Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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«¡Faltan cabezas!», exclamó el conde duque

La democracia española está atascada. ¿Quien la desatascará? Por más que miro, no veo cabezas dispuestas para la tarea. Ni ganas de sacarnos del hoyo. Entre otras razones, porque los líderes de los partidos políticos de derechas y de izquierdas, responsables principales del atasco, no parecen estar por la labor de tirar piedras contra su propio tejado.  Y ya sabemos que, a la hora de renunciar a privilegios y prebendas, son tal para cual. Entre bueyes no hay cornadas o entre bomberos no se pisan la manguera. Estamos, pues, ante la pescadilla que se muerde la cola.

Conde duque de Olivares, valido de Felipe IV

No se me ocurre por donde empezar. ¿Un harakiri de los pesebristas de los dos grandes partidos nacionales y de los nacionalistas a través de listas abiertas, financiación transparente, renuncia al caciquismo y al clientelismo y corrupción (casi) cero?

Quizás los intelectuales, más o menos independientes, no cooptados aún por los líderes políticos, podrían darnos algunas ideas, algún motivo para salir del hoyo en el que nos encontramos. Lamento decirlo pero, cuando veo a nuestras escasas cabezas pensantes y a nuestros abundantes dirigentes políticos, sufro ataques de pesimismo. Y entonces recuerdo el grito atribuido al conde duque de Olivares, ante la quiebra del imperio español de los Austrias: «¡Faltan cabezas, faltan cabezas!».

Pues eso digo yo: hoy también nos faltan cabezas o, si las hay (como las hubo en la transición), están acobardadas y no dicen ni pío. Sigo con interés los articulos de opinión de los principales diarios y el resultado es descorazonador. Solo veo frescura en los jóvenes del 15-M («Papá, vamos contra todo», me dijo el más pequeño de mis hijos) y en el jovencísimo maestro nonagenario José Luis Sampedro.

Pocos jóvenes ven como algo honorable apuntarse hoy a un partido político para profundizar y adelantar la democracia española desde dentro. Una lástima. Pero los demócratas nos lo hemos ganado a pulso, ya sea por acción o por omisión. La misma palabra «político», que define un trabajo noble de dedicación al servicio los demás, tiene ya una carga peyorativa para las nuevas generaciones.                                                                                                                                                                                                                                           ¡Menudo ejemplo hemos dado a los jóvenes en los útimos veinte años de democracia! Tengo la impresión de que los votantes de la derecha se escandalizan menos que los de la izquierda por el dudoso comportamiento de sus líderes y acuden a votar con más fidelidad. Los votantes de la izquierda se quedan en casa y no votan cuando sus líderes les engañan con falsas promesas o copian los programas de la derecha. Hay muchos votantes que prefieren el original  a la copia.

A los líderes del centro izquierda y de la izquierda se les exige, y con razón, un comportamiento ético más ejemplar. No basta con prometer un programa. Hay que vivir personalmente de acuerdo con los principios de solidaridad y justicia que inspiran ese programa.  Demasiadas veces, el favoritismo, el nepotismo, el despilfarro del dinero público y la corrupción han presidido el comportamiento reprobable de muchos políticos de la derecha, del centro izquierda y de la izquierda. (Al nacionalismo lo incluyo, naturalmente, dentro de la derecha reaccionaria).

¿Por donde empezamos a desatascar la democracia? Quizás por dar ejemplo.

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Recomiendo la lectura del artículo de Felix Azúa en El País de hoy. Copio y pego:

Después de la caída

Los dirigentes del PSOE deben ser lúcidos y enfrentarse al clientelismo o a su deriva nacionalista

Ya se cumplió el vaticinio y el PSOE se vino abajo en Galicia y en el País Vasco. Ciertamente es un desastre regional que parece pequeño tras el fracaso de las generales, pero solo es el anticipo de las catalanas. En poco más de un año el centro-izquierda español puede haber sido liquidado por completo. Quizá ya haya pasado el tiempo de las admoniciones y estemos en el de echar una mano. Este país es peligroso, pero lo sería mucho más sin el PSOE.

En primer lugar, los dirigentes del partido han de ser lúcidos sobre sus errores. Han de averiguar (o decidir) si la desafección se produce, sobre todo, por su incomprensible deriva nacionalista. La habitual alianza con toda clase de partidos patrióticos ha acabado por desconcertar al elector. Si alguien vota socialista, ¿qué está eligiendo? ¿A los que legalizaron Bildu? ¿A los casi independentistas catalanes, como el conjunto Maragall? ¿O a los sindicalistas andaluces? Este primer punto debe esclarecerse de inmediato, teniendo presente que el socorrido “federalismo” no se lo cree nadie. Es más, no se lo creen ni quienes se dicen federalistas porque no han sido capaces de aclarar a qué federalismo se refieren, en qué consiste y por qué iba a servir para algo.

