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Cómo editar una foto en Instagram y triunfar

Seguro que muchas veces habéis pensado que la nieve es más blanca, los alimentos más apetitosos y el mar más turquesa en las fotos que cuelgan los famosos y algunos influencers en las redes.

Exageramos los colores y las sensaciones hasta que los recuerdos que compartimos pierden parte de realidad. Un cielo dramático puede ser el más optimista y la flor más vulgar, un bello tropiezo en el camino.

Mentiría si dijera que no retoco el color de las fotos antes de colgarlas. Sólo hay que darse una vuelta por mis más de 2.000 fotos en Instagram para comprobar cómo al principio las fotos reflejaban de manera fiel los colores -excepto por el uso ocasional de exagerados filtros que ahora rechazo-, y conforme van pasando los años las imágenes desprenden más luz que una fachada andaluza.

Supongo que los secretos de algunas fotos no deberían ser desvelados, al igual que un buen truco de magia no debería correr de boca en boca, pero en este caso haré una excepción y os confesaré cuáles son las modificaciones que hago para que vuestros disparos se amontonen en las galerías con un increíble resultado.

Utilizaré para ello solamente la App de Instagram, aunque a veces recurra a Adobe Photoshop Express para aclarar las fotos todo lo que deseo.

En primer lugar, evitad los filtros, y mucho menos en su totalidad (+100). Las fotos no deben parecer pinturas.

A continuación, subid el brillo, nadie quiere ver fotos tristes, por atractiva que pueda resultar la melancolía. Los poemas dejémoslos para el papel.

Bajad la calidez (-10). Está comprobado que los colores fríos son más sugerentes para el ojo humano. Los tonos del invierno, de la noche, de los mares y lagos.

Si deseáis potenciar los colores subid la saturación, si por el contrario la foto es excesiva, bajadla (-10). A vuestro gusto.

Aplicad nitidez a la foto, no demasiada. En vuestras fotos de playa hará que el agua se vea más cristalina.

Personalmente, me gusta atenuar las imágenes, les da aspecto de editorial de revista. Esto se consigue bien utilizando la herramienta de “atenuar” o subiendo las “sombras” de la foto. Como veáis vosotros.

No suelo contrastar las imágenes. Por otro lado, he comprobado que las imágenes en blanco y negro son preciosas, pero es curioso cómo las fotos de color generan más likes.

La diferencia con estos pequeños cambios es brutal.

¡Felices y envidiadas estampas a todos!

Avec tout mon amour,

AA

La tiranía de los uniformes de niña en los colegios

 

Este lunes me disponía a entrar en una cafetería cercana a mi casa, cuando un ejército de niñas me sobrepasó, ataviadas todas ellas con una falda de cuadros por encima de las rodillas, calcetines altos -algunos tan desgastados que habían acabado por acomodarse en el tobillo­- y pelo despeinado por culpa del viento.

Incluso bajo el confort de mi plumífero y una bufanda de lana que tapaba mi boca, sentí el frío de cuando ves a gente por la calle vestida como no corresponde para la época. Detrás de ellas, algún niño uniformado con pantalón, y uno muy rubio golpeando despreocupadamente un balón de fútbol dentro de una malla.

Con el café ya calentando mis labios, pensé en que ninguna de esas niñas podría haber ido por la calle golpeando esa pelota, imposible. Habría resultado indecente.

¿Cuál es la excusa de los colegios para que las niñas acudan vestidas como personajes “manga”, en pleno siglo XXI? ¿Por qué se les asigna ese vestuario que les impide correr y golpear un balón como sus colegas de clase?

Me irrita que las niñas continúen soportando ese estereotipo en la vestimenta que les obliga a sentarse de manera fina y delicada, en lugar de jugar, que es lo que corresponde a esas edades, en vez de estar pendientes de no enseñar las bragas a diestro y siniestro.

Y conste que puedo llegar a entender que un colegio decida poner uniforme a sus alumnos, si es por evitar las distinciones entre ellos, absurdas distracciones y que las madres o padres se rompan la cabeza a la hora de elegir el vestuario de sus hijos de cara al día siguiente.

Sin embargo, la falda escolar es una prenda de discriminación sexista cuando en los centros que exigen uniforme no ofrecen a las alumnas la opción de llevar pantalón. Los colegios no hacen otra cosa que colocar en desigualdad de condiciones a las niñas con respecto a los niños.

