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‘Tarjetas escurridizas’, un juego para volver a relacionarnos con extraños

'Sneaky Cards'«Pon esta tarjeta en el libro/la revista/el periódico de alguien. Al encontrarla, añade el nombre de la publicación a la lista de la tarjeta. Después, cuélala en el libro/periódico de otra persona. Si el receptor te pilla, tienes que quedártela de nuevo». «Haz reir a alguien. Cuando lo consigas, dale este tarjeta». «Manten una conversación con un desconocido. Al terminar la conversación, dale la tarjeta. Ahora él tendrá que hacer lo mismo». «Consigue que un famoso te firme la tarjeta y pásasela a otra persona».

Con mucha brevedad y misterio, los mensajes de las fichas dan instrucciones para que su portador las cumpla sin rechistar, para que se atreva a realizar pequeñas misiones (con cierto componente de improvisación y de flashmob) que en circunstancias normales no llevaría a cabo.

Sneaky Cards (Tarjetas escurridizas) es un juego que fomenta una manera creativa de divertirse y de crear conexiones sociales «rompiendo el tedio de la vida diaria». El portador debe quedarse sin tarjetas para terminar el juego en un proceso que puede durar unos días o alargarse durante años: lo más importante es experimentar la satisfacción de hacer cosas que se salen de lo normal e involucrar a otros en la aventura. «Las tarjetas nos llevan a reexaminar facetas de la cotidianeidad, cambiar la manera en que nos relacionamos con la gente, con nuestro ambiente, con las palabras o casi con cualquier cosa», dicen sus inventores.

"Convence a un desconocido para cambiarte algo por esta tarjeta. Puede ser cualquier cosa. Un abrazo, un mapa u otra cosa: sé creativo"

«Convence a un desconocido para cambiarte algo por esta tarjeta. Puede ser cualquier cosa. Un abrazo, un mapa u otra cosa. Sé creativo»

La iniciativa —firmada por Drop-Card Games, un recién nacido colectivo— es del diseñador de juegos residente en Australia Harry Lee, que presentó el proyecto para el concurso Digital Open (basado en iniciativas Creative Commons) en 2009, pero no fue hasta finales de 2013 cuando empezaron a popularizarse. A través de Reddit, una web estadounidense que permite a los usuarios compartir vínculos e información sobre todo tipo de temas y experiencias; un grupo de personas comenzó a aportar ideas para nuevas tarjetas y el diseñador Cody Borst se lanzó a diseñar el mazo completo.

Tras publicarlas en Internet con licencia Creative Commons, animan a quien lo desee a descargar, imprimir y compartir las tarjetas, que se clasifican en siete colores: las azules «ponen a prueba tu audacia y caradura», las amarillas «requieren habilidades de disimulo y espionaje», las rojas «implican encontrar cosas, y no sólo objetos», las verdes «tienen que ver con la buena voluntad y con dar a los demás», las moradas «plagarán tu cerebro con rompecabezas», las naranjas «te retan a crear arte con un propósito» y las plateadas «son tarjetas informativas».

Además existen varios sets. El original tiene 50 unidades, pero también los hay más pequeños (de 9) para iniciarse en la aventura o competir entre amigos. Incluso hayuna edición especial navideña. El juego es una excusa perfecta para alegrarle el día a alguien invitándolo a un café, despertar la curiosidad de un extraño cuando encuentre la misteriosa ficha acompañada de un haiku japonés, informar a quien tú decidas de un dato curioso (por ejemplo, que los pingüinos tienen una glándula sobre la cuenca ocular que convierte el agua salada en agua dulce).

Ya que todas las propuestas tienen algo de travesura o de acto surrealista —aunque también de buena acción— sus creadores avisan de que el juego funciona mejor «en ambientes sociales comunes» como facultades, oficinas, campamentos, fiestas… Lugares en los que muchos se reconocen de vista. Las tarjetas escurridizas pueden ser la herramienta ideal para conocer mejor al vecino, a quien coincide esporádicamente en una cafetería universitaria, a las personas que vemos de lejos a diario y aún así no saludamos.

Helena Celdrán

"Encuentra a un desconocido que se haga una foto contigo. Cuando te den esta tarjeta, hazte una foto con un perfecto desconocido. Cuando ya la hayas hecho, dale la tarjeta"

«Encuentra a un desconocido que se haga una foto contigo. Cuando te den esta tarjeta, hazte una foto con un perfecto desconocido. Cuando ya la hayas hecho, dale la tarjeta»

"Hazle un regalo a alguien. Regálale la última cosa de esta lista a alguien junto a la tarjeta. Antes de entregar la tarjeta, añade otro objeto a la lista".

«Hazle un regalo a alguien. Regálale la última cosa de esta lista a alguien junto a la tarjeta. Antes de entregar la tarjeta, añade otro objeto a la lista».

"Deja esta tarjeta en el asiento de un bus, un avión, un tren, etc. Si encuentras esta tarjeta, puedes cogerla y dejarla en otro lugar. Cuanto más lejos viaje, mejor".

«Deja esta tarjeta en el asiento de un bus, un avión, un tren, etc. Si encuentras esta tarjeta, puedes cogerla y dejarla en otro lugar. Cuanto más lejos viaje, mejor».