Félix de Azúa

Sobre este punto, el antiguo votante socialista cree recordar que el partido fue, algún día, un partido español y constitucional. Y que tenía perfectamente claro que el nacionalismo solo puede ser una ideología reaccionaria: es sentimental e irracional, pone al territorio por encima de los ciudadanos, se basa en la pedagogía del odio, oculta tras la bandera la despiadada explotación de la oligarquía así como las corrupciones de los oligarcas, es totalitaria, es excluyente, practica la mentira sistemática y roza los comportamientos fascistoides.

Frente a estas obviedades, los socialistas se han visto atemorizados por un pretendido “nacionalismo español” que no merece la pena ni comentar. Ese supuesto nacionalismo es el que permite que partidos secesionistas controlen las regiones periféricas, sumerjan en la lengua nacional a la población y multen a quienes escriben en castellano. Un nacionalismo un tanto particular, el español. Por desgracia, es justamente la acomplejada dejación de los socialistas lo que puede propiciar que el nacionalismo español, el de verdad, el que se parece al de Otegui y al de Mas, el de Blas Piñar, se levante de su tumba.

Nadie cree ya en el socorrido “federalismo”, ni quienes se dicen federalistas

Una vez solventada esta cuestión, deberán emprender una segunda investigación. Una gran mayoría de la población cree que son los partidos socialistas los que arruinan las cuentas del Estado por su desaforado clientelismo. Sin llegar a la siniestra etapa de Zapatero, los lugares en donde aún mandan los socialistas, como Andalucía, son semilleros de funcionarios, de empresas paraestatales o semiestatales, de subvenciones opacas, de ayudas nepóticas, de consejeros, ayudantes, comisionados y una infinidad de empleos subalternos que no tienen la menor utilidad, pero gracias a los cuales viven miles de afiliados al partido y sus familiares. Si a eso se añade el general cabreo por los escandalosos privilegios de la clase política, la animadversión hacia los socialistas, principales protectores de los privilegios, se hace colosal. Quien arguya que eso también lo practica el PP está hundiendo la dignidad de la izquierda.

La tercera discusión tiene que ver con el momento de extrema miseria económica del país. Una considerable cantidad de votantes cree inadmisible que los socialistas animen constantemente a los sindicatos, a las asociaciones y a cualquier grupo o grupúsculo de indignados o aficionados, a tomar la calle y paralizar la vida ciudadana. Más bien al contrario, solo un pacto de Estado del PSOE con el PP podría hacer menos dolorosa la sangría. En todas las encuestas, incluso en aquellas que el propio partido socialista encarga, se sitúa en uno de los primeros lugares la exigencia de un gran pacto de Estado entre los dos partidos. No hay la menor indicación de que ese pacto haya sido imposible debido al rechazo del PP, como suelen aducir en el PSOE. El constante acoso a los ciudadanos (esta semana hay en Madrid convocadas 80 manifestaciones, ¡80!, además de la huelga de transportes) se percibe siempre, justa o injustamente, como una cacería propiciada por el partido socialista, como si este buscara la identificación con Grecia en las fotografías de la prensa anglosajona.

Por último (y es casi imposible que algo así suceda), debe cambiar la cúpula dirigente. Buena parte de ella viene de la nefasta etapa de Zapatero y no tiene ya la menor credibilidad. Su actual dirigente, Rubalcaba, es un hombre eficaz en tareas subterráneas, ocultas, comisariales, pero carece del menor atractivo político y no se le conoce una sola idea. Esta increíble acefalia cubre el conjunto socialista hasta extremos desatinados. Un alto responsable del partido en Cataluña me decía que su actual dirigente, Pere Navarro, ha logrado convertir a Montilla en un Churchill. Por no hablar de la señora Chacón, esfinge sin secreto. Por mera prudencia, el PSOE debería ir preparando un desembarco en Cataluña con sus propias siglas.

La ausencia de ideas es paralela con un discurso basado obsesivamente en la crítica del partido gobernante

El párrafo anterior puede parecer cruel, pero hay que tener en cuenta que estamos hablando de una cadena de fracasos, de una pérdida enorme de poder, de una catástrofe general y de un posible cataclismo que deje a este país sin alternativa de centro-izquierda. Todo ello propiciado por quienes en la actualidad ocupan los sillones principales del partido como si no hubiera pasado nada. En cualquier país europeo, tras cada una de las derrotas, unos cuantos responsables habrían regresado a sus hogares a gozar de las prebendas que se han concedido a sí mismos los profesionales de la política española. Teniendo en cuenta la que se avecina en las provincias vascas y en Cataluña, más vale que en el PSOE haya gente con un poco de seso para enfrentarse a la fiera tradicionalista.

