi rímel waterproof y la visibilidad de la mesa.

Un camarero se acercó para preguntar si deseábamos vino y pensé que las terrazas acuáticas -espero de agua limpia- son un chollo, ya que nunca terminas tu bebida.

Los sistemas de microclima de las terrazas en verano son milagrosos, no sólo son un oasis que ahuyenta el calor, sino que convierten el pan en chicle y las ensaladas hacen que parezcan recién lavadas, aunque acaben de escapar de su precinto.

Tras el entrante, mis bronquios ya eran branquias y mis cejas acumulaban un dedal de agua. A nadie parecía importarle que mi pelo fuera ya el de una afroamericana. Imaginé los pulmones de los fumadores de otras mesas encharcados por vapear agua, en lugar del humo de un cigarrillo, y me dispuse a rezar para que mi reloj fuera sumergible. Dónde habría dejado la garantía, maldita sea…

Guardé el móvil en mi bolso, antes de verme obligada a meterlo en arroz y hacerle el boca a boca. A mi alrededor, los demás no se inmutaban y yo me encontraba a esas horas del mediodía en mitad de una tormenta, sujetando la vela y agarrada al mástil de un barco.

Inmediatamente antes de que me hicieran el masaje cardíaco y el mosto y los aspersores salieran por mi boca, llegó el postre y con él el sol y las alegrías, porque uno de los camareros quitó las nubes con un botón.

Estos microclimas son el anticlímax.

Avec tout mon amour,

AA

Mis rincones favoritos de Mallorca

En la playa de Formentor.

En la playa de Formentor.

Había estado en Mallorca en un par de ocasiones, una de ellas cubriendo la Copa del Rey de Vela y la otra el caso Nóos con Urdangarin; sin embargo, no pude ver ni un pedacito de esta isla que me ha enamorado. Así que cuando por trabajo nuevamente fui a inaugurar la semana pasada el hotel NH Hesperia Villamil, de cinco estrellas, me prometí descubrirla e incluso volví a ver la película La caja Kovak para motivarme aún más.

En mi maleta, aparte de los tacones y un precioso vestido de fiesta corto, no podían faltar las gafas y el tubo de esnórquel, los bikinis y protección 50 para no acabar en quemados intensivos, pese a que terminé mis vacaciones bañándome vestida, ya que me vine arriba y el sol se ensañó con el blanco de mis piernas.

Lo bueno de tener un coche con el que moverse por la isla es que puedes recorrerla de norte a sur y explorar los preciosos sitios que me iban recomendando, algunos de ellos desiertos, pese a ser julio. Eso sí, en una semana he conducido más de 1.000 kilómetros y hay más eses en mi cuerpo que en el de una serpiente.

Activado el protocolo de ritmo guiri, mi chico y yo nos levantábamos muy prontito para que cundiera el día y así no sufrir por tener que cenar casi a la hora de la merienda, algunos días rodeada de rubios y rubias que empiezan la jornada llenando sus platos de panceta, salchichas y queso, mientras yo lo hacía robando plátanos que disfrutar a media mañana en un nuevo y sorprendente lugar mallorquín.

En mi móvil guardo fotos del ferrocarril de Sóller (que se llevó por delante una moto mal aparcada), el encanto marinero de Valdemossa, el Puerto de Andratx, el de Adriano, Puerto Portals, una noche de helados en Palma… Y hasta la de un par de caballos albinos, los animales más bonitos que he visto en mi vida.

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Mallorca huele a mar y he caminado por ella más tiempo desnuda que vestida. Me gustan las playas y las calas vírgenes a las que es difícil acceder, en algunas de ellas estás tú sola, cegada por un maravilloso turquesa y sólo escuchas el mar. Pese a eso, pisé muchas de las que me recomendaron: Playa de Es Trenc (de arena blanca y aguas cristalinas, la pena es que ya la conoce demasiada gente), Formentor (un arenal kilométrico rodeado de un bosque), cala Deià, playa Son Serra de Marina (llena de surferos y olas), cala Mondragó, cala Fornells (cerquita de mi hotel), cala Torta, cala Mesquida, cala Sa Calobra…

Playa de Es Trenc.

