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Un orfanato mostrado como una casa de muñecas gracias a la fotogrametría

El Orfelinato es un orfanato judío abandonado situado en el barrio de Ortaköy, en Istanbul (Turquía). Un lugar de paredes heridas, gastadas, escaleras rotas y lamentos centenarios atrapados en salitre. Un territorio que fue el denso espacio para miles de niños que se cobijaron en las habitaciones conjuntas, y que ahora aparecen desnudas en este vídeo.

El colectivo artístico Oddviz, fundado por el arquitecto Çağrı Taşkın, el científico ambiental Serkan Kaptan y el fotógrafo Erdal Inci, han querido recuperar su memoria como espacio visual, gracias a la técnica de la fotogrametría, uniendo miles de fotos y capas en 3D, presentando este espacio a modo de casa de muñecas. Se trata de la segunda entrega de su serie Contextures, que iniciaron, siguiendo el mismo patrón conceptual, con su aclamado vídeo Hotel.

 

La técnica de la fotogrametría está dando una nueva dimensión espacial a la fotografía. Es necesario capturar cada esquina del edificio durante varias semanas para después fusionar más de 10.000 fotos (cada habitación es al menos la combinación de entre 100 o 150). El resultado es esta alquimia entre ciencia, arte y arquitectura, que permite conservar la memoria de estos edificios en ruinas, y otorgarnos a los espectadores un nuevo sentido arácnido de la vista.

 

«El ojo del amor», la luna de miel de un fotógrafo enamorado

René Groebli

René Groebli

René Groebli retrata el único paisaje indispensable: los restos de la noche perpetuados en la orografía aún tibia de las sábanas y el cobertor, la cama barata, el batín, las zapatillas como un par de dijes sobre la patria del suelo que nos sostiene, los restos del desayuno compartido…

Algunos acotan el retrato del amor. Pueden ser ejemplos opuestos Edward Weston, que vaga por la perfección de la carne con los modales académicos de un biólogo, y Larry Clark, reductor de la poesía al trueque sexual y defensor del papel del fotógrafo como mirón.

René Groebli

René Groebli

En 1953, en un hotel barato de París —quizá no exista otro escenario posible, tampoco uno más apto (el amor no requiere tarifas y se ennoblece con la pobreza)—, el suizo Groebli, que tenía 26 años, dictó una de las más hermosas lecciones de fotografía de la historia. No fue escenógrafo de modelos, tampoco se atribuyó el altivo papel de voyeur con derecho a gozo pasivo.

Groebli, discreto pero encendido, armado con la austeridad invencible de cualquier enamorado, retrató la luna de miel con su mujer, Rita.

René Groebli

René Groebli

Estaban casados desde 1951 pero la falta de dinero y la tiranía del trabajo habían impedido la celebración privada del rito del viaje de bodas. Dos años después pudieron irse a la capital francesa y, hospedados en una pensión económica, se amaron como si fueran novios.

Groebli, que por entonces se dedicaba a la fotografía industrial y publicitaria, decidió documentar la luna de miel. El resultado, The Eye of Love (El ojo del amor), estremece: es una de las colecciones más dulces y palpitantes de imágenes sobre la alquimia del amor.

René Groebli

René Groebli

Como el enamorado que todos fuimos, que todos estamos obligados —porque lo deseamos— a seguir siendo, el fotógrafo se rinde, baja los brazos, olvida los pormenores técnicos, y mira a Rita a través de la cámara con la conciencia de que su mujer es extranjera, extraterrenal. Si fuese posible el juego temporal de trasladar el futuro al pasado, me gustaría imaginar que en el cuarto de la pareja Dusty Springfield está cantando The Look of Love: La mirada del amor está en tu cara / Ajena al tiempo / Porque eres de otra parte del mundo.

Groebli no ha querido envilecer con figuraciones o conjeturas las fotos de aquella luna de miel. Se ha limitado a constatar lo que las imágenes murmuran —la media voz, el bisbiseo, es condición primordial para el amor—: «Intenté retratar la atmósfera de los hoteles franceses. ¡Había tantas sensaciones!: el mobiliario viejo del hotel barato, el amor bordado en las cortinas… Y yo estaba enamorado de la chica, mi mujer. Las fotos son como una novela. Mejor, como un poema. ¡Dejemos que nos hablen!«.

René Groebli

René Groebli

El tiempo ha aproximado al fotógrafo a la fama. Groebli ha firmado más fotoensayos poéticos —siluetas de árboles quemados, la visión existencial de los viajes ferroviarios, las sombras melancólicas de Nueva York, desnudos donde lo explícito ha de buscarse por debajo de la superficie…—, pero su mirada nunca ha dejado de ser huseped del cuarto de la luna de miel.

René, Rita, una habitación de hotel, el cuello, las medias, el perfil del abandono, buscando tesoros, saqueando fondos marinos, viviendo con un tiempo caducado, enmudecido por las arrugas de las sábanas… Nunca elementos tan mudos compusieron un idioma tan caliente.

Ánxel Grove

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

¿Dormirías en esta habitación de hotel?

La 'habitación del pánico' de Tilt

La 'habitación del pánico' de Tilt

Au Vieux Panier es un hotel de Marsella de solo cinco habitaciones, cada una decorada por un artista. Tras un año, vuelven a encargar a cinco creadores distintos que transformen a su gusto las estancias. «La idea es dormir en una obra de arte», dice una de sus representantes.

Hace unos días inauguraron la nueva temporada cambiando radicalmente por tercera vez desde que abrieron. El grafitero francés Tilt, un veterano de las ya clásicas letras rechonchas, ha sido uno de los elegidos para la redecoración.

En su encargo ha decidido pintar la mitad exacta -medida de modo matemático- de la habitación que le tocaba: un lado queda totalmente cubierto de grafitis sin que el artista se apiade de sábanas, mesillas de noche, pequeños objetos decorativos o espejos. El otro lado es el colmo del minimalismo, con solo un par de pequeños cuadros en la pared rompiendo el blanco inmaculado de la decoración. Todo un reto para la armonía espiritual.

El hotel cierra durante un mes para que los creadores trabajen y se jacta de ofrecer a los artistas escogidos un «lienzo en tres dimensiones» para que puedan expresar su arte del modo que quieran. El objetivo es que los huéspedes disfruten de una nueva vía para disfrutar del arte.

La estancia, que Tilt decoró en una semana con la clásica «sobredosis de caligrafía» que lo caracteriza, se llama Panic Room (Habitación del pánico), es la más grande de todas y cuesta 135 euros la noche.

Helena Celdrán