Además, con tanto depravado adulto -algunos por culpa de incomprensibles prohibiciones-, como madre me resultaría aberrante que, a la hora de tener que seleccionar un colegio, tuviera que descartarlo porque a mi hija se le obligara a vestir de esa manera tan ridícula y que se asemeja más a un disfraz de “guerra”, al más puro estilo Britney Spears en Baby one more time, que a una vestimenta apropiada para aprender cómodamente en un pupitre.

Por eso, ahora que los autobuses con mensajes deleznables están en boca de todos, por favor, solventemos también algunos temas que no hacen otra cosa que devolvernos, una y otra vez, a las injusticias del pasado y que, desgraciadamente, continúan en el presente.

No resulta extraño que con estas bases algunas empresas exijan a las mujeres llevar tacones o usar maquillaje para desarrollar su trabajo de oficina.

¡Qué pena!

Avec tout mon amour,

AA

Madrid, llena de mierdas de perro

 

Bienaventurados los que recogen las heces de sus perros, porque a ellos no van dirigidas mis palabras. Y aunque me confieso firme defensora de los derechos de los animales, eso no incluye el amor hacia algunos de sus dueños.

Hasta hace bien poco era la primera en abanderar la entrada a las playas de estos seres vivos juguetones, pero ya no. La última vez que extendí mi toalla en el suelo, una diosa mierda rodó bajo mis pies a la vez que una arcada y una carambola de maldiciones acabaron con mis risas de golpe, únicamente las mías, porque al amigo que me acompañaba le delataban los lagrimones.

Y al igual que numerosas playas, Madrid está llena de flamantes mierdas de todos los colores gracias a guarros y guarras que con aire distraído evitan recoger y precintar las cagarrutas en una bolsita higiénica, sin intención de llevar a cabo el levantamiento de ese cadáver apestoso, lleno de bacterias y quizás portador de enfermedades, que constituye un obstáculo en mitad de muchas direcciones.

En el barrio Salamanca, uno de los más ricos de la ciudad, algunos apestan a perfume mientras sostienen las correas, pero luego abandonan con la mirada gacha y los pies ágiles el lugar donde su perro se ha despachado a gusto, para evitar que nadie les juzgue o les multe a plena luz del día. La educación brilla por su ausencia, incluso en los lugares en los que se jactan de cívicos.

Las calles son un campo de minas difícil de sortear si acostumbras a distraerte mirando escaparates, el cielo azul o caminas muy segura, con la vista al frente.

Como alcaldesa de Madrid, no dudaría en endurecer las sanciones por no recoger los excrementos de las mascotas en la vía pública. Sinceramente, no sé a qué esperáis para endosarme vuestro voto. De poco sirve que el Ayuntamiento de Madrid haya elaborado un plano con las zonas que presentan mayor acumulación de excrementos caninos sin recoger, a día de hoy dan ganas de cagarse en las grises baldosas madrileñas y en sus dueños, a tenor de la total impunidad con la que se topan los que abandonan esas criaturas faltas de ojos y huérfanas de afecto tras abandonar el calor del cuerpo.

Tan desagradable como encontrar tostones en el puré, pisar mierdas no da suerte al que patina con la suela por el asfalto que otros se encargarán de extender como un trazo de acuarela -por solidaridad y mala pata-, hasta convertir aquello en una sombra.

Para los puercos que no mantenéis limpia la ciudad, os deseo que os toque el Gordo de pisarlas a diario.

Los perros son maravillosos, pero gracias a algunos dueños caminar empieza a dar mucho asco, y comer por la calle, un ejercicio de superación para muchos escrupulosos.

Avec tout mon amour,

AA

Kevin Bacon cumpliendo con su deber de amo responsable (GTRES)

Desmontando a Christian Grey

Esta semana se estrenaba en Madrid la película Cincuenta Sombras más oscuras, de la trilogía erótica de la aclamada E. L. James -una de las asistentes junto con los actores de la saga (más acaramelados que nunca para callar bocas) y el director del film- y con la que tuve el honor de coincidir en el improvisado baño que había junto a la sala en la que se iba a proyectar lo más sado del cine actual, con un escote balconet y generosos pechos con los que bien podría haber ahogado al mismísimo Christian Grey si se hubiera propuesto éste hacerla su sumisa.

