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Un desayuno excepcional

(GTRES)

No hay mejor manera de celebrar un nuevo día que ofreciéndole al cuerpo un delicioso y nutritivo desayuno necesario para afrontar la jornada, después de una noche de ayuno.

Es real que mis desayunos son lentos y casi sagrados. Muchas veces me habéis preguntado en qué consisten mis comidas más tempranas, así que aquí está la respuesta.

PRIMERA OPCIÓN:

Base: preparad un antioxidante té verde y mezclarlo con un vaso (250 ml) de bebida vegetal de almendras, avellanas (mi favorita) o arroz, en un bol. Como veis, evito tomar leche.

A éste le añadís:

  • 100 gramos de frutos rojos (frambuesas, arándanos, moras)
  • 25/30 gramos de trigo sarraceno (si no eres celíaco, la avena también es una gran aliada)
  • 1 cucharadita de lino
  • 1 cucharadita de sésamo tostado (o crudo machacado) y chía
  • 1 cucharilla de pipas de girasol o calabaza
  • 1 cucharada de frutos secos crudos (nueces, almendras y avellanas)
  • 1 cucharilla de coco ecológico deshidratado
  • 1/2 cucharadita de cúrcuma y un pizca de pimienta (para asimilar la primera). Una maravilla como antioxidante, pero tened cuidado si estáis embarazadas o estáis dando el pecho.

Truco: si algún día tenéis prisa, podéis batirlo y tomarlo como si fuera una riquísima papilla.

SEGUNDA OPCIÓN:

Preparamos nuestra la base anterior y le echamos:

  • 100 gramos de manzana (con piel, si es ecológica) o 2 orejones de albaricoque
  • 25/30 gramos de quinoa, arroz integral o amaranto cocido
  • 1 cucharadita de lino
  • 1 cucharadita de sésamo tostado (o crudo machacado) y chía
  • 1 cucharilla de pipas de girasol o calabaza
  • 1 cucharada de nueces, almendras y avellanas crudas
  • una cucharilla de aceite de coco ecológico
  • 1/2 cucharadita de canela (regula los niveles de azúcar, sube las defensas, rejuvenece y aumenta la libido)

A qué esperáis para mimaros. Sed. Cada día.

(GTRES)

Avec tout mon amour,

AA

La receta de la mejor tarta de zanahoria del mundo

Permitidme que haga un paréntesis para regalaros la receta con la que acompañar un gran vaso de leche o una taza de café y que no os falte una gran sonrisa de satisfacción al metérosla a la boca.

Además, tenéis la garantía de que resultará muy fácil llevarla a cabo, puesto que la cocina no es uno de mis dones y, sin embargo, con mi tarta de zanahoria casera SIN GLUTEN conquistaría los estómagos más golosos.

 Ingredientes para 4 personas hambrientas:

  • 150 gramos de zanahorias peladas
  • 150 gramos de harina de almendras
  • 150 gramos de azúcar glas
  • 50 gramos de harina de arroz
  • 2 huevos de gallinas felices (los que empiezan por cero)
  • Medio limón
  • Medio sobrecito de levadura de repostería (sin gluten si sois celíacos)
  • Sal marina fina
  • Mantequilla

Tiempo de preparación:

  • 1 hora y cuarto

Precalentamos el horno a 175 grados. Tened cuidado de no quemaros, todavía tengo la piel roja de mi última quemadura (también es verdad que la torpeza es el sello de mis recetas y aun así el resultado es asombroso).

A continuación, mezclamos con energía el azúcar, la harina de almendras, la piel del limón rallada y las zanahorias cortaditas en discos hasta obtener una montaña homogénea. Un robot de cocina, a máxima potencia y durante 1 minuto, nos facilitará el trabajo.

Es el momento de añadir los huevos y marearlos junto a la masa. Con el robot mezclaríamos a potencia media durante 15 segundos.

Ya estamos listos para mezclarlo todo hasta conseguir una masa uniforme.

Untad con mantequilla el molde donde colocaremos la tarta y verted en éste toda la mezcla.

Horneamos durante 1 hora.

Dejamos enfriar la tarta y la decoramos como nos venga en gana. Yo a veces dibujo cosas con requesón o escribo mensajes, pero quizás a vosotros os apetezca algo menos hortera.

¡A saborear la tarta más rica que hayáis probado jamás!

