Vale que una de las base del consumo, y del fomento del consumo, es que los productos entren por los ojos. Vale que cuando uno ve un producto que atractivo, lo quiere sin más. Incluso aunque no le haga falta. Pero así no se ahorra, y no están los tiempos como para tirar el dinero.
Si de verdad se quiere ahorrar al comprar algo, lo mejor es frenar en seco las ansias y actuar con cabeza. Por eso es fundamental comparar. Es, sin duda, la mejor forma de ahorrar. Si uno quiere darse un capricho y puede permitírselo, adelante. Pero si la idea es ahorrar al máximo, comparar productos es la mejor manera de hacerlo.
A veces no es fácil hacerlo físicamente; es decir, acudiendo a diferentes establecimientos para comparar productos similares y precios. Y por eso surgieron unas herramientas que pueden consultarse desde cualquier lugar cómodamente a través de Internet: los comparadores.
Muchas empresas tienen a disposición del público comparadores online de productos y servicios, y lo primero que debemos comprobar es que la entidad en cuestión no sea parte interesada. Por ejemplo, si buscamos un seguro y acudimos al comparador de una empresa concreta, debemos comprobar en primer lugar que se refleje la realidad del servicio y no la realidad de la empresa, porque si es parte interesada el comparador no será del todo imparcial, ya que a esa firma lo que le interesa es vender su seguro, no el más ventajoso.
Lo mejor es acudir a entidades independientes, como la OCU, que dispone de multitud de comparadores de productos y servicios a disposición de sus socios y los va abriendo semanalmente a los no socios, al público en general.
Este tipo de comparadores son eficaces y nos permiten comparar para ahorrar. Así podemos tener la certeza de que estas calculadoras reflejan únicamente la realidad del producto o del servicio y no quieren vendernos nada. A tu bolsillo le merecerá la pena.
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