Playa de Es Trenc.

Playa San Serra de Marina.

Playa San Serra de Marina.

Aunque la que más me gustó fue una calita en San Telmo, a la que llegamos tras unos 30 minutos a pie por un camino de piedras y en la que me llené de barro y me sentí tan perdida y ajena al mundo que incluso hice topless; el drama vino después, a la vuelta no encontrábamos el coche y anduvimos 1 hora sin batería en los móviles, víveres o agua. Perdí un poco los nervios, aunque ahora, ya en la capital, desearía volver a perderlos otra vez… Permitidme que haga una excepción y no os diga su nombre, es un secreto.

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Para los amantes del buen comer, por esa zona hay un restaurante llamado Es Molí, alejado de otros establecimientos turísticos -al que llegamos por equivocación buscando otro Molí que nos recomendó la cónsul de Bélgica en Mallorca-, y en el que comimos súper bien y la atención fue sobresaliente. Para los celíacos, que sepáis que es un placer sentarse en una de sus tranquilas mesas y como ellos mismos dicen: la vida es muy corta para beber y comer mal.

Anteayer le dimos descanso al coche y con el barco de un amigo llegamos hasta Cala Comtessa, donde estuve atiborrando a los peces de patatas fritas (ya sé que es más impactante dar de comer a los tiburones) y rastreando con mis gafas los fondos marinos, sin perder de vista las hélices del barco no fuera que se olvidaran de mí en alta mar y se acabaran de golpe mis vacaciones. Desde la cubierta se veía el Palacio de Marivent, la residencia estival de la Familia Real Española. Un lujo.

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Aunque el verdadero lujo para mí ha sido haber exprimido cada segundo que he pasado en Mallorca. Ha resultado ser una maravillosa isla en la que me he encontrado, sobre todo, una gente extraordinaria.

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Volveré.

¡Hasta pronto!

Avec tout mon amour,

AA

Desnuda en terreno lunar para la revista FHM

fhm1Os escribo desde un precioso rincón de Mallorca y es por este motivo que todavía no tengo un ejemplar de la revista FHM, que este verano farda de rubia en su portada. Y es que comprenderéis que con una abuela viva (y maravillosa) que tampoco se prodiga en elogios, porque la tengo mal acostumbrada, una tiene que echarse no flores, sino un centro de ellas encima.

Lo sé, soy una abusona, es la tercera vez que me asomo a la portada de esta revista masculina y espero poder celebrar un reportaje anual coincidiendo siempre con estas fechas (para hacer doblete en julio y agosto), como si de la Obregón se tratara.

Sabía que este año me había agasajado con demasiados placeres culinarios y, horas antes de que me despojaran de mi ropa y la puesta de sol me descubriera las lustrosas pieles, decidí saltarme las normas básicas de no colorear la piel para no teñir los virginales estilismos y me lo unté todo encima para parecer una mulata de Barbados, rollo Rihanna.

Las fotos las hicimos en unas salinas toledanas, blancas como yo y que, por el aire que hacía, cambiaron de ubicación y ya no son manchegas. Con el sol se ven preciosas y blancas, pero el día no acompañó y una se sentía en terreno lunar, desnuda y oxigenada por lo que debía de ser un tornado.

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Mi querido Juanjo Molina, fotógrafo de infinita paciencia, sostenía la cámara para que no volara de sus manos y yo probé, no en pocas ocasiones, las mieles de mi pelo que se pegaba al gloss de mis labios con la fuerza de un velcro.

