Entradas etiquetadas como ‘alimentos’

¿Cuánta sal debemos tomar?

a00449954 2344Los pocos caprichos que me doy como consumidor suele regalárselos a mi estómago, pues me gusta salir a comer, y sobre todo a cenar, siempre que tengo ocasión. Frecuento varios restaurantes y visito alguno nuevo cada cierto tiempo, y el otro día llegué a la conclusión de que todos los locales que visito tienen algo en común. Da igual si son restaurantes españoles, mexicanos, chinos o lo que sean: todos ellos utilizan poca sal para cocinar.

Provengo de una familia donde no se escatima la sal para cocinar. Es más, quizá se utiliza en exceso, y lo digo por el sabor, no entro de momento en si la sal es buena o mala. Y, claro, se nota.

Lo cierto es que la razón por la que en los establecimientos de hostelería se cocina actualmente con poca sal es porque se ha demonizado un tanto: aún no he oído a nadie decir que la sal es buena. Sin duda es por la mala fama que acumula en los últimos tiempos algo tan cotidiano en la alimentación como la sal. Pero, ¿ la sal es mala?

La sal es un nutriente indispensable para nuestro organismo, pero debe tomarse con moderación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que se consuman un mínimo de tres gramos al día y un máximo de cinco.

La cuestión es que, al menos los españoles, ingerimos prácticamente el doble de la dosis máxima aconsejada, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.

Tomamos una media de cerca de 10 gramos al día de sal, proveniente casi siempre de alimentos procesados, como embutidos, comida rápida, conservas y platos preparados…

¿Y cuáles pueden ser las consecuencias de una ingesta excesiva y continuada de sal? Pues hay muchas, y ninguna buena. Se relaciona el exceso de sal con el aumento de la tensión arterial, aparición de ciertos tumores, agravamiento de la osteoporosis, accidentes cardiovasculares e incluso ictus.

El remedio parece fácil: primar la alimentación sana al exceso de sal. Pero no es tan fácil controlar las cantidades de sal en los alimentos.

En cualquier caso, nos ayudará limitar el consumo de embutidos curados, quesos, salazones de pescado, sopas o salsas.

Y un consejo básico que puede ir muy bien es, a la hora de cocinar, añadir la sal en el último momento, porque el guiso requerirá de menos cantidad de sal y la que eches aportará más sabor si se incorpora al final.

Utilizar hierbas aromáticas en lugar de sal o para reducir su consumo es otra buena opción, así como el limón, que puede hacer milagros a la hora de aportar sabor y dará a tus platos un toque diferente.

 

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* Foto: GTRES

Palomitas que en el cine son lentejas (y muy caras): o las compras allí o no hay palomitas

 Ir al cine es una actividad de riesgo. Al menos para el bolsillo. El otro día fui con mis hijos, y al palo de las entradas se añadió el de las palomitas: ocho euros, ocho, por una caja de cartón de palomitas y dos euros por cada botella de agua. Vamos, que hay menús de tres platos más baratos.

Así que me dije: la próxima vez las llevo de casa. Pero no, al salir de la película pregunté y me dijeron que no se permite la entrada con productos de fuera del cine. Es decir, que si has ido a comprar al súper antes de ir a ver la peli y vas con la bolsa, por ejemplo, te pueden impedir entrar al cine con ella.

Hablábamos hace tres entradas de lo que ocurre en los parques de ocio y veíamos que era misión imposible en casi todos entrar con comida. Con esto de las palomitas observamos que hay jurisprudencia y algunos de los que se han propuesto tener derecho a entrar en el cine con palomitas compradas fuera, lo han conseguido. Pero, ojo, otros no.

Quienes lo lograron lo hicieron gracias a aferrarse a una sentencia de diciembre de 1999 de un juzgado de A Coruña, y a algunas similares posteriores. Esta sentencia de ese juzgado gallego señalaba que “impedir el consumo de productos adquiridos fuera del local supone una limitación de los derechos de los consumidores y de la libre competencia”. Por esta circunstancia, el Instituto Galego de Consumo multó entonces al propietario del cine, Coruña Films SL, por “impedir la ingestión de productos adquiridos fuera de la sala”.
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No olvidemos a los celíacos

galletasComo todos los 5 de mayo, este martes conmemoramos el Día Internacional del Celíaco. La celiaquía o enfermedad celíaca (EC) es una intolerancia permanente al gluten que padecen en España una de cada cien personas, pero que, pese a ello, sigue siendo una gran desconocida para buena parte de la población.

