Los colonizadores trajisteis la oscuridad. Nosotras cosimos la luz. En los vestidos brilla la venganza africana.
Las mujeres Herero fuimos obligadas a vestir al estilo europeo porque temíais la desnudez tribal. Y quien teme el cuerpo lleva un demonio dentro. Y quien carga un demonio es capaz de cualquier cosa.
Cogimos los vestidos de corte victoriano que nos distéis a principios del siglo XX, los uniformes de la subyugación; ya no podíamos corretear desnudas, teníamos que cubrirnos con las prendas de esas chicas recatadas, pálidas, venidas de lejos -Europa, la llamaban- niñas asustadas por el cielo primitivo, vuestras mujeres; en un acto de subversión creativa, agarramos los trajes y los convertimos en bombas de arte, arco iris incandescentes.
Así se lo monta la verdadera reina Victoria…
Toda mujer Herero puede brillar como una afrodita perdida en un lugar indescifrable del tiempo inexacto. Somos un acertijo tribal. Somos presente dentro del pasado o pasado que alucina al presente. Somos confusión, atracción, alegría, fuerza. Aún vestimos los corpiños victorianos ajustados hasta el cuello. Especialmente las mujeres mayores, porque las jóvenes están siendo hoy colonizadas de otro modo. Enaguas. Mangas abultadas. Blusas bordadas. Faldas largas. Tocados bicéfalos que representan las astas de una res, bestias sagradas entre los pastores nómadas.
Somos corpulentas bombas de luz en uno de los paisajes más polvorientos del mundo.
Los hombres Herero no se quedan cortos. En días especiales les gusta ofrecer otra clase de look.
África es el color de los volcanes y arrecifes, de los peces y serpientes, es un incendio mineral: y las Herero nos sentimos orgullosas.
¿Qué habrá en esa Alemania de la que vinieron los colonos sedientos de sangre y propiedad privada?
Las Herero, a pesar de su brillo, cargamos el peso de los pueblos que fueron aniquilados por la codicia. La ocupación alemana de nuestro paisaje en 1904 diezmó la tribu, pasando de unos 80.000 individuos a solo 15.000. Digo paisaje porque nosotras nunca fuimos dueñas de nada, solo nómadas que contemplaban la maravilla.
Las supervivientes nos repartimos en la actualidad entre varios países africanos. Principalmente en Angola y Namibia. Vivimos en las fronteras de un desierto antiquísimo.
Nuestro genocidio está considerado una de las primeras matanzas del siglo XX, la centuria de todos los males. Puede que los alemanes ensayaran allí el Holocausto. No se esforzaron mucho en destruirnos, la verdad. Tras una revuelta, fuimos recluidas en la zona más árida, y envenenaron los pozos y nos dejaron morir de sed. Años más tarde utilizarían cámaras de gas.
El german think de la época. Que también era el spanish, el british, y el french.
Así éramos antes de que nos obligaran a cubrir los cuerpos. No me digas que no percibes la belleza ancestral.
Hay una venganza en toda mujer Herero, lo he dicho antes. Hoy nuestros vestidos os fascinan. Llegan fotógrafos de todo el mundo a este polvo perdido. Le dimos voltaje al traje presidiario; nos disteis una mortaja y os escupimos vida.
Mujeres Herero en Namibia. © Hans Hillewaert. Wikimedia Commons.
Cada mujer herero confeccionó su vestido como un atributo cósmico:
Cogimos la luz del cielo y la tierra, el color de las nubes, los atardeceres, los astros, el violeta de la tormenta, el amarillo mineral, el marrón de la gacela, el verde del loro… cogimos todo eso, porque si queríais robarle el negro de nuestra piel al paisaje, nosotras entonces agarramos el paisaje y nos vestimos con él…
Vayan las imágenes del fotógrafo Jim Naughten como prueba.
Y ahora dime, ¿quién tiene el poder?
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08 junio 2018 | 11:50
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09 junio 2018 | 05:18
La adaptación es curiosa como se adaptan a la época victoriana, genial el articulo.
09 junio 2018 | 18:36