El fabuloso equipo se afanó tanto en evitar que pasara frío frotando una bata blanca contra mi cuerpo, que mi falso moreno fue progresivamente desapareciendo y mi piel, delatada desde el principio, nunca estuvo tan exfoliada. La misma bata -que ya no era blanca, sino marrón- me acompañó luego hasta un bar de carretera donde unos camioneros me observaban como si una chalada me tratara, ya que era imposible dejar de tiritar y ni siquiera el café hirviendo que me sirvieron hizo que desapareciera el morado de mis morros.

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Aún con todo, no recuerdo una sesión de fotos más rápida y divertida, pese a lo accidentada que resultó la puesta en escena. Me fascina el resultado y hará mucho más llevadero el drama de verme por las mañanas con la cara lavada (y el cuerpo también, porque a limpia no me gana nadie). Maravilloso todo.

Ni idea de cómo han eliminado la piel de gallina de mi cuerpo, esa es la magia del retoque fotográfico del que algunas de quejan (a veces con razón, cuando es excesivo).

Así que, inaugurada ya la temporada de bikinis, tengo que deciros que mi deber es huir de un par de coches de paparazzis que me persiguen por la isla para hacerme un roto y tirar por la borda tan magníficas fotos. Por respeto a la revista y su reputación, trataré de darles esquinazo, si no fuera capaz de evitar la hecatombe, trataré de enmendarlo en sucesivos robados acudiendo antes al gimnasio. Porque los fotógrafos de calle son muy puristas y no retocan, para desdicha del «muñeco» al que persiguen. Pero, de momento, permitidme que me despida de todos vosotros mientras lleno de grasa el teclado, saco de mi boca los huesos de unas deliciosas olivas y rompo patatas fritas en mi boca.

¡Felicísima semana para todos vosotros!

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Avec tout mon amour,
AA

Cómo acudir dignamente a una boda

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Quién más, quién menos en estas fechas ha recibido en su domicilio, como si de una multa se tratara, una invitación de boda. Un evento al que muchas veces es imposible decir que no y en el que hay que poner toda la carne en el asador para estar a la altura de lo que esperan de ti los ilusionados novios, una vez ya se han engañado recíprocamente y van cuesta abajo y sin frenos hacia el altar.

Así pues, tengo el honor de contaros que este fin de semana he sido invitada a la boda de un televisivo amigo en Denia, cerquita del mar, y toca prepararse para el inmaculado día.

Basta un vistazo rápido a mi anatomía para comprobar la blancura de mi piel y emprender un viaje por la ruta de los pueblos blancos andaluces. Es una lástima, pero los autobronceadores en mi piel son más inútiles que un supositorio con sabor a fresa; aun siguiendo a rajatabla las instrucciones de éstos, me quedo como si me hubieran asaltado con subrayadores naranjas. Detesto, por mera envidia, a esa gente que con una simple toallita tiene el aspecto de haber compartido durante meses el sol de Marbella con Gunilla Von Bismarck.

Os confesaré que no puedo con los vestidos largos hasta los pies, en bodas, bautizos y comuniones. Suman años, suelen quedar excesivos y es casi imposible salir bien parada. La largura midi es perfecta. En esta ocasión, después de probarme media tienda de BDBA (una firma que me chifla), me hice con un vestido blanco y corto… pero que no se me enfade la novia (risas), salpicado de alegres colores que rompen con el mal gusto y la deshonra de vestir el color prohibido, a no ser que los novios pidan expresamente que eso ocurra o se trate de una boda ibicenca.

Como no puedo maquillarme las piernas sin manchar cada milímetro del vestido, el sábado recurriré a uno de esos pares de medias que dejan los dedos al aire y no emiten destellos cegadores con los disparos de un flash. Estas medias me gustan porque es como ir con el interruptor apagado y dan un tono a la pierna ideal de la muerte.