"Diseña y propaga una 'Sneaky Card'. Crea una en Sneakycards.net y dale esta tarjeta junto a la nueva a alguien de acuerdo con las normas de la nueva tarjeta"

«Diseña y propaga una ‘Sneaky Card’. Crea una en Sneakycards.net y dale esta tarjeta junto a la nueva a alguien de acuerdo con las normas de la nueva tarjeta»

 

Las palomas de plástico también pueden ser mensajeras

'Pigeon Post'

‘Pigeon Post’

La Columba livia es una especie de paloma que se distingue por poder ser entrenada para volver siempre a su hogar por lejos que esté. Es un ave resistente que puede volar hastas 1.800 kilómetros para ‘entregar’ un envío.

Hace 3000 años los griegos las utilizaban para hacer público el nombre del ganador de las Olimpiadas. La humanidad ha confiado en las palomas mensajeras para entregar mensajes personajes, secretos militares, recetas médicas, noticias, la información bursátil… Su utilización decayó a partir del auge de las comunicaciones por telégrafo sin cables en los primeros años del siglo XX, pero su utilidad en casos extremos no pasa desapercibida para el ejército, que las utilizaría en caso de una debacle tecnológica.

Una de las palomas de 'Pigeon Post' a punto de iniciar su viaje

Una de las palomas de ‘Pigeon Post’ a punto de iniciar su viaje

La Letter Writers Alliance (Alianza de Escritores de Cartas) —LWA— es una modesta organización estadounidense de 2.700 socios de todo el mundo que desde 2007 se dedica a «conservar vivo el arte de escribir cartas». Por un coste inicial y único de 5 dólares (3,70 euros) la organización pone a disposición de los usuarios descargas de diseños imprimibles, productos relacionados con la creatividad postal y material postal antiguo. «Ni las largas colas, ni los retratos en las entregas, ni la subida de los costes postales nos alejarán de nuestra misión», aseguran en su declaración de intenciones.

Entre las nuevas iniciativas del LWA hay uno que destaca por su aspecto heterodoxo: reproducciones en plástico de palomas mensajeras, un homenaje que reaviva el romanticismo de recibir una carta por medio de un pájaro.

En lugar de llevar el envío anillado a una pata, las aves artificiales tienen en su espalda los sellos pegados a una pequeña funda que permite introducir una carta. Los creadores del Pigeon Post (Correo Paloma) han creado un objeto que, según la regulación postal de los EE UU, es válido enviar: «no es peligroso, frágil ni perecedero y pesa por debajo de 13 onzas (unos 370 gramos), así que es legal meterlo en un buzón». Sin embargo, aclaran que la paloma no debe ser enviada a otros países así y recomiendan meterla en una caja que cumpla cualquier estándar». Las valientes aves de plástico, con el kit para enviarlas, cuestan 30 dólares (22 euros) y de momento se han agotado.

Helena Celdrán

¿Hace cuánto que no escribes una carta?

'Dear Annie'

'Dear Annie'

Cada vez somos más los que estamos abandonando la escritura manual para entregarnos de lleno a las teclas del ordenador. Cuando llega la hora de escribir una nota, la lista de la compra o una dirección y un número de teléfono, descubres con horror que la letra que recordabas como tuya ha dejado de existir, que es una parodia desentrenada, una tarea costosa que deseas finalizar cuanto antes.

La artista estadounidense Annie Vought piensa que estamos perdiendo una parte de nosotros cuando abandonamos el hábito de escribir a mano. «Los documentos escritos son fragmentos de la historia individual. En la caligrafía, la elección de palabras y la ortografía el autor se revela, a pesar de que esa no sea su intención. Una carta es una confirmación física de quiénes éramos en el momento en que la escribimos».

Colecciona notas, misivas encontradas, dirigidas a ella o que otras personas le donan. Las amplía y después, valiéndose de un cúter, corta con esmero todos los «espacios negativos», los huecos blancos del papel.

Las letras quedan vacías y forman una especie de red o bordado, una pieza artesanal que se puede palpar al fin, sin que la hoja impida el contacto físico con los mensajes.

Detalle de 'Christmas'

Detalle de 'Christmas'

Otras veces la artista opta por recortar cada palabra por separado y unirlas todas en un panel, clavándolas con alfileres como si fueran insectos de colección. En los últimos meses ha avanzado un poco más en su aventura y ha empezado a experimentar también con dibujos, bocetos y garabatos que muchas veces decoran el final de un texto o incluso protagonizan el folio.

Los renglones y el tipo de letra mantienen la estructura de ese nuevo texto sin superficie. Los borrones y la manchas de tinta también son útiles para dar solidez al fino encaje de caracteres. En el proceso, Vought pone especial atención en hilar cada palabra con la siguiente, se zambulle en el mensaje y se detiene a pensar en las circunstancias en que la persona escribió la carta.

Aunque laboriosa, es una labor gratificante que la conecta con las narrativas. La artista se siente a veces un poco intrusa por cotillear en los pensamientos de otros y —para colmo— colgarlos luego de una pared. En su tarea reflexiona a menudo sobre cómo los documentos escritos son susceptibles de hacernos parecer vulnerables, frente a la seguridad que dan las letras impolutas de una tipografía.

Helena Celdrán