Avec tout mon amour,

AA

Barcelona

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La última vez en Barcelona terminé, tras la grabación de Insuperables (TVE), de madrugada en la habitación de hotel de Santiago Segura celebrando su cumpleaños, con Pitingo y Sergio, atiborrándonos todos de fartons y horchata artesanal de El tío Che, hablando de mil y una cosas interesantes y admirando la cantidad de cosméticos que Segura traía consigo.

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En esta ocasión, acudía a un evento con una tendinitis en el pie y sabiendo que tendría que estrangular mi tobillo en unas horas con la tira de mis tacones. En las cajas de deportivas, como en las de tabaco, deberían advertir que el deporte puede matar.

Al bajar del tren, la bella ciudad me sorprendió con rizos (la humedad se nota mucho más cuando vienes de un sitio seco como la mojama) y plataneros, que hacen estornudar y cerrar demasiadas veces los ojos, por lo que en estas fechas esta rubia no sería apta para sostener un volante en Barna, sin llevarse a alguien por delante.

Una vez en el hotel y encima de la cama de la 1007, me esperaban un ramo de rosas, brochetas de fruta y unas chanclas moradas glitter con las que gustosa habría acudido al evento si el color me hubiera encajado. ¡Me encantan los detalles!

La cena tuvo lugar en el glamuroso Gatsby. Un show de los años 20, con un concepto muy similar al Lío de Ibiza, amenizó nuestra mesa y los originales platos, entre los que destacaban el huevo dorado que escondía en su interior una crema de patata y trufa y la barra de labios de foie; sentí mucho no poder entregarme en cuerpo y alma al baile, mientras una Elena Tablada, de inmaculado blanco, intentaba convencerme de que saliera a menear mis carnes entre la gente ya chisposa.

Acabé en el hotel con el tobillo como un rodillo y los hielos de la bebida abrasándome la piel, pero ni siquiera el haber perdido las formas de mi ser impidió que al día siguiente me dopara, a base de ibuprofeno, para descubrir ilusionada Barcelona una vez más, en busca de una deliciosa paella de marisco y el olor a mar.

Anduvimos más de la cuenta, con la felicidad a corderetas por lo que supone tener la lengua recorriendo como una hormigonera un helado de cucurucho, Snapchat recogiendo cada inmediato placer y un sol marinero encendiendo cada rincón de Barcelona.

Con 17 años pasé unas semanas en la calle Muntaner, arropada por una familia cuyo padre adoraba a los Beatles, comiendo en el vegetariano que regentaban y subiendo y bajando calles como un ascensor, las cuales parecían siempre la misma, a excepción de Paseo de Gracia, Las Ramblas y la Diagonal.

En mi visita me dio mucha pena ver el puerto anegado de inmigrantes vendiendo marcas falsas. No sólo hace mucho daño a la imagen de Barcelona, sino que me parece de auténtica vergüenza que se permitan estas mafias que venden réplicas ilegales de marcas conocidas, mientras a su lado unos entrañables puestos pagan religiosamente sus impuestos. Sorprendente, al menos, que no se desmantelen estos mercados que convierten, a ratos, una ciudad maravillosa en un paseo de manteros. Aunque, obviamente, yo no tengo nada en contra de esta gente que intenta ganarse la vida como puede, meras marionetas de otra gente sin escrúpulos.


manteros

La comida en la terraza del restaurante La Barceloneta, no decepcionó. Me quité a bocados las ansias de una deliciosa paella, hasta que no pude más. El postre lo acompañé de una montaña de hielo en mi pie y la siesta la pasé en la playa, atestada de gente con ganas de verano, y en la que unos paparazzis nos sorprendieron con la tripa llena, la ropa puesta y el pelo loco.

Volver a Madrid no apetecía. Con más pecas en la cara y mejor color de piel, a las 9 de la noche atravesamos el control de la Estación de Sants donde la mujer que ocupaba el puesto de seguridad, en lugar de estar pendiente de la pantalla con el interior de las maletas, escribía en whatsapp. Varios pasajeros le advertimos que eso no estaba bien, pero masculló entre dientes y se volcó de nuevo en la conversación que manejaba, que debía ser mucho más interesante que velar por la seguridad del tren.

En el trayecto: cena celíaca, un iceberg sobre mi calcetín rosa y una simpatiquísima tripulación que no paraba de preguntarme si me pedían una silla de ruedas al llegar al centro de la meseta. Pero una tiene que mantener una imagen… (risas)

Con las sábanas ya apagando mi estancia en la Ciudad Condal, bramé para mis adentros:  ¡viva Barcelona, viva la paella y, sobre todo… vivan los hielos!

barna

Avec tout mon amour,

AA