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Respecto al calzado, esta semana he arrasado con una de las estanterías de sandalias de Úrsula Mascaró, marca a la que juré fidelidad un día y que me viste para los eventos. Me está costando decidirme entre unas amarillas de tacón fino con las que hacer equilibrios por la finca (con la inestimable compañía de mi bursitis casi curada) o unas de tacón grueso y blancas -de nuevo, no se me enfade la novia- requetesaladas y, lo más importante, requetecómodas. Un yellow clutch (como diría la bloguera más puntera) completaría el look de dignísima invitada. Aunque, como me consta que en la finca donde se celebra el convite hay una piscina, imagino que acabaré allí la noche observando, con mis pies en el agua fresca, a improvisados nadadores etílicos mientras les saludo con los tobillos, en un movimiento semejante al de las manos de la realeza detrás del cristal de un coche.

El problema de jugar fuera de casa es que tendré que maquillarme y peinarme yo solita, cosa que entraña sus peligros, con franqueza. El eye liner a veces cae de pie y otros días con la barbilla en el suelo, pero como en esta boda pienso ponerme fina filipina de comer (sé de buena tinta que va a estar repleta de paellas gluten free), tengo previsto dar protagonismo a la mirada y dejar la boca descansada para engullir deliciosos granos de arroz alicantino. En el pelo, no hay un truco mejor que recurrir a una coleta de pelo natural, como la mía de Flequillos Postizos, es la única manera de ahorrar tacos y evitar quemazos con las jodidas planchas, fáciles de utilizar sólo si perteneces al gremio artístico de quienes la utilizan a diario.

Conforme escribo va apeteciéndome cada vez más bajar a celebrar un día tan especial con mis amigos. En cuento complete el look, subiré foto a Instagram, no os olvidéis darme like (risas). Aquí va un adelanto.

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¡Que vivan los novios! Menuda os espera…

A&E

 

Avec tout mon amour,

AA

Lo que un fetichista nunca se comería

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Ningún fetichista se comería con cuchillo y tenedor unos pies que no hubieran pasado antes por las herramientas básicas que son el cortaúñas, la lima, la piedra pómez y una buena hidratación (para los que más uso hagan de sus extremidades, también un cortacallos).

Filias sexuales aparte, reconozco que cada primavera -sin excepción- al sacar mis pies para que les dé el aire de nuevo – tras meses a la sombra carcelaria de un zapato –, no puedo evitar sentirme desnuda en medio de la inmensidad de las aceras, más incluso que si llevara una falda de las que dejan entrever el duodeno.

Las manos dicen mucho de una persona, pero también los pies. En la calle nos encontramos todo tipo de mejillones: uñas en garra, fuertes como la coraza de una langosta y que ni con alicates pueden achicar su grandeza; uñas cuyo extremo son un macizo montañoso que traslada nuestra mente hasta los Picos de Europa; de marco carmesí, con unos dedos que parecen cerezas comestibles; o cortas, cortísimas, una conchita de playa que se incrusta en la piel como una grapa.

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No me voy a echar flores: mis pies no son mi fuerte y puedo afirmar rotundamente que no tengo buenos acabados. Siempre de corte cuadrado, me encanta llevar las uñas pintadas en verano aunque, como en el barbecho, entre esmalte y esmalte dejo que se ventilen para que absorban las vitaminas del sol, respiren sin claros síntomas de asfixia y no se amarilleen. A ratos, me siento como una ecologista en acción de mi propio cuerpo. De hecho, durante este período, cepillo las uñas con agua y jabón para estimular la circulación y limpiarlas a conciencia (la opción más económica es utilizar un cepillo de dientes, sin usar). Luego me doy un masajito con aceite de aguacate, almendras o karité… ¡y pinreles listos para recibir los nutrientes de la madre naturaleza!

Menos en ocasiones especiales, sesiones de fotos o por trabajo, no llevo tacones y me fascinan las sandalias planas, con rollazo. Las de las fotos son de la marca MiBoheme, una firma artesanal, española, que elabora sus modelos con muchísimo cariño. Desde que me hice con varios modelos esta primavera, no me las quito ni para dormir… y espero que así sea todo el verano.