La ausencia de ideas es paralela con un discurso basado obsesivamente en la crítica del partido gobernante. Está muy bien criticar al Gobierno y esa es la tarea de la oposición, siempre que se tenga alguna alternativa. Acusar a Rajoy de todos los recortes, olvidando que los comenzó Zapatero y por mandato de Bruselas, es deshonesto. Si hay alternativa a la política económica ordenada por Merkel, debe ser expuesta públicamente con claridad. Si no se hace, entonces toda la crítica de la oposición parece una pataleta de colegiales.

Comprendo que es extremadamente difícil inventar un discurso alternativo al de la guerra fría, que sigue siendo el relato dominante en un partido anquilosado y con escasas fuentes de información. Tan es así que muchos antiguos votantes desearían el regreso de Felipe González. Si la ideología no ha cambiado, ¿por qué no volver al origen? Por fortuna, González no está loco y jamás reaparecería en la corrala de la política española.

De manera que son las nuevas generaciones socialistas las que deben imponer su criterio. Si este es el de una radicalización que les aproxime a los comunistas, bienvenida sea. Y si por un milagro se plantean una política menos ideológica y más pragmática, menos reaccionaria y más técnica, una política que tenga menos que ver con la imagen y más con la realidad, a lo mejor es posible volver a votarles algún día.

Félix de Azúa es escritor.

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Y la Justicia parió un ratón…
Etarras y 11-M, en El Mundo; Guantánamo, en El País

Los diarios on line se comen a los que imprimen las noticias de ayer. Tal es mi caso cuando voy a comentar las portadas impresas de hoy, envejecidas por dos decisiones importantes, aunque tardías, de los jueces.

La que han armado con el sanguinario etarra De Juana Chaos los del Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, saltándose a la torera algunos procedimientos, para ser arrojados hoy al ridículo por el propio Tribunal Supremo. En menos de un año, el etarra estará seguramente en la calle después de haber cumplido sus condenas.

¿En qué cabeza de juez cabe condenar a un etarra a más años de cárcel por escribir un artículo que por cometer asesinatos?

Y el otro juez, que también baila, es el de Tenerife. Prohibe el carnaval en la calle, en lugar de prohibir ciertos niveles de ruido insoportable en la calle. Menos mal que ha entrado en razón y donde dijo digo -a la vista del follón que ha organizado- ahora dice Diego.

De sabios es rectificar. Pero, con algo de prudencia y sosiego, nuestros politizados jueces podían habernos evitado tanto ruido innecesario.

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No se pierdan este artículo de Félix de Azúa en El País. Es largo, pero creo que vale la pena:

Longevidad del resentimiento

FÉLIX DE AZÚA

en El País 12/02/2007

Recuerdo perfectamente con qué ferocidad despreciábamos a Adolfo Suárez. El plural se refiere a la izquierda de aquellos años. Ni siquiera le odiábamos, era demasiado insignificante. Un burócrata que sólo suscitaba el sarcasmo, un trepador cuyas contradicciones podían facilitar la insurrección proletaria. Es cierto que le había votado una mayoría de la población, pero ya se sabe: los españoles son franquistas, borregos, rancios. Supongo que eso es lo que piensan de Zapatero muchos nacionalistas.

Luego pasamos a despreciar a González. Algunos habían sido compañeros suyos en la Universidad de Sevilla: un chisgarabís, un pelmazo del que huía la gente. Los sarcasmos contra Suárez se hicieron más virulentos contra González. Basta con releer lo que escribían las grandes plumas de la izquierda sobre la entrada de España en la OTAN.

Ahora, cuando el país va regresando inexorablemente al Ruedo Ibérico, nos percatamos de que Suárez y González fueron una bendición inmerecida para una casta intelectual fatua y microcéfala. Un par de políticos inteligentes, prudentes, hábiles, que nos libraron de nosotros mismos. Si hubieran triunfado los míos, por ejemplo, Cataluña habría sido una república popular maoísta. Nunca se lo agradeceré suficientemente a Suárez y González.

Éramos jóvenes y en ese periodo amorfo llamado «juventud», que en España dura hasta los cuarenta años, está permitido ser un majadero y que sin embargo te haga caso la prensa. Pero ahora, cuando se reproduce el viejo estilo del rencor y el resentimiento, ya nadie es joven, ni siquiera los jóvenes son jóvenes. Los «jóvenes» nacionalistas vascos patean las tumbas de los asesinados por sus padres. Han nacido viejos.