E.L James, el director James Foley, Jamie Dornan y Dakota Johnson en el estreno de la película en Madrid. (GTRES)

Pero para sumiso maravilloso, mi marido, al que mandé -con caída de ojos y pestañeo incluido- a por el cartón más grande de palomitas (en Kinépolis son sin gluten) para alimentar a la cerda que soy, y no me refiero precisamente en la cama. Era importante preparar el estómago y la mente para disfrutar de una de esas películas que prometen jadeos y cortes de respiración, y en las que lo más divertido es observar la cara de la gente en las escenas más comprometidas.

De repente, las luces del cine se apagaron e hicieron su entrada triunfal en la sala Jamie Dornan y Dakota Johnson, a la que sólo alargando la pierna podría haberla puesto a cuatro patas con más gracia que su compañero de reparto en la primera.

Y aunque lo más próximo que estoy de grilletes, latigazos y cepos es dormir con férula en los dientes, andar sobre tacones y recibir alguna incómoda patada a mitad de noche, me dispuse a dejarme llevar por el universo Grey.

Después de 2 horas y pico de metraje yo ya era Anastasia Abenia. Y qué queréis que os diga de Chris:

  • No hay manera de que pise la tierra, es muy pesado con los aviones y sabe que me da pánico volar.
  • Con tanta zurra y la facilidad que tengo para hacer moratones, llevo el trasero color berenjena y, aunque abuso del Thrombocid, no me atrevo a ir a la piscina con mi madre a hacerme unos largos porque pondría el grito en el cielo y me prohibiría volver a ver a Christian.
  • Mr Grey cicatriza mal. Procuro que no me sorprenda mirándole el pecho. Tal vez sean verrugas, le tengo que preguntar.
  • Siempre escoge la comida en los restaurantes por mí y se pone como loco si pido mosto y no vino; eso sí, como es de billetera fácil, estoy ahorrando más que en toda mi vida.
  • No para de pedirme que me quite las bragas, no lo entiendo, un día de estos voy a agarrar una cistitis de las buenas y me veré obligada a beber litros y litros de Monurol.
  • Me elige la ropa interior, con lo a gustito que estoy yo con mis cosas de algodón, tan amorosas.
  • No suda cuando lo hacemos, es sumamente aséptico, tanto que me da apuro hacerlo yo. No paro de echarme el desodorante antitranspirante que compré el otro día en el supermercado por todo el cuerpo, ¿creéis que será malo?.
  • Temo preguntarle, pero todo lo que tiene en la habitación roja de su casa… ¿lo habrá esterilizado en el lavavajillas o estaré compartiendo gérmenes con otras sumisas?.
  • Otro tema que me preocupa es lo de andar por su casa desnuda, con esas paredes de cristal temo que haya algún depravado observando, o peor aún, algún paparazzi. Voy a hacer lo posible para que ponga las persianas de toda la vida, como en España.
  • Hay algo que no me atrevo a confesarle y es que, de tanto depilarme las zonas íntimas, voy todo el día irritada, y ni la Talquistina ni el Aloe Vera me alivian.
  • Menos mal que no usamos preservativos, soy alérgica al látex (le pedí, eso sí, los análisis para comprobar que todo estaba en orden, que ha sido muy golfo), aunque la dichosa pastilla hace que lleve los tobillos como los de un elefante.
  • Tanto misterio hace que mis amigos no se crean que sea algo más que un rollo lo que nos llevamos entre manos. Ya no sé cómo convencerlos de que lo nuestro empieza a ir en serio.
  • He dejado de morderme los labios porque si lo hago me conduce corriendo a la cama y no doy abasto con tanto ajetreo.
  • Cuando vamos por la calle vamos con guardaespaldas, me da vergüenza, parezco una ministra.
  • Me duele todo el cuerpo, estoy para que me lleven ya a una residencia de la tercera edad.
  • Necesito vacaciones.

Pero lo más importante de todo:

Creo que Christian Grey lo que quiere es formarme para ser faquir.

 

Avec tout mon amour,

AA

Salvi, el indigente que murió de frío en Nochevieja entre cartones

Muchos de los que paseáis por Madrid, concretamente por la calle Génova donde se sitúan las Torres de Colón que simulan un enchufe, se habrán cruzado contigo, un indigente que en los porches de este edificio había construido su pequeño hogar. Allí dormías, escuchabas la radio y lucías aseado, bajo los cristales graduados de tus gafas.

