Una de las mejores recomendaciones lectoras, que me llevó a uno de los mejores descubrimientos, de 2023 fueron los libros de Nora Ephron. Mi compitruena Carlota Suárez, grandísima escritora e incluso más grande lectora, me dijo que Ephron era para mí, y yo me fío de su opinión. Cayeron en mi haber No me gusta mi cuello (que ya he regalado tres veces) y Ensalada loca, que me gustó menos en líneas generales, pero que encontré tremendamente interesante.
Pues bien, en Ensalada loca hablaba Ephron, periodista y guionista (tal vez la recordéis por películas como Cuando Harry encontró a Sally o Tienes un email), de su entrevista telefónica con Linda Lovelace. Linda Susan Boreman, en realidad, pero de apellido artístico Lovelace, que pasó a la historia por convertirse en la protagonista, hace ya 52 años, de Garganta profunda.
Es probable (aunque a muchos pueda parecernos mentira) que una buena parte de la gente que lee este blog no haya oído hablar de Garganta profunda. No en vano, ha pasado medio siglo desde la revolución que supuso su estreno en cines. Aunque, en honor a la verdad, saltó a la pantalla después de cosechar un buen éxito en locales clandestinos. Al gobierno de Richard Nixon le preocupaba mucho que la gente consumiera pornografía e intentaron por todos los medios impedir la difusión de la cinta, lo que provocó un precioso efecto Streisand, especialmente después de que condenaran a cinco años de cárcel a Harry Reems, el coprotagonista.
Decía Ephron que fue al cine a ver Garganta profunda porque la había visto todo el mundo y todo el mundo hablaba de ella. Si no la habías visto, no tenías tema de conversación, porque no se hablaba de otra cosa. La vio, sí, y no le gustó. A pesar de que fuera llamada «El Padrino del porno», de que incluso las damas de Upper East Side fueran elegantemente vestidas al cine a verla y de que personajes como Frank Sinatra o Shirley McLaine, decía ella, alabaran la película, a Ephron le pareció «antifemenina y antisexual», aunque lo hizo en ese hilo tan suyo de plantearse si no se estaría ella convirtiendo en una señora un poco carca por no saber apreciarla. Y su entrevista con la actriz no le hizo mejorar su opinión sobre todo el asunto.
En Garganta profunda, se nos presenta un intrincadísimo argumento en el que Linda no puede tener orgasmos, y cuando acude al médico a averiguar por qué, descubre que tiene el clítoris… ¿Recordáis? ¿Adivináis? Exacto: tiene el clítoris al fondo de la garganta. A partir de ahí, fantasía. Hubo una segunda parte un par de años más tarde. La carrera de Lovelace en el cine, sin embargo, no llegó mucho más allá. Y es que, aunque en aquella entrevista con Nora Ephron se intuía una Linda que creía haberse desprendido de la miseria de su pasado para tocar la realeza, a veces no podemos desprendernos de nuestro destino como tampoco podemos hacerlo de nuestro pasado.
Linda Boreman, nacida en el Bronx tal día como hoy de 1949, se había ido de casa harta de los castigos físicos de sus estrictos padres. Trabajaba en clubes de striptease hasta que un accidente la hizo volver a casa de sus padres, ya en Florida, donde conoció a Chuck Traynor, que se convertiría en su marido y proxeneta, y la animaría profusamente a hacer vídeos pornográficos caseros, todos clandestinos, de bajo presupuesto y en 8mm., con temáticas de lo más diverso y, al menos, una en la que mantenía sexo con un perro (Dogarama, 1971).
¿Alguna vez habéis estado en una fiesta en la que alguien se mete un vaso de tubo en la boca? Pues algo así fue lo que le sucedió al matrimonio: en una fiesta de intercambio de parejas, Traynor y Boreman conocieron a Gerald Damiano, un peluquero reconvertido a director de cine que se vio sorprendido por la profundidad a la que Linda podía meterse cosas en la garganta sin sentir arcadas. Dicen que el éxito que les sobrevino después fue debido, además de su capacidad bucal, a que «no era demasiado guapa, no era espectacular: parecía accesible, era creíble».
Damiano apostó por una película porno con ella: duraba una hora, costó alrededor de 40.000$ (entre película y música) y recaudó más de 600 millones en todo el mundo. Lovelace, contó más tarde, no vio un solo dólar. Su marido (Traynor) cobró 1250$ por labores de producción.
Ser la estrella de una película de 40.000$ con más de medio millardo de recaudación no fue suficiente. Para Linda era el inicio de una nueva y prometedora vida; para la industria del cine tal vez nunca fue más que para las damas del Upper East Side: una anécdota graciosa en mitad de una gran historia. Apenas un pie de página. Nunca se tomaron en serio a Lovelace.
Lovelace llegó a protagonizar una película no pornográfica en 1975, Linda Lovelace for president, después de divorciarse de Traynor y casarse con Larry Marchiano, pero ese fue su último contacto con las cámaras.
Se divorció de Traynor en el 73 y lo denunció por haberla forzado a ejercer la prostitución y a dedicarse a la pornografía. Además, dado que él le había insistido para inyectarse silicona en los pechos (inyecciones, que no implantes) lo culpaba también del cáncer de mama que padecía.
Después del divorcio, se convirtió en una feminista y activista antiporno. En 1980, Linda publicó Ordeal (Ordalía —un juicio de Dios que consistía en una prueba de muerte—), su autobiografía. En ella, advertía de los peligros de dedicarse a la pornografía y contaba cómo ella había sido obligada a ejercerla. Ante la Comisión del Congreso que investigaba la pornografía durante el gobierno de Ronald Reagan, llegó a declarar:
Cuando ven la película Garganta profunda, están viéndome siendo violada. Es un crimen que la película continúe exhibiéndose; había una pistola apuntando a mi cabeza todo el tiempo.
Out of Bondage (Fuera de la esclavitud) es su segunda autobiografía, publicada en 1984 donde relata su vida después del 74.
Linda murió en abril de 2002 en Denver, Colorado, en un accidente de tráfico. Tenía 53 años.