El mes pasado, escribía Muñoz Molina en estas mismas páginas su desaliento ante el delirio en el que ha caído la casta dirigente. Era el grito espantado de alguien que, por vivir fuera, se percata de lo asombrosamente inútil que llega a ser la elite española. El delirio de la oposición, perpetuamente encadenada a sus tráficos vaticanos, a su ética momificada, ese espíritu de bronca tan compatible con la codicia. El delirio de los periféricos, reduciendo sus fortalezas regionales a siniestras aldeas endogámicas cada vez más hormigonadas. El delirio del actual gobierno, convencido de poder dialogar con los nacionalistas, desde los más presentables hasta ETA, y proponiendo alianzas con el Islam. Vaya panorama.

Hace unos días tuve ocasión de hablar con una persona excepcional. Ha conocido la esclavitud verdadera, la de las mujeres que se pudren en los países islámicos. Ha vivido en Somalia, Etiopía, Arabia Saudita, Kenya… Sabe que en este momento no hay mayor injusticia que el islamismo explotador de una mitad de la población condenada por su sexo. La miseria del proletariado en la época de Marx era un privilegio comparada con la miseria de millones de esclavas (laborales, familiares, sexuales) que se ocupan de la totalidad del trabajo de la aldea mientras los hombres se dedican a pavonearse rifle en mano y a rezar. No podía concebir que alguien como Zapatero, con mando en un país europeo, hablara de «alianza de civilizaciones». ¿Qué civilizaciones? Si a sus hijas les hubieran cortado el clítoris y cosido los labios externos quizás no fuera tan frívolo.

Suárez dialogó con gente que le despreciaba, pero que estaba deseando salir de la cloaca. Es cierto que los comunistas seguían persuadidos de que no había nación en la tierra que pudiera compararse con la URSS (¡la de Breznev!), y que nuestros jefes hablaban en verso sobre Rumania y sobre la portentosa inteligencia de Ceacescu. Estos majaderos, sin embargo, ya no creían en sus propias mentiras y por lo tanto se podía dialogar con ellos. Suárez lo hizo y consiguió que entraran en el orden democrático al que juzgaban un modo de explotación más peligroso que el fascismo. Suárez dialogó porque lo que tenía delante era un fantasma que al oír el primer ring de monedas se esfumó como Drácula y se dedicó a proteger a las focas.

No es ese el caso de ETA, ni el de los islamistas que con tanta precisión describe una y otra vez Antonio ElorzaNi siquiera es el caso del PNV. Quizás Esquerra Republicana esté más cerca de la lucidez: por lo menos ya se les ha producido una escisión y eso indica que puede haber pensamiento incluso en una nevera. Ley de oro desde Maquiavelo es que no puedes dialogar con quien está persuadido de que tú eres débil y él es fuerte. Que Alá está de tu parte, o que están contigo Dios y las cajas de ahorro vascongadas más algún sindicato para que el amo no esté solo.

Nuestro presidente dice que hay que dialogar con los opresores. Parece que no haya dialogado en su vida con alguien que le toma por bobo. La quiebra de esos diálogos imposibles conduce a callejones sin salida. Los callejones sin salida generan frustración. La frustración es la madre del resentimiento. Hemos regresado a la política del resentimiento, la continuación del franquismo. El gobierno no piensa en los ciudadanos, el gobierno sólo piensa contra la oposición. Un gobierno que le tiene tal pavor a la oposición como para no abrir la boca sin mencionarla (¡mamá, mamá, mira lo que ha hecho Rajoy!), es un gobierno de una debilidad incompatible con cualquier diálogo. La consecuencia ha sido el fracaso del «proceso de paz», mal planteado desde su bautismo con esos términos episcopales.

¡Qué nostalgia de Suárez y González! El uno y el otro hubieron de vérselas con enemigos mucho más peligrosos que los que lidia Zapatero. Suárez con los franquistas, es decir, con la totalidad del poder económico, o sea el poder madrileño, vasco y catalán que era el único que había. González, con sus propias huestes, cabras locas, conspiradores del ochocientos. Ambos, con una ETA que en aquel momento no sólo era infinitamente más fuerte, sino que recibía el apoyo de toda la izquierda del país. Y sin embargo pudieron imponer su diálogo, es decir, meter en vereda a los inválidos morales en menos que canta un gallo.

