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El ‘Banksy’ lituano se la juega con un mural de Lego

La polémica obra callejera con personajes de Lego - Ernest Zacharevic

La polémica obra callejera con personajes de Lego – Ernest Zacharevic

Tintín viajando en un carrito de la compra empujado por una niña, un hombre asomándose en un recuadro blanco pintado en una pared fea, el perfil de una paloma dibujado en los laterales de la cuchara de una excavadora… Entre el ingenio del trampantojo, la belleza de una gran ilustración en una pared exterior y la leve crítica social, Ernest Zacharevic es cada vez más famoso por el arte callejero que por sus dibujos y pinturas al óleo. Recientemente, incluso se le ha comparado con el todopoderoso Banksy.

El artista lituano de 27 años vivió y estudió arte en Londres y no hace mucho estableció su residencia permanente en Malasia. Allí, en la ciudad de Johor Bahru —la segunda más importante de Malasia tras Kuala Lumpur (la capital) y limítrofe con Singapur— ha protagonizado a mediados de noviembre una polémica por un mural crítico con la creciente inseguridad de la urbe.

Dos personajes de Lego protagonizan la escena, que Zacharevic creó aprovechando una descuidada esquina. En uno de los muros pintó a una chica con un bolso de Chanel, en el muro contiguo; a un ladrón esperando a atracarla, con un pasamontañas y un gran cuchillo.

La obra original de Zacharevic retocada por artistas locales

La obra original de Zacharevic retocada por artistas locales en un intento de salvarla

La elección de retratar a los protagonistas como muñecos del famoso juego de construcciones no es casual: Johor Bahru, además de por una tradicional alta tasa de delincuencia, es conocida por albergar desde 2012 el parque temático Legoland Malaysia.

«Mis pinturas son siempre una respuesta al cualquiera que sea el ambiente social al que estoy expuesto», declara al respecto a la BBC. El artista asegura que la gente se siente «muy insegura» en la ciudad y que es habitual recomendar al prójimo que «esconda el bolso» y se cuide en extremo.

Las autoridades locales, indignadas por «la mala imagen» que transmite la obra y más preocupado por «las inversiones y el turismo» que por cualquier otra cuestión, no tardaron en cubrir la obra con pintura. Previamente hubo un cándido intento de unos artistas locales por salvarla añadiendo un policía (también de Lego) a punto de detener al delincuente antes de que atracara a la víctima. «¡Eso sí que es vandalismo», escribió el autor divertido en su cuenta de Facebook. «Malasia nunca deja de divertirme. Y no es una crítica contra quien pintó al policía, estoy fascinado ante la situación al completo«.

Zacharevic corrió un gran riesgo con su acción artística. En Malasia, la vandalización de propiedad pública (en la que está incluida cualquier forma de muralismo y grafiti) puede costarle al autor una multa de hasta 1.500 euros, hasta tres años de carcel y un castigo físico que consiste en ser fuertemente golpeado en la espalda con una vara entre tres y ocho veces.

Helena Celdrán

'Brussels, 2012'- Ernest Zacharevic

‘Brussels, 2012’- Ernest Zacharevic

'Singapore, 2013' - Ernest Zacharevic

‘Singapore, 2013’ – Ernest Zacharevic

'Rome, 2013' - Ernest Zacharevic

‘Rome, 2013’ – Ernest Zacharevic

'Singapore,  2012' - Ernest Zacharevic

‘Singapore, 2012’ – Ernest Zacharevic

'Stavanger, 2013' - Ernest Zacharevic

‘Stavanger, 2013’ – Ernest Zacharevic

Hellen Van Meene y su «chicas inseguras pero que parecen la Reina Isabel»

—Esto lo estoy tocando mañana.

El inolvidable Johnny Carter, personaje de ficción con todo el derecho a ser real como toda aquella proyección literaria que nos retrata, protagoniza el cuento El perseguidor, de Julio Cortázar. Johnny, una doblez del saxofonista Charlie Parker, tenía problemas para entender la forma en que se comporta el tiempo, lo que hace con nosotros, cómo nos maneja y modifica… Entras en el metro y entre dos estaciones recreas, con una precisión de detalles de atestado policial bien redactado, los detalles íntegros de un verano especialmente venturoso o las desventuras de todos los años de tu infancia o la primera visita a un templo románico en el que dejaste que cayera la noche y tal vez rezaste, pero entre las dos estaciones consecutivas que ha recorrido el convoy del metro sólo hay, digamos, un minuto y medio.

De ese mareo se quejaba Johnny, de no saber cómo es posible que la valija del tiempo sea elástica y quepa tanto en un lapso en el que apenas podrías fumar un cigarrillo . Por esa descolocación tan interiorizada que se ha licuado con la sangre, el personaje, que no en vano se dedica al  jazz, música que es una batalla a muerte contra el tiempo, Johnny interrumpe un solo de saxo porque ya lo tocó mañana.

Sospecho que las jóvenes morosas que retrata Hellen Van Meene (Holanda, 1972) podrían repetir la frase de gramática disparatada pero aplicación cotidiana: están donde ya estuvieron o donde quizá vayan a estar o donde nunca pudieron estar pero saben que están.

La fotógrafa, una mujer con mucho y buen trabajo a sus espaldas y una aproximación canónica que, en mi opinión, la ennoblece —siempre usa película química, una cámara mecánica Rolleiflex sin gadgets de ayuda electrónica y jamás mancilla con un flash o focos de apoyo el pudor de la luz natural—, explica sus retratos como un forma de «esculpir sobre un alma» sometiendo a sus modelos a un «ataque de amor».

En una larga y reveladora entrevista añade que desea buscar fuera de la belleza canónica y los patrones de las modas corporales a la «Venus que hay en cada chica» pese a la «incomodidad y el miedo» que puedan sentir ellas por la situación —porque toda foto consentida tiene una intención violadora—. También resume de modo muy plástico la intención final de cualquiera de sus retratos: «Es muy fácil hacer una foto de una chica insegura, no tiene nada de especial. Es bastante más complicado hacer que una chica insegura parezca la Reina Isabel».

No advierto la entereza regia y la «arrogancia» que la fotógrafa proclama. Al contrario, las chicas de Van Meene me resultan dotadas de una especia de bendita ignorancia, una juventud gastada. Parecen insomnes, como diría Emile Cioran,  que hayan vivido siempre «con la nostalgia de coincidir con algo, sin, a decir verdad, saber con qué».

Su presencia es fantasmagórica o, como diría un teórico, fantasmática, espectral, y contradice la legislación racional de la foto como resto detenido del pasado. Estas fotos están sucediendo mañana.

Ánxel Grove

© Hellen Van Meene

© Hellen Van Meene

© Hellen Van Meene

© Hellen Van Meene