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Tengo los pies cavos y he llevado siendo una niña numerosos pares de plantillas, por lo que me persigue a brincos la huella de mis pies sudados, sobre el cristal con espejos, de un podobaroscopio. Mi mayor trauma fue la prohibición, por parte de mi sufrida madre, de llevar “zapatos sin sujetar”; los Merceditas (esas bailarinas de toda la vida con una tira atravesando el empeine) arruinaron mi infancia, mis estilismos de colegio y hasta el de mi comunión, porque sí, yo también comulgué para conseguir ese reloj que te chivaba el tipo de luna que encendía las noches y aquel vestido de princesa diminuta.

Inaugurada ya hace unos días la temporada de pies en Instagram, seamos cautos al subir según qué quesos, para que no pasen a la posteridad destartalados y sin sonrisa.

Como siempre, Abenia a vuestros pies.

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Avec tout mon amour,

AA

Especial culos

En vista de los últimos acontecimientos que han marcado mi vida, creo que va siendo hora de ir con temas que de verdad importan: las imágenes de glúteos para cascar nueces que se asoman a las revistas.

 Hay un mes del año en el que un gran culo protagoniza la portada de varias de ellas. Se trata del ‘Especial culos’. Es un acontecimiento anual, como Eurovisión o el discurso del rey en Navidad. Dos gajos, maravillosamente torneados, parecen moverse y formar una boca chica, más propia de un ventrílocuo, que nos llama a silbidos para impresionar. Me desborda que esos mofletes jueguen al despiste en cada kiosco.

El "Especial culos" existe desde mi más tierna infancia.

El ‘Especial culos’ existe desde mi más tierna infancia.

Podría ser políticamente correcta; pero qué mierda de portada es esa en la que un maldito pandero aprovecha la coyuntura para burlarse de todas nosotras y recordarnos las magdalenas, las bolas de yuca con queso, las palomitas con mantequilla y los deliciosos brownies gluten free que han inundado de felicidad nuestro cuerpo.

Si esperáis que me haga prescriptora de buena voluntad en este blog, al menos hoy, de cómo conseguir un ‘derièrre’ de infarto, vais apañadas… sobre todo porque este verano voy mal, muy mal.

Y no por solidaridad.

Y por si no fuera suficiente desgracia la mía, la ciudad comienza a llenarse de minúsculos shorts -que prohibiría por pura envidia- y que se pasean por ahí como si esto fuera Sodoma y Gomorra. Ni un helado es capaz de endulzar la amarga visión.

¡Con lo que una ha sido! Poco menos que un “trasero de libro”, como proclamaba este verano la revista Cuore. Matrícula de honor en el 2015. ¡Y sin beca! Sólo con sudor, candados en la nevera y una buena luz de tarde… porque a la playa no hay que ir JAMÁS cuando el sol está en lo más alto, ya que los paparazzis pueden hacerte un roto más grande que Hacienda. Este año, señores de la revista Cuore, deberíamos firmar una amnistía y la retirada de cargos atribuibles a la buena vida.

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Y es que culos los hay de todo tipo: ochenteros (largos y estirados), de manzana (con un corazón- si se les mira por detrás- entre las piernas… e increíblemente fotogénicos), ergonómicos (se desparraman y adaptan a cualquier silla, como un cojín), flacos (poco turgentes y escurridizos), terrenales (simulan las grandes dunas del Sáhara), de pera (de coordenadas incomprendidas), alistados en las fuerzas armadas (duros, blindados y poco hospitalarios), redonditos (con buenas dosis de donaire), fruto de una sesión de bricolaje (a lo Kim Kardashian: de silicona, con proyección para sacarte un ojo y altamente inflamables) y mediáticos (feos, pero adorados).

Como veis, hay posaderas para todos los gustos y de todos los tamaños. Os propongo un juego: adivinad a qué tipo pertenecían las mías (porque no pienso desvelar a cuál pertenecen ahora).

Y mientras reto con la mirada a ése que me silba, pienso: qué lástima que los culos no sean intercambiables.

AARG!

especial

Avec tout mon amour,

AA