¿Por qué entonces Zapatero no puede con unos adversarios desdentados como los del PP, y una ETA a la que ya sólo apoyan los caseríos y ni siquiera todo el PNV? Porque no logra convencer de su poder, es decir, el poder del Estado. Y cuando el Estado muestra su debilidad, el rencor, el resentimiento y el oportunismo ocupan la escena.

Si alguien desea conocer el desarrollo de una conciencia política racional y no visceral, lea la estremecedora autobiografía de Ayaan Hirsi Ali (Mi vida, mi libertad). Verá cómo la inteligencia unida al coraje puede vencer a la esclavitud en las condiciones más opresoras. Ayaan Hirsi es en verdad una revolución viviente porque dice aquello que todo el mundo sabe, lo evidente. Aquello que los islamistas ocultan, niegan, disimulan, disfrazan, porque amenaza el dominio que ejercen sobre la mitad de la población. Y lo dice sin rencor, sin odio, sin resentimiento hacia sus torturadores. Sabe que no hay posibilidad de diálogo, ni alianza que valga, hasta que millones de mujeres se persuadan de su poder. Por eso dialoga con las oprimidas, no con sus opresores. Será lento, pero no hay otro camino.

Aplíquese el cuento aquel que desee dialogar. Haga como Ayaan Hirsi, apueste por lo evidente sin rencor ni resentimiento. Utilice el poder del Estado para ayudar a los ciudadanos oprimidos, no para sumirlos en una mayor opresión dialogando con sus opresores. Y olvídese de la oposición. Está ahí para evitar el monólogo gubernamental.

Félix de Azúa es escritor.

FIN

Hoy estamos de doble enhorabuena.

1.- Arsenio Escolar, director fundador de 20 minutos, de www.20minutos.es y de Calle 20, ha sido nombrado «mejor periodista del año» por la Asociación de la Prensa de Madrid que le ha otorgado el Premio Victor de la Serna. Podrán leer esta noticia, que nos ha llenado de satisfacción, en un modesto rinconcito de la página 10 de 20 minutos, que reproduzco a continuación, o en su blog.

2.- El diario on line www.20minutos.es ya es, según la OJD, el nº 2 de los de información general de España.

«El Partido de los Ciudadanos», Lerroux y la extrema derecha, según Azúa.
Este partido me perturba, por desconocido

Como es fiesta en Madrid he tenido tiempo para leer artículos largos (y hasta libros). Por distintas razones, dos de ellos me han interesado, incluso perturbado, en el atardecer espléndido del día de Virgen de la Almundena (Virgen de la La Muralla, creo recordar, en árabe).

Uno, por desconocimiento del problema, me ha interesado especialemente. Por eso, y porque es de pago, lo copio y pego a continuación. (Creo que esto que hago ahora, citando la procedencia, no es delito).

Aunque viví de joven en Cataluña, ya no vivio allí y no percibo los matices de los habla hoy Félix de Azúa en El País .

Desde que conocimos el resultado electoral del 1 de noviembre, han surgido multitud de rumores, aún por confirmar, para explicar el fenómeno de este nuevo partido de intelectuales y de gente culta, que parece libre y hasta de izquierdas:

¿Es El Partido de los Ciudadanos de extrema derecha encubierta?

¿Está apoyado secretamente por FAES (Aznar) o por el PP para quitarle votos al PSC?

¿Es un partido de resentidos o de cabreados que no han pillado ningún pesebre o han sufrido algún desaire en sus egos particulares?

¿Acaso pueden ser, simplemente, lo que ellos dicen ser?

Debo reconocer que me sorprendió, en un primer momento, ver a mi admirado Fernando Savater apoyando la constitución de este peculiar Partido de los Ciudadanos que amenanzaba a toda la clase política establecida, con la osadía y la temeridad de David contra Goliat.

También encontré entre ellos otros nombres de personas con talento artístico y gusto por la crítica y por libertad de expresión. Uno de los fundadores, Iván Tubau, fue compañero mío en la fundación, en tiempos de Franco, de un diario que nos duró un sólo día en la calle.

La policía franquista nos lo retiró de los quioscos nada más nacer y nos quedamos sin diario y sin empleo. Se llamaba «Nivel» y guardo ese único número en mi sótano y en mi corazón.

Aquella noche bebimos y cantamos en nuestra casa de Blasco de Garay:

«Nivel, Nivel, Nivel es mucho Nivel. Por eso los Sánchez Bella se lo han cargado na más nacer».

Sánchez Bella era entonces el ministro de Información de la Dictadura que dió la orden de cierre.