El organismo de los celíacos actúa frente al gluten como si se tratar de un elemento extraño a combatir, y no hay tratamiento para esta enfermedad. La única solución es dejar de tomar gluten, presente en el trigo, la avena, la cebada o el centeno, y en ese caso desaparecen los problemas.

De lo contrario, y aunque hay personas más sensibles que otras, el daño al intestino afecta a la absorción de nutrientes esenciales, como las vitaminas de los grupos B, A, D, E y K y minerales como el calcio, el hierro, el magnesio y el zinc.

Sus síntomas suelen ser de tipo digestivo: hinchazón abdominal, deposiciones blandas, diarrea crónica o estreñimiento. Aunque a veces los síntomas son incluso inapreciables, manifestándose únicamente en forma de pérdida de peso, cansancio, anemia, retraso en el crecimiento…

Lo que sí comparten todos los celíacos es una atrofia en el revestimiento interno de la parte superior del intestino delgado, concretamente en las vellosidades, responsables de las posibles alteraciones en la absorción de los nutrientes de los alimentos: proteínas, grasas, hidratos de carbono, sales minerales y vitaminas.
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La comida en los parques de ocio

gtres_u094725_009Tenía muchas ganas de llevar a los niños a ese parque temático del que tanto me hablaban. Me informé y comprobé que, por poco que me gastara, se me iba a ir un pastizal en la visita.

Dos niños y dos adultos, al margen de los gastos de desplazamiento, sólo en entrar al parque se me fueron 160 euros. Pero esto no me sorprendió, que ya lo sabía. Lo que me sorprendió es que el chaval de unos 20 años que me pidió los tiques en el torno de entrada, insistió en revisar todas nuestras mochilas, incluso las de los niños, en busca de alimentos.

“Está prohibido traer comida de fuera”, me dijo el empleado. Y, la verdad, que te diga esto un chaval de 20 años que luce una gorra con enormes orejas de conejo, mientras revisa las mochilas de tus hijos, es bastante desconcertante.

No llevábamos comida en las mochilas. Pero ahora entiendo la revisión. En el parque nos dejamos esa jornada casi 400 euros entre parking, entradas, souvenirs (pocos), bocadillos, bebidas y tonterías varias.

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Cosas que se pueden comer caducadas sin peligro

A00689840_001Que sí, que yo también he tomado yogures caducados y aquí sigo. No es lo mismo la fecha de caducidad que la de consumo preferente, que únicamente reseña cuándo está ese alimento en su momento óptimo de consumo.

Hay un montón de alimentos que puedes consumir pese a haber caducado hace días o incluso semanas, como los yogures, pan de molde, patatas fritas, frutos secos, bollos, galletas, mermelada, mantequilla, refrescos, bebidas alcohólicas, pasta, arroces, legumbres, embutidos, quesos curados, sopas y salsas de sobre o brics de tomate frito.

Eso sí, no pretendas tomarte un bollo caducado hace dos años, porque una cosa es que se pueda consumir tras haber caducado y otra es que el alimento tenga ya vida propia.

Con lo que sí se debe tener cuidado es con el pollo, la carne y el pescado, que tardan poco en estropearse. Para las frutas, basta con echarles un ojo y juzgar si tomarlas o no basándonos en su aspecto.

Los yogures hace ya un tiempo que no caducan, y por decisión gubernamental, pues sólo en España se le ponía fecha de caducidad, a diferencia del resto de países europeos, que ponía la de consumo preferente. Antes los yogures caducaban 28 días después de su elaboración, pero ahora no, únicamente lucen esa fecha de consumo preferente. La diferencia en el etiquetado atiende a que algo caducado, en principio no se puede comer, pero si el alimento luce una fecha de consumo preferente, la cosa es diferente.

Lo malo de eliminar las fecha de caducidad es que también se elimina en algunos productos la de elaboración, y así difícilmente se puede calcular cuánto dura. Sólo tendremos la referencia del consumo recomendado.