La noche del 31 de diciembre, Salvi, morías allí mismo, tras días enfermo por culpa del frío. Lo último que los vecinos recuerdan es ver a unos chicos acercarte cena caliente las últimas horas del año en las que casi todos nos mostramos felices y fantaseamos con un 2017 cargado de éxitos.

Hasta bien avanzada la mañana de Año Nuevo, pese a madrugar siempre, permaneciste acurrucado en tu improvisada cama como tantas otras veces. Pero ya no despertarías, como en el cuento de Andersen de La cerillera.

La sociedad está tan enferma que ni siquiera es noticia que hayas muerto, lo cual es triste e inhumano. Tu recuerdo sólo se dibuja en esa esquina de la Plaza Colón, donde unas velas y un cartel plastificado en el que te hacen saber que te querían consiguen que tu imagen cobre vida al pasar.

Siempre me sentí felizmente desconcertada al comprobar que la gente se sentaba a conversar contigo durante horas, te llevaban calzado nuevo, ropa y una cálida conversación, porque las personas que vivís o habéis vivido en la calle pasáis a ser invisibles y ni siquiera os miramos o devolvemos un saludo, como si no importaseis, mientras os consumís en el silencio de la indiferencia.

Y no nos damos cuenta de que detrás de cuerpos atrapados en la sombra de la indigencia o la mendicidad, se esconden miles de historias de personas que como tú nada esperan ni obsequian, arrastrados por una jugarreta del destino de la que es difícil salir: un trabajo que no prosperó, un amor que se fue, el lastre de la enfermedad, una mala gestión, las drogas, el alcohol o la soledad que otorga la locura.

Pienso muy a menudo que es más fácil de lo que pensamos acabar allí.

Y me indigna que en una ciudad en cuyo ayuntamiento se lee un inmenso cartel que reza “Refugees Welcome”, los que limpian su desdicha acostados en las aceras importan muy poco, como en el resto de España, donde reina la demagogia mientras los brazos permanecen cruzados ante la miseria.

Es inhumano que en el siglo XXI todavía haya gente sin una vivienda digna, un derecho que reza la Constitución Española en su artículo 47.

Se me parte el alma al ver el drama de personas con los labios cortados y brasas en los ojos bajo puentes, sobre las rejillas del metro, en cajeros o portales, donde el tiempo pasa muy despacio y se evaporan las ilusiones y los sueños de que todo cambie.

Cada ciudad tiene sus capillas funerarias y en Colón hay unos cirios vigilando tu sitio. Descansa en paz, Salvi.

Ojalá todo cambie.

Avec tout mon amour,

AA

Ser papás. Gestación subrogada en España

GTRES

(GTRES)

Cada vez más personas recurren a la gestación subrogada para cumplir su sueño de ser papás, una técnica mediante la cual una mujer gesta es su interior al bebé de otros y que esta semana vuelve a ser actualidad ya que Torito, el colaborador de Telecinco más gamberro, anunciaba esta semana que iba a tener por fin a su pequeño en brazos tras un duro trámite que pasa por despedirse de España, donde esta práctica es alegal, y viajar al extranjero -en este caso a California- para así conocer a su hijo y ”susurrarle al oído que jamás le fallará”.

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Quería ser padre y lo va a ser en muy pocos días. Torito se une así a otros famosos fuera de nuestras fronteras como Ricky Martin, Sofía Vergara, Elton John, Sharon Stone, Nicole Kidman o Sarah Jessica Parker y otros nacionales como Miguel Bosé, Kiko Hernández o Tamara Gorro, a los que les vemos más que felices.

Y pese a que la gestación subrogada desde el principio ha planteado problemas éticos, religiosos, jurídicos y psicológicos, el derecho a ser padres y la inmensa dicha que otorga poder hacer ese deseo realidad para tantísima gente debería ser motivo suficiente para emprender la legalización en nuestro país –siguiendo el ejemplo de Grecia-, de esta manera de convertirse en papás, puesto que actualmente en España el Código Civil establece que “madre” es la que da a luz el bebé.

EEUU, Canadá, Ucrania o Rusia son algunos de los países a los que recurren los futuros papás. Aunque muchos de ellos, que permitían la gestación subrogada a extranjeros, ahora cierran sus fronteras y otros deciden legislar, pero sólo para nacionales.

