En 1996 llegaba a las pantallas Matilda, la adaptación a cine de la novela homónima de Roal Dahl. Una de las pocas, permitidme añadir, protagonizadas por una niña (y no por un niño). De hecho, si no me falla la memoria, las dos únicas protagonistas femeninas de un libro infantil de Roal Dahl son Matilda y Sophie en El gran gigante bonachón. Pero no venimos a hablar de eso: hablemos del hermano de Matilda, Micky.
Nacido en el 82, tenía catorce años cuando se estrenó Matilda, pero ni mucho menos era su debut. Levinson parecía destinado a ser una estrella infantil y, quizás, acabar convertido en un icono adolescente en alguna comedia de Nickelodeon. Pero no fue así.
Había debutado en 1990 en —atención— la segunda entrega de Depredador. Tuvo apariciones en algunas películas para televisión e incluso hizo episódicos en series de tantísimo tirón como Roseanne y El príncipe de Bel-Air, aunque también tuvo papeles minúsculos, apenas de extra, en otros títulos como North (Un muchacho llamado Norte). El de Michael en Matilda fue, con total seguridad, el más importante de su corta carrera. Después, solo apareció una vez más en pantalla, y fue en un episodio de Seinfeld al año siguiente. Luego, nada. Al menos hasta 2013, cuando celebraron un reencuentro de todo el elenco de la película.
Levinson decidió tener una vida completamente alejada del foco mediático y de lo que para él supuso ser una breve estrella infantil. No concede entrevistas ni habla con la prensa a ese respecto. Pero internet es caprichoso y, aunque por su aspecto es prácticamente irreconocible, no son pocos los que han acabado sumando dos más dos y han dado con él: Brian dirige ahora una empresa de organización de eventos en San Diego, ciudad donde reside: The Levinson Group. Y tiene mucha visibilidad en redes. Aunque, insisto, está prácticamente irreconocible, ya que a los veintisiete años que han pasado desde Matilda hay que sumarles, casi el cien por cien de las veces, una gorra, unas gafas y una tupida barba.