Allí coincidimos (en «Publicaciones Controladas» del Dr. Julio García Peri, en la calle Sánchez Pacheco de Madrid)) gentes de todos los colores, pero todos con ansias de libertad: Manuel Martín Ferrand, Mauro Muñiz, Ismael López Muñoz, Vicentu Verdú, Pablo Sebastián, Iván Tubau, Bernardo Díaz Nosty , Alfonso Ortuño, etc., y un montón de jóvenes, todos ellos luego bien colocados en la prensa libre.

Aquel diario nuestro, tan querido y tan llorado, se parecía un poco, por lo que he leído hoy de Azúa, a este espontáneo Partido de los Ciudadanos, que se ha lanzado al ruedo de la política catalana, sin pertenecer a la clase política ya establecida y sin haber pagado previamente la entrada al coso.

Los espontáneos que se lanzan al ruedo a torear, sin permiso del tiempo ni de la autoridad competente, suelen ser recibidos con grandes aplausos del respetable -tienen su momento de gloria- pero su faena acaba pronto, pues suelen salir del ruedo esposados por la Guardia Civil.

Eso nos pasó a los jóvenes que lanzamos «Nivel«, el primer y último diario libre de la Dictadura. Pronto cambiamos el subtítulo «Diario de la mañana» por «Diario de una mañana». ¡Qué lástima!

Recuerdo que aquel fin de año sin empleo lo pasé con mi chica en el cine Callao, frente a mi actual despacho de 20 minutos. Unos minutos antes de las doce de la noche, cortaron la película y nos repartieron bolsitas con las 12 unas, que tomamos al oir las campanadas del año nuevo. Los cuatro gatos que estabamos en el patio de butacas del cine nos saludamos, cambiamos unas risas y seguimos viendo la peli: era «Irma la dulce». Nunca la olvidaré.

Este es artículo que me ha traído tantos recuerdos de los tiempos predemocráticos y me ha provocado algunas perturbaciones. Aviso: es largo, pero nadie está obligado a leerlo.

¿Quién teme al ciudadano feroz?

FÉLIX DE AZÚA

EL PAÍS – Opinión – 09-11-2006

Como es bien sabido, con ocasión del Salon de 1864 el pintor Édouard Manet expuso su célebre Olympia, un desnudo femenino que irritó profundamente a la buena sociedad parisina y cambió las reglas de la representación clásica. La gigantesca cólera desatada por el cuadro de Manet era debida a que el nuevo modo de presentar un tema clásico dejaba sin argumentos a los tradicionalistas. La estrategia artística de Manet negaba todos los valores defendidos por la vieja escuela. Los entendidos, los expertos, los coleccionistas y aquellos aficionados que se consideraban enterados, reaccionaron con violencia porque, de ser cierto lo que Manet expresaba en su pintura, entonces ellos eran una colosal mentira. También es conocido el final de la historia: eran una colosal mentira.

Algo similar está sucediendo con la irrupción de un pequeño partido posnacionalista en Cataluña, a partir de las últimas elecciones. El Partido de los Ciudadanos (PC) es minúsculo en comparación con las fuerzas que representan al nacionalismo catalán, pero la reacción que ha desatado es sorprendente y pone de manifiesto, no la amenaza de los débiles, sino el miedo de los poderosos. La astuta conducta de los medios de comunicación catalanes, que no informaron en ningún momento sobre la campaña del PC mientras duró la subasta de votos, no ha podido resistir el resultado y ahora se desborda en ataques furibundos. Un síntoma inequívoco de que el poder se siente débil.

Por si alguien supone que escribo desde una posición militante, debo aclarar que si bien formé parte del grupo que incitó a la creación en Cataluña de un nuevo partido que pudiera hablar con naturalidad sobre todo lo prohibido por el poder, en cuanto ese partido se constituyó legalmente me retiré con ánimo de no regresar nunca más a la política empírica. Si ahora escribo sobre ellos es porque nos están sirviendo una valiosa información sobre la falta de información que sufre la sociedad catalana. De modo que habría escrito exactamente lo mismo si hubiera votado a Convergencia o a Iniciativa.

La falta de información a la que aludo es una de las causas de la inseguridad del poder catalán. Cuando escribo esta crónica hay ya un acuerdo para repetir el tripartito. Es decir, que han ganado los que han perdido, pero quizás no cabía otra posibilidad. Los partidos nacionalistas catalanes son máquinas de distribución. Cualquiera de las posibles combinaciones ganadoras no se forma para cumplir el deseo de los votantes sino para satisfacer a los partidos y a sus clientelas. Contra este estado de cosas había que fundar un nuevo partido y ese partido ha conseguido tres escaños sin apenas campaña, sin dinero, sin apoyos, sin aparecer en los medios, contando tan sólo con el entusiasmo de la gente.