Este complejo método, no sólo no es apto para todos los bolsillos -ya que pocas veces es altruista-, sino que hay que saber elegir a la mujer que “cocinará” a nuestro pequeño. Y es que la madre gestante es mucho más que una incubadora natural, ella es capaz de modificar el ADN del bebé, aunque no sea suyo. En este sentido, el tabaquismo o los kilos de más pueden afectar al desarrollo de nuestro hijo y tiene que ser complicado no ejercer un control constante sobre la persona que tiene a nuestra criatura desarrollándose dentro.

Y aunque duela no poder disfrutar de la experiencia de cantar canciones al bebé y que reconozca nuestra voz al nacer, sentir sus patadas y crear esos lazos invisibles en los que el pequeño reconoce la tristeza, la ilusión o la alegría cercana, ya habrá tiempo de hacer un nudo marinero cuando el amor llegue de repente al cogerle la mano y con toda la vida por delante para dejarse la piel en que sea el hijo más feliz del mundo.

Así que me sumo a todas esas voces que piden que se legalice en España la gestación subrogada. Hasta entonces me alegro por esos pequeños logros, como que padres y madres por gestación subrogada tengan baja por maternidad.

¡A fecundar y a multiplicarse!

Avec tout mon amour,

AA

Que vuelvan los vestidos al despacho oval de la Casa Blanca

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Hillary Clinton y Donald Trump durante su tercer debate (Gary He/EFE).

La batalla por la Casa Blanca está a punto de llegar a su fin y abrazo la posibilidad de que por primera vez una mujer sea presidenta de EE UU, aunque eso tampoco sea garantía de nada.

La demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, dos líderes antagónicos que han vomitado a lo largo de intensas jornadas de mitines la basura más grande que han encontrado el uno del otro, más propio de jugadores de tercera división, se verán las caras en los comicios este 8 de noviembre.

En un panorama de confusión en las encuestas e histeria y a escasas horas de que Estados Unidos dé su veredicto, no puede seducirme más la idea de ver a Hillary sentada en el Despacho Oval, atusándose el pelo, pintándose los labios y controlando el mundo, desde el mismo lugar donde su marido escandalizó a la sociedad y puso la confianza de su mujer en jaque y los colores en sus mejillas.

Por otro lado, el millonario Trump me parece peor opción con sus discursos misóginos, machistas, homófobos, racistas y extremistas. Su mayor baza es la novedad que supone, pese a sus repulsivos mensajes primarios que salen por su boca, como cuando en el 2005 aseguró que cuando eres una estrella las mujeres “te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño. Lo que sea”, ante una Melania Trump tratando constantemente de humanizar a su marido y a una Hillary que, a escasos metros de la meta, parece no tener otro potencial que su condición de mujer y la esperanza de que el líder republicano, más peligroso -aunque menos satánico que ella-, no gobierne.

Hillary Clinton, exonerada de nuevo por el FBI en el caso de los emails a dos días de las elecciones, tras hallarse más correos electrónicos en el ordenador, no será procesada por conducta ilegal y muchos esperamos que esta conclusión no llegue demasiado tarde para poner freno al ascenso de Trump.

Durante meses, ambos vértices de opinión han trazado un plan tratando de dar en la diana de las inquietudes y sueños de un país, interpretando un papel que ya pronto perecerá.

Durante el ascenso a las presidenciales, cada uno ha tenido sus propios apoyos famosos. Clinton ha sido secundada por estrellas cono Beyoncé, Miley Cyrus, Jennifer López, Madonna, Katy Perry o Lady Gaga; y Trump por otros como Jon Voight (el papá de Angelina Jolie), que ve en él un hombre chistoso, juguetón y colorido -aunque yo el único color que destacaría es el amarillo de su cabellera-, Mike Tyson, el exluchador Hulk Hogan que afirmó que quiere que Trump lo designe vicepresidente o Stephen Baldwin.

Sea como fuere, ojalá esta semana EE UU haga historia y vuelvan los vestidos a la Casa Blanca, por motivos bien diferentes a los de otra época. Como mujer y detractora de Trump, así lo deseo.

Avec tout mon amour,

AA

Los calvos son una especie en extinción

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Ahora a todos mis amigos les ha dado por volar a Estambul y, curiosamente, este viaje nada tiene que ver con el capricho de fumarse un narguilé, pringarse los dedos de kebab, desear un harén de hombres o mujeres o perderse en un bazar cercano a la Mezquita Azul.

El sueño turco tiene que ver más con la afición de subirse a una aerolínea y ponerse el cinturón rumbo al lugar favorito de peregrinación de los calvos, donde los microinjertos cuestan cuatro veces menos que en España y las clínicas cuentan con amplia experiencia.