Todo esto viene de la entrada en vigor, el pasado 13 de diciembre de 2014 del nuevo reglamento que regula el etiquetado de los alimentos, cuyos cambios se irán adoptando progresivamente, aunque algunos ya están vigentes.

Este nuevo reglamento, pese a todo, es mejor que el anterior para los consumidores, porque disponemos de más información sobre lo que comemos: ingredientes, composición, nutrientes, alérgenos, origen… Todo eso debe ser obligatorio.

Por ejemplo, en un alimento tan perecedero como la carne, gracias al nuevo reglamento ya no conocemos sólo el origen de la carne de vacuno, sino de todas las carnes, ya sean de cerdo, pollo u otro animal. Antes sólo la ley sólo obligaba a reseñar esos datos en el vacuno, no en otras carnes.

También desde el pasado diciembre es obligatorio informar claramente de si un producto contiene alguno de los 14 alergenos más comunes.

Es igualmente obligatoria otra medida muy demandada por los consumidores: informar del tipo de aceite incluido en los productos. Ya no se podrá citar sólo “contiene aceite vegetal”, sino que habrá que especificar el tipo de aceite vegetal que es: oliva, girasol, palma…

Y este mes de abril entra en vigor otra medida prevista en este nuevo reglamento de aplicación progresiva: desde ya es obligatorio incluir claramente información sobre dónde son criados y sacrificados cerdos, cabras, ovejas y aves, como sí ocurría con el vacuno.

Por último, el reglamento prevé que desde diciembre de 2016 será obligatoria una tabla nutricional. Todos los alimentos procesados envasados y las bebidas deberán indicar el detalle de la información nutricional en la parte posterior del enlace: energía, grasas, ácidos grasos saturados, hidratos de carbono, azúcares, proteínas y sal.

Es una mejora notable eesta nueva norma, pero también tiene pegas, que podían haberse subsanado desde el principio. Por ejemplo, el tamaño de la letra del etiquetado debería haberse ampliado considerablemente para poder leerse sin problemas, pero el reglamento fija que ésta tenga un tamaño de 1,2 mm, y no de 3 mm, como solicitaba la OCU.

Además, el hecho de que algunos alimentos queden al margen de incluir todas las menciones es un tanto contradictorio tratándose de un nuevo reglamento, que precisamente quiere aportar más claridad sobre el alimento en cuestión.

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Se podía haber avanzado más, pues queda también pendiente definir en los productos alimenticios los valores de referencia para niños, para que se puedan calcular las cantidades diarias recomendadas. Pero es una mejora en cualquier caso.

Sobre todo, el hecho de que haya productos que incluyan ahora esa fecha de consumo preferente, pues permite que se aprovechen más. Un tercio de la comida que se dispensa en establecimientos españoles acaba en la basura, y este reglamento, aunque con carencias, actúa mejor contra el despilfarro.

España es el sexto país de la Unión Europea donde más comida se despilfarra, con 7,7 toneladas anuales, y la medida de los yogures sin fecha fue una clara apuesta contra este hecho. Pese a todo, donde más despilfarro de produce es en el caso de los alimentos preparados, tanto en casa como en establecimientos de hostelería, algo que podría paliarse en parte si nos habituáramos a congelar más, a aprovechar los alimentos a base de purés y a reutilizar las sobras.

En esto tienen mucho que decir los establecimientos, en el hecho de dar salida a los alimentos que van acumulando días en las vitrinas. Los supermercados se deshacen de los productos que van agotando su vida útil, pero no lo suelen hacer adecuadamente.

Sólo un 20% dona los alimentos caducados que aún pueden consumirse; el resto los tira a la basura. De nada sirve que los consumidores nos confabulemos para evitar los despilfarros de alimentos, que se cambien las normas, el etiquetado, que se promulguen acciones, si quienes más alimentos gestionan a diario, que son los establecimientos, se han acostumbrado a tirar a la basura lo que les sobra, en lugar de tratar de darle un uso lo más racional posible, que podría pasar incluso, como ocurre en otros países, por facilitarle esos alimentos que aún pueden consumirse a las familias menos favorecidas.

* Fotos: GTRES