La victoria ha sorprendido porque la sociedad catalana carece de información responsable. Muy pocos periodistas sabían algo sobre el nuevo partido y lo que sabían era mentira. Ningún profesional de la prensa catalana intentó averiguar algo por su cuenta. Cada uno de los mediáticos de prestigio pertenece a un grupo dentro del sistema y nada que caiga fuera de tan estrecho horizonte tiene la menor importancia. La endogamia informativa ha llegado a extremos grotescos, como la creación de un comité de comisarios que vigila a los periodistas catalanes. Sin embargo, no es el momento de examinar el grado de dependencia y la falta de autonomía de los medios catalanes, sino de sacar algunas conclusiones. Y para ello nadamejor que poner algunos ejemplos de lo que está sucediendo después de las elecciones, cuando el resultado es irreparable. Quizás alguien se percate de que el estado de cosas es insostenible, que está hundiendo a la sociedad catalana en el escepticismo democrático, y trate de ponerle remedio.

Hablemos de las firmas y vayamos de menor a mayor. Como es lógico, todo el periodismo de batalla ha coincidido en calificar al PC de facha, ultraderechista y cosas semejantes. De nada ha servido que el jefe del partido se definiera como socialdemócrata, o que no haya ni un solo dato que fundamente semejante barbaridad, es decir, que este es un partido de delincuentes. Ningún responsable del PC ha hablado de inmigración y si lo ha hecho ha sido con bastante mayor liberalidad que la señora Ferrusola de Convergencia o el señor Barrera de Esquerra; ni de religión y si lo ha hecho es para declararse laico y contrario a la asignatura de religión, a diferencia de los nacionalistas; ni del aborto, las bodas gays, el feminismo y la parafernalia que trabaja ese partido estetizante, Iniciativa, como no sea para coincidir con ellos porque, la verdad, esas cosas son simplemente obvias. No importa: los Sopena, los Culla, los Cardús, los Sánchez, la infantería del sistema, han afirmado que el PC es de extrema derecha.

Era de esperar, por así decirlo, entre la gente de faena, pero subamos un peldaño. Toni Soler es una figura de la radiotelevisión catalana y escribe en La Vanguardia. Es una de esas estrellas locales que viven de luchar heroicamente contra la microscópica presencia del PP y que jamás han tocado un pelo al poder. Sin embargo, la aparición del PC le ha puesto nervioso. He aquí lo que escribía Soler el domingo 5 de noviembre: «(Para el PC) el nacionalismo catalán va de Carod a Piqué, inclusive, y dicen una frase en cada idioma, para demostrar que el idioma no les importa, es decir, que si el catalán desaparece no soltarán ni una lágrima». Esto lo escribe Soler en castellano. Es otro de los innumerables nacionalistas que considera justo multar a un tabernero por no rotular en catalán, pero que desea seguir cobrando sus artículos en castellano, por favor. Con esta moral es difícil informar objetivamente.

Subamos otro peldaño, lleguemos a periodistas prestigiosos y a los que respeto. Ese mismo día y en el mismo órgano de los conservadores catalanes, Enric Juliana escribía: «El despliegue del Partido de la Ciudadanía en España sólo es posible con el apoyo estratégico de un poder fuerte. La FAES es uno de ellos y ha amenazado con querellarse contra quien diga que suya es la mano que mece la cuna». Debo confesar que el párrafo me ha desconcertado porque soy lector habitual de Juliana, uno de los escasos periodistas catalanes que utiliza el castellano con elegancia. Su posición siempre ha sido clara, es simpatizante de Convergencia, pero no es un palanganero. Suelo oírle en la tertulia de Carlos Herrera y me parece un hombre equilibrado. Que utilice una falacia tan absurda es significativo sobre el grado de intoxicación de los periodistas catalanes. La gente que ha conseguido tres escaños se los ha trabajado como antaño los clandestinos que luchaban contra Franco: aguantando los ataques del régimen en pleno y sin el menor apoyo de nadie como no sea el desinteresado y generoso de mucha gente que está harta de tanta falacia. Que sólo les hiciera caso la prensa de Madrid no es culpa suya, sino de la prensa de Barcelona.