(GTRES)

(GTRES)

Como tantos otros turistas, mis amigos se han sumado al exclusivo servicio “todo incluido” que abarca el transporte, el servicio de jardinería capilar de miles de bulbos en tierras yermas y alojamiento en hoteles de cinco estrellas donde es costumbre ver en las zonas comunes pasear a antiguos calvos con vendas en la cabeza, con la normalidad de quien se calza una toalla para recoger la humedad del cabello, solos, sin una madre o un colega que les anime si hay dolor. Pero a ellos les da igual porque se ven ya cogiéndose coletas bajas.

Después de participar activamente en sus conversaciones alopécicas en las que explicaban cómo cortar con un bisturí un medicamento para la próstata –Finasterida-, que no afectaba a su potencia sexual y liderazgo en Tinder y Grinder, ahora le ha tocado el turno a las espantosas fotos de sus cabezas rapadas que celosamente guardan en sus móviles y en las que asoman sus cartones, recién intervenidos, llenos de puntos negros y una imagen muy parecida a Jude Law en Inteligencia Artificial.

A veces rozo con los dedos los pelillos que despuntan y es innegable que se trata de un trabajo de orfebrería digno de alabar; con la poca paciencia que tienen, me sorprende lo estoicamente que aguantan todos ellos las 6-8 infinitas horas que dura la intervención, y lo rico que les sabe los antibióticos que les prescriben después.

Y aunque Miguel, de Gran Hermano, ha puesto de moda las felpas adhesivas con pelo, agarradas a la cabeza con un pegamento a prueba de tirones, económico y más sencillo que ponerle la capota al coche, la solución es menos sexy que dejarse crecer la uña del dedo meñique.

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Los calvos son una especie en extinción.

Avec tout mon amour,

AA

 

iPhone 7. Un minuto de silencio por los auriculares de toda la vida

adriana movil

Ahora resulta que Apple se ha puesto chulo y ha decidido eliminar de su próximo y estrecho iPhone 7 el puerto jack, en cristiano, la clavija para meter los auriculares de siempre y dar paso a modelos lighting o directamente bluetooth.

En mi cabeza aparece el actual director ejecutivo de Apple, Tim Cook, enterrando en camposanto y con sus propias manos unos inocentes cables de teléfono que lo han sido todo.

Al parecer, la tendencia en tecnología es ir eliminando cables, esos que históricamente introducíamos en el walkman y que a día de hoy se siguen rizando en nuestros bolsillos colaborando a una vida más saludable. Una catástrofe en la vida de alguien que, como yo, apuesta por ponerse el móvil lo más alejado de la oreja posible y se resiste a dar la bienvenida a una nueva era.

Y es que, en mi opinión, ponerse el móvil junto al cerebro es un suicidio colectivo, por lo perjudicial que podrían resultan las ondas electromagnéticas (probad a pesar alimentos en una báscula digital con el móvil cerca y veréis cómo se vuelve loca).

Y el bluetooth no creo que sea la solución, sino lo más próximo a tener un microondas encendido calentando nuestro pabellón auditivo o estar continuamente sometidos a resonancias magnéticas.

La OMS investiga desde hace tiempo si utilizar teléfonos móviles puede incrementar el riesgo de sufrir ciertos tipos de cáncer cerebral en humanos, sin resultados concluyentes. Además, se calcula que entre un 5% y un 10% de la población es electrosensible y eso conllevaría una serie de síntomas como migrañas, depresión, irritabilidad, ansiedad, insomnio, nauseas, crisis epilépticas, fatiga, pérdida de la libido o un probable aumento de las tasas de leucemia.

Y a la espera de pruebas concluyentes, los auriculares son de suma importancia en lo relativo a este aparato al que dedicamos demasiado tiempo y en el que se esconde buena parte de nuestra vida social: las voces de amigos y conocidos, los mapas, las redes, la música, la información, malvados hackers o los pokémons.

Y aunque no hace mucho me daba vergüenza lanzar frases a una avenida vacía al usar auriculares, en lugar de a una pantalla que recoge la humedad de las palabras, ahora me ataría a un árbol reivindicando su uso forever and ever.

Si el destino es este, ruego un minuto de silencio para los cables que ya agonizan por capricho de unos cuantos visionarios.

Adiós, iPhone.

Avec tout mon amour,

AA