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Septiembre y la Teoría de las 5P

adriana-sonrisa

Hace tiempo que confirmé mi “Teoría de las 5P” con la que demuestro que, tras el portazo de agosto, se van al garete el Peso, la Piel, los Pies, el Pelo y las Parejas.

No quiero ser aguafiestas, pero septiembre es cosa seria y los días largos nos dicen adiós con la manita triste desde la ventanilla de un autobús que se aleja demasiado decidido.

Atrás quedaron las playas diáfanas de los más afortunados del verano y también las de toda la vida de sombrillas, codazos y fiambreras. Con mirada glaciar, observo la calle que siempre me ha parecido que huele a escuela en estas fechas y me quito con agua fría y restregando con la toalla más áspera el recuerdo de la arena de playa.

  • PESO

No consigo descifrar por qué todos los veranos se multiplican como los panes y los peces los baches del cuerpo, si las calorías de una cosita tan pequeña como un brownie de chocolate no pueden ir a otro sitio que no sea al cielo.

De cualquier manera, si habéis decidido tomar cartas en el asunto, es menester comenzar septiembre ofreciendo nuestra sangre a esas sanguijuelas que son los enfermeros y dos dedos de tibia orina (algunos una litrona) para que nos confirmen que estamos dentro de los parámetros y no acumulamos asteriscos (léase con humor). Tan fácil como comprobar el aire de las ruedas del coche, pero un poco más doloroso si te toca el más torpe del hospital. No olvidemos mirar la vitamina D, siempre andamos escasos pese a habernos bebido el sol de todo julio y agosto o la tiroides, a la que a veces se le para la cuerda sin avisar o se pasa de frenada.

Respecto al gimnasio, los que nos conocen no confiarán en nuestra capacidad y voluntad de cambio, pero sólo por darles con la puerta en las narices merecerá la pena darse un paseo por ahí para engrasar bien las bisagras y, de paso, colgar alguna que otra foto en las redes sociales en la que nuestro cuerpo no parezca el de un cabaret en quiebra, aunque sepamos a ciencia cierta que somos unos topos perezosos a los que nos gusta que nos hagan el hoyo.

  • PIEL

Cuando al rascaros sentís que dejáis un rastro de confeti, hay que tomar cartas en el asunto. Es hora de dejar de repartir el ADN por la ciudad, como si fueran tarjetas de visita, y llenar el baño y nuestra mesilla del cuarto de karité, aceites, urea y regeneradores varios hasta resbalar.

  • PIES

Cortar las pieles sobrantes, “a viruta, por favor”, es preciso, así como embalsamarlos de mimos. Tanto andar con las sandalias de moda y asumir un rol hippie que olvidamos en los meses esquimales, son incalculables los estragos que se presentan en nuestros pequeños maceteros, los encargados de sostener nuestras esperanzas (y nuestro peso) hasta el siguiente verano. No descartéis usar plantillas para corregir la pisada.

  • PELO

El pelo es otro punto de partida a tener en cuenta, sobre todo en las rubias: lo que antes era oro, ahora es esmeralda, una joya a tener en cuenta para que en próximas inmersiones sepamos que el cloro de las maravillosas piscinas es veneno para nuestro cabello. Aunque os echéis mascarilla y un vaso de argán en el pelo, va a ser casi imposible no recortar puntas, un dedo, que en la jerga de los peluqueros es un antebrazo. Ojo cuidao.

  • PAREJAS

La convivencia hace mella en la salud conyugal y pasamos muchas horas ociosas chocando con nuestra media naranja. Lo que no mata hace más fuerte, pero aquí hay cadáveres a cascoporro.

 ¡Buena rentrée y ánimo, el verano ya casi es pan de ayer!

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Avec tout mon amour,

AA

 

 

 

Mi visita a Isabel Pantoja en Cantora, con el levante como único testigo

adriana-portada

Da igual los kilómetros que hayáis recorrido en avión, no sabes lo que es volar hasta que no bajas al sur y te encuentras cara a cara con el levante. 

Una está acostumbrada a mirar el tiempo, pero no el viento. Así que, con una maleta que bien podría ser el camión de la mudanza, puse rumbo a los anaranjados atardeceres de otros años y a la tierra de los rebujitos, las palmas y el atún rojo.

Con alegría andaluza nos plantamos en El Cortijo, un hotelito precioso al que siempre que puedo voy y en el que olvidas con demasiada facilidad que el verano no es eterno, que las chanclas no son los nuevos tacones y que a los mostos no les gusta la capital.

El viento silba por ahí abajo a veces con tanta fuerza que la cordura no dura. Hasta en tres ocasiones probé a acercarme al agua del océano mientras me engullía una nube dorada que daba latigazos en la piel. Cegada por miles de castillos de arena e ilusiones deconstruidas, volvía a recluirme en la piscina de la azotea del hotel en la que llegué a bañarme vestida para que el peso de la tela me permitiera tocar fondo y no levitar.

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No es una leyenda si os digo que Zahara de los Atunes custodia un cementerio de objetos perdidos por culpa de las corrientes de aire. En él me lloran unos calcetines mojados a los que les perdí la pista tras dejarlos en la silla de la terraza, mi gorra favorita que quiso emprender un incierto viaje por el ancho mar o el cargador del móvil (aquí la culpa fue sólo mía).

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Y a punto estuvo de abrir el camposanto sus puertas a mis brazadas en el mar, pero ayer, antes de desayunar, conseguí llegar hasta orillas del Atlántico gracias a la tregua que me brindaron las tormentas de arena en lo que entendí que era una despedida. Como no llevaba puesto el bikini, acabé de nuevo hecha un charco, con pantalones incluidos, en una inmersión que emulaba la purificación de un alma en el Ganges, pero sin detritus, sin músicas de flautas y cornetas, sin camellos o elefantes, si acaso algún perro lejano. 

pantalones

No podía abandonar mi bella Cádiz sin pasar por la piscina de Cantora a hacerme unos largos. A medio camino entre Barbate y Medina Sidonia paré en seco el coche y me apeé, muy decidida, con mi tabla de surf y la toalla del hotel (no quería que por mi culpa pusieran más lavadoras, que bastantes trapos sucios han tenido que lavar ya fuera de casa). Deseosa de compartir unos gazpachitos y un buen ibérico con Isabel Pantoja, me dispuse a hacerme con un par de entradas del que será su primer concierto en septiembre.

Así que puedo afirmar que vuelvo de mis vacaciones más gitana, más folklórica y más ventilada.

Y no preguntéis. Lo que pasa en Cantora, se queda en Cantora…

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Avec tout mon amour,

AA