Y acabemos de subir la escalera hasta un nivel que puede costarme una amistad. El viernes 3 de noviembre, Xavier Vidal-Folch, el director de la edición catalana de este periódico y amigo personal, hacía un balance de los resultados. Escribía lo siguiente: «La gran novedad, Ciutadans, ese nacionalismo neoespañolista». Pasaba luego a anunciar que el partido practicará el lerrouxismo, que acabará en manos de la extrema derecha, y terminaba diciendo: «¿Nuevo el nacionalismo español? ¿O el más rancio y cutre de los nacionalismos hispánicos?». Esta es la opinión de un gran profesional catalán que ha vivido en Bruselas durante años y conoce la prensa europea. Si estuviéramos en Europa habría que hacerle algunas preguntas: ¿Qué es, en su opinión, el «españolismo»? ¿Algo así como el catalanismo, un apego cultural? ¿Que te guste la música de Albéniz, el Museo del Prado y las novelas de Mendoza? ¿Hay que añadir, para radicalizar, la jota en plan sardana, los toros en plan castellers, el Valle de los Caídos en plan Montserrat? ¿O más bien será españolista alguien que se oponga al populismo del odio contra los españoles tipo Rubianes? ¿Y que sería un «neoespañolismo»? ¿O es sólo un modo de clasificar para evitarse el análisis? ¿Pereza o desinformación?

El lerrouxismo y la extrema derecha son fantasmas constantes en Cataluña, quizás por ser dos de las más frecuentes tentaciones catalanas, desde el carlismo del XIX hasta los Requetés franquistas. Son espantajos que carecen de contenido ya que toda situación histórica es irrepetible y para acabarlo de arreglar nadie sabe muy bien en qué consisten. ¿Es un lerrouxista a la inversa Artur Mas cuando se inventa un carnet de puntos para inmigrantes? ¿O Maragall cuando le concede la nacionalidad catalana a Montilla por lo bien que se ha portado? Cuando un término más o menos técnico se usa como insulto hay que suponer que de lo que abunda en el corazón habla la boca.

Lo mejor sin embargo es el final. «Rancio» y «cutre» son de nuevo adjetivos muy frecuentes entre los defensores de la buena sociedad catalana, aunque deben aplicarse exclusivamente al llamado «nacionalismo español». Que Artur Mas se arrodille ante la tumba de Wifredo el Velloso, que todos los partidos canten Els segadors con la mano en el pecho y lo hagan obligatorio en las escuelas, que peregrinen a los lugares sagrados, que prohíban a los escolares hablar en castellano en el patio, o que sólo hayan leído a Prat de la Riba y otros genios de la filosofía política, no es, para ellos, ni «cutre» ni «rancio». Debe de ser lo más progresista, aunque sólo en Cataluña. ¡Qué pésima información, Dios mío!

En efecto, un partido sin dinero, sin campaña, sin apoyo mediático, en cuatro meses ha conseguido tres diputados. Ahora el poder catalán puede reaccionar de dos modos distintos: temblando de miedo e insultando como hasta ahora viene haciendo, o poniendo remedio a lo que ha provocado 90.000 votos para el nuevo partido, 60.000 votos en blanco, la más alta abstención de la historia de Cataluña, y un panorama para el futuro Gobierno que cada vez nos acerca más a la Italia de los años de plomo. O a cosas peores. Quizás ellos se sientan a gusto en este ambiente de sauna para padrinos. Los demás, no.

Félix de Azúa es escritor.

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El segundo artículo que me ha interesado hoy se titula:

North Koreans in Czech jobs: Slave labor?

(Norcoreanos en trabajos checos: ¿Trabajo de esclavos?)

de Mindy Kay Bricker

No se si podré copiarlo y pegarlo aquí, para los que entiendan inglés. Lo ha publicado el Internatinal Herald Tribune en su págína 3, con fotos y mapas de la zona. Por si acaso, resumo el tema:

Mujeres norcoreanas van a trabajar a Chequia a destajo. Son muy buenas costureras y cosen fundas de asientos de coches de lujo (BMW, Mercedes, etc.) a gran velocidad. Por su eficacia, llegan a cobrar más que el salario mínimo de este país de la Unión Europea, algunas el doble.

Y aquí viene la historia. Sus sueldos son ingresados -se presumía que voluntariamente- en una cuenta de un banco de Corea del Norte. Y gran parte de esos salarios nunca llegó a sus familias. Se lo quedaba el Estado, con explicaciones tan estrafalarias como donativos presuntamente «voluntarios» para, por ejemplo, el cumpleaños del gran líder Kim Jong Il.

Ninguna mujer se atrevíó a denunciar estos abusos de la cruel Dictadura hereditaria norcoreana. Todas ellas temen por lo que pueda ocurirle a los miembros de su familia que viven en Corea del Norte si protestan por la merma incontrolada de sus ingresos.

Si no hay denuncia concreta, la Unión Europea apenas puede hacer nada legalmente contra esta moderna esclavitud laboral.

¿Esclavos en nuestra propia Unión Europea y en el siglo XXI?

Ya lo ven.